
Aún en la calle San Juan de la colonia San Miguelito, se escucha el lamento angustioso de una madre que vió partir a su hija de 40 años, víctima de cáncer de colon, dejando en el desamparo a tres menores de edad que ahora van a la deriva por la vida.
Claudia Beltrán Almaguer era una mujer bella, de ojos hermosos y con toda una vida por delante.
Tenía a su lado a su esposo, un buen hombre que se desvivía porque nada le faltara.
Claudia Beltrán, de 40 años, jamás pensó que la vida le daría un revés y le arrebataría la vida de una manera tan vertigionosa que ni su propia madre aún ahora lo puede asimilar.
“Mi hija era una mujer muy joven, llena de vida, llena de proyectos, llena de amor para sus tres hijos, con un buen trabajo y de repente, todo terminó”, dice abatida Irma Almaguer de los Santos, de 63 años, afligida madre de la joven.
Ella vive justo en frente donde habitaba su hija, y al ver ahora la casa abandonada, sin la alegría de sus nietos ni la presencia de su “pequeña” Claudia, sus ojos se llenan de lágrimas, su voz suena a reclamo y alza el tono en su hablar para señalar a quienes no le tendieron la mano.
“Mire joven, toqué muchas puertas, vi muchas caras para solventar la enfermedad de mi hija y nadie me tendió la mano. Vi muchas caras…”, suelta el llanto una vez más.
“Ahora después de la muerte de mi hija, vienen aún más problemas, económicos, morales, del alma”.
Hace una pausa, su mirada reposa en una foto donde su hija luce en todo su esplendor. Quiere seguir charlando, quiere sacar su dolor, pero la voz no sale, hace acopio de todo su valor y prosigue.
“Sus hijos ahora están por sin ningún lado, yo no los puedo tener, me acaban de detectar azúcar, estoy enferma y no puedo cuidarlos”.
KEVIN, WILLIAM, IRMA NAYELLI
Hasta hace cuatro meses, la casa, marcada con el número 349 de la colonia San Miguelito, todo era felicidad.
Se podía escuchar perfectamente la risa cristalina de un niño de 10 años, llamado Kevin, las travesuras propias de un adolescente llamado Williams y la madurez, pese a su edad, (20 años) de Irma Nayelli.
“Ellos fueron hijos ejemplares, mi hija vivía para ellos, trabajaba para ellos, eran su orgullo, ahora, ninguno de ellos ya está en esa casa”.
Relató que desde la partida de su hija, sus nietos tuvieron que emigrar a otros hogares.
“El pequeño de 10 años se fue con una hija mía, ella lo cuidarà y el de 15, pues ya se anda ganando la vida por su cuenta”.
¿Y la jovencita de 20 años, Irma Nayelli? Mira con sumo amor el cuadro de su hija, busca con su mirada la casa de enfrente, la misma casa donde dijo ella, vivió momentos de suma felicidad, en familia.
“Nayelli se fue con un señor, a hacer su vida, se arrejuntò con él, yo sólo le dije que lo pensara bien, que estaba muy chica para una vida así, al lado de un señor, pero como ella es mayor de edad, pues eligió su camino”.
¿Y usted qué hará con las cosas de su hija, con sus muebles, su ropa, sus artículos personales?
Se abraza al refrigerador que está justo en la puerta de paso a su casa, lo abraza con fuerza, con coraje se podría decir.
“En unos minutos vienen por este refrigerador, lo voy a empeñar para pagar los recibos de luz, agua, gas, y así le haré con el resto de sus muebles. No tengo manera de no hacerlo, con lo de su enfermedad me gasté todo lo que tenía. Mucha gente de algunos partidos políticos como el PAN me prometieron ayuda, y nunca llegó, ya ahora ¿para qué? Mi pequeña ya no está, que se queden con su ayuda y yo con mis recuerdos”.