Heredero de aquel Monterrey de postín que deambulaba su señorío entre el Casino, la Catedral y las casas de alcurnia de calles empedradas, el Barrio Antiguo ha venido decayendo poco a poco pero sin pausa, entrampado entre la voracidad de los comerciantes y la del crimen organizado.
La zona centro de Monterrey fue ejemplo de conservación por sus residencias familiares, casas de sillar de techo alto y ventanas enrejadas típicas de la arquitectura norestense.
En 1991 se decretó que las 16 manzanas contenidas en el rectángulo formado por las calles Padre Mier, Doctor Coss y la avenida Constitución serían el Barrio Antiguo de Monterrey. Dos años más tarde se publicó el reglamento del lugar para controlar el uso de suelo, la modificación de fachadas, la conservación del entorno mediante colores permitidos, un mismo formato de publicidad y límites en la altura de inmuebles
Las autoridades municipales buscaron regenerar el espacio y dieron inicio a un proyecto de inversión de 11 millones de pesos para impulsar el Barrio Antiguo como punto de interés histórico y turístico.
Sin embargo, con el paso de los años, los edificios históricos fueron restaurados por sus propietarios según sus gustos y posibilidades.
“La gente ha metido todo tipo de materiales que son ajenos a la arquitectura norestense, además se corre el riesgo de que las edificaciones se vengan abajo, pues en el caso del adobe o el sillar no son compatibles con el concreto o el acero; entonces, aunque se ponga una columna de concreto, hay riesgo de que una mole de sillar se vaya a derrumbar”, opinó Roberto Rebolloso.
El antropólogo y catedrático de la Universidad Autónoma de Nuevo León agregó que “más que un lugar con historia, veo este sector como una mega cantina y si acaso se le quiere poner el mote de antiguo, la verdad, es sólo de palabra o de imagen. Más bien se trata de un set como los que hay en Hollywood, es sólo el frente de las casas”.
En el sector destacan algunas de las construcciones más antiguas de Monterrey, casonas construidas entre los siglos XVIII y XIX que están sufriendo un profundo deterioro, además de violar el artículo 33 del reglamento, que establece: “Quedan prohibidos los anuncios panorámicos auto sustentados o colocados sobre tejados, azoteas, cornisas y balcones, así como en banquetas, árboles, postes o cualquier otro elemento del mobiliario urbano”.
En 1992 se creó el fideicomiso del Barrio Antiguo, recuerda Mariano Núñez, integrante de la Junta de Protección y Conservación, quien sostiene que a pesar de ser un reglamento bastante avanzado para su época, no fue respetado por comerciantes ni por autoridades.
“Hay una interpretación absurda en los tres niveles de gobierno, no les importa la existencia de un documento como es la declaratoria o decreto, que establece que éste es un centro histórico y que debería estar considerado como intocable. Si los establecimientos no respetan los lineamientos marcados por el INAH, pues ese permiso debiera ser nulo.
“Aquí, el 90 por ciento de las administraciones municipales generaron esa guerra de decir ‘me estorba la declaratoria y el reglamento’, entonces lo que generaron fueron defensas para que estos establecimientos que se brincaron los lineamientos estuvieran protegidos de manera judicial”, explica Núñez, abogado de profesión.
En el esfuerzo de regeneración del sitio un grupo de empresarios vio su oportunidad para explotar la zona y convertirla en un distrito de entretenimiento nocturno, replicando la fórmula que solamente existía en el municipio de San Pedro, en el llamado “centrito”.
Con un éxito impensado, el Barrio Antiguo volcó su vocación: de zona histórico-turística con tintes de intelectualidad que llevó a uno de sus impulsores, José Luis Salas Cacho, a pensarlo como “una mezcla entre Coyoacán y La Condesa”, el sitio se transfiguró en el reino de los antros y bares.
Burlando los reglamentos federales sobre la conservación arquitectónica, los empresarios mantuvieron intactas las fachadas pero por dentro derrumbaron paredes para crear grandes y espaciosos galerones y acondicionar salas de baile, de restaurante y de bar.
El artículo 19 del reglamento dice: “Queda prohibido el establecimiento de talleres o accesos industriales, bodegas, tiendas al mayoreo, almacenamiento de materiales de construcción, depósitos de bebidas, bares, discotecas, centros nocturnos”.
Mariano Núñez considera que “ésta es la violación más grave y más obvia al reglamento que nadie ha respetado, empezando por las propias autoridades. Esto sin contar otras como el tránsito de camiones pesados o no respetar los modelos para la publicidad en las fachadas”.
EL AUGE
Finales de los 90 y casi toda la primera década siguiente fueron los años de jauja para los empresarios “antreros” que pusieron de moda en toda la zona metropolitana de Nuevo León el Barrio como sitio indispensable para ir el fin de semana a bailar y tomar.
Negocios como el Bar Río, el Ananá, Ma-naus o La Chavela se volvieron iconos de la diversión para los jóvenes veinteañeros a quienes no les importaba esperar una hora o más detrás de una cadena hasta que un guardia de seguridad les permitía el paso a sitios atiborrados de gente sudorosa, donde sólo se podía ocupar una silla en la compra de una botella y la fiesta -a pesar de los reglamentos municipales- podía prolongarse hasta el amanecer.
Junto a los antros destinados a los jóvenes de altos ingresos y que impusieron la moda de una vestimenta impecable y atrevida, fueron floreciendo, discretos, otros sitios más tranquilos, restaurantes étnicos, bares con música romántica o de trova, “antros” alternativos donde la imagen no era importante.
El Iguana´s café -el decano, nacido en 1984- siguió su tradición de rock con bandas en vivo; la Casa Amarilla, con DJ´s y jazz fue otra opción que se complementó con la trova del café Paraíso o el reggae del Wayé.
Músicos, taxistas, vendedores de hot-dogs… toda una economía floreció a la sombra de los antros que concentraron las ganas de diversión de la juventud metropolitana.
Calles como Padre Mier y Morelos se volvieron prácticamente peatonales por la cantidad de gente deambulando de un lugar a otro, del puesto de tacos a los centros nocturnos que en su mayoría entraban en ambiente a partir de las 23:00 o 24:00 horas y cerraban cuando la salida del sol ya estaba cerca, en franca violación a los reglamentos municipales.
La venta de droga al menudeo era un secreto a voces. Los baños de los negocios eran el punto de encuentro y en algunos la negociación era tan abierta como si fueran cigarros, pero a nadie se escandalizaba porque los consumidores no molestaban.
El éxito comercial del Barrio Antiguo atrajo a la delincuencia organizada. Si bien los delitos comunes estuvieron siempre a raya gracias a la presencia ocasional de policías y la permanente de los guardias de seguridad de cada negocio, cuando los narcodistribuidores empezaron a disputarse los puntos de venta la gente se empezó a alejar.
Balaceras, ejecuciones y secuestros exprés empezaron a volverse tema cotidiano entre los asistentes a la zona. Las primeras que empezaron a alejarse fueron las mujeres que acostumbraban ir en grupo y eran las más vulnerables.
A la propietaria de la Casa Amarilla una tarde llegaron a visitarla un grupo de delincuentes para pedirle una cuota fija como “protección”. El negocio, ubicado en la esquina de las calles Morelos y Diego de Montemayor, frente al Iguana´s, era uno de los más exitosos del barrio.
La respuesta de la empresaria -una estadounidense con varios años viviendo en México- fue pragmática: al día siguiente cerró el negocio y se regresó a su país. Los malvivientes no pudieron extorsionarla pero ella debió cambiar su vida intempestivamente y se perdieron fuentes de trabajo.
Y así como le sucedió a la Casa Amarilla, el resto de los negocios se vio en la disyuntiva de someterse a la extorsión o cerrar sus puertas. Los que decidieron seguir vieron cómo poco a poco se fueron agotando los clientes porque ya era más seguro realizar reuniones en domicilios particulares que ir a los antros.
DECLIVE Y RESURGIMIENTO
Así, con el final de 2010 se dio el declive del Barrio Antiguo. Los estacionamientos que antes no se daban abasto y cobraban hasta 80 pesos por noche bajaron a 50 pesos y luego empezaron a funcionar sólo de día.
Las calles empedradas que lucían atiborradas de mujeres en minifalda que hacían malabares para no caer desde lo alto de sus tacones mientras hordas de miradas lujuriosas iban escaneando cada uno de sus movimientos se quedaron solitarias.
Los meseros empezaron a tomar baños de luna frente a los negocios en espera de que llegaran clientes y aunque en algunos lugares, como El Zócalo (plazoleta donde se ubican cuatro negocios), la música sigue sonando atronadora para crear la ilusión del ambiente de antaño, la verdad es que las pistas y las mesas permanecen vacías.
Salvo los fines de semana de quincena en que la afluencia sube un poco, los negocios van en picada. Los tiempos en que el movimiento empezaba desde el miércoles y tenía su punto culminante el sábado se han ido.
Ahora, las voces que claman por que el Barrio Antiguo retome su vocación habitacional y de atractivo turístico vuelven a escucharse y las autoridades aseguran, como en 1994, que rescatarán la zona.
El pasado 16 de abril autoridades estatales de Turismo, de Desarrollo Sustentable, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), así como integrantes de la junta de vecinos, recorrieron las calles del Barrio Antiguo para realizar un diagnóstico de su problemática.
Anunicaron que se impulsará la zona como un centro turístico y se realizará un estudio para determinar si existen errores en el uso de suelo ante la proliferación de antros, pero no descartaron que sigan operando a pesar de que han dañado la imagen histórica del sector.
“Que la zona pueda tener servicios turísticos organizados, me lo imagino que tenga zonas peatonales, que tenga más espacios culturales, que haya restaurantes y bares pero pensados de una manera ordenada y regularizada”, detalló Luis Treviño Chapa, director de la Corporación para el Desarrollo Turístico del estado.
Además, señaló Fernando Gutiérrez Moreno, secretario de Desarrollo Sustentable, se contempla analizar cuáles son las mejoras a ejecutar, a fin de conectar el Barrio Antiguo con algunos puntos turísticos, tales como la recién remodelada Plaza Hidalgo, la Macroplaza, el Paseo Santa Lucía y el Parque Fundidora.
El mismo gobernador, Rodrigo Medina, y el alcalde de Monterrey, Fernando Larrazábal, manifestaron su interés y apoyo en regenerar el sector.
Larrazabal indicó que con la finalidad de revivir la actividad económica en el lugar se pretende crear un fideicomiso para establecer cadenas comerciales y variedad de negocios, para contrarrestar la caída que ha presentado el sector ante la crisis económica y de inseguridad y que es de más del 50 por ciento.
Por su parte, Medina dijo que “esta área tiene un potencial enorme que podemos aprovechar, podemos acordar con los propietarios tener un buen plan de manejo, lograr hacer un estacionamiento quizá unas calles peatonales, en fin, poder rescatar esta parte histórica que tenemos en el Estado”.
Las intenciones son tan buenas como en 1993. Ahora los vecinos y comerciantes esperan ver si se vuelven realidad.