por José Luis Esquivel
No hay elecciones perfectas en todo el mundo. Y menos cuando, en la lucha por el poder, corre el dinero a raudales y está de por medio la credibilidad de muchos actores políticos e inclusive la imparcialidad del árbitro o de los tribunales electorales.
Por eso en México estamos viviendo de nuevo la incertidumbre sobre la legitimidad del proceso que se llevó a cabo el domingo 1 de julio, sin haber aprendido las lecciones de los comicios presidenciales de hace seis años, cuando no se quiso o no se tuvo la capacidad de respuesta a un reclamo natural del candiadato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, expresado en un grito: “Voto por voto y casilla por casilla”.
Por eso otra vez aparece la sombra de la duda y el fantasma de unas consecuencias desastrosas para el país al protestar el mismo AMLO por la inequidad de esta elección presidencial, “plagada de irregularidades” -ha dicho enfáticamente-, y que él promete demostrar con pruebas irrefutables por la supuesta compra de voluntades de parte del PRI, además de inconsistencias en el conteo de votos en algunas casillas.
La parcialidad de las grandes televisoras en México hacia Enrique Peña Nieto, y el cobijo de los principales medios impresos al virtual presidente electo pasa a segundo término si tomamos en cuenta que la Universidad Autónoma de México (UNAM) realizó monitoreos diarios durante tres meses para señalar la cobertura a los cuatro candidatos presidenciales y en los mismos se retrata un trato muy parejo.
Por otra parte, es imposible no encontrar voces críticas entre los profesionales de la noticia o inclinación de ciertos medios a algunos candidatos (como La Jornada y Proceso hacia el mismo López Obrador), pero eso no significa que estén mal, pues para eso existe la libertad de expresión y la libertad de prensa, y finalmente los periodistas y comentaristas se someten en su trabajo al juicio certero de la opinión píblica, que es el máximo tribunal que los juzga o sanciona de mil formas.
En lo que sí tiene razón es en la postura, y no “capricho” como lo señalan a la ligera sus malquerientes, de apegarse a la ley y llevar a cabo un estricto recuento de votos, porque él está en su derecho de dejar transparente el caso de las anormalidades que denuncia, pues si se dan estos supuestos el derecho electoral lo avala.
De ahí que el miércoles 4 de julio haya iniciado el recuento en las casillas donde haya un punto o menos de ventaja entre el primero y segundo lugar, así como en donde las actas ofrezcan alguna duda o donde los votos nulos rebasen la diferencia que existe entre el primero y el segundo lugar.
PACIENCIA, PACIENCIA,
PACIENCIA
No queda, pues, más que armarse de paciencia y colaborar todos con esta parte del proceso contemplada en la ley y que termina el domingo 8 de julio, de modo que los medios han de proceder con toda prudencia para no tratar de echar más gaslina a la lumbre en busca de notas de escándalo o juicios que rebasen el sentir general.
La ley es la ley, y AMLO tiene derecho a invocarla, porque solamente ha terminado la votación con el consecuente resultado arrojado por el famoso PREP y las encuentas de salida, pero será hasta el domingo 8 cuando se sepan oficialmente los números finales, para proceder a nombrar a los candidatos plurinominales que irán a las dos Cámaras. Y nadie debe enojarse por eso.
Además, hay que insistir en que todo el proceso concluye el 6 de septiembre, pues cualquier candidato puede recurrir todavía a las impugnaciones ante los magistrados del Tribunal Electoral después del 8 de julio, y ahí se ventilaría el tema de la compra de votos y el quebranto de la ley que señala los topes en los gastos de campaña de alguno de los protagonistas, especialmente si es el virtual ganador.
Y al subrayar el término VIRTUAL, la ley es muy clara que todos seamos muy cautos, menos aquellos que no conocen nuestro sistema democrático, como los presidentes y mandatarios o estadistas de otros países que se han adelantado a felicitar a Enrique Peña Nieto quien, en términos del derecho electoral mexicano, podría ver frustradas sus expectativas si el recuento de votos o las impugnaciones dicen otra cosa.
Así es que como decía Yogi Berra en el beisbol de las Grandes Ligas: “Esto no se acaba hasta que se acaba”.