Ingeniero Topógrafo de profesión, pero maestro de oficio, Miguel F. Martínez fue Benemérito de la Educación de Nuevo León.
Su labor como maestro sigue vigente en muchos aspectos de la actualidad, por ejemplo, en los honores a la bandera que se realizan en las escuelas primarias, por ser promotor de la formación cívica en el país. Su trabajo ha sido reconocido al grado de que la Escuela Normal Superior y la medalla al mérito educativo que entrega el municipio de Monterrey llevan su nombre.
Y aunque ha pasado casi un siglo desde su muerte, sus memorias escritas, pertenencias personales, fotografías y documentos que datan desde 1871 continúan intactas y se han convertido en un acervo histórico digno de un museo.
Alberto José Hernández Silva, bisnieto de Miguel F. Martínez, es el custodio del archivo personal del educador nuevoleonés, el cual considera un tesoro para su familia y la mejor herencia que pudo haber dejado su bisabuelo.
“Don Miguel tuvo 5 hijos: Arnulfo, Antonio, Ignacio, Josefa y Miguel. Yo soy nieto de la única hija de Don Miguel, por eso perdimos el apellido Martínez. Mi papá era José Antonio Hernández Martínez, soy su familiar directo”, explicó sobre su relación con el educador.
Gracias a que el educador fue muy organizado en su vida privada, con el paso de los años fue conformando su archivo personal, donde custodiaba desde sus primeras boletas de calificaciones cuando estudiaba ingeniería, hasta nombramientos firmados por Bernardo Reyes y por el mismo Porfirio Díaz.
El patrimonio personal del Benemérito de la Educación ha pasado por cada una de las generaciones de su familia, hasta que hace cinco años terminaron en manos de Hernández.
“La primera custodia fue su hija, mi abuela, doña Josefina Martínez Rendón de Hernández, que las tuvo casi por 60 años, hasta que falleció en 1980; luego quedaron en manos de mi tía Consuelo Martínez Rendón que también fue maestra, ella falleció hace cinco años y a partir de esa fecha yo me hice cargo y responsable tanto del acervo histórico de don Miguel”, indicó.
Por decisión familiar se propuso que estos recuerdos y pertenencias salieran a la luz pública para que la gente las conociera, sobre todo en el ámbito educativo.
“Cuando la familia decidió sacar el archivo familiar”, señaló, “fue con la finalidad de primero, buscar el mejor lugar para su custodia, y dos, para que la comunidad magisterial y educativa conociera aún más la labor de don Miguel F. Martínez y que se revalorara su imagen y trayectoria”.
ACERVO HISTÓRICO
Alrededor de 300 documentos forman parte de la colección personal de Miguel F. Martínez.
“Sus primeras boletas de calificación como ingeniero civil que fueron firmadas entre otras por el propio José Eleuterio González ‘Gonzalitos’, así como su título de ingeniero topógrafo que data desde 1871 lo tenemos en original”, indicó Hernández.
Para el familiar este título de 144 años de antigüedad debería ser una pieza fundamental para la Universidad Autónoma de Nuevo León porque: “¿Quién tiene un título de este año? El primer ingeniero en Nuevo León fue él, ahorita hay miles. El título aquí está, era para poner una copia ahí en la Facultad de Ingeniería”.
El boceto original del llamado “Dios Bola”, escultura que se ubica en la Plaza Colegio Civil, también figura en el amplio acervo, ya que Miguel F. Martínez fue quien planeo su construcción.
“En algún momento quisimos que el rector Áncer tuviera de perdido esto ahí en la que era la Prepa 1, ahora que es un museo y este es el monumento más representativo de la plaza, pero formalmente no le hicimos la propuesta”, mencionó el familiar.
Las fechas de todos los documentos datan desde finales del siglo XIX hasta inicios del siglo XX, y entre estos se encuentra el certificado del primer colegio que Miguel F. Martínez puso, donde se empezó a instruir en la docencia.
“Don Miguel fue custodiando y guardando elementos muy valiosos”, señaló Hernández.
Un ejemplo es su nombramiento como director General de Instrucción Primaria, que firmó Bernardo Reyes en 1892.
Pero sin duda, el que más llama la atención es el nombramiento que el entonces presidente Porfirio Díaz le dio como el director General de Instrucción Primaria del Distrito y Territorios Federales, el cual está firmado en puño y letra por el General Díaz.
Otro de los importantes archivos que forman parte de la colección es la Ley de Instrucción Pública del Estado, la primera ley de educación en Nuevo León que data de 1894.
“Este solo documento oficialmente es el más valioso, porque es un ejemplar de la primera ley de instrucción pública del estado donde se habla que la educación debe ser laica, gratuita, pública”, consideró el encargado del acervo.
Durante años el educador escribió sus memorias en cinco diarios, donde relataba con su puño y letra aspectos muy íntimos de su vida, de su esposa, sus hijos, la relación que tenía con sus compañeros de trabajo como Serafín Peña y Pablo Livas, y sus experiencias al frente de las dependencias educativas que le tocó representar.
Estos escritos fueron publicados en 1996 en un libro llamado “Memorias de mi vida”, al ser el nombre que el mismo Miguel F. Martínez dio a sus diarios. Fue publicado por el Fondo Editorial Nuevo León un total de mil ejemplares.
“Ojalá que se logre hacer una reimpresión de estas memorias, porque desafortunadamente ya no hay ejemplares”, expresó Hernández.
Artículos personales de Miguel F. Martínez como su flauta, condecoraciones, un sombrero de copa, un estuche de madera y fotografías de su esposa y su familia también son resguardadas en la casa de su bisnieto.
Todos estos documentos ya fueron evaluador por la Secretaría de Educación Pública a nivel federal, quienes catalogaron cada uno de estos.
“Invitamos a funcionarios de la Secretaría de Educación Pública, gente especializada de la secretaría haciendo la catalogación y organización de toda la documentación que tenemos aquí”, indicó Hernández.
A raíz de que se sacaron a la luz pública las pertenencias del educador, éstas han servido como materia de estudio, lo que ha permitido divulgar la labor de Miguel F. Martínez entre investigadores, maestros y alumnos.
Para Hernández, esto es muy destacable para que más gente conozca a detalle su historia, porque para él “un personaje tan ilustre no puede estar en el olvido”.
“NOS GUSTARÍA QUE ESTO FORMARA PARTE DE UN LUGAR ADECUADO, COMO UN MUSEO”
El acervo de Miguel F. Martínez tiene todo para ser exhibido en un museo, pero en su lugar, se almacena en la casa de su bisnieto, en cajas y portafolios y son resguardados con el mayor cuidado posible.
Ser el custodio de las pertenencias del histórico personaje es un orgullo para Hernández y su familia, pues es algo valioso, pero no niega que ha considerado en que esto debería estar en un lugar más adecuado.
“No queremos deshacernos de él, para nosotros es un orgullo y fue la mejor herencia que nos pudo dejar el bisabuelo, pero si la autoridad tuviera el deseo que estos documentos formaran parte de un lugar adecuado, claro que nos gustaría, porque siempre será importante que obras como estas sean conocidas por la mayoría, maestros, estudiantes de la Normal”, señaló.
Lo que Hernández quiere evitar es que los documentos queden a la deriva con el paso del tiempo, por lo que indicó que solicitará a las autoridades correspondientes que adopten el patrimonio de Miguel F. Martínez.
“Vamos a solicitar a las autoridades de la Secretaría de Educación, al futuro gobierno, para que, si ellos consideran, un acervo histórico e importante de la máxima figura de la educación en Nuevo León, como lo es Miguel F. Martínez, pudiera constituirse en algún salón, en algún aula adecuada ya sea en la Normal, un museo o la propia secretaría, para que quede este acervo bajo la custodia de quien debe de tenerlo, que es precisamente la comunidad magisterial de Nuevo León”, indicó.
Hernández mencionó que ha tenido algunos acercamientos con las autoridades correspondientes en el pasado, pero nunca se concretó nada y prefirió no insistir.
En caso de que la situación se repita, la familia continuará heredándolo por generaciones.
“Voy a hacer todo lo posible por mantenerlo como hasta ahora, y resguardarlo de la mejor manera. Todos corremos el riesgo de que los documentos corran algún riesgo climático, pero en fin, si los hemos cuidado por tantos años podemos seguir haciéndolo”, mencionó.
Hernández indicó que continuará buscando que la labor de su bisabuelo en la educación sea conocida por todos los nuevoleoneses.
LA LABOR DE MIGUEL F. MARTÍNEZ EN LA EDUCACIÓN
DE NUEVO LEÓN
Nacido en Monterrey, Nuevo León en 1850, Miguel F. Martínez es considerado el Benemérito de la Educación en Nuevo León.
Fue el primer ingeniero topógrafo egresado del Colegio Civil, en 1871 y por un “incidente de poca importancia” Martínez descubrió su vocación por la educación a los 19 años.
Como educador, recibió diferentes asignaciones y nombramientos por parte del Estado como inspector, director y catedrático de escuelas de diversos niveles educativos.
En su labor dentro de la educación, Miguel F. Martínez fue precursor de los ahora conocidos como Honores a la Bandera.
“Incluso en ‘Las memorias de mi vida’ viene un texto donde don Justo Sierra felicita a Miguel F. Martínez por la primera ceremonia cívica escolar que hubo en el país y le pide que a petición de don Porfirio Díaz se entone el Himno Nacional Mexicano todos los días en las escuelas. Entonces a partir de ese momento se crean como un aspecto pedagógico y de afianzamiento de la identidad nacional, del amor a los símbolos patrios, las fiestas escolares o ceremonias cívicas que tienen una gran trascendencia en el gobierno de Porfirio Díaz”, señaló Hernández.
También fomentó las tablas gimnásticas, lo que después se conoció como rondas infantiles; las artes como el teatro y la música.
Posteriormente, fue el creador de la primera ley de educación de Nuevo León, conocida como Ley de Instrucción Pública del Estado, en 1894.
Fue el director General de Instrucción Primaria durante el gobierno del General Bernardo Reyes en Nuevo León; por invitación de Justo Sierra, Miguel F. Martínez se incorporó al equipo de trabajo del entonces presidente Porfirio Díaz, quien lo designó como director General de Instrucción Primaria a nivel nacional.
Miguel F. Martínez también se desarrolló como músico y pintor.
Falleció en 1919 en su natal Monterrey, Nuevo León.