Luego de que médicos en la Ciudad de México la desahuciaron, Alejandra Soriano y su madre Ana María Miranda decidieron venir a tierras nuevoleonesas en busca de una oportunidad que lograra salvarla del cáncer en la sangre.
En abril del presente año llegaron a Monterrey donde encontraron tres ángeles: los doctores David Gómez, Jorge Cuervo y Ramón Martínez, quienes atendieron a la joven en el Hospital Universitario.
Aunque tenía sólo el 5 por ciento de posibilidades de ser rescatada de la leucemia, Alejandra, de 17 años, logró salir adelante. Ahora espera el momento en que los especialistas la den de alta para regresar la Ciudad de los Palacios y comenzar una nueva vida.
POCAS POSIBILIDADES
Todo comenzó una tarde de noviembre, cuando la capitalina notó un extremo cansancio y tenía una fuerte tos que tiempo después se convirtió en un dolor de garganta, fue ahí cuando su madre y ella decidieron acudir al médico.
“La llevé al doctor y no llevaba inflamación de garganta ni nada, pero ella estaba muy pálida y el especialista nos dijo que le realizarían unos estudios de sangre. Nos dijo que fuéramos al Hospital General porque la niña tenía anemia de tercer grado y necesitaba sangre de inmediato.
“Llegamos al hospital y la hematóloga dijo que le harían unos estudios y le pondrían sangre porque no tenía, traía 3. 5 de sangre y 20 mil de plaquetas, y que estaría internada tres días”, comentó.
Recordó que un lunes la especialista les dio la mala noticia de que su hija padecía leucemia y que eran casi nulas las posibilidades de que sobreviviera.
“Le diagnosticaron el cáncer en enero de 2011. Nos citó a mi esposo y a mí, nos presentamos y nos dijo que mi hija tenía cáncer en la sangre y que iba a llevar un tratamiento de quimioterapia; que el mal estaba en un 95 por ciento del cuerpo y sólo tenía el 5 por ciento de probabilidades de salir del hospital”, contó Ana María.
Los médicos en la Ciudad de México dijeron que no soportaría las quimioterapias, por lo que era recomendable que se la llevara a casa para que estuviera ahí los últimos días de su vida.
“Ella estuvo internada ocho días y la hematóloga quería que firmara la autorización para que se le realizaran las quimioterapias o para llevárnosla a la casa y que terminara sus días ahí”, dijo sollozando la madre de familia.
“Hablamos con mi hija y no se dio por vencida, comenzamos con las terapias, estuvo un mes internada, la dieron de alta y dijo la doctora que ahora seguía un tratamiento similar de quimioterapia e iba a estar sometida al tratamiento de uno a tres años”, mencionó.
Pero al poco tiempo Alejandra tuvo una recaída, el cáncer comenzó a abarcar todo su cuerpo, fue ahí cuando los médicos se dieron por vencidos.
“Al mes me dijeron que mi hija había recaído, que ya no podían controlar el cáncer y que nuevamente iba a ser internada, porque ya no había nada que hacer; yo le decía a la doctora de algún trasplante y me decía que no, que mi hija ya no necesitaba ningún trasplante. Me dijo que ya no gastara dinero porque ya no había nada que hacer.
“Un día entró la doctora y le dice: ´Alejandra, en cualquier momento te vas a morir a causa de la leucemia´ entonces ella se puso a llorar… se puso muy mal”, contó la mujer mientras sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
“Llegó el momento en que la doctora me dijo que no había nada más qué hacer, que de todas formas me iba a morir por la leucemia… en ese instante se me cerraron todas las puertas y lo único en que pensaba era ¿cuándo iba a pasar?, y yo no quería eso, yo quería vivir”, recordó Alejandra quien usa una gorra pues su cabello no ha renacido.
En esos días tuvieron la visita de una psicóloga, quienes les recomendó a unos especialistas en Monterrey, que no lo perdieran tiempo y se trasladaran a La Ciudad de las Montañas.
La estudiante de quinto semestre de preparatoria estaba ansiosa por llegar a tierras regias, pues era su única esperanza. Los doctores capitalinos le advirtieron que si dejaba sus cuidados recaería y ellos no se harían responsables.
“Le hablé a la psicóloga y le platiqué y ella nos aconsejó que firmáramos el acta de alta voluntaria de mi hija, porque en Monterrey era seguro que se haría algo bueno por ella”, comentó.
Y fue así cuando el 12 de abril tomaron el avión y llegaron la capital de Nuevo León, sin tener familiares ni conocer la ciudad.
SU RECUPERACIÓN
Alejandra y su madre llegaron a Monterrey y desde un principio fueron auxiliadas por la Fundación UNAC, que es una asociación civil altruista, sin fines de lucro que ofrece a los niños con cáncer una esperanza de vida.
Ellos las ayudaron en los gastos y las canalizaron con los médicos en el Hospital Universitario.
“Yo venía con mucho miedo, de hecho le pensé para venir, porque no conocíamos a nadie, mi esposo me decía que una oportunidad así no se iba a presentar dos veces, agarré a mi hija y nos venimos, porque teníamos que tocar puertas y hace la lucha.
“Alejandra me decía que ya nos viniéramos, lo mismo la psicóloga, la señora Flores de la Fundación; pero yo venía con el temor de que nos fueran a decir lo mismo que en México, porque acá solas qué íbamos a hacer”, dijo la madre de familia, quienes por lo pronto habitan en la colonia Valle de Santa Lucía, al norte de la ciudad.
En la Ciudad de México las posibilidades de vida para Alejandra eran de 3 a 6 meses. Al llegar al nosocomio de Madero y Gonzalitos la esperanza de vivir aumentó, pues los especialistas dijeron que trabajarían mucho para devolverle la salud a su hija.
“Le entregamos el historial clínico y me dijo el médico que, efectivamente, mi hija traía un cáncer muy avanzado, pero que nada era imposible; le dijo a mi hija que le iba a hacer unos estudios para conocerla y valorarla y ver con qué quimioterapias iban a empezar”, contó.
Fue ahí cuando empezó el otro camino, ya que durante tres meses estuvo en tratamiento de quimioterapias, hasta que llegó el momento de hacer un trasplante.
“Mandó llamar a mis niñas a México, de 14 y 8 años, para que le hicieran el estudio, porque por parte de los hermanos es más probable que el trasplante pegara de un 70 a un 100 por ciento. Llegaron mis niñas, pero no fueron compatibles, entonces me dice el doctor que lo haría conmigo, aunque eran pocas las posibilidades”.
La prueba funcionó y el trasplante se hizo el 29 de julio. Alejandra tiene ya cuatro meses de recuperación y ha estado bien, no se ha internado, no ha tenido complicaciones, todo ha estado muy bien y están esperando que ya se le dé de alta.
FUE UN MILAGRO
En un principio los médicos del Hospital Civil comentaron que estaría en tratamiento un año y medio, sin embargo, gracias a que reaccionó favorablemente, Alejandra ha logrado recuperar su salud en menos de 6 meses.
Ahora su meta es regresar a la escuela y terminar una carrera de Administración Turística.
“Yo soy una persona muy hiperactiva, no me gusta estar quieta y si de repente te cambian todo, te dicen: stop, hasta aquí, no puedes hacer esto u otro, sí te cambia la vida y debes aprender a cuidarte”, dijo la joven capitalina.
El problema de Alejandra, según les explicaron los médicos, es que nació con una célula de más y ésta empezó a producir muchas defensas y al hacer eso, dejó de producir sangre.
Algo muy importante, es que nunca perdió la fe, siempre estuvo presente principalmente en la virgen de Guadalupe.
SU PASATIEMPO
Para entretenerse Alejandra lee libros como El psicoanalista, y además le gusta armar rompecabezas como el que actualmente forma, que es de 2 mil piezas.
Y es que durante el tratamiento prácticamente estuvo en cuarentena, ya que no podía salir a la calle por el riesgo que corría al tener bajas defensas, incluso no podía comer productos de la calle.
“Tengo dos meses y todavía no puedo armar el rompecabezas”, dijo sonriente, “me gusta escuchar música, encontrar algo en qué distraerme y también mi mamá me cuida mucho porque no debo de comer en la calle, y las verduras y frutas deben de estar cocidas, son muchos los cuidados que debo tener”, mencionó.
Actualmente acude cada 15 días al Hospital Universitario a revisión y cuando llegue al límite de sus plaquetas que es 150 acudirán cada mes. Anteriormente Alejandra pesaba 75 kilogramos, pero debido al problema de leucemia bajo hasta 66.
Por lo pronto consideran que lo más difícil ya pasó. Ahora está tomando un medicamento para que no rechace el trasplante y también me se lo está pagando la fundación UNAC.
“Queremos dar las gracias a la Fundación, a los doctores que nos atendieron y a Dios, porque sin ellos no hubiéramos sabido que hacer”, comentaron.
El mejor regalo para Alejandra y su familia será el que esté sana al 100 por ciento y poder ser la joven que siempre ha sido, alegre, innovadora y con un gran espíritu social. v