Para millones de personas, comer con 30 pesos diarios es una triste realidad que los obliga a cuidar el presupuesto y alimentarse pobremente. Para saber cómo es vivir de esta forma, una reportera de Hora Cero decidió destinar esta cantidad para su dieta por unos días… esto es lo que vivió.
De acuerdo a una investigación realizada en el 2017 por el Consejo Nuevo León, más de un millón 800 mil personas quienes viven en el Estado y ganan el salario mínimo (88.36 pesos al día), se encuentran en niveles de pobreza.
Para saber si es posible que alguien se alimente adecuadamente ganando este sueldo, me uní al reto “Comer con 30 pesos al día”, el cual consiste en desayunar, almorzar, comer y cenar con dicha cantidad durante 5 días.
Los 30 pesos establecidos en el experimento equivalen al 33 por ciento de un salario mínimo, mismo porcentaje que usualmente destino de mi sueldo para comprar comida a la semana.
La prueba está siendo imitada por “youtubers” y “blogueros” de México, quienes comparten el resultado de su experiencia en redes sociales y canales de YouTube a través de videos y crónicas.
Al asumir el reto conoceré las dificultades que enfrentan para alimentarse los casi dos millones de neoloneses en nivel de pobreza, y principalmente podré responder a la pregunta ¿bajo qué condiciones lo hacen?
Día 1
‘NO TENGO HAMBRE, NO TENGO HAMBRE’
Menú
:: Plátano 3 pesos
:: 10 tortillas 5 pesos
:: avena 5 pesos
:: salchichas 15 pesos
:: huevo 2 pesos
Gasto del día: 30 pesos
Me resultaba difícil pensar que en la ciudad más cara de México podría saciar mi hambre con 30 pesos y comer hasta quedar llena, como me han acostumbrado desde niña mis papás. La noche previa a la “nueva dieta” cené dos huevos bañados en salsa verde acostados sobre una cama de jamón y tortilla frita, a un lado frijoles refritos con chorizo y acompañados de una taza de café. Supe que tenía que cenar mucho porque en varios días mi cena sería escasa.
Mi alarma sonó a las 7:00 horas. Como todos los días, me arreglé para irme a trabajar y en el camino me comí un plátano. Aunque esta fruta no es mi favorita, fue lo más barato que encontré en la tienda.
A las 11:00 horas me empezó a calar el hambre otra vez, ya que estoy acostumbrada a desayunar varias frutas, un jugo o leche, y no solamente una banana. Me adelanté y comí la mitad de las salchichas con queso que había comprado para la hora de comida, calenté dos tortillas y me preparé unos tacos. Los embutidos no me desagradan, pero tampoco me encantan, los compré por económicos.
A las 17:00 horas mi cuerpo pedía algo que comer, tenía tanta hambre que parecía que había corrido un maratón.
“Eso me pasa por comer salchichas”, pensé.
Mi merienda fue avena, pues el día anterior había comprado 200 gramos en el supermercado. Como no me alcanzó para la leche, la tuve que comer con agua. El sabor fue desagradable.
Salí de trabajar y me dirigí a mi casa, iba pensando en cómo la gente podía aguantar comer mal todos los días, mientras repetía en voz baja: “No tengo hambre, no tengo hambre”.
A las 21:00 horas cociné un huevo estrellado, cené y fui a caminar como todos los días al parque que está cerca de mi casa. Había recorrido apenas medio kilómetro de la caminata que hago para bajar de peso y pensé: ¿para qué hago ejercicio si estaré comiendo como pajarito?
Quizá por fin perdería el kilo que desde hacía semanas quería bajar.
Menú
:: Leche 9.90 pesos
:: Pierna y muslo de pollo 10 pesos
:: Sopa fideo 4.50 pesos
:: pan 1 peso
:: huevo 2 pesos
:: plátano 2 pesos
Gasto del día: 29.40 pesos
Me levanté una hora más temprano de lo acostumbrado para comprar la despensa del día. Llevaba en mi mano tres monedas de diez pesos y entré al Mercado Juárez en el centro de Monterrey con la esperanza de completar algo rico para comer. Compré leche, un plátano, una bolsa de fideo, un bolillo, un huevo y una pierna con muslo de pollo.
Para comenzar el día, desayuné licuado de plátano sin azúcar, porque no hubo presupuesto para comprarla. Esta fruta llena rápido el estómago, y mucho más si es acompañada de leche.
Desde hace más de cuatro meses había dejado de consumir carne roja, al mes sólo la pruebo un par de veces y únicamente consumo pollo y pescado. Intenté comprar una mojarra, pero me iba a quedar sin dinero, así que comer pollo era la mejor opción, es rico y económico.
A las 14:00 horas comí el muslo con sopa, mientras que la pierna la refrigeré para el día siguiente.
A las 17:00 horas ya tenía hambre de nuevo y comí avena con leche, supo mucho mejor que con agua.
Una de las ventajas de estar comiendo con 30 pesos al día es que las frituras las dejé a un lado, al igual que los refrescos.
Al salir del trabajo llegue a una farmacia en busca de una báscula. Entré al consultorio del doctor y le pedí que me pesara. Si para el final del reto bajaba de peso, dejaría de comer frituras y refrescos, lo prometí.
“59 kilos señorita. Su peso está bien, cuídese mucho”, dijo el médico.
Había planeado cenar un pan francés con huevo, pero el bolillo se lo di a un perro callejero que estaba afuera del consultorio, quien me conmovió con su cara triste y su cuerpo desnutrido. Así que solamente me preparé el huevo revuelto con sal, media taza de leche, y antes de que me diera hambre otra vez, corrí a mi cama a dormir.
Día 3
LAS PORRAS DE ‘PANCHITO’
Menú
:: Manzana 4 pesos
:: bolillo 1 peso
:: frijoles 10 pesos
:: Coca Cola 11 pesos
:: huevo 2 pesos
Gasto del día: 28 pesos
Eso de irse a dormir para no pensar en comida no funcionó, porque soñé que me tomaba una Coca Cola bien helada mientras veía mi serie favorita. Tenía antojo de comprar una, pero lo veía difícil, aunque si ahorraba lo suficiente podría alcanzarme para el “chesco”.
Desayuné una manzana del mercado Juárez que compré del puesto de “Panchito”, un vendedor a quien le conté de mi reto el día anterior y gustoso me brindó su apoyo.
“Échale ganas, así esto. A veces no hay para comer y cuando nos va bien hasta de a dos platos nos ejecutamos. Es cuestión de suerte”, dijo el comerciante.
Al medio día me comí un pan francés con frijoles. La mejor parte fue que me alcanzó el dinero para la tan deseada Coca. Como me sobró sopa y pollo del día anterior no gasté en platillo fuerte.
Para cenar preparé un huevo con frijoles y dos tortillas de las que había comprado el miércoles. Estaban duras, pero no podía desperdiciarlas.
Menú
:: 2 huevos 2 pesos
:: tomate 2 pesos
:: arroz 5 pesos
:: mole 10 pesos
:: soya 7 pesos.
Gasto del día: 26 pesos
El sábado es mi día favorito de la semana porque puedo levantarme tarde y hacer lo que quiera. Por lo general ando de buen humor, pero este día fue la excepción.
Tenía más antojos que una embarazada, estaba acostumbrada a cumplirlos y anhelaba un elote con mucho queso y chile.
Empecé el día comiendo dos tacos de huevo con tomate. Como me había levantado tarde, omití la fruta del desayuno y me fui por algo más fuerte. A las 14: 00 horas hice sopa de arroz y mole, pero sin carne ni pollo, lo comí con soya texturizada.
Anteriormente me había dicho una nutrióloga que la soya era un buen sustituto de carne. Por esta razón compré 100 gramos y la mezclé con el mole. Quedó muy bueno.
Todos los sábados mis vecinos prenden el asador y cocinan lo que se les ponga enfrente, a veces preparan pollo, carne, pescado, hasta tlacuaches han cocinado y nunca faltan las “chelas”. Con el hambre feroz que tenía, el puro olor de su parrillada me tentaba a comprar unos cortes de carne y saciar mi sed con unas “cheves” bien heladas. Pero 30 pesos no serían suficientes para darme el gusto.
Tomé un litro de agua para sentir mi estómago lleno y cerré las ventanas de mi casa para que no entrara el olor a carne asada.
Usualmente compro tacos al pastor para cenar el fin de semana, pero no me alcanzaría ni para una tortilla.
A las 21:00 horas me llama por teléfono mi mejor amiga y me dice: “Vamos por unas pizzas”, mi silencio fue largo y después le respondí: “No tengo dinero, busca a alguien más que vaya contigo”. En ese momento entendí que una persona que gana el salario mínimo no cumple sus antojos del sábado por la noche y, si bien le va, le alcanza para un refresco a la semana.
A las 22:00 horas cené un huevo estrellado, dos tortillas y un vaso de agua. Me puse a ver películas en mi cuarto y para la media noche ya me estaban “gruñendo las tripas”, tuve que tomar más agua e irme a dormir para olvidarme del hambre.
Menú
:: Manzana 4 pesos
:: 2 huevos 4 pesos
:: 4 tortillas 3 pesos
:: “durito” 12 pesos
Gasto del día: 27 pesos
Tenía la impresión de que estaba más delgada que hace días, así que fui con mi vecina de a lado, quien tiene una báscula y, efectivamente, bajé medio kilo. Quizá parezca poco, pero si seguía comiendo con 30 pesos al día ¿cuánto más podía enflacar?
Desayuné una manzana con leche y me puse a limpiar mi casa. Lavé ropa, trastes, tendí las camas, limpié los baños y sacudí los muebles. Terminé hambrienta, así que almorcé un huevo estrellado con tortilla dorada.
Como todos los domingos hay vendimia afuera de la iglesia que está cerca de mi casa, me compré un “durito” preparado. ¿Cómo poder resistirse a uno con frijoles, repollo, cueritos, crema, queso y salsa verde? Lo disfruté hasta que recordé que había gastado casi todo el presupuesto del día, y aún no eran ni las 14:00 horas.
Para mi fortuna llegó mi mamá a la casa, me invitó a una fiesta infantil de un niño de la colonia y accedí porque sabía que habría comida gratis. En el festejo dieron de comer Chilli Dog (guiso de frijoles, salchichas y carne molida en pan francés), y aunque no me gusta ese platillo, me lo terminé. Como dice el dicho: “A lo dado, no se le busca el lado”.
El reto lo concluí cenando migas con huevo y un vaso con leche.
Es desesperante comer con 30 pesos al día. Lo más preocupante no es quedarse con antojo de unos tacos al pastor el fin de semana, más bien es el inminente deterioro de salud causado por la falta de proteínas, vitaminas y carbohidratos en el organismo.
Durante los cinco días, además de bajar medio kilo, se pintaron bajo mis ojos unas ojeras que ni con maquillaje pude ocultar, y lo peor es que mis fuerzas no fueron suficientes para estar activa todo el día.
La doctora María Lourdes Quiñones explicó que una comida balanceada y suficiente es sinónimo de salud, mientras que comer poco y hacerlo tras largos periodos de tiempo es dañino para el cuerpo.
“Con un salario mínimo no alcanza para alimentar adecuadamente a una familia. Además, las personas en nivel de pobreza y desigualdad están más propensas de padecer alguna enfermedad alimenticia como anemia, diabetes, cáncer, osteoporosis, hipertensión e hipercolesterolemia, que aquellos que llevan una dieta balanceada.
“Muchos niños sufren desnutrición, y esto afecta a su desarrollo, es una consecuencia lamentable de un estilo de vida inadecuado”, recalcó la nutrióloga.v
Gasto de los 5 días: 140 pesos