
La noche del 16 de agosto los habitantes de la comunidad de San Juan en Cadereyta se fueron a dormir con un fuerte olor a combustible, que se coló por las ventanas y abanicos de las viviendas.
El aroma a hidrocarburo dio las “buenas noches” a decenas de familias de rancherías, cuyas casas están construidas cerca del río San Juan y acequias, que repentinamente fueron inundadas con 4 mil barriles de petróleo.
“Nosotros nos dimos cuenta de que estaba pasando el agua con una capa negra y lo reportamos porque esta acequia es para los riegos para abastecer los riegos y huertas de pastas”, comentó José Guadalupe Limón, habitante de la comunidad de San Juan.
Ha pasado más de medio mes desde que una toma clandestina en la línea 2 del Oleoducto Madero-Cadereyta provocó el daño ecológico, económico y de salud en el municipio de Cadereyta y hasta el momento los habitantes afectados no han podido regresar a su vida habitual.
Los miles de litros de hidrocarburo vertidos en los cuerpos de agua, de donde se abastecen para el uso doméstico y cosechas, continúa repercutiendo en el trabajo, salud y humor de los habitantes.
Son las 11:00 horas del martes 26 de agosto en la ranchería Hacienda Mexiquito. A escasos metros de la acequia, un pequeño de apenas tres años juega en el porche de su casa sin saber que a su costado, los colores tornasol de la corriente de agua no son producto de los rayos del sol sino de la invasión de químicos.
Su inocencia es tal, que ni siquiera se percata que a escasos días de que comenzó la contingencia su cuerpo ya sufrió reacciones y ahora sus brazos, espalda y piernas están invadidos por pequeñas ronchas.
“El niño chiquito trae una alergia que le dio como comezón, trae ronchas”, comentó Guadalupe Limón, de 43 años.
“También nosotros andamos con carraspera, puros detallitos que hacen daño. En la noche cuando llegó estaba acostado y las puertas estaban cerradas, pero entraba el airecito por las rendijas de la puerta y olía a puro chapapote. Todo eso va al pulmón, puede haber infecciones en vías respiratorias”, agregó.
Y es que el derrame de crudo no sólo afectó a los cuerpos de agua, también a las decenas de habitantes de las comunidades de Cadereyta, quienes están en contacto constante con los químicos del petróleo.
Como en la mayoría de las rancherías, la fuente principal de empleo es la agricultura, en Hacienda Mexiquito no es la excepción. Por más de 30 años José Guadalupe Limón y su familia se han dedicado al cultivo de pasta como sustento económico, pero ahora el agua contaminada de la acequia los ha dejado prácticamente sin empleo.
“Pues el agua de aquí la usamos para los huertos, si llega a contaminarse la que corre para los sembradíos ya nos echaron a perder la cosecha”, mencionó el habitante de Hacienda Mexiquito.
“Dicen que van a durar como 10 semanas para limpiar todo, entonces nuestro trabajo va a estar parado como por 10 semanas”, agregó.
Mientras platica sus preocupaciones, de pronto su padre interrumpe la conversación, pide a Guadalupe que hable sobre la preocupación mayor que permea en la comunidad: la contaminación de los pozos de agua.
Como la mayoría de los habitantes de Hacienda Mexiquito, la familia Limón bebe del llamado Pozo Artesano y norias particulares que se encuentran en algunas viviendas.
Pero debido al derrame, los vecinos de la comunidad han optado por no tomar dicho líquido y sólo usarlo para las labores domésticas más necesarias, pues temen que haya sido contaminada por el petróleo.
“Ya está afectando los pozos, las norias. Nosotros nos abastecemos del Pozo Artesano, le estábamos dando el uso doméstico de las casas”.
Y es que acorde a los habitantes de Hacienda Mexiquito, el olor y sabor a químicos ya se puede percibir en el agua que sale de mencionados cuerpos de agua.
“Ya tiene sabor (a químicos). Usted puede tomar tantito y se va a percatar del sabor y del olor. Lo que nos ha afectado a nosotros fueron las norias y a nosotros porque el olor no pega en los ojos, en la piel comezón, el olor, la garganta”, dijo Guadalupe Limón.
La contingencia no pudo llegar en peor temporada: en verano, cuando las temperaturas en la entidad superan los 40 grados centígrados; sin embargo, para saciar su sed, los pobladores beben de la bondad de las autoridades municipales, estatales, religiosas y no gubernamentales, quienes han intensificado brigadas para llevar el vital líquido a las comunidades afectadas.
Si hay algo de lo que no se pueden quejar los moradores de las comunidades es del apoyo que han recibido de los más afortunados.
“Vino el alcalde, aquí estuvo. Toda la gente nos ha estado dando la mano, los de Cáritas Monterrey, toda esa gente ha estado viniendo. Nos han estado dando agua, despensas y bonos para agua”, comentó el entrevistado.
Al lugar han arribado funcionarios de los tres niveles de gobierno, de Organizaciones no Gubernamentales e instituciones religiosas para ofrecer su apoyo. Tal es el caso del Arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, quien el 27 de agosto acudió a la comunidad de Pueblo Nuevo para llevar víveres y exigir pronta solución a la problemática de los afectados.
“Ya es menos (petróleo el que lleva la acequia), pero cuando comenzó era una capa negra que la cubría toda, como si hubiera aumentado el caudal de la acequia pero de petróleo, no de agua”, indicó Guadalupe Limón.
Las manchas del crudo, aún se visualizan en algunas orillas de la acequia y río San Juan como el recuerdo constante del día que los cuerpos de agua se tiñeron de negro a causa del descuido humano.
AVANZA RECUPERACIÓN
El derrame de crudo, que afectó 6.5 kilómetros del río San Juan y 11.5 kilómetros de acequia, mantuvo en trabajos constantes a autoridades de Pemex, Semarnat, Profepa, autoridades municipales, estatales y federales y cerca de 500 voluntarios.
De acuerdo a un comunicado de Petróleos Mexicanos (Pemex), emitido el 28 de agosto, se indicó que los trabajos de limpieza habían recuperado el 90 por ciento del crudo vertido al río San Juan y aunque la cifra no convenció del todo a los pobladores, hubo quienes avalaron la versión de los funcionarios de la petrolera.
Florencia de León es habitante de Hacienda Mexiquito, en donde vive junto a su madre y familia.
Proveniente de la cabecera municipal de Cadereyta, la mujer señaló que cuando se percataron del fuerte olor a hidrocarburo no entendieron de dónde provenía, hasta que, por casualidad, se asomaron al caudal de la acequia, en donde la escena que presenciaron los impactó.
“Yo no me había dado cuenta pero de repente empezó a oler mucho a petróleo, pero no sabíamos qué era hasta que nos transportamos a la acequia y vimos la natota de petróleo, era una capa muy densa de petróleo y el olor era demasiado fuerte”, señaló Florencia.
La mujer relató que los primeros días el olor era insoportable que incluso se complicaba respirar, pero con el paso de los días y las labores de limpieza, el convivir con la contingencia ya es posible.
“El olor fue nada más al principio, en las noches sí nos afectaba mucho, a lo mejor por la humedad. Más que nada el olor, en las noches nos acostábamos y prendíamos los aires lavados y todo impregnaba en la habitación, nos ardía la nariz, nos molestaba al respirar, estornudábamos, pero ahorita ya no tanto”, mencionó la entrevistada.
Y aunque el agua de la acequia la usa regularmente para regalar las plantas o la bebida de sus animales, las labores de supervivencia han sido amortiguadas por las donaciones de agua potable y reparto del líquido en pipas por parte de las autoridades.
“El agua de la acequia a veces lo usamos para las macetas o mi esposo que tiene dos animalitos pues de ahí agarra para darles de tomar y si no pues agarramos de la llave, pero por lo general es del pozo artesano”, comentó.
Actualmente, la mujer señala que las afectaciones en su estilo de vida son menos y que poco a poco regresa a la normalidad.
El derrame de crudo en el río San Juan y acequias le costó a Pemex cerca de 150 millones de pesos, pero para los pobladores la factura podría ser mayor en su salud y economía, en caso de que la contingencia no se levante pronto.