Años atrás “el chismógrafo” era la herramienta más atrevida de los adolescentes y jóvenes para conocer sobre la vida de los demás.
En hojas de libreta, los estudiantes, principalmente de secundaria y preparatoria, publicaban con pluma sus secretos para ser compartidos con amigos y uno que otro extraño.
Y aunque nunca faltaban los malentendidos, la cercanía con los compañeros y las características de la escritura revelaban al autor de los mensajes.
Sin embargo, en la actualidad, con la llegada de la era digital, el anonimato en Internet elevó a nivel de difamación y hostigamiento la publicación de “chismes”, que hoy tienen en jaque a una parte de la población gracias a la aplicación Secret, que te permite ventilar “información” de otros sin revelar tu identidad.
Con una simple descarga, los usuarios de teléfonos inteligentes pueden acceder y abonar al mundo de las revelaciones, cuyas consecuencias van más allá de una broma y ya han sido criticadas incluso por el Arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, en su misa dominical del 18 de agosto.
“Si tú quieres que te respeten, respeta a los demás. No se vale hablar mal de nadie y mucho menos pasar fotografías donde se falta a la intimidad y al derecho que tienen todos a una buena fama”, comentó el prelado.
Las consecuencias psicológicas y sociales por el uso de la aplicación de moda pueden ser tan catastróficas que en Brasil el estado de Espíritu Santo prohibió la aplicación y exigió a Apple y Google eliminarla de sus respectivas tiendas para evitar el hostigamiento virtual.
Amparados bajo la constitución brasileña, que en su artículo 5, fracción VI, no ampara el anonimato, la justicia de mencionado estado brasileño busca ganar la batalla contra la aplicación que hasta el cierre de esta edición contaba con más de 1 millón de descargas en el mundo.
SECRETOS REVELADOS
A continuación el testimonio de Óscar Reyes, un joven que logró “sobrevivir” a la difamación en la aplicación y aprovechó las redes sociales para hacer conciencia entre la población sobre el uso de Secret.
Di lo que quieras, habla de mí
Por Óscar Reyes
Soy víctima de mi morbo.
Hace unos días, dos personas bienintencionadas me avisaron que alguien publicó algo acerca de mí en #Secret.
Participar en ese tipo de cosas (incluso si es sólo viendo) es de mentes pequeñas e inmaduras. Me da algo de vergüenza que le fallé a mi dignidad al bajar la aplicación para ver lo que decían de mí. Ya lo dice el viejo y conocido refrán: peca tanto el que mata la vaca como el que le agarra la pata. Así es que, tanto quien hizo la publicación como quienes me avisaron como yo, trabajamos en equipo para darle cuello al animal.
No me voy a poner a debatir si tiene algo de bueno o malo el app o si es bueno o malo tenerlo; eso es asunto de cada quien. Lo único que puedo decir sobre eso es que el uso que se le está dando no es para el que se hizo.
Mi intención no es desprestigiar el app. Hay sencillas lecciones de vida que he aprendido con los años y que profeso y pongo en práctica como, por ejemplo, que las cosas se deben tomar de quien vienen, que no debemos darle importancia a lo que no la tiene y que, dentro de lo bueno, lo malo. Vi en esta situación una oportunidad para compartir eso que he aprendido. No dejé que una acusación trascendiera porque era anónima y una persona en el anonimato no es nadie y preferí verle el lado “menos peor” al asunto.
Quien publicó el post sobre mí, aseguraba que había estado conmigo la noche anterior (por decirlo de manera sutil).
Defenderse en ese tipo de casos significa tomarse el asunto personal y seré lo que quieran, pero no tonto. Aparte, como dice otro refrán: explicación no pedida, culpabilidad adquirida.
Preferí tomarlo con humor y desvié mi enfoque a lo que sentí al leer los más de 40 comentarios de audiencia que tuvo el chisme. Esto, desde el punto de vista del entretenimiento, que es prácticamente para lo único que uso las redes sociales.
Soy una persona ingeniosa. Me podría aventurar a asegurar que no hay nada que me guste más que crear, pero estaría mintiendo porque sí la hay: que me aplaudan.
Como todo buen leo, me fascina que me chuleen. Especialmente que chuleen lo que hago, como mis dibujos, mis videos en youtube o mis tuits.
Que hablen de mí es una forma de aplaudirme.
Por eso es que, al leer tanto la calumnia como los comentarios buenos y malos, ciertos y falsos que iban desde los halagos pasando por los insultos y críticas destructivas hasta llegar a algunos de índole sexual, me sentí en el reflector, en escena, en un panel donde el centro de atención era yo, el tema era yo, porque, a fin de cuentas (por ser #Secret) y como pasa a las celebridades que admiramos: los que chismean saben quién es uno, pero uno no sabe quiénes son ellos.
Es de sabios cambiar de opinión; decidí eliminar con la sencillez de un par de deslices en la pantalla de mi celular un pedacito de negatividad que no necesito en mi vida.
Debe haber personas que permiten que les afecte el app. Si es así, es porque quieren. Nadie les manda hacer caso. Sin embargo, en solidaridad, les sugiero que, si se llegan a ver envueltos en una situación de esas, como recurso mínimo, recuerden una cita de una de las poetisas más emblemáticas que ha dado la música pop mexicana:
“Di lo que quieras. Habla de mí. […] Que todos sepan lo que hay dentro de ti. Vuélveme etern@, una leyenda…” – Gloria de los Ángeles Treviño Ruiz