por Marilú Oviedo
Las lluvias provocadas por el huracán Álex dejaron desgracia y bendiciones en Nuevo León, tal es el caso de dos mujeres que para convertirse en madres sufrieron el doble: primero para encontrar auxilio en su labor de parto y después para traer al mundo a sus hijos que en honor al meteoro llamarán álex.
Una de ellas es Susana Torres Pérez, quien hasta hace unos días habitaba en la colonia El Obispo en Santa Catarina, pero tras el paso del fenómeno meteorológico perdió todo el pasado 1 de julio, aunque dos días después dio a luz a un pequeño que ahora sostiene entre sus brazos.
Su calvario particular fue largo, cuidar a sus dos hijos de 10 y 4 años de edad; y protegerse ella misma por el que venía en camino, para encontrar un refugio en donde resguardarse de la tormenta.
“Desde el viernes 2 de julio llegué al albergue, no me cambie porque no sabía lo grave de la situación y no me salí también porque me sentía mal, estaba muy gorda por el embarazo y no podía caminar mucho, para dónde me iba, todas las casas de ese sector son tejabanes igual que el mío”, dijo Susana, quien es separada.
Con la lluvia en todo su apogeo, a la ama de casa no le quedó de otra más que pedir ayuda para salir de la colonia y ver por la vida de sus retoños.
“Ese día (1 de julio) mi mamá que vive cerca de lo que era mi casa, fue y le pedí que me ayudara a salirme, y nos fuimos a casa de una vecina, pero todo se inundó y tuvimos que abrir una esquina del techo (de lámina) para poder salir”, comentó Susana quien es de tez aperlada.
Sin embargo, la sorpresa para la ama de casa de 28 años de edad fue mayor al verse acorralada junto con sus niños, por fuertes corrientes de agua y su preocupación aumentaba por la condición en que se encontraba.
“Al menos 10 familias de vecinos nos quedamos en medio de las calles, y nos tuvimos que regresar a una palapa donde nos subieron, y hasta la madrugada nos ayudaron los de Protección Civil, con una cuerda y así embarazada, con mis otros hijos cruzamos las calles para poder llegar al refugio.
“Me daba mucho miedo, pero no podía llorar porque mis hijos me veían, me sentía adoloridada, mareada y muy débil, nunca imagine que me pasaría algo así”, comentó Susana quien labora en la Central de Abastos en el municipio de Santa Catarina.
Llegó al albergue sin nada, sólo con sus prendas al igual que los niños.
LA LLEGADA DE áLEX
La llegada de su hijo Alex se presentó el domingo 4 de julio, aunque ella no quería que naciera en dichas circunstancias, pues aún le faltaba una semana para el nacimiento.
“Estaba en el albergue del Gimnasio 2000 en Santa Catarina y por más que quería aguantar para que mi hijo naciera días después, no pude, habían como 300 personas en el albergue, me aislaron para checarme y luego me llevaron a una clínica municipal y ahí fue donde nació Álex.
“Me dio gusto recibirlo después de todo lo que pasamos”, dijo entre llanto, “lo tuve a las siete de la noche, pero me dolió mucho porque fue sin anestesia, ni nada; el nombre de Álex es para que se me quite la maña de andarme poniendo en lugares que no me corresponden, en terrenos irregulares”, comentó en tono triste.
Al momento de dar a luz, Susana estuvo sola, ya que sus hijos fueron enviados con su hermana que vive en el municipio de García y otra de sus hermanas llegó más tarde.
Al día siguiente se trasladaron al albergue, pero lo hicieron en camión, ya que su hermana tuvo vergüenza para llamar a los encargados del refugio.
El futuro para la madre de familia es incierto, ante esto dijo sentirse sola y desesperada.
“Me siento muy desesperada porque no sé qué voy a hacer, y no sé hasta cuándo voy a estar aquí”, dijo llorando la delgada madre de familia.
Anteriormente Susana vivía en Icamole, en el municipio de García y tenía un año de habitar en la colonia El Obispo, ahora perdió lo poco que tenía y el esfuerzo por sacar adelante a sus niños será triple.
“Yo creo que en nuestra casa el agua hasta hizo pozo, destruyó la cama, ropa de mis hijos, la televisión, y ahora los 800 pesos por semana que ganó en el trabajo los tengo que estirar más, para poder mantenernos, no sé que vaya a pasar, no tenemos nada”, concluyó.
CAMBIO SU APELATIVO
POR ÁLEX
El caso de María del Carmen Bautista, vecina de la colonia Los Portales fue muy similar, la historia que cuando crezca le contará al pequeño Álex es que en medio de la tragedia nació él. Incluso su nombre sería diferente, pero las circunstancias de su llegada al mundo hicieron que esto cambiara.
Refugiada en un pequeño cuarto del Gimnasio Santa Catarina 2000, la joven madre de 19 años de edad sostiene a su hijo pequeño llamado Álex en honor al huracán.
“El jueves salimos mi esposo y mi hijo de dos años, porque el agua inundó toda la casa, subió 80 centímetros. Nos fuimos al refugio, y al siguiente día los dolores de parto se incrementaron, quizá por el mismo movimiento al traernos la gente de rescate o no sé porque aún faltaban días para que naciera.
“El viernes no aguantaba y me trasladaron a la clínica 23 donde nació mi bebé. El huracán Álex me dejó tristeza porque perdí todo lo de la casa, pero a la vez me trajo una enorme alegría que es la de tener a mi hijo sano y con nosotros; lo demás creo que poco a poco se irá recuperando, pero la salud es lo primero y doy gracias a Dios porque todo haya salido bien”, dijo sonriendo.
María labora en una tienda departamental y confía en que la gente se pueda solidarizar y apoyarla para que su pequeña vivienda de Infonavit vuelva a ser la misma de antes.
Al momento de ser trasladados al albergue, su esposo -quien labora en una empresa de cobranza- tenía el brazo lastimado, ya que días antes había sufrido un asalto.
“Así como andábamos nos salimos de casa. Nos quedamos sin ropa y sin muebles”, contó María quien es de estatura baja.
Sin embargo, confía en que aún existe gente bondadosa y de buen corazón que los puedan ayudar a pasar el trago amargo que dejo en su vivienda el huracán Álex.
“Confió en la gente, sé que hay gente muy buena que aún quiere apoyar”, comentó, mientras le daba un beso a su niño.
Para no olvidar el paso del huracán Álex por tierras regias María decidió cambiarle el apelativo a su niño.
“Es para nunca olvidar lo que nos pasó y son cosas que pasan, sé que podremos salir adelante, nunca había vivido algo igual, pero con la nueva luz que nos mando Dios saldremos adelante, pero eso sí para la siguiente vez hay que tomar precauciones”, mencionó optimista.
En sólo una semana estas madres de familias tuvieron emociones encontradas, por un lado el dolor de perder su patrimonio y saber que su futuro es incierto, aunque la luz de la esperanza para ellos vino con la alegría de que un nuevo miembro se integrará al seno familiar.