
¿Cuántas veces se puede contar una buena historia sin que el lector se sienta agotado?
En febrero de 1998 éramos unos cuantos optimistas reunidos en torno a una mesa de trabajo y como consideramos que teníamos un puñado de buenas historias, decidimos compartirlas.
Así es como nacen todas las publicaciones: se fincan en una buena idea y la arropan con generosas dosis de entusiasmo.
Los primeros números suelen ser un derroche de propuestas y es tanto lo que se desea publicar que el espacio se vuelve insuficiente. Con no poca pena se deben dejar para el siguiente número textos e imágenes que no encontraron cabida en las páginas disponibles.
Quienes nos dedicamos al oficio de difundir ideas a través de las letras hemos vivido ese júbilo de la primera edición. Es un auténtico parto porque el tiempo de gestación es de varios meses y está lleno de cuidados y esperanzas.
Como buenos padres, queremos que todo mundo reconozca y aprecie la belleza de nuestra creación.
Por supuesto, siempre existen retrasos, imprevistos y ajustes de rumbo que van modificando la apariencia de nuestra obra, pero el compromiso con la idea original se mantiene inamovible y es lo que entregamos a los lectores en cada portada, que se convierte en la carta de presentación de todo el esfuerzo editorial.
Pero ¿qué podíamos ofrecer que fuera diferente en ese febrero de 1998? Lo debatimos y surgió la propuesta que se convirtió en nuestro rasgo principal, una política que después surgiría también en algunas publicaciones europeas, concretamente en España, y años más tarde se volvería también común en nuestro país.
Así, en Hora Cero nacimos con una mística: hacer el mejor periodismo y además, ponerlo a disposición de toda la sociedad de forma gratuita.
Ese fue un parteaguas en la concepción de los negocios editoriales, donde existe la convicción de que la calidad debe tener un precio. Nosotros lo entendimos de esa manera pero confiamos en que fueran nuestros anunciantes quienes soportaran la parte financiera de la publicación y no los lectores.
Apostamos por llevar el mejor periodismo a todos los niveles de la sociedad, que estuviera disponible para quienes podían pagar el precio del diario matutino y también para quienes necesitan cada peso que ganan y no tenían acceso a buena información.
Nuestro razonamiento fue que con mejores periódicos puede haber más y mejores lectores y eso necesariamente significaría un beneficio para la sociedad en su conjunto.
No muchos creyeron en este nuevo modelo. Nosotros sí. Decidimos que innovar y romper esquemas sería el sello de la casa y confiamos en que la tríada anunciantes-periodistas-lectores podría darle a nuestra ciudad el producto de calidad que se merece.
En el camino fuimos aprendiendo: cometimos errores y tuvimos sonados aciertos. En tiempos de protagonismo televisivo a través de reality shows fuimos los primeros en protagonizar una travesía desde México hasta la Patagonia, cruzando una docena de países para hacer un retrato fiel y actualizado de Centro y Sudamérica a través de reportajes, entrevistas y crónicas en lo que denominamos El reto 2003.
También pusimos el dedo en la llaga con reportajes donde dimos a conocer personajes, fenómenos sociales y denunciamos la corrupción de la clase política de los Estados de Tamaulipas y Nuevo León.
En ambas ocasiones la embestida desde el poder amenazó nuestras finanzas e incluso nuestra seguridad personal, pero en ningún momento cimbró nuestro objetivo de ofrecer la verdad a nuestros lectores.
Junto con nuestro prestigio también crecieron las ganas de explorar nuevas formas de comunicarnos con nuestro entorno y así nacieron nuevas publicaciones, como el periódico social Clase, la edición Hora Cero Nuevo León, el lanzamiento del noticiero de televisión por Internet Hora Cero Noticias y el radiofónico La Voz.
Asimismo, nuestra plataforma de Internet (www.horacero.com.mx) se fue consolidando en el gusto de los lectores y las pruebas de fuego se dieron en la cobertura de huracanes y de elecciones, donde las cifras de visitas nos fueron sumamente favorables.
Posteriormente, gracias a la confianza de otros grupos periodísticos realizamos trabajos conjuntos que dieron vida a la edición de Tamaulipas de la revista Contralínea y Noticias de la Frontera, primer informativo binacional de la región.
Así, hoy nos hemos convertido en la primera empresa multimedia de Tamaulipas.
A diferencia de aquél lejano 1998, la elaboración de Hora Cero implica hoy toda una cadena de gente comprometida que da lo mejor de sí en su tarea particular y comparte el orgullo de un producto que a base de profesionalismo y dedicación se ha ganado un lugar en el gusto de nuestra sociedad.
Reporteros, redactores, administradores, secretarias, correctores, publicistas, repartidores, prensistas, columnistas, fotógrafos, camarógrafos, presentadores, editores y directivos ponen su granito de arena para llevar esas historias a cada hogar y cada oficina.
Nuestra creación primera, el periódico Hora Cero, llega en esta quincena a las 300 ediciones en un ambiente social cargado de obstáculos y de situaciones inéditas que vuelven nuestro oficio todo un reto.
La cautela e inteligencia imponen sus normas pero nuestro compromiso inicial, aquél que nos reunió frente a un pequeño escritorio en 1998, se mantiene intacto: seguir contando buenas historias.
Y con el apoyo de nuestros anunciantes y nuestro público, sin duda seguiremos haciéndolo.
300 ediciones son un buen principio. v