A los 21 años de edad, Javier García Rodríguez quedó “huérfano”.
Sus padres no murieron, pero los perdió al momento que les confesó que era homosexual.
Han pasado cinco años desde aquel día en el que el regiomontano buscó refugio en los brazos de sus progenitores y, en su lugar, encontró un rechazo tajante que lo mantiene desterrado de lo que alguna vez llamó hogar.
La historia del vecino del sur de Monterrey no un caso aislado en la ciudad. A diario, decenas chicos y chicas en la entidad ven como sus padres les dan la espalda al enterarse de su orientación sexual o identidad de género.
Si el proceso de aceptación ya es complejo en sí, no contar con el apoyo del círculo más cercano -que es la familia- lo vuelve aún más turbulento, desencadenando graves trastornos en la persona como inseguridad, baja autoestima, depresión e incluso suicidio, de acuerdo a un estudio de la doctora estadounidense, Caitlin Ryan.
La investigación de la también titular del proyecto de Aceptación Familiar de la Universidad Estatal de San Francisco arrojó cifras alarmantes de cómo la aceptación o rechazo familiar influyen directamente en el bienestar o a la vulnerabilidad de la juventud LGBTTTIQ.
Por ejemplo: se comprobó que los jóvenes que experimentan un fuerte rechazo son ocho veces más propensos a cometer suicidio, seis veces más a sufrir depresión, tres veces más a consumir drogas y tres veces más a contraer VIH o alguna otra ETS (Enfermedad de Transmisión Sexual).
¿Pero qué tienen en común las reacciones negativas de los padres de la diversidad sexual? La psicoterapeuta regiomontana, Alejandra Barrera de Fernández, lo resumió en una sola palabra: ignorancia.
Y es que, acorde a la especialista, el tema del sexo se aborda muy poco o nada en los hogares mexicanos al estar aún impregnado de tabúes. Lo mismo sucede en las escuelas o los espacios públicos, en donde ahondar sobre la diversidad sexual es casi prohibido.
“Hay mucha ignorancia porque no se habla de sexualidad, ni en las casas. En la casa es en donde se supone que debemos de tener más confianza de decir todo lo que sienten, pero ‘¿qué pasa?’ que hay un bloqueo ahí porque el niño desde chiquito escucha cosas negativas cuando debería de ser algo más natural”, expresó Barrera de Fernández.
Es por eso que muchos hombres y mujeres optan por seguir las conductas heteronormativas dictadas por la sociedad: se casan, tienen hijos y forman una familia “normal”, en lugar de aceptar su orientación o identidad.
No existe una cifra exacta de cuantas personas, de todas las edades y clases sociales, han sido rechazados por sus padres en Nuevo León, lo cierto es que existen y son vulnerables a buscar en la calle lo que no encontraron en casa.
Es por eso que cinco años atrás, Barrera de Fernández formó junto a otros siete profesionistas lo que en 2015 se constituyó como “Padres y Madres del Arcoíris A.C.”, una organización civil sin fines de lucro que brinda acompañamiento a los padres de familia en el proceso de aceptación de la diversidad sexual de sus hijos.
Dentro de los objetivos de la asociación están: favorecer una mejor comunicación, relación y bienestar entre las personas de la comunidad LGBTTTIQ, sus padres, familiares y amigos; sensibilizar a la sociedad sobre el daño que causa la homofobia sobre la autoestima, salud y bienestar de los individuos homosexuales y crear un ambiente de igualdad, incluyente y no discriminatorio que sirva como plataforma para el desarrollo integral y la aceptación de personas con orientación e identidad sexual distinta.
Además busca contribuir a disminuir el número de suicidios entre las personas con orientación sexual e identidad de género diferente, motivados por el rechazo familiar, social y religioso y acompañar y apoyar a padres, madres y/o familiares de personas gays, lesbianas, bisexuales, travestis, transgénero, en el proceso de aceptación de la orientación sexual e identidad de género de sus hijos, entre otros.
Y es que, durante años de trabajo, la psicoterapeuta se percató de la complejidad de algunos hijos por aceptarse ante sus padres y de padres por aceptar la realidad de sus hijos. Fue ahí que decidió tomar cartas en el asunto y aportar su ‘granito de arena’ en la lucha por el reconocimiento de la comunidad LGBTTTIQ.
“Es normal que no se hable mucho de sexo porque es algo muy íntimo, muy privado, pero es algo que debería de hablarse con mucho respeto, con amor y más con los hijos.
“Se les debe de dar la libertad de que expresen lo que sienten, pero como no se les da la oportunidad ni en la casa, ni en la escuela, ni en la sociedad, lo que desencadena que la persona se encierre y empiece a vivir una soledad tremenda”, expresó la especialista.
De acuerdo a la psicoterapeuta, el miedo es el principal motivo por el que los padres rechazan la diversidad sexual de sus hijos, ya que tienen temor de que sufran, que contraigan enfermedades o sean víctimas de los prejuicios.
“Cuando los hijos salen del clóset, los padres se meten. Empiezan a decir: qué va a decir mi comadre, qué va a decir mi vecino, qué van a decir mis hermanos de mi hijo o de mi hija.
“Entonces se meten al clóset y empiezan un proceso. Yo les digo a los jóvenes que tiene que tener paciencia con sus padres. Así como los hijos se fueron dando cuenta de su orientación o identidad, los padres también necesitan de ese proceso”, aseveró Barrera de Fernández.
En los pasillos de la asociación se cuentan casos exitosos: desde padres que pensaban que sólo era una etapa de sus hijos, hasta cristianos muy conservadores que no aceptaban la naturaleza de sus vástagos, pero que ahora, respetan y apoyan el movimiento de la diversidad sexual.
Sin embargo, no todos casos que han llegado a “Padres y Madres del Arcoíris A.C.” ya tienen final feliz, algunos padres aún se encuentran en proceso aceptar la realidad de sus hijos.
Por ellos y por todos los que han experimentado el sentimiento más doloroso del humano que es el rechazo, el 1 de junio, durante la 19 Marcha por la Diversidad y Orgullo en Monterrey, un grupo de padres y madres de la asociación acudió al desfile para dar abrazos a los hijos que no lo recibieron en casa.
Portando una pancarta con la leyenda “Nosotros te abrazamos. Todos(as) los hijos(as) LGBT son nuestros (as) hijos (as)” los padres y madres del arcoíris regalaron el gesto de amor que a muchos les negaron en su hogar.
“La idea de dar abrazos fue replicar lo que ya habíamos visto en Internet. Fue muy padre porque la gente quería abrazos. Los abrazos son muy buenos para todo mundo”, manifestó la especialista.
La acción incluso fue documentada por algunos medios internacionales que lo catalogaron como una extensión del movimiento internacional “Free Mom Hugs” o “Abrazos de Mamá Gratis” que nació en Oklahoma con una misión muy similar a la de “Padres y Madres del Arcoíris A.C.”.
Y aunque uno de sus principales objetivos es apoyar los derechos de la comunidad LGBTTTIQ, la asociación también fomenta la educación sexual en el público en general, gracias a la creación del Instituto Familia Sociedad y Sexualidad.
“Toda la sociedad necesita de esta información para ir entendiendo y cambiando todas las creencias falsas que se tienen acerca de la diversidad sexual porque hay muchos que creen que es algo anormal o antinatural”, dijo Barrera de Fernández.
La institución lleva ciclos de conferencias en Universidades y otros espacios para hablar sobre educación en sexualidad responsable.
Toda persona que esté interesada en recibir apoyo por parte de la asociación puede enviar un mensaje a su página de Facebook “Padres y Madres del Arcoíris A.C.”, acudir a alguna conferencia o reunión mensual que sostienen.
La próxima se desarrollará el 7 de agosto en la Biblioteca Franklin del instituto de Relaciones Culturales a las 7:30 de la tarde, ubicado en Hidalgo 768 Poniente, en el centro de Monterrey.
ABRAZO PAUSADO
De acuerdo al estudio de la doctora norteamericana Caitlin Ryan, la edad promedio en la que un homosexual se da cuenta de su orientación es a los 13 años, aunque algunos se percatan con mayor anticipación.
Ese es el caso de Ricardo Castro Peraza, un estudiante de la carrera de Ingeniero en Biotecnología del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), quien desde los 6 años se asumió “diferente“.
“Yo estoy consciente de mi orientación sexual como desde los seis años, pero por ejemplo desde los tres yo quería entrar a clases de ballet, pero mi mamá y padrastro no me dejaron porque me dijeron que eso era cosa de niñas“, expresó el también activista.
Al crecer en una sociedad conservadora como la de Yucatán -en donde el 15 de julio pasado su Congreso votó en contra del matrimonio igualitario por segunda vez- los comentarios discriminatorios contra la diversidad eran frecuentes.
Desde niño, el hoy joven de 20 años, escuchó en su propia casa comentarios despectivos hacia la comunidad LGBTTTTIQ, lo que provocó en él inseguridades y miedos, que lo llevaron incluso a debatir internamente si debería ser o no homosexual.
En la escuela la escena no era diferente: Castro Peraza era constantemente acosado por sus compañeros de clase debido a su “comportamiento femenino“, lo que lo orilló a simular atracción por el sexo opuesto para evitar ser molestado.
“Me inventé que me gustaban niñas para que me dejaran de molestar, la presión social y de la familia era muy fuerte y me crearon inseguridades que hasta el día de hoy combato y creo que mucha gente de la comunidad hace lo mismo“, expresó el yucateco.
Fue así que la adolescencia de Castro Pedraza transcurrió entre acoso, insultos y burlas. El miedo y la inseguridad se convirtieron en sus acompañantes inseparables. La única certeza que se tenía en ese momento era la de su orientación, que no cambiaría a pesar de las presiones.
Previo a cumplir 17 años, el joven vivió una discusión con su mamá y su padrastro que lo llevaron a hablar con su padre biológico y expresarle abiertamente su naturaleza.
“Estoy seguro de mi orientación: soy homosexual“, confesó el joven a su papá.
Y aunque la reacción del padre no fue tan negativa, los intentos posteriores por “reivindicarlo“ al camino de la heterosexualidad provocaron roces en su relación.
Terapias de conversión, hiervas “milagrosas“ y hasta operaciones de cerebro, fueron algunas de los “métodos curativos“ que el joven recibió como recomendación padre biológico.
“Me hablaba para decir que había encontrado un método en Tailandia, que era una medicina para ser homosexual. Después que encontró una operación en la que me quitaban una parte del cerebro, empezó a buscar pastillas, inyecciones, terapias con psicólogos, con terapeutas para que yo dejara de ser homosexual“, dijo el activista.
Tras varios intentos de cambiar a su hijo, el padre finalmente aceptó la voluntad de Ricardo.
A la par de que se abrió con su familia, el joven también comenzó a vivir su primer relación amorosa, que lo motivó a confesarse ahora ante su padrastro, a quien también llama papá.
“Siempre me ha gustado darles su lugar a las personas con las que salía y como a este niño ya lo veía cada domingo entonces decidí comentárselo“. mencionó Castro Peraza.
Aunque tranquilo, la noticia no fue bien tomada por el padrastro, quien se limitó a pedirle que lo hablara con su mamá.
Desde ese momento la incomodidad de su tutor era evidente cada vez que veía a la pareja homosexual y se evidenciaba aún más por las diferencias que hacía con el novio de su otra hija.
“Platicaba con el novio de mi hermana, pero al mío ni le dirigía la palabra y si lo hacía era para decirle cosas que no le parecía. Fue bastante grosero con él”, comentó el joven.
Tres días después de hablarlo con su padrastro había llegado el momento de abrirse con su mamá. Ricardo le confesó que sostenía una relación con el chico que lo visitaba en casa y la progenitora rompió en llanto.
De inmediato las preguntas de “¿qué hice mal?”, “¿en qué me equivoqué?”, “¿cuál fue mi error?” y “¿qué fue lo que te hicieron?” no se hicieron esperar.
De nuevo, el fantasma de las terapias de conversión se hizo presente y el Castro Peraza fue llevado con un psicólogo, que más que intentar cambiarlo explicó a sus padres que el joven no padecía alguna enfermedad y que homosexualidad era natural.
Poco a poco su madre fue aceptado la idea de que su hijo era gay, aunque no faltaron los “intentos” por acercarlo al mundo heterosexual.
Los esfuerzos fueron fallidos y meses después de la confesión Ricardo se mudó a Monterrey para estudiar una carrera universitaria.
Hoy, a tres años abrirse con sus padres la situación ha mejorado, aunque con reservas: su padrastro aún no es afín de las muestras de afecto entre el yucateco y su actual pareja, pero al menos le abren las puertas de su casa cuando llegan a visitarlos en vacaciones.
Actualmente, el futuro ingeniero ha tenido un nuevo descubrimiento: se identifica en el género “no binario” o “queer”, que representa una segunda salida del clóset.
En la capital regiomontana, el joven se ha involucrado en activismo social en pro de los derechos de la comunidad LGBTTTIQ: es presidente de la Asociación por la Integración, Respeto y Equitad (AIRE) del ITESM, la primera organización a favor de la diversidad sexual reconocida dentro de una institución en México y se sumó a las filas de la asociación “Padres y Madres del Arcoiris A.C.“.
ABRAZO DOBLE
El 3 de noviembre de 1988 Ana María Hernández dio a luz a un par de gemelos: Leonardo y Manuel, quienes se convirtieron en el motivo de su sonrisa.
La infancia de los pequeños trascendió con toda “normalidad” como podría decirse coloquialmente, pero al pasar a la pubertad, a la edad de 13 años, en un evento inesperado, los dos le confesaron a sus padres que eran gays.
“Mis hijos son gemelos. Yo los veía normales, muy juguetones. Yo nunca vi que tuvieron tendencias, pero sí veía que uno de ellos le gustaba por ejemplo ponerse una toalla en la cabeza como si fuera cabello largo, pero yo lo veía más como un juego de niños.
“A los 13 años se me acerca Leo y dice que quiere hablar con nosotros. Nos confiesa que se siente algo raro que siente atracción por los hombres, el otro, Meme se nos queda viendo y nos dice que él también”, dijo la vecina del municipio de Guadalupe.
La noticia cayó como dos baldes de agua fría para Ana María y su esposo, que incrédulos abrazaron a sus hijos y comenzaron a llorar.
En primera instancia los esposos no podían asimilar que sus dos hijos varones fueran homosexuales.
“¿Gays los dos? no puede ser. Los cuatro nos pusimos llore y llore”, expresó Ana María.
“Es una moda” fue el primer pensamiento del jefe de familia, pero su esposa debatió el comentario, consciente de la naturaleza de sus hijos.
Leo y Meme fueron llevados a terapia, no para cambiar su orientación sino para ayudarles a aceptarse y ver con naturalidad su situación.
A la par, Ana María también llevó un proceso interno de aceptación que le costó ocho meses llenos de muchas preguntas y pocas respuestas.
“¿Yo le preguntaba a Dios por qué yo?, ¿por qué mis dos hijos?, ¿por qué tener gemelos y los dos homosexuales? y yo lloraba y llegaba a un punto de sentirme deprimida”, mencionó la madre de familia.
Llegó un punto de quiebre en el que sintió ganas de desfallecer, pero ahí uno de los gemelos le abrió los ojos y la hizo entender que su apoyo era fundamental para seguir adelante.
Desde entonces, Ana María tomó las fuerzas para encarar junto a sus hijos la adversidades que son bien conocidas en la sociedad regiomontano, catalogada por la CONAPRED como la más discriminatoria del país.
“Los únicos que los van a sacar del apuro somos su padre y su madre. Entendí y les pedí que siempre levantaran la cabeza porque no están haciendo nada malo. Nosotros los amamos por los seres humanos que son”, aseveró la entrevistada.
El padre de los gemelos, educado con estándares más conservadores, siempre se ha mostrado un poco ajeno al desarrollo de sus hijos, pero aclarándoles que los ama incondicionalmente.
Pero la salida del clóset no ha sido la única experiencia que la familia ha tenido que afrontar unida. Hace cuatro años, uno de los gemelos, Meme, comenzó a experimentar un nuevo proceso de autodefinición que los llevó a la conclusión de que en realidad no era homosexual sino una chica trans.
“Al principio yo cometí el error de pedirles que no quería que usaran falditas o tacones y tal vez eso reprimió un poco el deseo de mi hija. Hoy la apoyo completamente y le compro blusas y ropa”, comentó la regiomontana.
Su hija, ahora legalmente identificada como Robine Lorena, se encuentra en el proceso endocrino para que sus facciones físicas asemejen cada vez más al de una mujer.
“Ella es una mujer que nació en el cuerpo de un hombre”, sentenció la madre de familia.
Y aunque el proceso de asimilación no ha sido sencillo, ya que por más de 26 años convivió con tres hijos varones y ahora lo hace con dos y una mujer, el trabajo ha sido menor gracias a que se ha ocupado por informarse.
Incluso, Ana María se sumó a la organización civil “TransAmor” que apoya niños, jóvenes y adultos transgénero y transexuales, aunado a su labor en “Padres y Madres del Arcoíris A.C.“ de la que también forma parte.
El apoyo de la madre es incondicional a sus dos hijos de la diversidad sexual, pero no puede negar que hay miedo, miedo por habitar en una sociedad mucho se señala y poco se instruye.
“Hay que defender a nuestros hijos, hay que quererlos y amarlos como sean”, puntualizó la regiomontana, quien muestra feliz de ver a sus hijos sin máscaras y sin complejos.