El dolor se siente en las palabras del interlocutor. Jonás Muñoz, ministro evangélico que radica en San Juan, República Dominicana, una pequeña ciudad que colinda con Haití, no encuentra palabras para describir la magnitud de la tragedia que sus ojos están viendo.
Y es que el desastre que provocó el terremoto de 7.3 grados Ritcher que azotó a la pequeña isla caribeña el 12 de enero, es imposible de contabilizar.
“Ha habido muchas muertes. Vemos niños y adultos muertos en las calles, los hospitales de la frontera dominicana no se dan abasto para poder ayudar a las necesidades que tenemos en este momento”, lamentó el pastor que se volvió voluntario de ayuda humanitaria luego de la tragedia.
Miles de muertos, millones de damnificados y un país que suplica la ayuda internacional, es el panorama que observa este ministro que en pocos días ha servido de chofer, cocinero, enfermero y hasta reportero de la tragedia más grande que le ha tocado vivir.
En entrevista con Hora Cero, el voluntario expresó la situación que se vive la comunidad fronteriza de República Dominicana, donde también se sintió el temblor del 12 de enero, pero no se sufrieron los daños de sus desafortunados vecinos.
EXODO DE PANICO
El terremoto sacudió los cimientos no sólo de un país sin recursos donde el 70 por ciento de su población quedó damnificada, sino también a su vecino República Dominicana, que se ha convertido el destino donde miles de haitianos se dirigen a buscar un escape del desastre.
Muñoz comentó que aunque los dominicanos se han unido para apoyar a sus vecinos, la necesidad que viven los haitianos rebasa sus posibilidades.
“Estamos tratando de llevar ayuda como medicamentos y asistencia a los hospitales, pero los enfermos son tantos que no hay capacidad para ellos, los tienen en el parqueo (estacionamiento) y aún en las calles.
Les estamos llevando cobijas, les limpiamos las heridas y haciéndoles compañía porque están viviendo el trauma después del terremoto, la gente no quiere estar bajo techo, sino al aire libre y así permanecen todo el tiempo; abriendo sus brazos al cielo, llorando y tratando de tener una explicación al desastre general que ha pasado en la isla de Haití”, describió.