
Chonito fue un trabajador muy reconocido en Monterrey por su larga trayectoria sindical, y que resultó privilegiado al ser elegido para dar el mensaje de bienvenida a Monterrey al Papa Juan Pablo II, el 31 de enero de 1979. Y ahora acepta y agradece a Dios la dicha de haber recibido el cálido abrazo de un Santo, elevado a los altares en abril de 2014.
Ese día de aquel enero hacía un frío que calaba hasta los huesos, pero Chonito elevó su temperatura corporal al estar entre los brazos de Juan Pablo II ante la multitud calculada en un millón de personas reunidas en el lecho del río Santa Catarina en lo que desde entonces se conoce como El Puente del Papa.
Encarnación Espinosa García, a punto de cumplir 65 años, fue llamado al estrado que se improvisó para la recepción del hoy San Juan Pablo II, después de que pronunciaron su discurso el Arzobispo de Monterrey, Mons. José de Jesús Tirado Pedraza y el Lic. Ricardo Margáin Zozaya. Y la alocución del trabajador fue vibrante y estremecedora.
“Pero como yo vi que tanto el señor Arzobispo como el Lic. Margáin, después de hablar, se fueron a su lugar sin saludar siquiera al Papa, pues hice lo mismo cuando acabé mi discurso, y no me di cuenta de que el Santo Padre esperaba que fuera hacia él”, platica hoy Chonito, pleno de emoción al evocar aquellas imágenes de un día tan nublado que no dejó ver el cerro de La Silla.
“Por eso al final de la ceremonia” –continúa su relato el entonces obrero de CyDSA– “el Papa me llamó y me dijo: ‘Oye, me dejaste con los brazos extendidos para darte un abrazo’, y fue entonces cuando yo casi caí en su regazo”.
Y lo que hoy él llama “el abrazo de un Santo” es un impulso emocional que no deja de compartir en cuanta charla se ofrece al respecto.
CIEN AÑOS DE EDAD
Pero Chonito también se siente un consentido de Dios porque el 10 de marzo de este 2014 cumplió 100 años, con una salud inquebrantable que le permite desplazarse de un lado a otro con más energía que la de un veinteañero, y aún goza los detalles finos de la vida diaria, además de contar con una memoria privilegiada que le permite platicar sus vivencias, especialmente tras haber llegado a Monterrey de su natal Irapuato a los 7 años de edad.
“Lo único que me duele en el alma es que mi esposa (doña María Esther Galindo) falleció hace unos meses, y por eso no quise que me celebraran mis hijos, porque estamos de luto, y les pedí que se esperaran hasta que cumpla 101 años”, comenta con toda seriedad en su casa de la colonia Mitras.
Sus nueve hijos son un rosario de bendiciones también en su existencia, enfatiza este buen hombre, y recuerda con precisión los nombres de todos, incluido el de Enrique Encarnación a pesar de haber fallecido bebé por una difteria mal tratada. Y pondera, igualmente, la fortuna de contar con 14 nietos y 5 bisnietos.
Para nadie tiene distinciones, pues María de Jesús es la hija mayor, y le da el mismo lugar en su afecto como al hijo menor: Adolfo. Igualmente los otros están bien acomodados en su gran corazón: Víctor, Felipe Javier, María Esther, Ana María, María Teresa y Jaime.
Al desgranar sus anécdotas, Chonito le pone un acento especial a las que evoca de su primer trabajo, a sus 18 años de edad, al lado de don Manuel González Caballero en Fundidora, pues además de sindicalista su trayectoria está revestida con el título de instructor deportivo por su afición al beisbol y su trabajo como “ampayer” durante un largo tiempo. Pero como obrero de CyDSA, desde 1964 y en Fibras Químicas, no deja de recordar las vivencias con sus jefes y compañeros Salomón Sierra Muñoz, Evaristo Rodríguez y Salomón Sepúlveda. Y al recordar su labor en Terza habla con fervor de su participación en la instalación de la maquinaria para hacer alfombras.
Y finaliza esta entrevista reconociendo que quizá fue distinguido para dar el discurso de bienvenida al Papa Juan Pablo II por su apego firme a la doctrina católica y a su trabajo en la iglesia, pues perteneció desde joven a diversos grupos apostólicos.
“No cabe duda que el Señor me dio tan inmensa satisfacción por estar siempre cerca de Él en la iglesia, pues no dejo de rezar diariamente el Santo Rosario y asistir a misa”, puntualiza Chonito. “Eso ha sido parte de mi vida”.