
Para Margarita Cervantes, madre de Margarita Arellanes, la Navidad es sinónimo de alegría, felicidad, muchos recuerdos, recuerdos que la llevan a esbozar una sonrisa amorosa cuando viene a su mente momentos que compartió cuando la alcaldesa de Monterrey era niña.
La charla se dio en la Basílica de Guadalupe, donde Cervantes acompañó a su hija para arrancar oficialmente las Peregrinaciones.
Se le ve muy orgullosa de estar al lado de su hija. Sonriente y realizada como madre. No falta quien se acerque a ella para saludarla, al igual que lo hacen con su hija.
Ella, Margarita Cervantes, siempre tiene una sonrisa amable que brindar, una cálida palabra que ofrecer a propios y extraños.
Desde luego que le pregunta certera va dirigida en torno a la primera alcaldesa de Monterrey: su hija, Margarita Arellanes.
¿Acompaña a su hija en todas sus labores como alcaldesa?
“¡Cuando se puede, claro que sí, me gusta estar a su lado sobre todo en momentos como este, que sé que son especiales para ella!”, expresó con una dulce voz la mamá de la alcaldesa.
Desde que llegó a la Basílica, Cervantes pudo presenciar la manera en que la gente adora a su hija. La gente se le acerca con respeto para entregarle regalos que van desde un caramelo, hasta un cuadro con la imgen de la Virgen de Guadalupe.
Doña Margarita ve todo, a prudente distancia, no niega que esos momentos son inolvidables para ella, ya que el ver a su hija realizada en lo que hace, la llena de orgullo.
“Todo esto ella se lo ha ganado a base de trabajo, es una mujer muy trabadora. Me siento muy orgullosa de lo que ha logrado. Ama lo que hace”, expresó con voz apenas audible por la algarabía de quienes estaban en la Basílica de Guadalupe.
Al entrar a la iglesia y tomar su asiento al lado de la alcaldesa, Cervantes es blanco de las miradas de quienes asistieron a misa.
“Mira, se me hace que esa señora es la mamá de la alcaldesa, la abraza con mucho carño”, dijo una mujer de edad avanzada quien se acercó a Arellanes para darle un abrazo y un beso.
La mamá de Margarita Arellanes no lo puede negar, se ve orgullosa de quien ahora maneja el destino de los regiomontanos.
Mientras el Padre oficia la misa, Margarita Arellanes se “acurruca” en el hombro de su madre.
Ambas, con la mirada, se proclaman su mutuas admiración, hay felicidad en sus ojos.
La gente que está a un lado de ellas no pasa por alto estas muestras de cariño, de madre e hija y hasta hay quienes comentaron: “Si es buena hija, claro que será buena alcaldesa”.
Otra mujer se acercó para ver la escena entre Margarita Arellanes y su madre y decir en voz alta, “Mira hija, esa mujer que abraza a su madre es quien nos cuidará y velará por nuestra tranquilidad. Se ve que es buena hija, buena mujer, buena esposa y buena madre.
“Me siento muy orgullosa de ver los logros de mi hija. Me enternece ver cómo la gente la quiere, cómo la gente confía en ella”, dijo Cervantes.
¿Cómo fueron las navidades de la alcaldesa cuando era niña?
“Muy felices… ella fue una niña muy feliz, todas sus navidades fueron especiales”.
¿De pequeña ya soñaba su hija en ser alcaldesa de Monterrey?
“Mi hija lo único con lo que soñaba era con ser feliz, con estar con la familia. Nunca la escuché decir que quería ser alcaldesa”.
Entonces, ¿con qué soñaba Margarita Arellanes?
“Con que fuera Navidad y que Santa Clós le trajera una muñequita Barbie”.
¿Y lo conseguió?
“¡Claro!”, dice Cervantes con los ojos llenos de felicidad, “cuando tuvo su primera Barbie fue la niña más feliz del mundo, y eso pasó como a los 5 ó 6 años de edad”.
¿Ahora cómo será la Navidad de Margarita Arelllanes?
“Igual que cuando era niña: feliz, muy feliz, pero ahora con sus Barbies, que son sus hijas”.