Le han dicho que se parece mucho al Papa Benedicto XVI y en Guadalajara hasta lo han confundido con él en la plaza pública. Le preguntan en muchas partes si, cuando era joven, estudió en un seminario católico por el dominio que ostenta del latín. Le inquieren de dónde saca tantos chistes para publicarlos diariamente en la prensa a nivel nacional. Y cuando firma libros de su autoría, las filas de personas con un ejemplar en la mano le exigen paciencia para atender a todo mundo durante dos horas o más
Es no sólo abogado, profesor, fundador de la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila, poeta, escritor de éxito, conferencista, gran conversador y, desde 1978, cronista de Saltillo, sino un consumado ajedrecista, actor teatral, locutor, director de orquesta y torero.
También es dueño de la estación Radio Concierto en Saltillo y esposo fiel de María de la Luz de la Peña por casi 50 años, padre de una mujer y tres varones además de abuelo de 13 retoños de una familia bien unida.
“Mire, José Luis”, me dice muy serio, “los nietos son el premio que Dios nos da por no haber matado a nuestros hijos en edad adolescente”, y al ver que soltamos la carcajada, corrige: “Mas debo decir que si hubiera sabido lo que eran los nietos, los hubiera tenido antes que a mis hijos”.
Le encanta todavía la Navidad y lo que ésta trae al estómago, además de viajar por todas partes, pero por sobre todas las cosas es un gran periodista con un fino sentido del humor, cuya contagiosa locura por la vida, a sus 75 años de edad, lo define de cuerpo entero.
Es Armando Fuentes Aguirre, mejor conocido como Catón, quien desde hace más de 50 años comenzó a adquirir renombre justamente cuando Carlos Herrera Álvarez, director del desaparecido periódico El Sol de El Norte de Saltillo, aceptó que aquel joven escribiera la columna “Entre Usted y yo”, pero con dicho seudónimo, aunque le hubiera quedado mucho mejor el de Juvenal.
Finalmente el escritor y periodista saltillense ha debido honrar al célebre Marco Poncio, político e historiador latino que vivió entre los años 234 y 149 antes de Cristo, y que trascendió en su tiempo como Catón El Censor, por la austeridad de sus principios y el vigor de su crítica.
“En ese tiempo yo no conocía el nombre de Catón y de hecho no me gusta mucho ese remoquete; pero en fin, ya se quedó y he acabado por acostumbrarme”.
Ha sido tal la suerte de ese nombre de combate en la familia Fuentes-De la Peña, que el mismo Armando platica que cuando alguien llama a su casa, pregunta si ahí viven los “Catones”, antes de mencionar a alguno de sus integrantes, incluyendo a su hija.
“Fíjese nada más, que a ella también le dicen Catona”, comenta con su fina y pícara sonrisa, quien agrega que tal seudónimo ahora le sienta muy bien, no obstante saber que se presta a rimas muy incómodas como, entre otras, ésta:
-Ay, mamá, qué bien escribe
este elegante señor.
¿Tú sabes cómo se llama?
-Sólo sé que es muy ca… tón.
En efecto, Fuentes Aguirre ha escrito en forma ininterrumpida desde septiembre de 1961 en diversos diarios del país, y muy pronto publicó dos libros que, con su fino humor, los llama “pecados de juventud”, pues datan de 1963 (De política y cosas peores) y 1967 (La paja en el ojo ajeno), aunque no quiera ya darlos a conocer, puesto que está enfocado a las obras que ha publicado para la Editorial Diana, con un éxito enorme.
Pero sus amigos, entre ellos Alfredo Dau, han querido dejar de lado al humorista y al Catón que toca con su ironía la inteligencia de sus lectores, y acaban de reunir los “Miradores” más representativos de Armando Fuentes Aguirre, porque son columnas de diarios muy serias que deben tener trascendencia histórica.
Al entregarme un ejemplar, lo pone en mis manos con mucha humildad y un comentario al margen: “Es un regalo que viene del corazón de los que más me quieren”.
En sus páginas el lector paciente y los eruditos descubren la facilidad de este hombre para escribir porque es un auténtico literato que sabe de públicos y giros poéticos, puesto que ha convivido con las letras desde niño, por su amor a los libros y en especial al diccionario.
Y también en las páginas de estos Miradores se revela en todo su esplendor el nuevo filósofo de lo cotidiano, por su decisiva importancia para el mexicano común, que se identifica no con las mentes preclaras de los Samuel Ramos, Santiago Ramírez, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Leopoldo Zea, Agustín Basave y tantos otros profundos estudiosos del modo de ser nacional, sino con la sencillez de la prosa de Armando Fuentes Aguirre, como sinónimo de cultura, de periodismo, de literatura amigable y comprensiva.
Este libro, que no se vende porque no tiene carácter comercial, dio pie para la planeada entrevista con el escritor a quien no es difícil meter en la nostalgia del tiempo por el tremendo poder evocador que tiene y la puntualización que de cuando en cuando hace de los pasajes más significativos de su vida, pues es un hombre que no se inhibe para escribir en la prensa sus propias situaciones familiares.
“Me gustan los recuerdos. Te hacen sentir tan agradablemente triste. Casi siempre hablo de lo que me sucedió hace muchos años, porque de lo que hace unos días me sucedió ya no me acuerdo. El tiempo es gran pintor y pone en technicolor lo que originalmente fue en blanco y negro”, dice.
A ese encanto de la evocación se suma el ingenio del periodista atrevido que con sus muchas argucias capta la atención, por ejemplo, componiendo palabras: una chica muy godible (se debe pronunciar con g suave: godible, y no fuerte, pues en ese caso sonaría “jodible”, lo cual no se oye bien ni corresponde al sentido del concepto. “Godible” significa alegre, capaz de dar placer.
En plan serio, cita muy bien a diversos autores con suma elegancia: Ya lo dijo Salvador Díaz Mirón: “Nadie tiene derecho a lo superfluo mientras alguien carezca de lo estricto”. Porque la filosofía de Fuentes Aguirre –una manera de ver la vida o una actitud ante la vida- está enfocada a la reflexión sobre lo simple y no lo complejo, sobre los matices de la existencia en su más prístina expresión y no sobre intrincados conceptos abstractos, sobre el lado más fino del ser humano, que la sátira y el humor bañan con su alegre efluvio, y no sobre lo más áspero de las personas solemnes e intocables.
Armando Fuentes Aguirre es el filósofo de la trivialidad y de lo ordinario, que teje sus palabras, oraciones gramaticales y frases hermosas con gran acierto para llevar al lector a conclusiones estremecedoras a partir de un detalle mínimo de la existencia, del paisaje, de las personas, de los pensamientos, de los animales, de las cosas.
EL ESTILO
Su burbujeante humorismo y su crítica aguda en la prensa no es única en el ambiente periodístico de México, cuyos orígenes se remontan a 1812, con El Pensador Mexicano, que es finalmente el seudónimo con que se identifica al también novelista José Joaquín Fernández de Lizardi, quien inclusive fue preso por el virrey Venegas, enfurecido por la sátira que le endilgó, al grado de revocar la Ley de la Libertad de Prensa en la Nueva España.
De Madrid nos llegó, igualmente, la forma de hacer periodismo de Mariano José de Larra, alias Fígaro, pero a nivel nacional tenemos a Carlos Monsiváis, Marco Aurelio Almazán, Germán Dehesa, Marco Antonio Flota y Monseñor Joaquín Antonio Peñalosa, quienes también tienen un lugar digno en la controversia de los gustos y disgustos de la gente.
En Monterrey, ya don Hermenegildo L. Torres y su famoso “partido político” el PUP (Por la Unificación de los Pendejos), además del periodista Jorge Villegas, han calado hondo en el ánimo de los regiomontanos de 1950 en adelante, así como Armando Jiménez logró lo propio a nivel nacional con su destreza para hacer lo que hizo como recopilador de la Picardía Mexicana.
Y, sin embargo, Armando Fuentes Aguirre es más que un filósofo de la vida dotado de un don especial para impactar con sus chistes; es, igualmente, un periodista muy crítico, gran escritor, poeta y ávido lector; en síntesis es un culto hombre de letras. Por si fuera poco, su lucha social a favor de la justicia, la democracia, la familia, el bien común, el amor-caridad, y su combate a la corrupción y a los antivalores, siempre riéndose de ellos, obligan a tomarlo en cuenta como un ejemplo cívico.
Obviamente la política no se salva cuando este hombre moja en la tinta su bolígrafo para ser voz de los que no tienen voz en los medios y hacer llegar sus críticas a las más altas cumbres del poder.
“La política que por estos días priva en México bien se podría llamar ovina: el PRI nos considera borregos; López Obrador se presenta como ovejita blanca y en el PAN el Presidente Calderón quería imponer a un Cordero”, escribe.
Cada vez, en mayor medida, la sociedad civil muestra disgusto por el comportamiento de la clase política, movida únicamente por intereses partidistas y desligada del interés comunitario. Igual molestia causa a la ciudadanía el alto costo que tiene la política en este país de pueblo pobre y partidos políticos ricos.
“Yo propondría, si tal fuera posible, que hubiera menos políticos y más obreros, zapateros, carpinteros, alfareros, panaderos y libreros, entre otros oficios y quehaceres necesarios en una república bien concertada.
“La nuestra, sin embargo, es burocrática: aquí no hacemos nada, pero lo hacemos con 15 copias. De ahí esas aberraciones que en la ya tristemente célebre Estela de la Luz encuentran su símbolo perfecto: se ven mal y no sirven para nada. Mientras los ciudadanos hacemos de tripas corazón muchos políticos convierten su corazón en tripas; abdican de todo ideal y toda ideología y se vuelven personas que miran solamente a su interés. Menos política y más sociedad. He ahí el remedio que propongo con humildad mirando sólo al bien de la Nación”.
¿Y nunca le han causado persecusión sus columnas, licenciado, o por su espíritu literario?
“Claro, claro”, admite, “en tiempos de Díaz Ordaz me insinuaron que no hablara del Ejército y una vez inclusive el gobernador de Coahuila quería ponerme guardaespaldas porque temía un atentado contra mí, pero no acepté. Pero fíjese usted que más que persecusión hablaríamos de molestia de las élites y de la Liga de la Decencia porque consideran muy fuertes mis señalamientos en el primer caso, o muy pelados algunos chistes en el segundo. Es natural”.
¿Cómo le fue con Martínez Domínguez?
“Ah, don Alfonso era un personaje muy especial en los tiempos del poderoso PRI, y no le gustó un soneto festivo en que yo ridiculizaba al gobernador de Nuevo León por la ‘puntada’ de colocar una estatua del presidente José López Portillo, a caballo, en los límites de San Nicolás y Escobedo, además de dedicarles a los diputados tricolores una sarcástica parodia de la composición de Amado Nervo: “Vida nada me debes, vida estamos en paz”.
¿Lo mandó llamar?
“Lo traté poco y por eso no puedo decir que haya él intentado coartar mi libertad de escribir. La única ocasión que estuvimos frente a frente fue durante la primera visita del Papa Juan Pablo II a Monterrey, a fines de enero de 1979. Me invitaron a formar parte de la comitiva de recepción y como me acababan de nombrar cronista de Saltillo, en diciembre de 1978, traté de hacer una broma preguntando a todos en voz alta si era muy importante ese nombramiento, y entonces yo le devolví la broma diciéndole: ´Solamente mi nombramiento y el del Papa son vitalicios… el de gobernador no, ése se acaba pronto´”.
Agudo observador de la vida nacional, Catón tiene una energía que lo hace ver incansable. Por eso le pregunto: -¿Qué hace usted cuando no trabaja, es decir cuando no escribe?
“Para mí escribir no es un trabajo, y espero que no se vayan a dar cuenta los directores de los periódicos donde aparecen mis columnas porque descubrirían que yo les debería de pagar a ellos por publicar lo que escribo, siendo al revés: que ellos me pagan”.
¿Escribe por vocación?
“Todo en la vida hay que hacerlo por vocación. Yo les tengo dicho a mis hijos que siempre busquen una actividad digna que les guste mucho y sepan hacer para vivir diariamente de ella, y entonces no tendrán que trabajar. Es decir, el trabajo no es una carga ni un castigo sino un regalo y una bendición cuando se tiene vocación para él”.
¿Qué hace aparte de escribir? ¿Qué es lo que más le gusta?
“Hago algunas cosas gozosas que ojalá los lectores imaginen con generosidad para mí porque después de escribir es lo que más gusta”, dice y suelta la carcajada.
“Vivo intensamente, viajo mucho, pero también gozo estar en mi casa. Estar con mi esposa, con mis hijos y además con mis nietos. Eso es lo que llena mi corazón y lo que me permite sentir ese gozo y esa felicidad que me esfuerzo en dar a los demás. También veo televisión, voy al beisbol y juego ajedrez con mis amigos. Tomo el café con ellos, voy al rancho, veo los animales, leo, leo, leo y voy al cine”.
Al evocar el rancho, la mente vuela hacia Potrero de Ábrego donde Catón lleva a cabo una labor altruista que no quiere que se festine públicamente pero que vale la pena remarcar porque, junto con su esposa, fundó y sostiene con recursos propios un comedor para niños pobres a los que, además, llevan tratamiento médico, psicológico y de todo orden.
Por cierto, en 1993 Catón quiso que el sacerdote Roberto Infante (qepd), fundador del Comedor de los Pobres en la Iglesia de Santa María Goretti en Monterrey, en 1961, fuera a bendecir las instalaciones del de Potrero de Ábrego, en Arteaga, Coahuila, pero el señor cura le dijo: “Recibo muchas peticiones de bendiciones de comedores como el tuyo, pero resulta que no sobreviven más que unos meses, de modo que me he propuesto echarles el agua bendita sólo a los que rebasan los cinco años. Así es que te suplico me vengas a ver en 1998”.
Y en 1998 Armando Fuentes Aguirre fue jubiloso con el Padre Infante a que le cumpliera la promesa de bendecir su comedor, un año después de que el escritor saltillense había inaugurado, también con recursos propios, Radio Concierto XH-ALA, 97.7 FM.
Esta es primera estación cultural que pertenece a un particular en México y que es la cereza en el pastel del Centro Cultural donde la gente acude gratuitamente a infinidad de actividades artísticas, y a la biblioteca de Catón, quien se siente agradecido con Dios por todo lo que le ha dado y por el azar que lo ha auxiliado a lo largo de su vida.
Porque Catón cree en el azar por el cual se casó con María de la Luz de la Peña, pues un día que se le descompuso el automóvil al escritor debió trasladarse en camión urbano a sus actividades y en una ocasión vio subir a una hermosa mujer de ojos verdes y cabellera rubia, lo que hizo latir su corazón a mil por hora y decir en sus adentros: “Con ella te vas a casar”. Y después de conquistarla como novia, se casó hace casi 50 años.
Por azar consiguió su primer puesto de locutor y por azar llegó a colaborar en 1963 a El Porvenir de Monterrey, a donde se presentó con dos bolsas de pan de pulque, pensando que si no lo contrataban por sus columnas, lo contratarían por el pan de pulque.
“Así es que, aún ahora, todos mis colegas de Monterrey me dicen: ´Tú serás lo que quieras, pero no se nos olvida que llegaste a El Porvenir cargando dos bolsas de pan de pulque´… y me quedé en el periódico, claro”.
Por azar pasó a El Norte, puntal del hoy Grupo Reforma, el 1 de enero de 1980 y aún no sale de su asombro al saber que debía someterse a un interrogatorio peor que los de la Gestapo alemana o la KGB de la Unión Soviética de parte del dueño del diario, don Rodolfo Junco de la Vega Voigt, pero que terminó en un diálgo afectuoso, al grado de que el nieto del propietario, Alejandro Junco de la Vega González, le anunció al saltillense que estaba admitido.
Y cuando Catón preguntó si no se repetiría el encuentro para la entrevista de trabajo, la respuesta fue una: “No te imaginas lo que nos dijo don Rodolfo: Que no era necesario preguntarte nada sobre tu persona, porque no puede ser malo un hombre que usa un reloj del ratón Miguelito”.
En efecto, Fuentes Aguirre estaba estrenando un reloj de pulsera con la carátula del popular personaje de Walt Dinsey, que le habían regalado sus hijos en ese mes de diciembre.
Por azar, cuando era muy niño, le dieron su primer papel en un radio-teatro. Literalmente.
“Sí, porque cuando se representaba la obra de Juana de Arco, yo esperaba aparecer como amiguito de ella o como buen pastorcito en el escenario… y nada. Después de la narración de una batalla tras otra fui y le dije al director: ´Oiga, ¿y mi papel?´… Nada. Llegó el martirio de Juan de Arco en la hoguera y entonces sí me llamó y me dijo: ´Te toca a ti agarrar este papel: Estrújalo aquí frente al micrófono para que parezca que se oyen las llamas´”.
Por azar fue alto funcionario de la Universidad de Coahuila y por azar no llegó a ser rector aunque sí fundador de la Escuela de Ciencias de la Comunicación de esa institución. Y, por azar, sostiene Catón, no ha dejado de ser niño con los niños, principalmente sus nietos, y más en Navidad.
No olvida desde sus primeros años cuando don Mariano le mostraba la lejana silueta de los pinos sobre los riscos de la sierra de Arteaga y le decía: “Es el cortejo de los Reyes Magos”. Él, asombrado en sus pocos años, miraba los árboles, diminutos en la distancia y descubría en ellos la forma de un caballlo, de un elefante, de un camello, y de hombres con turbantes que cargaban baúles con regalos. Volvía a ver la altura al día siguiente y le parecía que el cortejo había avanzado, y que empezaba a descender por la falda de la sierra para llegar hasta su casa.
“Ha pasado ya más de medio siglo”, cuenta Fuentes Aguirre, “y cada vez que veo el perfil de la montaña vuelvo a oír las palabras de mi padre. Hace 25 años o más las dije yo a mis hijos, y luego las dije a mis pequeños nietos. Si Dios quiere ellos dirán también esas palabras a sus hijos y a los hijos de ellos. Ése es otro cortejo. Vamos en él mi padre y yo, mis hijos y mis nietos, y mil queridas sombras que antes fueron y que aún no son. Es el cortejo de la vida, con su baúl cargado de regalos”.
La Navidad también le ha inspirado muchos textos pero el que se refiera a su apetito culinario no tiene desperdicio. Dice así:
“En la temporada de Navidad y Año Nuevo hice la dieta del kiwi: comí de todo, menos kiwi. ¡Ah, esos tamales saltilleros, avaros en masa y en recaudo pródigos! ¡Ah, esos buñuelos que se deslíen en la boca igual que besos de la mujer amada, y también con sabores de azúcar y canela! ¡Ah, ese humeante champurrado que podría convertir en trópico la Antártida!
“¡Ah, el pavo, y los romeritos, y el bacalao, y y el piñonate y la nogada, y el mirífico ponche con tripas de ron o brandy, y la infinita repostería, y aquella dulcería sin final!
“Yo digo que es pecado desdeñar los dones que el Señor, y su representante personal, la vida, nos ofrecen. Llámese amor o llámese comida, debemos disfrutar esos regalos con orden y concierto.
“Yo, lo confieso sin rubor, soy un gozón. Así se llama el que sabe disfrutar las cosas de la vida. Y soy un guzgo, nombre mexicano que se aplica al comilón. Diosito, en su infinita bondad, me dotó de un estómago de hierro: puedo dar cuenta de los peores y más especiosos comistrajos sin que mi máquina corporal proteste, y soy capaz de beber como cosaco -más de una vez lo he hecho- sin acusar al día siguiente los efectos de la noche anterior”, dice Catón sin presumir.
“Debería yo ir en peregrinación al lugar de nacimiento del gargantón Gargantúa y de su hijo Pantagruel, de pantagruélico apetito, a dar gracias por el inmenso don del comer y del beber. En tratándose de los pecados de la carne, la gula es mi segundo favorito, y seguramente el último que conservaré. Pero todo tiene un límite: concluida la gozosa temporada vuelvo a la dieta que yo mismo diseñé, la que he llamado “Argh”, consistente en limitar -según lo dicen las letras de esa sigla- el consumo de azúcares, refrescos, grasas y harinas.
“Llegará la Semana Santa (de Primavera, para efectos laicos) y otra vez romperé mi dieta y gozaré la rica gastronomía norestense de Cuaresma: las tortitas de papa y camarones secos, los chicales, el caldo de habas y lentejas, los nopalitos en esta forma y otras mil, y sobre todo la benemérita capirotada, capaz de hacer caer en tentación al más rígido anacoreta de Tebaida.
“En cosas del comer éste es mi lema: ´De lo bueno poco, y de lo poco mucho´. Lo único que siento es que no todos puedan disfrutar de lo que en cuerpo y alma gozo yo. De otra manera esto sería un paraíso. Pero hay que inventar nuestros propios paraísos para olvidar dónde estamos en verdad”, concluye. v