Todo parecía normal en la vida de Alisson hasta que su realidad se trastocó por un caso clínico poco común en niños, llamado coágulo en la médula por una malformación altero venosa. Aunque el pronóstico era que quedaría paralizada de por vida, su esfuerzo y dedicaron consiguieron que su cuerpo vuelva a tener movilidad.
A sus escasos nueve años, Alissonn Guadalupe Yáñez González ya puede ser considerada una “pequeña gran guerrera”, al desafiar los pronósticos médicos que le auguraron permanecer postrada en una cama el resto de su vida tras padecer un coágulo en la línea medular.
Hoy, a casi dos años y medio de haber quedado paralizada casi por completo, la regiomontana ya ha recuperado la movilidad de la parte superior de su cuerpo y continúa en rehabilitación para retomar las fuerzas de sus piernas y extremidades inferiores.
El asombro de los doctores es aún mayor al atestiguar cómo Alissonn se esmera por llevar una vida ordinaria y buscar deslindarse de la silla de ruedas que aún requiere para moverse.
Pero la vida de la menor no siempre se debatió entre los eventos desafortunados y la fuerza de voluntad. Previo a mayo de 2016, la vecina del poniente de la capital vivía como cualquier niña: disfrutaba de jugar, brincar, ir a la escuela y platicar con amigos.
De acuerdo a su padre Guadalupe Yáñez Guerra y a su madre María Felícitas González Rocha, la mayor de tres hermanos siempre mostró ser independiente, desde pequeña fue la guardería y a los tres años ingresó al jardín de niños.
Ya en la primaria siempre alcanzó los primeros lugares y era una gran apasionada del idioma inglés y del fútbol.
Todo parecía normal en la vida de Alissonn… hasta finales del segundo año de primaria, cuando su realidad se trastocó por un caso clínico poco común en niños llamado coágulo en la médula por una malformación altero venosa.
Corría mayo de 2016, la menor se encontraba en casa cuando repentinamente comenzó a sentir un dolor en el pecho que parecía pasajero; sin embargo, tan sólo un día después el dolor regresó más prolongado y más intenso.
Ante el padecimiento, sus padres la llevaron de inmediato a consulta, donde la diagnosticaron con prematuro de estrés.
Los dolores persistieron y con rapidez se convirtieron en calambres que horas después desencadenaron la parálisis de sus cuerpo.
Y es que el calambre era el anuncio de la parte del cuerpo que dejaría de funcionar. Por ejemplo: cuando la menor sentía calambre en sus pies en automático perdía control sobre ellos.
La parálisis empezó en su parte inferior y poco a poco fue subiendo. La menor comenzó a perder el control total de su cuerpo, sus órganos también dejaron de responder.
“Fue traumático porque horas atrás la habíamos visto corriendo y después verla que ya no podía ni levantarse fue difícil”, sentenció Guadalupe Yáñez Guerra, padre de la menor.
Sumergidos en la angustia, los padres regresaron al hospital. Su primer parada fue el hospital 2 del IMSS, de donde los enviaron a la clínica 33.
En este punto, la vida de Alissonn ya corría riesgo: la parálisis había subido hasta su pecho y estaba en riesgo de sufrir un paro respiratorio.
Al ser atendida por un neurólogo del IMSS, la menor fue puesta en cuidados intensivos y se le conectó a una sonda. Esa fue una de las noches más largas para la familia Yáñez González.
“Era una impotencia porque no podíamos hacer nada. Nosotros no conocíamos la gravedad del asunto”, dijo el padre de la menor.
Alissonn se quedó internada en la clínica 33 con una parálisis casi completa. Del nosocomio 33 fue enviada a la Unidad Médica de Alta Especialidad (UMAE) número 25 del IMSS para que fuera atendida por un neurocirujano.
Al revisarla, los médicos determinaron que tenía un quiste en la médula y que era urgente someterla a cirugía, aunque durante el procedimiento clínico descubrieron su verdadero padecimiento.
“Por eso se le manda a hablar de inmediato al neurocirujano y la mandan a la clínica de especialidades número 25. Ahí, tampoco había doctor porque era fin de semana, pero el sábado a las 8 de la mañana entró al quirófano”, sentenció don Guadalupe.
Casi cuatro horas de angustia fue lo que duró la cirugía, que como todo procedimiento implicaba un riesgo. Durante la operación, los doctores descubrieron que era un quiste sino un coágulo en la médula que bloqueaba todas las arterias del cuerpo.
Al salir del quirófano, los médicos dieron dos noticias a los padres, una buena y una mala: la primera era que la intervención había sido exitosa y la segunda que la niña quedaría inmóvil de por vida.
“Cuando ya salió de ahí el doctor nos dijo que él ya no podía hacer nada, que la niña ya estaba en cama. Le hicieron otra resonancia para checarla después de la cirugía, la valoraron varios médicos y nos dijeron que Alissonn ya no se iba a poder levantar ni siquiera sentar. Que así como nos la estábamos llevando después de la cirugía así se iba a quedar”, dijo el padre de la menor.
El pronóstico médico cayó como un balde agua fría para los progenitores.
“Como padres fue muy complicado escucharlo, nos fuimos para abajo, pero decidimos echarle ganas y sacarla adelante”, dijo Felícitas González Rocha.
Y así fue, luego del oscuro panorama que le avizoraron, con ayuda de sus padres, la menor, hoy de nueve años, inició la rehabilitación.
El primer paso fue desafiar lo dicho por los médicos e intentar recuperar su vida habitual.
Aunque en un inicio fue un proceso un tanto complejo, al llegar a la clínica 2 del IMSS el cambio de Alissonn fue evidente.
Los primeros ejercicios consistieron en estiramientos, movimientos tal vez insignificantes para la mayoría, pero que para la menor representaban todo un reto.
Poco a poco, Alissonn comenzó a hacer cosas por sí sola, desde tomar plumones hasta comer. La pequeña se convirtió en ejemplo para sus hermanos, padres y los propios médicos.
“Al principio sí fue muy difícil porque también tuvimos que aprender a lidiar con el incidente con mis otras hijas. Ha sido muy difícil pero aún estamos con la esperanza de que Alissonn se va a levantar.
“Como a los dos meses empezó ella a soltarse, a intentar agarrar plumas”, dijo la mamá de la menor.
La menor lleva terapia física y ocupacional en la Clínica 2 del IMSS. Son diez sesiones por mes en donde se le aplican actividades para que recupere la fuerza de su cuerpo.
De acuerdo a la coordinadora de Terapistas del nosocomio, Claudia Pérez, el caso de Alissonn la ha dejado sorprendida. No sólo por ser el primero que vio en un niño en 25 años que lleva laborando, sino también por el avance de la pequeña.
Y es que, el proceso de rehabilitación ha sido tan satisfactorio que la menor ha ido recuperando su rutina a paso lento, pero seguro, al grado de no perder su ciclo escolar.
Con el apoyo de sus padres, los directivos de la primaria Genaro Leal de la colonia Terminal y otros padres de familia, Alissonn ha seguido con sus estudios en modalidad presencial y escuela en casa.
Cuando la menor tiene que acudir a rehabilitación son sus padres los que acuden a la escuela para tomar apuntes y después enseñárselos a su hija. En casa gusta de ver televisión y escuchar a Katty Perry.
“Nos íbamos con la maestra. Cuando inició su tercer año, con el apoyo de la directora y la maestra comenzamos a sacar a puntos. Prácticamente nosotros íbamos a clases para darle a nosotros las clases a ella”, dijo el padre de Alissonn.
Llegar a la normalidad de su vida es un camino complejo para Alissonn ya que el padecimiento dejó algunos estragos, como la regulación de su temperatura. La menor se volvió muy enfermiza y ahora requiere de más cuidados, paralelos a la rehabilitación.
“Fue difícil porque aparte se volvió muy enfermiza porque como ella no regula su temperatura se calentaba demasiado y nosotros al no saber cómo tratarla intentábamos aliviarla, pero se ponía peor. Sí batallábamos un poco”, dijo González Rocha.
Ante la falta de movilidad, la dieta de la menor también tiene que ser cuidadosa, pues no puede comer alimentos procesados o con mucha grasa. Los dulces, las papas o refrescos están prohibidos en su alimentación.
Hoy, a Alisssonn ya no la trata el neurocirujano, sólo el neurólogo lo que es un indicio de su mejoría para el beneplácito de sus padres, quienes también han sido los afectados más directos por el coágulo en la línea medular.
Y es que, la vida de la pareja Yáñez González también fue trastocada por el padecimiento de la menor, al tener que hacer esfuerzos mayúsculos para poderla sacar adelante.
“Fue un cambio radical. Mi esposa de estar trabajando lo tuvo que dejar. Yo también comencé a tener problemas en mi trabajo porque no se podían acoplar mis horarios para las terapias. A pesar de que yo no faltaba no me podían cambiar los horarios. Lo hablamos bien y decidimos que mi esposa dejara de trabajar.
“Batallamos un poquito al inicio más que nada para adaptarnos al proceso: quién recogía a la niña, quien la llevaba a terapia”, dijo el padre de Alissonn.
Guadalupe Yáñez y Felícitas González además de padres han tenido que convertirse en padres, doctores, psicólogos y demás para sortear el padecimiento de su hija mayor y lidiar con las necesidades de sus otros dos hijos.
Hoy miran con alegría que su hija mayor ya controla la fuerza de sus brazos y ya logra incorporarse del piso así como arrastrarse, sentarse y pararse de una silla para pasarse a la cama y viceversa.
A casi dos años y medio de que Alissonn quedó parapléjica por un mal congénito, el futuro de la menor se vislumbra más positivo.
El estudiar para ser maestra continúa en la intención de esta pequeña guerrera, quien a su corta edad decidió ser ejemplo de voluntad para derrocar los pronósticos clínicos adversos y volver a caminar.