Regresar en el tiempo siempre ha sido una de las obsesiones del ser humano que busca revivir épocas doradas y recordar un estilo de vida. Y aunque todavía no se ha inventado una máquina para visitar el pasado, hay algunas que se acercan: los autos clásicos.
Manejar una de estas maravillas de épocas pasadas es remontarse en un viaje a la nostalgia. Los autos clásicos son aquellos que ya se dejaron de fabricar, los que tienen al menos 30 años de antigüedad.
Se piensa que para hacer realidad el sueño de poseer uno de estos vehículos se tiene que gastar una fortuna y que es un pasatiempo sólo para personas de acomodada posición económica, pero con un poco de suerte es posible conseguirlos y a precio de ganga.
¿Quién no ha deseado tener un Mercedes, Mustang, Lincoln o un lujoso Cadillac? Estos nombres de leyenda son la fantasía de muchos, pero ¿cómo se consiguen? ¿cuánto cuestan? ¿cómo reparalos? ¿dónde guardarlos? Todas estas preguntas surgen al momento de entrar en el mundo de los autos clásicos.
CLÁSICOS
Se les llama clásicos no sólo por la antigüedad, el lujo que llevan a cuestas o lo veloz de sus máquinas sino porque marcaron una tendencia e impusieron un estilo. Porque los años transcurren y ellos se mantienen vigentes, no pasan de moda.
Esta es la razón de que sean los consentidos de las personalidades del mundo artístico y político. Y cómo no sentirse atraído por estos autos de súper lujo, con sus enormes faros, rines y defensas cromadas, tableros de madera, llantas de cara blanca y la combinación de los exteriores de color sobrio y su tapicería roja, el signo de elegancia de la época.
En la actualidad estas bellezas siguen siendo admiradas y deseadas, es por eso que muchas personalidades las siguen usando. Si en su visita a México el entonces presidente estadounidense John F. Kennedy viajó con su homólogo mexicano Adolfo López Mateos en un Mercedes Benz, ahora Luis Donaldo Colosio hijo llegó en un Jaguar a su reciente boda. Ambos autos, el que usó Kennedy y el de Colosio, están a la renta en Monterrey.
Antonio Gutiérrez es coleccionista y amante de los autos clásicos desde hace 17 años, cuando vio por primera vez el que sería su primer auto, un Mónaco 1970. Después de cinco años de tenerlo abandonado decidió reconstruirlo, pero se enfrentó a muchos obstáculos, pues el revivir estas leyendas es cuestión seria.
El caer en las manos incorrectas alargó el proceso de reconstruccción de su Mónaco, pues no todos los mecánicos saber arreglar los desgastados motores, o incluso ignoran el estilo original que los hacía verse elegantes en sus tiempos.
Por esta razón, Gutiérrez decidió crear en el año 2001 la página www.autoclasico.org, el cual “es un sitio para formar una comunidad de personas entusiastas de los autos clásicos, es para intercambiar información y experiencias; en este club hay personas de muchas partes del mundo”, comenta Gutiérrez.
En este sitio se puede encontrar diversos artículos sobre este tema, como galería de fotos, una colección de anuncios de los autos clásicos y un catálogo para la venta de autos y refacciones.
Reparar estos vehículos es toda una odisea, pues se debe de tener paciencia y presupuesto, además de interpretar varios papeles a la vez, como el de mecánico, electricista, recolector de piezas e investigador, no sólo para conseguir las refacciones que hacen falta, sino también para saber cómo estaban constituidos lo autos en ese tiempo.
Ejemplo de esto es el señor José Fidel Román, coleccionista de autos clásicos, quien se encarga de la reconstrucción de sus 6 carros y asegura: “Yo mismo reparo los coches, y en ocasiones con piezas de otros se puede crear uno totalmente diferente.
“El gasto más fuerte que se hace en este proceso es el de la mano de obra, pues el encargado de llevar a cabo estra travesía debe ser muy cuidadoso. La mecánica, aunque es más simple que la de los coches modernos, exige saber bien cómo y en dónde va cada pieza para lograr un buen trabajo”, explicó Román.
Otro de los problemas es dónde conseguir las piezas, pues son refacciones con más de 30 años de antigüedad.
REPARACIÓN Y MANTENIMIENTO
Cuando se habla de reparación de autos clásicos existen dos corrientes muy fuertes: quienes prefieren mantenerlo lo más original posible, que parezca recién salido de la fábrica, y quienes gustan de un auto con estilo antiguo pero con mecanismo modernos.
El proceso de reparación de estos clásicos es sólo el principio, puesto que después de todo lo que se tiene que hacer para revivirlos, es importante saber mantenerlos en buen estado. Es como si se cuidara a un bebé: se debe ser cautelosos en su trato, saber qué necesita y cuándo asearlo, protegerlo y mimarlo.
“Los autos clásicos requieren de muchos cuidados, en la pintura, cuidados en el motor. Son motores que su periodo de mantenimiento era muy corto, requieren más cuidados porque no están diseñados para trabajar mucho tiempo”, asegura Antonio Gutiérrez.
Aunque parece costoso, el mantenimiento de una de estas máquinas es el equivalente de un coche actual. Esto si se le da un uso personal, como lo hace Gutiérrez.
Caso contrario es el de José Fidel Román, quien es coleccionista y se dedica a la renta de autos clásicos para todo tipo de eventos sociales. El uso que le da a sus coches es más constante y el mantenimiento es especial.
“Cada cuatro bodas se les hace un cambio de aceite, cada año se le cambian todas las piezas del motor, es un mantenimiento óptimo el que se le da a los autos”, cuenta este empresario.
Uno de los problemas más frecuentes con estos preciados juguetes es saber dónde se van a guardar, pues algunos son muy grandes y al dejarlos en la calle se corre peligro de deterioro en el chasis, motor o tapicería.
Es tanto el auge por los autos de leyenda que se creó en Monterrey el Museo de Autos y del Transporte Humberto Lobo, con el fin de fomentar la cultura del automóvil y ver paso a paso cómo ha ido evolucionando este seductor mundo.
Inaugurado el 13 de julio de 1990, se encuentra en el interior del parque Niños Héroes, en lo que antes fueran dormitorios del Ejército Mexicano, los cuales se acondicionaron para dar albergue a la colección de 63 vehículos, clásicos, antiguos y de colección, para el deleite del visitante.
En estos dos edificios se puede dar un paseo por la historia del automovilismo y recrear el pasado en las seis secciones distribuidas en dos salas.
Desde los primeros ingenieros automotrices, lo práctico de los carros en los años 20, hasta los 30, los adelantos tecnológicos en los 40 y la potencia de los motores en los 60.
AL ALCANCE DE LA MANO
El placer que da conducir o viajar en una de estas bellezas ya no es exclusivo de la élite social. Actualmente se puede rentar uno de estos coches para pasear por la ciudad o para todo tipo de eventos sociales.
Quienes desean dar un toque de cuento de hadas y de romanticismo a una boda o unos XV años, lo pueden hacer a bordo de un Buick 1938, una legendaria carcachita Ford 1930 o un Pontiac convertible 1957 de color rosa.
Esta variedad de autos está al alcance de cualquiera, gracias a coleccionistas como José Fidel Román, quienes han sabido sacar provecho de su pasatiempo y convertirlo en un fructífero negocio.
“Mi primer auto clásico fue un Lincoln 1986, y en una ocasión una joven me pidió que si se lo rentaba para una boda. Después de eso pensé: ¿por qué no armo otro coche y hago lo mismo de rentarlo?”, menciona Román, quien además es corredor de autos.
Pasear por la cuidad de Monterrey es toda una aventura que se vería más imponente si se hace al volante de un hermoso auto de colección, pues al pasar por las calles todas las miradas se fijan en la elegancia del coche y despierta el asombro, admiración y deseo de los transeúntes.
Es así como se puede compensar lo invertido en ese pasatiempo, y hacer realidad el sueño de quienes también comparten este placer y amor por los autos clásicos.
Una de las ventajas que tienen estos vehículos de leyenda es que son como los buenos vinos: entre mas añejos mejor es su sabor y el paso del tiempo los hace más costosos y deseados. Y a quienes los aman no les importan los sacrificios.
Después de todo, por vibrar con un auto clásico bien vale la pena soportar los caprichos que implican.