En la colonia donde viven Juan y Cynthia Pérez, el pavimento es un lujo que los vecinos no se pueden dar, los camiones no pasan por ahí y los taxis difícilmente les dan servicio en un entorno donde los niños juegan con la tierra y el abandono juega con ellos.
Juan y Cynthia son hermanos y pasaron su infancia en las calles de Monterrey, vendiendo dulces o boleando el calzado de los demás. Sus padres tienen raíces indígenas y por ello han soportado pobreza y discriminación.
Pero el afán de superación y el apoyo de sus papás ha permitido que ambos salgan adelante a través de la educación. Juan estudia una carrera de ingeniería en la Universidad Emiliano Zapata y Cynthia está a punto de terminar la preparatoria.
Los dos quieren terminar una carrera profesional y dejar atrás la vida de carencias.
LA HISTORIA DE JUAN
En su rostro se nota el esfuerzo que le ha costado superarse a pesar de las adversidades. Con tan solo 24 años de edad, Juan Pérez Ángeles es un joven que sabe lo que es ganarse la vida desde pequeño
“(Mis papás) Siempre se han dedicado al comercio en la calle vendiendo, en el solazo, en la lluvia, en el frío; desde que yo tengo noción los he acompañado, he estado a un lado de ellos”, comentó Juan.
La falta de recursos económicos y la difícil situación en la que viven, los obligaba a él y a su hermana a trabajar para ayudar a sus progenitores.
Su padre es bolero, su madre vendedora ambulante, trabajos que requieren estar el mayor tiempo en la calle en la espera del cliente y de alguna moneda para llevar a casa.
“Me levantaba como a las cinco, seis de la mañana, me bañaba, a veces desayunaba, a veces no; me iba a la escuela, salía como a las doce y media, regresaba y si tenía tiempo, hacía tarea. Me iba a acompañarlos y llegaba como hasta las ocho a hacer tarea, cenar y a dormir”, mencionó el joven.
Esta vez Juan se había convertido en un niño más que trabajaba en las calles de Monterrey, no por gusto, sino por necesidad. Una niñez diferente a la mayoría, pero que le traen bonitos recuerdos.
“Mi infancia fue triste y a la vez muy feliz; triste porque yo veía a mis compañeros que tenían cosas que yo no podía tener en ese entonces. No sé, tal vez ropa, no sé, juguetes, pero fue feliz porque siempre me la pasé con mis papás, nunca me despegué de ellos”, recordó Juan.
Las burlas de sus compañeros o las carencias no fueron impedimento para que el joven continuara con su sueño: seguir estudiando.
“Mis amigos se burlaban, me veían en la calle y me decían: ´oye, estás vendiendo´. Empezaban a tirarme indirectas, pero a lo mejor eso me ayudó a crecer más como persona, a valorar más a la gente, a la que casi no tiene nada.
“Yo siempre pensaba en un futuro; me ponía a pensar que si llegara a ser alguien a lo mejor los que me criticaron se van acordar de mí”, destacó el estudiante.
Juan baja la mirada y con uno nudo en la garganta su tono de voz cambia al hablar de sus padres, a quienes llama sus grandes motores para lograr lo que se ha propuesto en la vida.
“Fue por el apoyo de mis papás, ellos me decían ´esto está mal, esto está bien, tú decides, ahorita a lo mejor estás muy pequeño para comprender las cosas, pero vas creciendo´. Mi familia es todo para mí, yo sin ellos no sé si estuviera aquí, no sé”, enfatizó.
LA UNIVERSIDAD
El trabajar en la calle, vivir en una colonia donde el rechazo de la sociedad es inevitable nunca se convirtió en un obstáculo para que Juan lograra lo que se proponía: cursar la universidad.
Actualmente estudia la carrera Ingeniero Administrador en Tecnologías de la Información en la Universidad Emiliano Zapata, carrera que combina con el trabajo por las tardes en una tienda de conveniencia.
Juan ha recibido algunas becas mínimas y eso le ayuda a solventar sus gastos.
“Y es muy difícil porque en la Universidad son trabajos, tareas, laboratorios, exámenes, te absorbe mucho el tiempo y luego aparte ir a trabajar medio turno, te absorbe todo el tiempo, nomás llegas en la tarde y lo que quieres es tirarte a la cama a dormir”, dijo.
Tranquilo, sincero, honesto y amigable es como se describe Juan, quien nunca ha mirado hacia atrás a pesar de lo difícil que ha sido para él vivir con muchas carencias y en un entorno nada prometedor.
“Aquí no salgo porque todos los chavos de mi edad ya están casados o andan drogándose en las esquinas; les hablo, me hablan, me conocen, pero hasta ahí nada más”, explicó Juan.
Aunque terminó la preparatoria con especialidad en sistemas, otro de las dificultades de Juan es encontrar un trabajo acorde a su profesión, mismo que aún no halla.
SUS SUEÑOS
Terminar la carrera, seguir adelante, tener un trabajo, formar una familia y tener un automóvil son sólo algunos de los sueños que persisten en la mente de Juan, quien dice algún día poder lograrlos.
“Me gusta mucho jugar futbol y siempre mi sueño, mi sueño ha sido ir a un estadio de futbol y ver jugar a mi equipo favorito, las Chivas”, recalcó el joven.
ORGULLO DE SUS PADRES
Para el señor Alberto Pérez Félix, padre de Juan, su hijo se ha convertido en una persona digna de respeto y admiración.
“Yo me siento orgulloso que Dios me haya dado un hijo maravilloso, que él se empeña en salir adelante y a través de todas las carencias que hemos tenido o estamos teniendo todavía en esta etapa de la vida, pues él se empeña de salir adelante”, dijo Alberto.
Comenta que su hijo nunca les ha dado problemas.
“Para mí es una satisfacción de tener un hijo así, excelente estudiante, excelente hijo, excelente todo”.
LA HISTORIA DE CYNTHIA
Para Cynthia Pérez Ángeles el querer salir adelante se ha convertido en su única meta en la vida.
“Me levantaba temprano, iba con mi mamá desde la mañana, abríamos desde las ocho, cerrábamos a las cinco, todo el día con ella, apoyándole, cuidándole el puesto, me pasaba todo el día con ella, llegaba como hasta las siete a mi casa y luego ayudarle al quehacer”.
Y es que la difícil situación económica por la que enfrentaban sus papas los obligaba a ella y a su hermano mayor a ayudarlos.
“Yo siempre estuve apoyando a mi mamá, de recién nacida siempre nos llevó, nunca nos dejó solos a mi hermano y a mí, estuvimos con ella desde recién nacidos”, comentó Pérez Ángeles.
A muy corta edad, Cynthia se había convertido en una niña más que trabajaba en las calles de Monterrey, empleo que desde hace 10 años dejó y ahora se encuentra en los trámites para entrar a la Universidad.
LAS CARENCIAS
Desde niña siempre tuvo en mente que lo que quería era estudiar. Inquieta y terca son los adjetivos que la describen, pues nunca ha desistido de sus sueños y ahora sigue en la lucha por alcanzarlos.
“Dijo mi mamá: ´ya no vas a seguir estudiando, nada más terminas la secundaria y pues a ver qué hacemos porque no tenemos la situación´”.
El apoyo de sus maestros la ayudó a cumplir una meta más en la vida: cursar la preparatoria.
“Salí de la secundaria, hablé con los licenciados de Casa Club, hablé con mis maestros y me dijeron que sí me podían ayudar”, destacó Ángeles.
El trabajar en la calle y el vivir en una colonia donde el rechazo de la sociedad es inevitable, nunca se convirtió en un impedimento para que Cynthia no lograra lo que se proponía.
“No importa dónde vivas si es tu sueño el que quieres alcanzar”, reconoció.
No tener dinero para los camiones ni para cubrir las cuotas escolares son algunos de los obstáculos a los que la joven estudiante se ha enfrentado día con día.
Pero su manera de ver la vida y el tener presente que todo se puede lograr a base de esfuerzo y dedicación es lo que la mantiene de pie y en la lucha diaria.
“He tenido dificultades para los pasajes, dificultades con los compañeros, que siempre van estar burlándose de ti, de todo, pero a pesar de todo siempre con la mente positiva, si tú quieres lo logras, si tú quieres puedes hacerlo”, afirmó la joven.
A LA UNIVERSIDAD
Cursante de quinto semestre en la Preparatoria Emiliano Zapata, Cynthia tiene muchos sueños, uno de ellos es entrar a la Universidad.
“Gracias a Dios he tenido todo, todos los estudios hasta ahorita y pues así quiero lograr hasta tener una carrera en la Universidad”.
El apoyo de sus padres y el ver a su hermano salir adelante han sido su motor para seguir en la búsqueda de una vida mejor.
“Lo que me inspiró fue tener una carrera como mi hermano, tener una profesión, tener un trabajo ya más estable, para el día de mañana ahora yo apoyar a mis papás, apoyarlos como ellos me apoyaron a mí con los estudios y con todo lo que hasta ahorita tengo”, declaró Pérez.
SU SEGUNDO HOGAR
Casa Club del DIF Nuevo León es una esperanza más de vida para todo niño que trabaja en las calles, lugar que alberga 220 pequeños cada ciclo escolar.
Para Cynthia fue su segunda casa, desde los siete años de edad llegó ahí sin saber que su vida cambiaría al dejar la calle por la educación; 10 años han pasado y aún continúa, pero esta vez no como alumna sino como una motivación para cada niño que llega.
“Me recuerda lo mismo que yo pasé; yo de ahí empecé, más adelante espero que no caigan, que no se vayan por mal camino”, recordó la estudiante.
Agradecida con el apoyo que le han brindado en Casa Club, Cynthia no olvida todo lo aprendido desde su llegada hasta la fecha.
Terminar la preparatoria, tener una carrera en la universidad y estudiar gastronomía es el sueño de Cynthia, quien hace una atenta invitación a los jóvenes a luchar por lo que quieren sin importar los obstáculos que se puedan encontrar.
“Si alguien quiere seguir sus sueños que no se detenga, que para eso son, son sueños que tú quieres realizar, que los sueños sí se cumplen, que tú sigas adelante pase lo que pase”.