Al inicio de 1960 Monterrey disfrutaba el esplendor de su segunda industrialización. Acababa de “estrenar” el moderno Condominio Acero y el Seminario de Monterrey en la calle Corregidora y la carretera a Saltillo. Además, estaba a punto de llegar a un millón de habitantes, lo cual representaba un reto de cambio de ubicación del añoso local de la Cruz Roja que se encontraba entonces en las calles Washington y Cuauhtémoc. Se trataba de dos casas particulares unidas por un pasillo y ante el desarrollo acelerado de la ciudad se requería ya de un edificio funcional.
La directora Sor Emilia Díaz pensó que no había más que recurrir a los dueños de la Cervecería Cuauhtémoc y otros empresarios para que pulsaran la necesidad de la obra. Su insistencia dio frutos en los proyectos de crecimiento de la benemérita institución y en el sueño de convertirla en un hospital de sangre, que obligaba a cambiar la escuela de primeros auxilios por una de enfermería profesional. La aprobación de estos planes por el presidente del Consejo, doctor José G. Martínez, contribuyó a redoblar los esfuerzos para alcanzar tal meta.
Las pláticas entre 1964 y 65 se orientaron en ese sentido con los prohombres de la empresa cervecera, que cedió un terreno aledaño a los campos deportivos de la Sociedad Cuauhtémoc y Famosa, por avenida Universidad (hoy Alfonso Reyes). Y el filántropo por excelencia de Monterrey, don Luis Elizondo, aportó seis millones de pesos para levantar el edificio, después de un viaje a Estados Unidos de Sor Emilia Díaz y el arquitecto Rogelio Martínez con el fin de aprovechar la experiencia de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, quienes atendían allá 46 hospitales.
Al mismo tiempo, Sor María Cristina Mancilla iniciaba los trámites para la constitución de la escuela de enfermería, que no concluyó porque fue cambiada de ciudad; en su lugar vino Sor María Olivia Díaz Ramos con el nombre de Sor Asunción, quien cursaba el segundo año de enfermería en la escuela de la Maternidad Conchita, incorporada a la UNAM.
Los numerosos requisitos de la UNAM para acreditar la nueva escuela de enfermería de la Cruz Roja pospusieron la fecha de inicio de actividades. Así se fueron el año 1965 y parte del 66. Una y otra vez las exigencias parecían un serio obstáculo, hasta que un día visitó Monterrey el licenciado Gabriel Zorrilla Martínez, asistente académico del rector Javier Barros Sierra, quien al estar en la segunda planta del edificio en construcción contempló los campos deportivos y áreas verdes de los jardines de la Sociedad Cuauhtémoc y Famosa, lo que le hizo recomendar tomarles fotografías para que se viera que al lado estaba la naciente institución educativa, que formaba parte de tan extensa área arbolada.
Con la confianza puesta en que la ubicación ayudaría a obtener la incorporación a la UNAM, la escuela inició las inscripciones. Pero la respuesta de la Ciudad de México no llegaba. Por tanto, Sor Olivia se comunicó telefónicamente con el Lic. Zorrilla Martínez, quien le hizo llegar la primera autorización provisional por un año, con la condición de que la Cruz Roja enviara la documentación de las alumnas y del personal docente. Asimismo, pidió que un médico fuera director, y el nombramiento recayó en el Dr. Jorge Escamilla Siller, maestro de fisiología.
LA CULMINACIÓN DEL SUEÑO
Tomando como base los planes de estudio de la escuela de la Maternidad Conchita fue como, en septiembre de 1967, la Cruz Roja inauguró su primer periodo de clases, además de cubrir otros requisitos para una nueva autorización provisional, que despertó la inquietud de los papás.
Las jovencitas recién habían concluido sus estudios de secundaria y en su mayoría eran de escasos recursos. Pero tenían una vocación definida y de inmediato conformaron un grupo muy sólido, convencidas de la seriedad de los trámites de incorporación definitiva. Éstos llegaron a su fin a mediados del segundo año escolar, cuando era presidente del Consejo don Carlos Maldonado Elizondo y el doctor Teodoro Guzmán Páez continuaba sumando años como director médico. Cuando daba inicio el tercer año, Sor Olivia fue cambiada de ciudad, hasta que la congregación religiosa a la que pertenecía la volvió a traer a Monterrey en 1992, motivándose con gran entusiasmo a celebrar los 25 años de la institución con una magnífica respuesta de todas las graduadas en la primera generación principalmente, además de muchas de otros años.
En las reuniones del recuerdo, las hoy enfermeras que inauguraron la escuela todavía respiran el aroma de aquellas fechas de 1967, cuando las primeras clases tuvieron como salones improvisados las instalaciones de los socorristas, mientras que la dirección se ubicaba en el local del personal de mantenimiento. Y no dejan de reconocer que sus estudios ahí fueron un crisol de valores que les han servido para proyectarse en la atención a la comunidad donde han trabajado, además de que algunas regresaron a la Cruz Roja como maestras en distintas disciplinas.