La inconformidad de los residentes de la entidad no estalló el pasado 5 de enero, cuando un grupo de vándalos atacó el Palacio de Gobierno, nació a mediados de diciembre, después de que los diputados locales aprobaran el aumento al predial en los municipios y el paquete fiscal propuesto por el Poder Ejecutivo, en donde se postergaba la eliminación gradual de la tenencia.
Por Emanuel Suárez
Primer acto: el gobernador, Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”, promete en campaña que eliminará la tenencia y reducirá la nómina estatal.
Segundo acto: en su primer año de gestión, “El Bronco” se retracta y pide que el impuesto vehicular se mantenga en 80 por ciento para 2017, en lugar del 50 que había acordado con el Poder Legislativo.
Tercer acto: los diputados locales aprueban la propuesta de paquete fiscal del mandatario independiente, que conserva la tenencia e incrementa el costo del aparato gubernamental. Todo justo días antes de que el Gobierno federal anuncie el “mega gasolinazo”.
¿Cómo se llamó la obra? el despertar de un pueblo bronco… muy bronco.
Al grito de “¡fuera Peña!”, “¡Bronco, cumple tus promesas!” y “¡no al gasolinazo!”, más de 20 mil personas se congregaron el 5 de enero en la Explanada de los Héroes de Monterrey para formar parte de la mayor manifestación de la que se tenga memoria en décadas.
Por primera vez en más de 30 años, millares de regiomontanos dejaron la pasividad de sus rutinas para exigir enérgicamente justicia social: no más alzas, no más robos, no más amiguismos y no más corrupción.
El corazón del estado explotó en una sóla voz, en una fecha que estará enmarcada en la historia de Nuevo León como la noche de la rebelión ciudadana.
La inconformidad nació cuando, a mediados de diciembre, los diputados locales aprobaron el aumento al predial de los municipios y el paquete fiscal propuesto por el Poder Ejecutivo, en donde se postergaba la eliminación gradual de la tenencia.
Desde entonces, las redes sociales, que un principio fueron los mayores aliados de “El Bronco”, se volcaron en su contra, tachándolo de “mentiroso” y “traidor”.
Al descontento por Internet se sumaron las protestas ciudadanas en las que se “clausuró” el recinto legislativo y se “tomó” por minutos el Palacio de Gobierno el 20 de diciembre pasado.
Pero “la gota que derramó el vaso”, la noticia que transformó la inconformidad en ira, fue el anuncio del Gobierno federal sobre la liberación del precio de las gasolinas a finales de diciembre, con lo que se recetó a los ciudadanos un mega incremento en los combustibles desde principios de 2017, lo que enardeció a las ya de por sí enojadas masas.
Los primeros brotes de enojo contra el Gobierno estatal y federal se dieron el 30 de diciembre, cuando un grupo de ciudadanos se congregó en el cruce de las calles Padre Mier y Zaragoza, en el centro de la capital regia, para realizar pintas a vehículos con las leyendas “no al predial”, “no a la tenencia” y “no al gasolinazo”.
Los días posteriores estuvieron plagados de actividades relacionadas, pero el 5 de enero fue la fecha en la que la ciudadanía de Nuevo León mostró su músculo, ese que no se dejó amedrentar ni envolver por un pequeño grupo de infiltrados que intentó desviar la atención del verdadero fin.
Desde días atrás, las noticias nacionales ya vaticinaban una jornada agridulce para Nuevo León, con copiosa participación, pero con posibles grupos de choque que estarían presentes.
La cita con la justicia social estuvo pactada para las 17:00 horas desde distintos puntos de la mancha urbana (mercado Juárez, Colegio Civil, Tecnológico de Monterrey, San Pedro, estadio de los Rayados y estadio de los Tigres), desde donde contingentes partieron con destino a la Macroplaza.
A pie o en auto, las marchas sumaron a hombres y mujeres, a niños, jóvenes y adultos de todas las clases sociales, quienes se unieron para protestar contra el gasolinazo, la tenencia y el predial.
Por primera vez, la obstrucción de vialidades no provocó enojo entre los automovilistas, sino que, por el contrario, los conductores apoyaron con el sonido del claxon el peregrinaje de los manifestantes.
No importaron los kilómetros de distancia ni tampoco el cansancio, mientras los contingentes marchaban rumbo a la Macroplaza, el grito de “¡únanse pueblo!” o “a ti que estás mirando, ¡también te están chingando!” invitaba a los curiosos a sumarse.
En algunos contingentes, como el que salió del estadio de Rayados, el número de asistentes se cuadruplicó durante el trayecto, pues de alrededor de 100 ciudadanos que iniciaron, de forma extraoficial los elementos de tránsito de Guadalupe contabilizaron a más de 400 personas a la mitad del recorrido.
“Recuerden que si alguien comienza a hacer saqueos o disturbios, los demás nos sentamos en el suelo para que sea rápidamente identificado”, fue la instrucción que se dio por los organizadores en la mayoría de las marchas, pues la consigna era clara: sería una protesta pacífica.
Durante los trayectos, que estuvieron custodiados por elementos de tránsito de los municipios, el himno mexicano se interpretó en diversas ocasiones, dejando en claro que “el extraño enemigo” que se escucha en la prosa tricolor es el propio Gobierno.
“¡Fuera Peña!” y “¡viva México!” fueron las consignas más lanzadas hasta llegar al corazón de Nuevo León, en donde otros miles arribaron sin participar en las marchas.
El contingente proveniente de Guadalupe fue el último en llegar a la Explanada de los Héroes, a donde ingresaron bajo el grito de “¡sin vandalismo!”, que se ganó la ovación de los ya presentes.
La última vez que una protesta ganó tanto eco en la Macroplaza fue en 1985, cuando los simpatizantes de Fernando Canales Clariond acusaron que había habido fraude en las elecciones para gobernador, en las que resultó ganador el priista Jorge Treviño Martínez. Casualmente, en dicha protesta también resultaron dañados los vitrales del Palacio de Cantera.
Pero la manifestación del 5 de enero de 2017 fue única porque se trató de una protesta real ciudadana, promovida en las redes sociales, sin el protagonismo de algún partido político o funcionario.
De hecho, pocos o ninguno fueron los servidores públicos que dijeron “presente” en el movimiento, sabían que con solo pisar el primer cuadro de Monterrey podrían ser víctimas del escrutinio social.
En el lugar se colocó un templete por parte de las organizaciones que lideraron las marchas como Congreso Nacional Ciudadano, Únete Pueblo o Ciudadano Empoderado.
Los civiles llegaron armados con carteles de repudio, banderas de México y su voz.
Sin miedo a ser tachados de revoltosos, los verdaderos manifestantes dejaron ver sus rostros, que no expresaban más que coraje e indignación.
En el punto de ebullición, cerca de las 19:00 horas y frente al Palacio de Gobierno, un grupo de reventadores se hizo presente en el movimiento para centrar la atención de los medios en el desorden y el terror, pero los ciudadanos dieron una lección de organización y valentía.
La mayoría permaneció y no se dejó amedrentar.
“¡Ese no es el pueblo!” gritaban al unísono los verdaderos inconformes, mientras que los supuestos anarquistas dañaban los vitrales, la puerta, el piso y la fachada del edificio histórico, el Palacio de Cantera.
Los destrozos unificaron más a los ciudadanos, quienes se mostraron hartos de la violencia y la corrupción. Esa misma unidad se evidenció cuando algunos decidieron formar una valla humana para impedir que se dañara más la fachada del Palacio de Gobierno, considerado patrimonio cultural de Nuevo León.
También se demostró la valentía del regiomontano cuando, sin importar las armas improvisadas de los revoltosos, ayudaron a los elementos de Fuerza Civil para capturarlos.
“¡Fuera! ¡fuera!” se escuchaba en la explanada cada vez que los desconocidos amagaban con seguir destruyendo la sede del Poder Ejecutivo, o se enfrentaban al equipo antimotines del gobierno.
“Esa gente no es de Nuevo León, nosotros nos somos vándalos”, protestaron algunos de los asistentes, mientras que con bolsas negras recogían la basura que generaron los disturbios en la Macroplaza.
“De esto no se trata la manifestación, esta es una manifestación pacífica, no hay que vandalizar”, se gritó a los grupos de choque al momento en que destruían las unidades de las tres principales televisoras de Nuevo León (Televisa, Azteca y Multimedios).
Al final, los verdaderos inconformes fueron los únicos que permanecieron frente al Palacio de Gobierno para continuar protestando contra el mega gasolinazo, los mismos que dos días más tarde, sin importar las bajas temperaturas, volvieron a la Explanada de los Héroes a darle la espalda al edificio y seguir “al grito de guerra” contra el incremento de impuestos.
Una conocida frase enuncia que “los buenos somos más”, y en Nuevo León los civiles organizados demostraron que cuando se abusa del pueblo, la respuesta puede asustar hasta a las más altas esferas.