Marisela era una joven trabajadora, podía correr y tenía excelente movilidad en todo su cuerpo, pero su vida le cambió a los 18 años de edad cuando sufrió la caída de un caballo en la Ciudad de México, la cual le provocó serios daños en la cabeza.
En el país existen millones de personas enfermas, muchas de ellas pasan largos periodos en nosocomios, donde no sólo ellos sufren, sino los familiares que deben estar al pendiente de su ser querido.
La joven actualmente tiene 25 años de edad y los últimos 83 días se la ha pasado en una cama del Hospital Universitario, el cual se ha convertido en su segundo hogar.
“Cuando cayó del caballo se fracturó el cráneo y con ello el desarrollo de la hidrocefalia. A raíz de ahí se le colocó una válvula para drenar el líquido por una sonda, pero hace casi tres meses se le infectó, desde entonces la tengo aquí”, dijo Martha, madre de Marisela.
“Le han hecho estudios, pero al colocarle la otra válvula le subió la fiebre, cuando llegó al hospital no tenía vómito, fiebre y es fecha que sigue con las dos cosas, además de que el líquido le sigue drenando. Hasta ahorita no me han dicho por qué sigue estando en hospitalizada.
“Les digo a los médicos que me la arreglen de su cabecita y yo la puedo curar de lo demás, sigue grave, habla poco y come sólo cosas líquidas. Cuando cayó del caballo tuvo fractura de cráneo con infarto cerebral de tercer grado, casi para morir, pero mi padre celestial me la dejó y salió adelante, pero no está al 100, se ha deteriorado de tanta fiebre que tiene”, comentó angustiada.
Mientras uno de los médicos limpiaba la parte lastimada de Marisela, ella se quejaba del dolor. El cuerpo vestido por short y blusa blanca, lucía muy delgado, pues poco a poco ha ido perdiendo peso, fuerza y firmeza.
Junto a su cama se encuentran otros pacientes, aunque con menos tiempo, y las esperanzas es poder recuperarse y salir lo antes posible.
“Varía el tiempo, unos tienen una semana, otros un mes, mi hija es la que tiene más tiempo y sólo su comida tiene que ser líquida”, contó la mujer de tez aperlada.
Con el paso de los días, la originaria de Ciudad de México se desanima y prefiere morir, pero su madre todos los días permanece en el hospital al pendiente de ella motivándola.
“Le digo que hay que luchar, está desesperada porque su vida le cambió mucho desde el accidente. Yo la chuleo, juego con ella, le digo: ‘dame una cachetada’, pero no mueve mucho sus manitas. Me dice: ‘¡duérmete mami!’ y le contesto: ‘tú primero’, trato de que ella esté bien”, comentó la vecina habitante de uno de los municipios del área metropolitana de Monterrey.
Martha tiene los pies hinchados, pero la esperanza firme, y aunque le gustaría que su hija estuviera en casa por el momento no es preferible, ya que en el nosocomio los médicos pueden atenderla.
“Prefiero que esté aquí en el hospital con especialistas que la atiendan para así saber que se le hizo la lucha, en casa si me la llevó y la tengo así de qué va a servir, quién nos va a ayudar, le dé un paro o fallezca; aquí están los médicos para que la ayuden o si ya no se puede hacer nada, digan, pero en casa, a quién le grito, vamos a estar aquí hasta que Dios quiera”, dijo.
La madre de familia es viuda, y su hija es la menor de cinco. Todas los días está al pendiente de ella, dentro de los sacrificios está el dormir en el piso, comer una sólo vez al día con la ayuda que otras personas le proporcionan.
Desde hace siete años, les cambió la vida totalmente, siempre han estado juntas, la llevaba a sus terapias de rehabilitación ya que su retoño quedó como un bebé, sin tener fuerzas para sostenerse.
Gracias al seguro que tenía en su trabajo cuando laborada en una empresa de frituras, se logró comprar el medicamento durante un año.
Y es que aunque Marisela iba acompañada por su novio cuando cayó del caballo, él prácticamente huyó, pues en ningún momento se acercó con la familia a brindar ayuda.
“Lo demandamos, pero no procedió porque mi hija era mayor de edad y se había subido sin ser obligada y no hubo delito que perseguir, si él nos quería dar pañales o leche bien, pero nunca más la buscó, por eso decidimos mudarnos de ciudad.
“Es triste vivir en una situación así, yo sola, y sin nadie que me apoye, que esté aquí conmigo. Ahorita la madre que me dio la hostia me regaló 100 pesos para que compre pañales y ahorita mi nuera me va a dar para comer. Cuando voy a casa, que es un día a la semana, hago unas gorditas y me las traigo, pero luego con el calor se me echan a perder”, contó.
Martha se pasa todo el día en el nosocomio, las visitas para ella y su hija son prácticamente nulas, quizá porque los familiares no tienen tiempo.
Para poder dar una esperanza, el HU cuenta con una capilla, en donde los amantes de la palabra de Dios invitan a los familiares a elevar una oración por su ser amado.
La cuenta por dar el servicio en el Hospital Universitario va en incrementó, diariamente le cobran mil pesos, por lo que a la fecha asciende a más de 200 mil.
La habitación en la que se encuentra Marisela no tiene clima, el calor se siente al menos en unos 30 grados centígrados, incluso los familiares tienen que echarle aire a los pacientes con el movimiento de las manos.
“No tienen clima, y por ejemplo yo para dormir un rato limpio el piso y me acuesto sin cobija, ni nada, porque nos estamos asando, ahí el que no tiene fiebre por infección, le da por lo caliente que están las instalaciones, hasta el agua que compramos está caliente”, dijo.
Martha trata de ayudar en lo que se pueda, pues las deficiencias del hospital en cuanto al área de limpieza son muchas y más en el servicio de los guardias quienes se portan de manera déspota con los familiares de los enfermos, más cuando son foráneos.
“Cuando entro a ver a mi hija tengo que estar de pie en todo momento, no hay bancos, ni nada porque dicen las enfermeras que el hospital no está diseñado para ello, y no nos podemos sentar en el piso, me siento ratos en la cama y hasta las 12 o una de la madrugada me duermo para que el guardia no me vaya a patear, porque una vez lo hizo, porque los guardias se portan muy groseros.
“Los baños están muy sucios, y no dejan bañar a las personas foráneas, falta de higiene, camas sucias que no suben, ni bajan; las mesas donde ponen los medicamentos los doctores están sucias. Las personas de limpieza pasan ´limpiando´, pero es con la misma agua para varios cuartos; deben de tener una higiene completa y los familiares de los pacientes también deben ser más conscientes y no dejar las toallas tiradas, tratar de colaborar todos con la propia higiene.
“Les ayudo a trapear, a lavar el baño, a mi hija las enfermeras no le cambian las sábanas, yo lo hago, las cambio, la visto, porque los ´aprendices´ van a hacerle las curaciones, pero mi hija no ha sanado. Y qué es lo que pasa con la gente foránea que están atenidos a que los médicos y enfermeras están atendiendo a sus pacientes, se están muriendo, día a día sacan muertos y muertos, porque ellos no ponen nada de su parte y dejan morir a la gente”, mencionó.
Aseguró que en ocasiones las enfermeras en ocasiones tratan a los pacientes con los mismo guantes con los que atendieron a una enfermo de tuberculosis.
Destacó que es importante que los familiares estén pendiente de los pacientes, pues si no exigen a los médicos y practicantes que los atiendan bien, en ocasiones pueden recibir poca respuesta.
Martha contó cómo a lo largo de estos casi tres meses ha visto morir diariamente a personas, algunas porque no han sido atendidas a tiempo y otras porque tenían largos periodos en el nosocomio.
Alguna de las situaciones a las que se enfrentan los enfermos es a que en reiteradas ocasiones les sean canceladas las operaciones programadas, debido al incremento de personas lesionadas por armas de fuego derivadas de la violencia que se vive en la entidad y la falta de quirófanos y especialistas.
Por lo pronto la cuenta sigue en incremento, y una vez que su hija se recupere buscará que el Seguro Popular sea valido, de no ser así, solicitará ayuda a otras instancias de gobierno.
“Estoy consciente que el Seguro Popular no me va a cubrir todo, las trabajadoras sociales me están ayudando y ya cuando mi hija esté mejor, vamos a ver cómo le hacemos para pagar”, dijo.
Hasta el momento no hay fecha para que Marisela sea dada de alta, sólo le dicen a la madre de familia que hay que esperar. Sin embargo la espera ha sido muy prolongada.
“Que hay que esperar a que termine de drenar la infección, pero cuándo se le va a quitar si nunca le cambian el medicamento, y no me dicen si va evolucionando o no, yo la veo igual, por eso se queda la gente tanto tiempo, y aquí seguimos en pie de lucha, no nos queda más”, concluyó.