“Hemos vivido cosas hermosas desde que llegamos aquí”, manifestó Anny Nenninger de Acosta, originaria de Ciudad Obregón, Sonora, quien llegó acompañada de su mamá y amigas para estar presente en la beatificación de Juan Pablo II celebrada el 1 de mayo.
Relató que pudieron entrar a venerar los restos del nuevo beato y que pudieron estar en la basílica de San Pedro hasta cerca de dos horas.
“Tuvimos muchísima suerte. Entramos como a la una de la mañana y ya quedaba poca gente, entonces nos quedamos ahí y alcanzamos a rezar un rosario y medio frente al féretro pidiendo por México”, expresó la sonorense que radica en San Diego, California.
Las católicas mexicanas que se encontraban en la Plaza de San Pedro con motivo de la misa de Acción de Gracias en honor a Juan Pablo II, comentaron que se sentían privilegiadas de vivir esta experiencia que calificaron de extraordinaria.
“La verdad estamos llenas de gozo porque nos sentimos muy privilegiadas al ser humildes representantes de la virgen de Guadalupe”, enfatizaron .
Anny recordó cuando había presenciado una audencia papal en 1990 y en ese momento que Karol Wojtyla era un ser especial, por lo que consideró que la beatificación ha sido todo un acontecimiento que dejará huella en sus vidas.
Agregó que aunque los mexicanos siempre pensamos que éramos los favoritos del Papa polaco, al estar aquí se dio cuenta que los fieles de otros países también se sentían hijos predilectos.
“Yo siempre pensé que éramos los favoritos del Papa, pero al estar aquí me di cuenta que era un Papa tan especial que toda la gente que está aquí se creía también los favoritos de él, es decir los polacos, principalmente; los españoles, los italianos no se diga… todos creían que Juan Pablo era de ellos”, dijo.
Por su parte Adriana Antillón de Nenninger, visiblemente emocionada, dijo que a cada paso que ha dado, ha visto la mano de Dios , por lo que está agradecida de haber regresado aa Roma después de 50 años.
“Es un regalo primero de Dios y luego de mi hija, porque este año yo cumplo 70 años y ella me hizo este regalo. A cada paso veo la mano de Dios que quiso que yo volviera aquí a Roma, pues vine hace 50 años con una peregrinación y Dios me concedió volver ahora”, explicó.
Ambas narraron que su estancia ha sido muy grata porque llegaron sin contratiempos y el hotel donde se hospedan les quedó muy cerca del Vaticano.
Además comentaron que les impactó ver la solidaridad y bondad de entre todos los peregrinos, que al igual que ellas sentían cansancio, sed y hambre, pero que continuaban en la fila con el deseo de venerar los restos del beato Juan Pablo II.
Entre otras cosas, señalaron que habían saludado al Presidente Felipe Calderón a quien se encontraron la noche del viernes en un restaurante cercano a la Plaza de España.