Tras los casos de suicido que se han registrado en las instalaciones del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), tanto un especialista en psicología como una estudiante de Relaciones Internacionales coinciden en que lo importante para evitarlos es escuchar a quien tiene problemas, pero sin juzgarlos.
Durante los últimos seis meses el sector educativo ha registrado varios hechos que han conmocionado a la sociedad regiomontana, desde suicidios hasta ataques a alumnos y profesores.
El pasado 12 de diciembre, el estudiante de ingeniería José Eduardo Espinoza Castro, de 20 años de edad, se arrancó la vida dentro de las residencias del Tecnológico de Monterrey, al colgarse de una estructura.
Casi un mes después, un estudiante del Colegio Americano del Noreste agredió a varios compañeros y su maestra con un arma de fuego, para después quitarse la vida.
A esos acontecimientos les suceden los ataques a dos profesores dentro de dos recintos educativos, uno ubicado en el municipio de San Nicolás y el otro en Guadalupe; en ninguno de los dos casos hubo pérdidas humanas.
Recientemente, otro alumno del Tecnológico de Monterrey se quitó la vida lanzándose desde un tercer piso en un edificio ubicado en la calle Químicos de la colonia Tecnológico.
Lo anterior desencadenó publicaciones y comentarios en redes sociales indicando la urgente necesidad de espacios en donde las personas puedan acudir y hablar sobre sus problemas.
Una de las publicaciones que más causó revuelo fue la de Mónica Salinas, una estudiante de Relaciones Internacionales del TEC de Monterrey, ya que expresó sus sentimientos y se ofreció a escuchar a todos sus compañeros que tuviesen problemas.
En entrevista, la joven señaló que después de enterarse de la muerte de Edgar Antonio Hernández Beltrán se consternó y sintió la necesidad de hacer algo por la institución en la cual cursa sus estudios, por eso decidió grabar un video y subirlo a la red social Facebook.
“Para erradicar el problema propongo ofrecer una escucha constante, una sonrisa y dejar de juzgar a la gente cuando no conocemos sus condiciones de vida”, opinó Mónica.
A raíz de su publicación comenzó a recibir llamadas y mensajes de apoyo por parte de asociaciones, y comentarios de alumnos donde expresaban que era importante hablar del suicidio y sobre todo emprender acciones para tratar de disminuir la problemática, al menos en la institución a la cual pertenecen.
Según Mónica Salinas, una sonrisa o unas palabras de aliento pueden ser gestos simples que deriven en un impacto positivo en las personas.
“Ahorita estamos viendo cómo le podemos hacer para poner algún módulo dentro de la escuela y que las personas con problemas, que necesiten hablar, se acerquen con nosotros.
“Más que nada dirigirlos con un profesional y concientizar para quitar el estigma de lo que es un psicoanalista, porque creo que es lo más difícil; algunas personas piensan que la psicología no sirve para nada o que es sólo para individuos con problemas mentales severos, pero no es así”, platicó.
Según los comentarios compartidos con Mónica, los principales problemas estudiantiles son la presión académica, las decepciones amorosas y los abusos, físicos y psicológicos.
Aunque la casa de estudios cuenta con un Departamento de Asesoría y Consejería, la cuestión es que el alumnado no se acerca para hablar de lo que le aqueja.
“A nosotros nos proporcionan pláticas, semanas de salud y una serie de apoyos, entonces en lo que tenemos que trabajar es en la concientización y en la educación que se da desde la casa”, consideró.
TODOS SOMOS PROPENSOS
Alejandro Benigno Méndez Gámez, licenciado en psicología especializado en el área clínica, explicó que en cada persona hay una tendencia autodestructiva llamada Pulsión de Muerte.
“En cada persona hay una tendencia a causarse daño; el fumar, sobrepasarse en bebidas alcohólicas y manejar a velocidades muy altas son ejemplos de la Pulsión de Muerte que tenemos cada uno de los seres humanos”, señaló.
Indicó que la cuestión sería como manejar esas situaciones que en ocasiones inconscientemente se llevan a cabo, resaltando que la historia de vida tiene una relevancia fundamental.
Puntualizó que cada ser reprime la autodestrucción de diferente manera, realizando actividades artísticas, deportivas, culturales, intelectuales, que hacen que esa energía se mueva hacia otro lado.
Sin embargo, hay quienes no logran canalizar la energía agresiva hacia algo bueno, y entonces explotan contra otra persona o contra sí mismos.
“Un dentista hace cirugías, remueve los dientes haciendo cortes, y eso de alguna manera es una energía agresiva, pero sublimada de diferente manera.
“En el caso de los chicos suicidas, algo pasa para que esa agresividad no pueda canalizarse a otra actividad socialmente aceptable, entonces no hay una barrera, no se transforma la energía en algo creativo y viene la autodestrucción”, detalló.
Subrayó que no se puede definir una causa relevante para que las personas se suiciden, sin embargo, la dinámica es la misma: al no poder expresar sus sentimientos en palabras, lo manifiestan con acciones.
“Lo que ellos hacen es un pasaje al acto; eso que no pudo decirse en palabras lo convierten en acto, la angustia la expresan en un incidente que termina en tragedia, cuando primordialmente se tiene que poner en palabras”, ilustró.
Para el especialista la solución fundamental es la palabra, que las personas puedan hablar con un profesional, o al menos con un amigo que no juzgue sus acciones o situación.
“Una alternativa es que existan espacios para que los estudiantes puedan hablar sus problemas de cualquier índole.
“Sucede algo muy curioso, justamente cuando hoy en día existen muchos espacios para comunicarse, es cuando menos conectados estamos con las personas de nuestro entorno directo”, acentuó.
Méndez Gámez enfatizó que es importante que las personas hablen, pero aún más que quien escucha sea un profesional o al menos tenga la idea de cómo ayudar.
“Un psicoanalista proporciona espacios donde no juzga, sino que permanece atento a lo expresado para ayudar a encontrar una solución”, repitió.
No siempre el daño es hacia la misma persona, pues no necesariamente el problema proviene del interior, sino en ocasiones los causantes son terceros.
“Nosotros explicamos el suicidio como un homicidio introyectado, esto quiere decir que esa misma energía que tenía la persona, al no poder encontrar en un objeto externo se provoca daño así mismo”, dijo.
Lo anterior es una cuestión de consideración, pues en algunos casos los afectados encuentran ese objeto en otra persona y es cuando se convierte en un homicidio en vez de un suicidio.
Ejemplo de eso es el caso del Colegio del Noreste, en donde un alumno agredió a sus compañeros -encontró un objeto de descarga- pero al final terminó haciéndose daño a sí mismo.
Los principales problemas de los estudiantes adolescentes son la intolerancia por parte de los padres hacia sus hijos, los cambios físicos y la falta de red de apoyo.
“Es muy importante que se den los espacios adecuados para que las personas, en este caso los estudiantes, puedan expresarse con especialistas en la materia.
“Las instituciones educativas tienen cierto grado de responsabilidad, pues los estudiantes pasan gran parte de su tiempo en esos centros de estudio, así es que la prevención de este problema corresponde a todos los sectores sociales en donde nos desenvolvemos”, aseguró.
Aunque los focos se han encendido en la sociedad regiomontana ante los sucesos que se desarrollaron en las instituciones académicas, sólo falta esperar a que se consoliden los espacios para ayudar a los jóvenes a tener una mejor vida.