
El recuerdo de aquella misa conmemorada por Karol Wojtyla a principios de 1979, en el lecho del río Santa Catarina, aún persistía en la memoria de los regiomontanos.
Miles de personas recibieron la bendición de Juan Pablo II en uno de los eventos religiosos más importantes de Latinoamérica, quizá por eso ahora que se canonizó al Santo Padre y también se elevó al nivel de Santo a Juan XXIII, se pensaba que ocurriría un hecho similar: nuevamente el lecho del Santa Catarina luciría atiborrado de fieles.
Pero los 40 grados que se dejaron sentir en Monterrey durante el domingo 27 de abril, provocaron que de los 36 mil asistentes que se esperaban, sólo 25 mil católicos acudieran a escuchar la misa ofrecida por el Arzobispo Rogelio Cabrera López.
Desde las 09:00 horas comenzaban los primeros grupos eclesiásticos a hacer presencia y todo vaticinaba que los fieles regiomontanos y otros, venidos de diferentes estados vecinos, llenaría en lecho del río, pero no fue así.
Sin embargo, el poder de la fe hizo que en aquella maratónica y ardiente jornada se sintiera la presencia del Santo Padre.
Antes de ingresar al área, los elementos de fuerza civil y policía de Monterrey revisaban a cada uno de los visitantes para evitar incidentes y de acuerdo a las autoridades, fueron 2 mil los elementos de distintas corporaciones los que se encargaron de la seguridad.
Y aunque el acceso al público en general comenzó desde las 12:00 horas, la ceremonia de acción de gracias inició hasta las 17:00 horas, por lo que el grupo Vive Católico ofreció un pequeño concierto antes de iniciada la misa.
Bajo los ardientes rayos del sol, los presentes se protegían entre sombrillas, sombreros y gorras o bajo el resguardo de alguna sombra.
El arzobispo llegó luciendo la túnica que fuera utilizada por el Papa Juan Pablo II, en su segunda visita a Monterrey en 1990. Además de arribar al escenario alzó en sus manos una reliquia, un pedazo de tela con sangre del ahora Santo.
“Un poco de tela con sangre de San Juan Pablo II, es un preciado regalo que tiene la iglesia de Monterrey”, expresó el padre Juan José Martínez, maestro de ceremonia del magno evento.
Después de dar inicio con la primera lectura, el Arzobispo hizo una especial petición por la paz, misericordia y el trabajo, tras leer el Evangelio.
“Aprendamos de Cristo, aprendamos del santo Papa Juan XXIII y Juan Pablo II… Ellos mostraron que Dios ama, que Dios perdona, que en último término, el bien supera el mal”, enfatizó.
“Gloria”, “Aleluya” y “Santo” fueron algunas de las canciones que los feligreses cantaban con entusiasmo, siguiendo las voces del Coro oficial de la Arquidiócesis de Monterrey.
El acto religioso, además de sacerdotes, obispos auxiliares y episcopales, fue presenciado por figuras de rubro político.
Entre ellas el gobernador del Estado, Rodrigo Medina de la Cruz; la alcaldesa de Monterrey, Margarita Arellanes Cervantes; el alcalde de Escobedo, César Cavazos y la senadora Ivonne Álvarez, además de diversos diputados locales.
Mientras que las altas temperaturas comenzaban a causar estragos, cuerpos de auxilio como Protección Civil de Nuevo León y Monterrey, en apoyo con la Cruz Roja y Verde, dieron asistencia a algunos de los afectados por insolación y deshidratación.
A pesar de que antes, durante y después del evento, se entregaron botellas de agua purificada por parte del municipio de Monterrey.
Las salidas hacia el Puente del Papa y hacia las avenidas Morones Prieto y Constitución lucían atiborradas por la multitud que a paso lento avanzaban para conseguir llegar hasta la salida.
Y de esa forma grupos de matachines, fieles católicos y grupos eclesiásticos celebraron la llegada de los nuevos santos, quedando el 11 de octubre como el día de San Juan XXIII y el 22 del mismo mes de San Juan Pablo II.
En esta ocasión fue la primera vez que dos Papas son declarados santos de forma simultánea.