Tan sólo en viajes, Alan Omar Ramírez Hernández ha recorrido dos veces el diámetro del planeta Tierra a bordo de su bicicleta. El joven de 29 años de edad y oriundo de la Ciudad de México, es un convencido de que este medio de transporte es la solución a los problemas de tráfico, contaminación y falta de ejercicio, entre otros.
Siendo un fuerte impulsor del uso de la bicicleta en México, el egresado de la carrera de Trabajo Social decidió dejar la monotonía de su vida para desarrollar una aventura, que de paso, creara conciencia entre la población.
Fue así que Ramírez Hernández comenzó el viaje para recorrer los 31 estados de México y el Distrito Federal a bordo de su inseparable compañera de dos ruedas. Un viaje que comenzó en agosto de 2014 y que hoy lo tiene de paso por Nuevo León.
El gusto por la bicicleta le nació desde pequeño cuando a la edad de cinco años recibió una como regalo de Día de Reyes. Desde entonces, el vehículo no motorizado se convirtió en su medio de transporte y pasatiempo.
“Empecé a usar la bicicleta desde los 5 años aproximadamente. La primera bicicleta que tuve fue un regalo de Día de Reyes, desde ahí siempre ocupé la bicicleta para jugar. Realmente era lo que me gustaba, nunca me gustaron los videojuegos o el futbol.
“Cuando me regalaron mi bicicleta no la dejaba ningún momento. La ocupaba como un juego hasta los 14 o 15 años que empecé a participar en competencias. Competí en bicicleta de montaña que es la modalidad de la bicicleta que más me gusta. De los 14 como a los 16 años competí, pero nunca dejé de usar la bicicleta, siempre fue mi medio de transporte, mi pasatiempo”, indicó el defeño.
Aunque durante su niñez y adolescencia practicó otros deportes, nunca abandonó el ciclismo.
“A los 11 años entré a los scouts, entonces empecé a hacer campismo, a escalar en roca y futbol americano. De los 15 a los 18 estuve jugando americano, pero la bicicleta siempre estuvo presente. Si tenía que ir a entrenar, me iba en la bicicleta”, comentó Ramírez Hernández.
Orgulloso de sus raíces capitalinas, 10 años atrás el ciclista se mudó a Cancún, Quintana Roo, para cambiar de aires, sin dejar su “hobbie” de lado.
En la ciudad del Caribe mexicano, Ramírez Hernández poco a poco fue dejando su carrera de Trabajo Social para incursionar en el mundo de la fotografía y el turismo.
Su ubicación y empleos le ayudaron a entablar contacto con personas de todas partes de México y el mundo, quienes le presumían de sus lugares de origen y aumentaban su deseo por conocer otros sitios.
Sin embargo, hasta ese momento el ciclista no imaginaba que el medio de transporte con el que emprendería su viaje sería precisamente su compañera de siempre: la bicicleta.
Un día, cuando Ramírez Hernández fue al supermercado se percató de una revista que en la portada hablaba de un mexicano originario de Lagos de Moreno Jalisco, que a los 60 años de edad emprendió un viaje de Argentina a Jalisco a bordo de su bicicleta. Al leerlo su expresión fue “voy a hacer ese viaje”.
“Por esa razón, y por tal vez hartazgo de mi trabajo, me comienzan a dar ganas de hacer un viaje, pero un viaje largo, no de vacaciones y pienso en Argentina, país al que no conozco.
“Me da la idea de hacer un viaje por centro y Sudamérica y como siempre estuvo presente la bicicleta en mi vida, se me ocurrió hacerlo en bicicleta”, dijo el entrevistado.
VIAJE FRUSTRADO
Con 29 años a cuestas, el joven dejó su trabajo y se dirigió a la Ciudad de México para afinar su detalle, ahí consiguió otro trabajo para ahorrar dinero y en un abrir y cerrar de ojos comenzó su primer viaje con destino a Sudamérica, el cual lamentable fue frustrado por la inseguridad.
“Emprendí el viaje, me aventé un año y dos meses por parte de México y Centroamérica con la intención de llegar a Argentina, pero desgraciadamente en el cruce entre Panamá y Colombia sufro de un asalto, en el que me roban parte de mi equipo y el pasaporte mexicano, y al no tener el pasaporte frustró el resto del viaje.
“Regresé a México frustrado por no poder seguir con el viaje y estuve un tiempo parado en Cancún, alrededor de siete meses”, expresó Ramírez Hernández.
En total, el ciclista sufrió tres asaltos tan sólo en Centroamérica, lo que obligó a la Embajada de México a ya no permitirle seguir su recorrido ante la pérdida del pasaporte mexicano en la frontera de Panamá y Colombia.
Y aunque los riesgos son parte de la travesía, en uno de los asaltos, Ramírez Hernández casi pierde la vida en Honduras.
El joven siempre ha gustado de viajar solo; sin embargo, justo en el primer tramo de su travesía por centro y Sudamérica conoció a dos ciclistas originarios de Morelos, quienes lo acompañarían en su viaje hacia la Patagonia.
La compañía no duró mucho, pues el primer asalto lo sufrieron en Belice, en las cercanías de la capital: Belmopán.
“El primer asalto fue con otros dos compañeros de Morelos. En un principio habíamos decidido viajar juntos para experimentar, si nos acoplábamos genial, si no, cada quien por su lado. Estuvimos una semana juntos, cruzamos a Belice y en la capital en Belmopán tocó que nos asaltaran. En ese asalto no me robaron más que dinero, debido a que yo me retrasé un poco en el camino.
“Un kilómetro después de donde me quedé yo los emboscaron. Eran como tres o cuatro personas armadas con machetes, los metieron al monte y los despojaron de casi todo. Ellos tienen que dejar el viaje y se regresan a México”, mencionó el defeño.
Con el primer sinsabor de la aventura, el ciclista no desistió y continuó su camino. Pero la tranquilidad duró poco, pues en Honduras, a pocos kilómetros de cruzar a Nicaragua, unos jóvenes lo interceptaron a punta de pistola para despojarlo de sus pertenencias.
“Cuando llego a Honduras todo iba muy bien, salí de San Pedro Sula y Tegucigalpa que son de las ciudades más peligrosas del mundo y pensé que me había ido bien, pero como 10 kilómetros antes de llegar a la frontera con Nicaragua llego a un camino repleto de subidas y bajadas.
“Ahí, un grupo de delincuentes jovencitos me asaltó a punta de pistola. Eran tres chavos, el más grande tendría unos 17 años. Siempre tuve a uno de los chavos de frente, que me ponía la pistola en la cabeza y me pegaba, me decía ‘aquí te quedaste’, seguimos así un rato”, comentó el defeño.
Con el fusil de la pistola en la cabeza, Ramírez Hernández intentó salvar su vida dejando que los delincuentes se llevaran todas sus pertenencias, pero las amenazas sobre acabar con su vida continuaron.
No fue hasta que un “justiciero” a bordo de una motocicleta se apareció en esa carretera solitaria.
“De repente pasó una motocicleta, al pasar por mi lado lo volteo a ver pidiendo ayuda y se regresó. Al llegar a nosotros preguntó que qué estaba pasando y en eso le disparan… pero no le dan.
“En lugar de intimidarlo, la persona se acerca más y como si fuera de película se saca una pistola y les empieza a disparar también. Ahí lo único que hice fue tirarme al suelo mientras se disparaban, escuchaba los disparos muy de cerca.
“Fueron como dos minutos, pero para mí fue eterno, vi pasar mi vida en esos momentos. Pensé mucho en mi mamá, pensé en cómo le iban a dar la noticia de que a su hijo lo habían matado en el viaje.
“Pero de repente comencé a escuchar los disparos cada vez más lejos, cuando voltee, las chavitos se habían escapado, pero el motociclista se fue detrás de ellos disparándoles. No sé si les dio o no, pero yo lo que hice fue agarrar mis cosas e irme caminando, porque la bicicleta estaba ponchada y el remolque volteado, indicó el ciclista.
Con el temor circulando por su cuerpo, Ramírez Hernández levantó la bicicleta y comenzó a caminar. Minuto más tarde tuvo la suerte de que un lugareño lo llevó a un poblado cercano a la frontera con Nicaragua.
Ahí le ofrecieron comida y agua. También supo que la persona que lo ayudó en la carretera, el motociclista, era famoso en el lugar por ser un “justiciero local” que se dedicara a cazar ladrones.
No había pedaleado ni la mitad del trayecto y el mexicano ya había sufrido dos asaltos, uno de ellos casi fatal.
Sin embargo, nuevamente decidió encarar el miedo y continuar su recorrido. Pero un nuevo incidente lo esperaba en los límites de centro y Sudamérica.
En la frontera de Panamá y Colombia un nuevo grupo lo interceptó y robó lo poco que le quedaba: laptop, cámara, dinero y lo más importante, su pasaporte mexicano.
“El tercer asalto fue en el cruce, también nos emboscaron, no fue tan agresivo, pero me quitaron cámara, computadora y especialmente mi pasaporte”, dijo el entrevistado.
Aunque hizo lo posible para seguir viajando, la embajada mexicana ya no quiso darle su pasaporte por el alto número de asaltos y por su seguridad decidieron regresarlo a México.
Fue entonces cuando el sueño de recorrer Latinoamérica en bicicleta se frustró y sólo logró pedalear 13 mil kilómetros.
A su regreso a México, impotente por no lograr su cometido, Ramírez Hernández tuvo una nueva idea: ahora recorrería los 31 estados de la República y el Distrito Federal, un viaje que también podría estar marcado por la inseguridad en las carreteras, pero que aun así decidió emprender.
“Sé de todos los riegos que corro, pero los afronto desde el primer momento. Considero que todo lo que me ha sucedido en la carretera en estos tres años que he estado viajando, las experiencias, las personas que he conocido, creo que todo vale la pena”, mencionó.
MÉXICO LINDO
Y QUERIDO
A tres años de distancia del primer viaje, Alan Omar Ramírez Hernández decidió tomar su bicicleta y emprender uno nuevo por la República Mexicana.
A casi un año de que partió, el joven capitalino ha recorrido 23 estados del país para un total de 14 mil kilómetros pedaleados, en un viaje que ha sido muy “zigzagueante”, pues ha intercalado entidades.
“La idea del viaje es poder conocer lo más posible de México: llego a las capitales de los estados, pero también llego a las ciudades pequeñas porque me encanta conocer todo lo que sucede en los lugares que pocas personas conocen.
“Pero sí llego a las capitales porque es en donde me ‘reacomodo’ porque al agotar los recursos de comida, agua, dinero, cuando llego a una capital lo que hago es vender mis fotografías, a documentar un poco sobre lo que está ocurriendo en las ciudades en cuanto a ciclismo y urbanidad, documentar sobre la arquitectura, gastronomía, el lugar”, dijo el ciclista.
Además de conocer las entrañas de México, el viaje también tiene la intención de exhibir las bondades del uso de la bicicleta.
“Es también por lo que se ha alargado tanto este viaje. Realmente este viaje se puede hacer en unos cuatro meses, pero sin conocer tanto”, expresó el capitalino.
Con 40 kilogramos de equipo a cuesta, Ramírez Hernández ha cruzado desiertos, selvas, bosques y demás ecosistemas mexicanos. Apoyado por sus ahorros y la solidaridad de miembros de colectivos de ciclistas, quienes le ofrecen comida y hospedaje, el joven se ha enamorado cada vez más de su país.
Desde acampar solitario en el desierto de Baja California hasta la arquitectura colonial de Guanajuato o apreciar pinturas rupestres en el sur, cada entidad que ha visitado ha marcado el recorrido del ciclista, quien en un día de recorrido pedalea alrededor de 100 kilómetros, aunque con excepciones.
“Acampar en desierto, a la orilla del mar, ver de cerca animales, apreciar pinturas rupestres, ruinas que ni siquiera el INAH tiene registrado ha sido parte de la satisfacción de su viaje en bicicleta.
“En un día lo más que ha hecho son 180 kilómetros, que en horas se traduce a 14 horas continuas de pedalear. No es algo que acostumbre a hacer, pero tenía un compromiso: un campamento en la selva.
“Aunque por día acostumbro avanzar 100 kilómetros porque por la cuestión del peso de la mochila se hace muchísimo más cansado. También depende de las condiciones del clima y del camino”, dijo.
Pero en el viaje por el territorio mexicano no todo ha sido felicidad. Al igual que en su travesía por Centroamérica el ciclista ha tenido que sortear algunos incidentes, el más reciente en Nuevo León, en donde fue nuevamente asaltado.
En esta norteña entidad, Ramírez Hernández también se topó con la poca infraestructura vial que existe para los ciclistas, pero con la creciente penetración que está teniendo este medio de transporte en la ciudad.
“Nuevo León no tiene la infraestructura ciclista necesaria, pero lo relevante es que aun así el ciclismo está creciendo.
“Como en muchas ciudades el movimiento ciclista ha tenido un boom en la ciudad. Están creciendo estos movimientos sociales que están incentivando el uso de las bicicletas como Pueblo Bicicletero”, aseguró el entrevistado.
Entre las entidades mexicanas que aún le restan por visitar están: Tamaulipas, Michoacán y Guerrero, catalogados como altamente inseguros, especialmente en sus carreteras; sin embargo, asegura que el miedo no detendrá su andar.
“Tomo en cuenta la inseguridad, son cosas que no me tomo tan a la ligera, pero yo considero que el miedo nos limita de hacer muchas cosas, pero la cuestión es que nosotros como ciudadanos sepamos que tenemos más fuerza.
“El andar en bicicleta es como un acto de rebeldía, de decirles que no me amedrentan, que las calles son nuestras y es lo que quisiera hacer: que más gente se quite esos miedos para que se vea que somos más porque en verdad somos más. Sé que son lugares peligrosos, pero esperemos que no suceda nada”, aseguró Ramírez Hernández.
A pesar del cansancio, las inclemencias del clima e inseguridad, si hay una palabra que descrina sus travesías esa es: satisfacción.
Y es que para este ciclista su ganancia está en trascender en la vida de otras personas en el uso de la bicicleta.
“Me jacto de decir que muchas personas cambian su estilo de vida después de conocerme y cambian su actitud, sus actividades, esa es la idea. Es la parte en la que me siento útil ante la sociedad porque realmente considero a la bicicleta como una solución a muchos problemas sociales”, expresó.
Con aún cuatro meses de recorrido faltantes, y con el que llegaría a los 20 mil kilómetros pedaleados en el país, Ramírez Hernández sabe que este viaje no sólo lo ha marcado a él, también ha dejado tatuado sensibilidad en las personas con las que se ha cruzado en el camino.
En el último tirón de travesía, más allá de sentirse cansado, el joven ya piensa en su nuevo proyecto: seguir impulsando el movimiento ciclista en Quintana Roo, pero además pretende retomar el viaje a Sudamérica y descubrir Europa a bordo de dos ruedas.