Jesús Jiménez Ruiz, estudiante de FIME, se dirigía a su domicilio la madrugada del lunes 8 de noviembre cuando una bala perdida lesionó su cabeza.
Él y cuatro familiares se trasladaban en un auto compacto por la avenida Az-tlán rumbo a su casa en la colonia Provileón San Bernabé cuando quedaron atrapados en un fuego cruzado a eso de las tres y media de la mañana.
“Dos carros en color rojo se iban rebasando, de pronto escuché un disparo y se dio el impacto. Yo no alcancé a ver nada, íbamos tres personas en la parte de atrás del bocho, la cabeza me empezó a arder y sentí la sangre que escurría por el rostro”, recordó.
“Me di cuenta que era una bala porque perdí el sentido auditivo del lado derecho, un dolor muy grande en toda la cabeza, después se me durmió ese lado. Al principio pensé que habían aventado una piedra, pero después me di cuenta que fue algo muy grande porque sentía mucho dolor y muy caliente”, contó el joven de 20 años de edad.
Jesús fue herido en el pómulo derecho y la bala salió centímetros arriba de su oído; fue atendido de inmediato en la Cruz Verde.
“Me llevaron a la Cruz Verde, me decían que tenía la bala en la cabeza y eso me asustó mucho, nunca se percataron de que había salido, entonces me prepararon para una operación y me trasladaron al Hospital Universitario, pero en el hospital un doctor se dio cuenta que la bala había salido”, dijo el joven que durante los fines de semana trabaja en un puesto de tacos y sus ingresos son menores a los mil pesos.
Los gastos ascendieron a 14 mil pesos, situación que preocupaba al estudiante de cuarto semestre de FIME.
“No sabía qué iba a pasar, porque no teníamos los recursos, yo me vine a Monterrey a estudiar, pero no tenemos los recursos para llevar una vida normal, por eso trabajamos mi hermana y yo. En ese momento me preocupa todo, principalmente mi escuela porque ya se acercaban los exámenes finales y con el accidente no iba a poder trabajar, ni ir a la facultad, no tengo beca, entonces todo se juntó y ¿a quién recurres?”, dijo mientras se tocaba lentamente la cabeza.
Las sesiones psicológicas que recibe Jesús son de dos horas, tres veces por semana, las cuales son necesarias para poder sentir tranquilidad en una ciudad que perdió la misma en los últimos años”, dijo.