
En el ejido San Gregorio, en el municipio de Doctor Arroyo, se desarrolla una historia de superación y triunfo del espíritu.
Leticia Tristán Leija, de 28 años, es mamá soltera y, desde hace dos años, maestra del kinder de su comunidad.
La falta de profesores y su preocupación por ver terminar a su hija el kínder, la forjaron a convertirse en la instructora, encontrando el aliciente para salir adelante de la adversidad y forjarse un horizonte que en su vida estaba casi extinguido.
Una vida difícil
Hija de Felipe Tristán e Ignacia Leija, Leticia era la menor de siete hermanos.
A sus 14 años terminó la secundaria (que años después desaparecería del ejido San Gregorio por falta de alumnos) y se dedicó a las actividades del rancho porque la preparatoria quedaba hasta la cabecera municipal y carecían de los recursos.
Al paso de los años, y creyendo haber encontrado el amor, se fugó con su entonces novio.
Sin embargo, su cuento de hadas le duraría poco, pues aquel que le había prometido la luna y las estrellas, ahora la dejaba en el abandono y en espera de un bebé.
“Mi vida ha sido dificil porque he tenido que sacar adelante a mi hija. Aunque viví con el papá de Imelda, me abandonó cuando ella aún estaba en mi vientre”, dice mientras su rostro refleja el dolor del recuerdo.
Pero el amor de los padres cobijó a Leticia y la aceptaron de nuevo en su hogar.
Nueve meses después nació Imelda Guadalupe, que se convirtió en la alegría de los abuelos y en la esperanza de Leticia.
Sin embargo, una herida como las del corazón, dejan cicatrices difíciles de borrar y en la vida de Leticia la comenzaron a hundir en una depresión que le extinguía la vida y la dejaba al borde de la muerte.
Su salvación
La hija de Leticia cumplía cinco años y entraba a tercero de kínder. Un lustro de sufrimientos y depresiones estaban por llegar a su fin.
El kínder donde estudiaba su hija se quedó sin maestra y Leticia, con tal de ver terminar a su simiente, comenzó a dar clases.
“Comencé a dar clases por mi hija. Ella cursaba el tercer año de kínder y como se quedó sin maestra yo quería que terminara”, dijo.
“Ahora va en primer año de primaria y me da gusto saber que pudo terminar prescolar y continuar sus estudios”, agregó.
El Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) se dio cuenta de la situación e inmediatamente visitaron el ejido.
“Vinieron a visitarme por parte de la Conafe y me ofrecieron capacitarme por dos semanas para continuar dando clases en el kínder”, comentó.
Leticia nunca imaginó que dar clases se iba a convertir en su motivación para salir avante de sus problemas.
“Me gusta enseñar porque los niños me llenan de vida y su carisma me ayudan a distraerme y olvidarme de mis problemas”, dijo.
Dos años después de iniciarse como maestra en el kínder del ejido, ha encontrado su vocación y espera continuar enseñando.
“Dar clases me sirvió para darme cuenta de que me gustaba enseñar”, comentó.
por amor al arte
“Conafe me otorgó una beca para seguir capacitándome a Doctor Arroyo”, dijo.
Leticia no percibe ningún sueldo, sólo una cuota mensual que cubre sus gastos de transportación para asistir a la cabecera municipal a tomar cursos de enseñanza.
Sin embargo, Leticia está decidida a superarse sin importar las dificultades que esto conlleva.
“La beca es poco dinero, así es que yo la estoy acumulando para que en unos seis años sea más y pueda irme a estudiar”, dice Lety con nerviosismo.
Una mujer decidida
Madre soltera, con secundaria terminada, maestra del kínder de su comunidad desde hace dos años, sin percibir un sueldo y con una beca simbólica para transportación, Leticia ha demostrado que sólo las ganas de ser una mejor persona te pueden llevar a enfrentar los retos que la vida pone.
“Me siento feliz porque mi hija se ha ido superando, además que enseñar le ha servido de terapia”, dice orgullosa su mamá, Ignacia Leija.
Para su padre, Felipe Tristán, Leticia le ha dado una lección de vida.
“Estoy sorprendido por la capacidad que tiene mi hija aun y cuando no le pude dar más estudios. Yo hubiera querido darle una carrera, pero no pude”, dice orgulloso su progenitor de 66 años.
Y como maestra, carente de un título por falta de recursos para buscar sus sueños, ha demostrado ser entregada.
“Es muy responsable. Los niños que me ha mandado a primaria vienen en muy buen nivel”, comenta Irene Rodríguez, profesora de la escuela primaria del ejido.
“Yo la veo muy trabajadora y responsable. Ella es muy joven y tiene la oportunidad de hacer una carrera. Deberían de apoyarla, ya sea la SEP o cualquier otra organización o persona”, agregó.
Es así como Leticia, a sus 28 años y con todas las dificultades que la vida le ha puesto, tiene una meta fija, estudiar una carrera en enseñanza y continuar con el sueño que su hija le sembró: ser maestra.