La mañana del 4 de julio el destino puso al agente vial Julio Arévalo a unos metros de donde una mujer intentó robarse una bebé de tres meses de edad. Gracias a su oportuna intervención, la pequeña está de vuelta con su familia y la presunta ladrona salvó la vida, pues estuvo a punto de ser linchada por una turba de ciudadanos.
La mañana que Julio Arévalo salió de su domicilio en Apodaca para ir a su trabajo, no sabía que el destino le cambiaría la vida no sólo a él, sino a tres personas más, en apenas un parpadeo.
Oficial de la Secretaría de Vialidad y Tránsito de Monterrey desde hace más de 15 años, en la que ha pasado de oficial de crucero hasta rondar la ciudad a bordo de una patrulla, Arévalo –como le llaman sus compañeros y superiores-, es ahora uno de esos individuos considerados como héroe, por su vocación de servicio a los demás.
Sin pretenderlo, estuvo en el lugar y momento preciso cuando una mujer le arrebataba a otra su pequeño bebé, con la intención de robárselo.
El hecho se registró el martes 4 de julio en el cruce de las calles Rodríguez Gómez y Penitenciaría, frente a las instalaciones del Penal del Topo Chico.
Sentada en un parabús, una joven sostenía en sus brazos a su pequeña hija de escasos tres meses de edad cuando fue abordada por otra mujer, quien le sacó platica sobre las condiciones del clima, para después preguntarle sobre la pequeña.
Identificada como Grace A., de 24 años de edad, la mujer arrebató a la bebé de los brazos de su joven madre y se echó a correr, para abordar un taxi.
A escasos minutos de distancia, el agente Arévalo se hallaba en la parte baja del edificio sede de Tránsito de Monterrey tomando el pase de lista obligatorio, ya listo para abordar su patrulla rumbo al primer accidente vial que la central de radiofrecuencia le informó que debería atender.
Señaló que se encontró con una escena inusual cuando iba a Obrero Mundial en la colonia CROC, y al agarrar su unidad, la 524, tomar la avenida Rodrigo Gómez, y girar en la calle Penitenciaría, pues decenas de personas corrían en diversas direcciones, mientras una jovencita de 16, casi una niña, lloraba desesperada y a gritos pedía ayuda.
“Me dijo que una mujer de entre 23 a 25 años le arrebató a su hija de tres meses, por lo cual me bajo de la unidad y ya con la descripción de sus características físicas, procedí a buscarla”, agrega el agente.
Relata que, según denuncias, la roba chicos abordó un taxi tras despojar a la menor de su bebé, pero al no poder avanzar el vehículo de alquiler por el pesado tráfico, emprendió la huida a pie.
Apenas a unas cuantas calles, Julio Arévalo logró interceptar a la plagiaria, deteniéndola sin recurrir a la fuerza física, y pidiéndole le entregara al bebé para que no saliera herido.
Según el relato del oficial, una muchedumbre se formó en torno a ellos, gritándole insultos e intentando acercarse a la detenida con intención aparente de hacerle daño, y exigiendo se la entregara, en tanto la madre de la bebé se aproximaba al lugar.
“Las personas estaban muy molestas, enojadas con lo que había pasado y pues querían que les entregara a la detenida, y fue cuando les dije que se detuvieran, que ya estaba arrestada y me la llevaría a la patrulla”, narra.
Tras lograr subir a la patrulla a la indiciada, notificó del incidente a sus superiores, quienes le ordenaron pasara de inmediato al Centro de Orientación y Denuncia (CODE) del parque Alamey, en donde quedó detenida hasta que el Ministerio Público determinara su situación jurídica.
“La intuición de que algo grave pasaba me hizo detener la patrulla, y pues resultó la situación anómala en donde no sólo un bebé estuvo en riesgo, sino que a la mujer que se lo quiso llevar también le pudo haber pasado algo si la gente la agarra primero.
“Me siento bien porque ayudé a la madre a recuperar a su bebé. A lo mejor la persona hubiera huido con el bebé o la hubieran golpeado, porque esa era la intención de las personas que se acercaron enardecidos. Sé que pues, creo, hice algo bien en intervenir”, comenta entre apenado y satisfecho consigo mismo.
El oficial de vialidad conversó brevemente con la presunta plagiaria, dijo ser madre de familia de un menor de edad, y pues se le hizo fácil tomar a la pequeña para brindarle cuidados, sin pretender causarle daños físicos.
Como padre de familia se dice feliz, satisfecho, porque sin quererlo logró ayudar a una familia que afrontaba un riesgo.
“Me pudo haber pasado a mí, a un familiar o un conocido, pues para eso como oficiales estamos aquí, para ayudar a la ciudadanía. He visto muchas cosas difíciles, dolorosas, en estos 15 años de trabajo, pero son riesgos que uno afronta día a día”, asegura.
Relata que su esposa lo felicitó llegando a su casa por el bien que hizo, una satisfacción más de su oficio.
Sus compañeros de corporación le muestran a su manera su admiración, respeto y cariño. Las bromas pesadas o ligeras, los comentarios y adjetivos de “héroe” o “Superman” lo hacen sonreír apenado por el momento de fama y las circunstancias en que logró cambiar el destino de varias personas, entre ellas la suya.
“Me siento contento y pues, a seguirle. Así es el trabajo”, suelta la frase a manera de despedida Javier Arévalo, quien regresa a la formación para el pase de lista del turno vespertino de la Secretaría de Seguridad Pública y Vialidad.
Las calles de Monterrey esperan su rondín a bordo de su patrulla 524.