
Para miles de familias, el regreso a clases es un suplicio, pues entre las listas de útiles escolares y las “cuotas voluntarias” que deben pagar al inicio del curso, la cuenta se eleva a miles de pesos, enviando el precepto de la educación gratuita al bote de la basura.
Elizabeth Martínez y Juan José Guzmán son padres de familia quienes, junto con sus cuatro hijos, viven en el municipio de Escobedo, Nuevo León. Esta pareja acaba de gastar 14 mil 430 pesos en la educación de sus vástagos: 3 mil 130 pesos en útiles escolares, 5 mil en uniformes, 5 mil 500 en cuotas y 800 en zapatos.
Aunque son una familia que no conoce los lujos, tienen muchas ganas de salir adelante, por eso es primordial para Juan José mandar a sus hijos a la escuela cada año.
El padre de familia trabaja en la empresa de transportes Monro, donde conduce un camión que transporta diésel. Desde las cinco de la mañana sale a su trabajo para poder llevar qué comer a su familia, mientras que su mujer se queda en casa a cuidar de los niños.
A pesar del esfuerzo de Juan José, el dinero no le alcanza.
“A veces mis hijos no entienden por qué no podemos su mamá y yo llevarlos a la playa o a pasear, pero no nos alcanza. La escuela es muy cara y hay que elegir entre una cosa u otra”, dijo.
El matrimonio busca hacer rendir su dinero, así que salen a “cazar ofertas” para surtir lo necesario para el regreso a clases y poder comprar las libretas, plumas, lápices, juegos de geometría y otros útiles que sus hijos requieren.
“Mi esposo y yo llegamos con un presupuesto a las tiendas, y conforme surtimos la lista vamos echando al carrito lo más barato, aunque a veces compramos cosas caras para que duren más tiempo”, dijo.
La escobedense compartió la lista de útiles del Jardín de Niños María Paula Herrera, donde estudia su hijo Oscar: 10 cartulinas, cinco pliegos de papel bond, cinco pliegos de papel crepé, 200 hojas de máquina, 12 colores, tres marcadores, tijeras, tres barras de plastilina, 15 barras de silicón, cinta adhesiva, tres metros de contact, tres botes de pintura, dos libretas profesionales, 100 hojas de colores, cinco pliegos de foamis escarchados, entre otros materiales.
En la lista viene especificado que algunos útiles tienen que ser de la marca Crayola, Philadelphia, Pritt, Acuacolor y Esterbrook.
Los padres de familia comentaron estar en desacuerdo con que los obliguen a comprar marcas en específico, y no los dejen elegir lo que se ajuste a su presupuesto.
“Había pegamentos mucho más baratos, pero tuve que comprar lo que se me especificó para no tener problemas en la escuela. No me quedó de otra”, aseveró.
Aunque ambos padres querían adquirir todos los útiles, solo les alcanzó para comprar los de la lista de su hijo menor, que está en el kínder.
“Me sentí triste al ver que el dinero se me iba de las manos y no completé lo que necesitaba. Gasté mil 191 pesos de la lista de Óscar, y aún no había comprado los uniformes ni pagado la cuota escolar”, aseveró.
Elizabeth tuvo que esperar a la quincena siguiente para poder completar la lista de Karla, de quinto año de primaria; de Debany, de tercer grado de secundaria; y de Eduardo, de preparatoria.
Los uniformes de su hija Karla fueron comprados en el centro de Monterrey, donde Elizabeth pudo encontrarlos a precios económicos.
“Quise llevarle a Debany el uniforme de este lugar, pero en la secundaria claramente me dijeron que no, que el uniforme debía de comprarlo donde ellos me decían.
“Prácticamente nos obligaron a conseguirlos con una costurera que los vendía carísimos”, aseguró la jefa de familia.
Para completar el gasto, Juan José tuvo que pedir un préstamo de 5 mil pesos, y aunque esto lo ayudó a salir del apuro, terminará pagando altos intereses, comentó.
“Me siento tranquilo porque ya están cubiertos los pagos; pero eso sí, algunas semanas tendremos que comer huevito y frijoles”, dijo.
COOPERACIÓN VOLUNTARIA
Aunque la situación económica de estos escobedenses no es la mejor, procuran pagar las cuotas escolares, aunque ya no sean obligatorias.
“Aunque sea tarde, pero pago. Quiero que mis hijos estudien en un salón limpio y cuidado, mi cooperación ayuda a que esto sea posible”, dijo Juan José.
Desde el año 2015, las cuotas escolares obligatorias fueron prohibidas. Ahora les llaman “cooperación voluntaria”, y de acuerdo con la Secretaría de Educación Pública, las escuelas no deben prohibir la entrada a los estudiantes por no pagar la cooperación, ya que anteriormente los niños eran sacados de las escuelas porque sus padres no cumplían con los pagos.
“En la primaria nos pidieron 500 pesos de cooperación y no los pensaba pagar porque quedé muy gastada. Pero conozco a madres de familia que han sido acosadas por directivos y administrativos de las escuelas por no hacerlo.
“Dicen que no es obligatorio, pero si no cooperas te señalan como una irresponsable”, apuntó.
En Nuevo León, el salario mínimo es de 88.36 pesos. Para cubrir los gastos escolares de cuatro hijos, como es el caso de Elizabeth y Juan José, un padre de familia tendría que trabajar 153 jornadas. Es decir, poco más de 5 meses.
“Es imposible para las personas que ganan el salario mínimo mantener a una familia, dotarlas de alimento, servicios básicos, ropa y educación. La vida es muy cara y es una lástima que los jóvenes dejen de estudiar por falta de dinero. No quiero que les pase esto mis hijos”, apuntó.
Eduardo, el primogénito del matrimonio, suele trabajar en temporada vacacional para ayudar con los gastos de la casa, y aunque es muy joven, ya ha laborado en varios restaurantes como mesero.
“Me va bien con las propinas del restaurante, y con lo que junto me compro ropa para la prepa y le ayudo a mi papá con una parte de mi colegiatura. Quiero ser un profesionista y desde ahora me hago a la idea de que trabajar es necesario”, aseguró el estudiante de preparatoria.
Por su parte, Elizabeth inició un negocio donde genera ganancias desde su hogar, sin descuidar a sus hijos.
“Tengo un mes haciendo tortillas de harina para vender, mis vecinas me compran y cada día tengo más clientes. Mis hijas también participan en el negocio, y juntas salimos adelante”, platicó.
Así como los Guzmán, existen otras familias que logran subsistir a pesar de la difícil situación económica que enfrentan; tan solo para mandar a sus hijos a la escuela, tienen que trabajar duro y evitar gastar en cosas innecesarias, e incluso necesarias.
Para ellos, cada regreso a clases es un reto, pues por más que se preparen, siempre hay gastos no planeados.
“Había ahorrado un dinerito desde diciembre, pero se enfermó mi hijo menor de neumonía y aunque lo atendieron en el Seguro Social, gasté lo poco que tenía. Pero saldremos adelante”, expresó Juan José.