Prendida de su madre mientras se alimenta se encuentra Amanda Vanessa sintiendo por fin el calor de hogar que por nueve meses la esperó mientras veía la luz. Sus padres, Anahí Carrizales y Pedro Carrizales Mercado, admirándola muestran un semblante de felicidad y a la vez cansancio luego de haber pasado los cinco días más dolorosos de su vida.
Aquel 15 de octubre lo recuerdan como un día caótico en donde las emociones fueron cambiantes en un par de horas, llegando hasta la incertidumbre de pensar qué pasaría luego de haberle perdido la pista a su recién nacida.
“Fue una serie de eventos, fue la cuestión de buscarla de no saber qué hacer, en ese momento fue un sube y baja de emociones que pasamos, desde la alegría de saber que había llegado nuestra niña, del júbilo de ya tenerla, de poder empezar una familia nueva, a la desesperación de no saber qué hacer cuando nos la quitan”, confiesa Pedro, de 24 años de edad.
Sentado al lado de su esposa, quien tiene en brazos a la pequeña Amanda, confiesa que la tristeza de estar esos días sin saber de su bebé fue algo que sin duda les cambió la vida, aunque asegura que esto también tocó los corazones de todos los que estuvieron a su lado apoyándolos y pendientes de su situación, ya que ahora tendrán la precaución de no despegar la vista de sus hijos.
Anahí, de tan sólo 20 años, ya tenía experiencia en la maternidad, gracias a su pequeña Alessa, de dos años de edad, por lo que pensó que la llegada de su segunda hija sería una experiencia muy parecida.
Al igual que su primer alumbramiento, la mujer llegó hasta el Hospital Metropolitano canalizados por el Seguro Popular, en este nosocomio además trabaja su madre, Patricia Dávila, por lo que la confianza era aún mayor.
Pedro señala que en el hospital recibieron muy buenas atenciones, aunado a que ya sabían que la madre de su esposa laboraba ahí, por lo que cree que fue uno de los factores que hizo que Anahí entrara en confianza y pensara que todo iba a estar bien.
Tras esos instantes que hicieron que el resto del tiempo se tornara en eternidad, el padre de familia no perdió el tiempo, e hizo hasta lo imposible para que la mayor cantidad de gente supiera de la tragedia por la que estaba atravesando.
“Nadie dormimos esa noche, en lo personal yo me estaba dedicando a hablar con los medios, con la gente, pedirle que nos ayudaran con el moñito blanco, yo siento que lo que estuve haciendo fue un extra para ayudar a la policía ministerial, que fueron los que dieron el golpe final para dar por mi niña”, confesó.
En estos días las horas de sueño fueron pocas, pero no se sentían, confiesa que lo más importante era recuperar a su “princesa”. Sus amigos estaban ahí, la familia también e incluso parientes que no conocían fueron hasta ellos para brindarles su ayuda.
“Personalmente no estaba yo en la investigación, no nos dieron datos hasta tener algo en concreto, porque por lo mismo que ya andábamos agotados, y se nos podía ir la lengua y pues tampoco queríamos entorpecer la investigación policial.
“Después de esto aprendimos que uno ya no puede dejar de cuidar nada en este aspecto, la protección de no dar domicilios, teléfonos en donde nos puedan extorsionar aunque sí hubo intentos de extorsión, en ese tiempo mi esposa y mi suegra fueron las encargadas de cuidar a Alessa”, señaló.
DOLOR DE MADRE
Pausada en su hablar, con un claro dolor que aún le queda después de ser sometida a una cesárea, Anahí Carrizales no deja de admirar a su pequeñita, como queriendo recuperar esos días que el destino las distanció.
Para la joven madre el dolor de dar a luz no era la que más la aquejaba desde aquel jueves, ella siente que la recuperación de esta segunda operación fue aún más rápida que cuando nació su pequeña Alessa, aunque ahora eran los malestares del alma los que la hicieron permanecer por más tiempo en el hospital.
“Me habían dado de alta desde el viernes, pero por atención psicológica me permitieron salir hasta el sábado ya casi a las seis de la tarde. Mis papás fueron los que me sacaron del hospital con la previa autorización del psicólogo y fuimos primeramente a casa de mi abuelita”, recordó.
Su familia no la dejó sola ni un momento, ese mismo día acudieron a la iglesia a orar por la pequeña Amanda. En tanto su madre, compartiendo el dolor, le pedía que se apoyara en la oración, confiada en que la pequeña pronto regresaría a sus brazos.
“La verdad pues si me dolió bastante el salir sin mi niña del hospital, pero ya contando con el apoyo de la familia fue un poquito más fácil de sobrellevar”, dice mientras parece recordar el pesar de aquel momento.
El matrimonio afirma que la fe jamás se fue de su lado, y aunque Pedro no profesa ni la religión cristiana ni la católica, el ver unida a la gente en la fe lo hizo dejar la religión a un lado para simplemente unirse y esperar a que sus plegarias fueran escuchadas.
Finalmente el milagro se cumplió, ellos ansían que por fin puedan darle vuelta a la página y terminar este capítulo de su vida, en donde sólo queda darle seguimiento a los trámites legales y los agradecimientos a las personas que estuvieron a su lado.
Amanda Vanessa aún no cumple ni siquiera un mes de nacida y ya tiene una historia que contar, en la que ella es la protagonista y al igual que las historias de princesas, esta también tiene un final feliz.