Esta es la primera de una serie de entrevistas realizadas a periodistas de Nuevo León por alumnos de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL.
En un ambiente donde ha pasado gran parte de su vida, en un espacio de cubículos donde se reúne con sus compañeros de gremio antes de ir a cubrir un evento o simplemente para platicar, fue el lugar ideal para conocer parte del quehacer profesional del periodista David Carrizales Torres.
Cuando el reloj, situado en una de las paredes de la oficina de Prensa del Gobierno de Nuevo León, marcó las 15:00 horas, llegó a la cita el corresponsal del periódico La Jornada.
La hora fue ideal. Fue en una sala donde Carrizales compartió aspectos de su infancia, juventud y vida laboral. Desde su llegada se pudo percibir que es una persona muy estimada y respetada.
Carrizales Torres es un hombre de 53 años; de estatura promedio, piel morena, cabello oscuro y con bigote; viste de una manera formal casual; es una persona sencilla, amable, con tono de voz bajo y tranquilo.
Nació el 1 de octubre de 1959 en Mier y Noriega, municipio situado al sur de Nuevo León. Hijo de Pedro Carrizales y Amala Torres, personas dedicadas a la labor del campo. Tiene 11 hermanos, ocho son hombres y cuatro mujeres, aunque dos de ellos ya fallecieron.
De niño vivió en la localidad de San José de Medina que se ubica a unos 2.5 kilómetros de la cabecera municipal.
La niñez de David se desarrolló entre las actividades que todo campesino realiza en el campo como sembrar, cortar hierba, darle de comer a los animales, entre otras. Desde muy pequeño fue trabajador y además le gustaba ir la escuela en San José de Medina, hasta donde cursó el tercer grado, ya que en la escuela rural sólo impartían clases hasta ese nivel.
Para estudiar el cuarto grado, acudía diariamente desde su pueblo natal hasta la cabecera municipal. Por un tiempo, la familia se traslada a Monterrey, donde estudió quinto grado, en la escuela Manuel Pérez Treviño de Ciudad Guadalupe; pero vuelven a San José de Medina y termina el sexto grado en la escuela Álvaro Obregón, de Mier y Noriega.
Después de terminar la instrucción primaria tuvo la suerte que en ese mismo año se abrió la escuela secundaria en su localidad.
Al terminarla, David quería seguir estudiando y para lograrlo tenía que irse nuevamente para inscribirse en preparatoria. Pero su padre tenía la idea que no era necesario seguir estudiando, que hacía más falta produciendo la tierra.
Hubo horas consumidas en debates sobre ese tema y dos años perdidos sin estudiar, pero trabajando en el campo como lo quería su padre, recordó el periodista.
Un día cuando se encontraba en la milpa con uno de sus hermanos se les ocurrió manifestarle nuevamente a su papá el deseo de superarse. Al decirle a don Pedro que si no les daba estudio ambos se irían de la casa, provocó que su padre respondiera: “Pues háganle como quieran”.
Esa áspera conversación, pero sobre todo la entereza con la que encararon a su padre, tiempo después dio frutos. Un día Don Pedro salió temprano de la casa, al regresar, puso de pronto una llave sobre la mesa. David le preguntó para qué era. “Es la llave de un cuarto que renté en Doctor Arroyo para que se vayan a estudiar”, dijo Don Pedro. Y ahí cursó sus estudios de Preparatoria.
La Universidad fue la siguiente meta de David Carrizales. Ahora el problema, que no era mayor, ya no era la actitud de su padre frente al estudio sino la elección de su profesión.
Sus inquietudes eran periodismo, leyes, sociología y criminología. Entre esas opciones que tenía en mente se decidió por la primera, misma que cursó en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León, generación 1978-1982.
Expresó que la decisión por esta carrera se debió a que conjuga hasta cierto punto el activismo social sin ser protagonista. “O sea, desde lo que haces en tu trabajo puedes influir, puedes favorecer ciertas causas y evitar abusos”.
Después de la Universidad Carrizales comenzó su faceta profesional en El Porvenir.
Un día como reportero, ya en 1991, cuando trabajaba en el Diario de Monterrey (hoy Milenio), regresó a Mier y Noriega para cubrir la gira del entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, que acudió a inaugurar el sistema de agua potable, mismo que no estaba terminado.
Dos ingenieros de la obra, sin saber en la que se metían, confesaron en la tienda de un familiar de Carrizales que habían llenado la pileta con una pipa. Al publicar la nota acerca de que habían engañado al presidente y al gobernador Sócrates Rizzo, provocó que se aceleraran los trabajos y que tiempo después al fin Mier y Norie-