Carpa Pedro Infante es una recuperación del teatro de revista, la carpa, el sketch, la tanda, el astracán y otros formatos que se desarrollaron desde principios del siglo XX.
Este espectáculo de Ricardo Pérez Quitt, bajo la dirección de Eduardo Villaseñor y Gabriel Fragoso, dividido en dos tandas, se presenta todos los viernes y sábados de agosto y septiembre, en el Teatro Morelos.
Enmarcado en las temporadas promovidas y producidas por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de Conaculta, el IMSS y el Consejo de Teatro Comunitario de la Región de los Volcanes A.C, dentro del programa Teatros para la comunidad teatral, se presentan dos puestas en escena de la trilogía que Pérez Quitt escribió en homenaje a Pedro Infante y al género.
Aquí, el máximo ídolo del cine y la música vernácula mexicana se convierte en protagonista de dos historias en el formato carpero.
Las dos tandas escogidas para presentarse en esta temporada, son “El asesino de taxistas”, dirigida por Eduardo Villaseñor y “El alcohol adulterado”, en un montaje de Gabriel Fragoso.
El grupo de actores y actrices, así como el equipo de producción y realización, está conformado por egresados de diversas generaciones de profesionales del teatro y de instituciones de educación superior.
Entre ellas figuran la Escuela Nacional de Arte Teatral, del INBA, y de la carrera de Literatura Dramática y Teatro, de la Facultad de Filosofía y Letras, así como del Centro Universitario de Teatro, de la UNAM.
En “El asesino de taxistas”, el héroe de la historia, el soltero más codiciado por la Polvorina, se desempeña como taxista a las afueras de un teatro de revista, en el que misteriosos clientes lo abordan, mientras se entera de la cada vez más frecuente muerte de compañeros del volante.
En sus ratos libres, Pedro sueña con ser una estrella de la canción. Alternadas con las ensoñaciones de Pedro, aparecen algunas escenas de una secta, logia que, en la ambigüedad del tiempo-espacio que permite la escena, al final resulta ser parte de un sketch que se presenta con éxito en la carpa.
En su momento, Pedro es abordado por el asesino, oculto en la personalidad del doctor Espielberg, hipnotizador y adivino chocarrero que trabaja en la carpa.
Pedro es atacado por el villano, quien le explica las razones de su obsesión por matar taxistas; el protagonista, a punto de ser liquidado por el asesino, es rescatado por el empresario del teatro y la policía acompañada por la Polvorina.
En premio por salvar su vida, Pedro ofrece a la Polvorina, por fin, hacerla feliz.
En la segunda tanda, “El alcohol adulterado”, el actor y cantante sinaloense, acompañado de nuevos personajes, se ve involucrado en la muerte de algunos de los invitados al bautizo de su hijo Pedrito, que, tal vez, procreó con la Polvorina para redimirla.
En el bautizo, además de los infaltables gorrones y el trío Tri, asiste como padrino el licenciado Villalobos, candidato a cualquier cosa, acompañado por Blue Titanic, gran luchador enmascarado que por lo pronto labora de guarura del licenciado. Asiste también el padre Benigno que, incitado por Pedro, se le pasan las copas.
Pedro es detenido por ser en su fiesta donde se sirvió alcohol adulterado. Sin embargo, es exonerado junto con el licenciado Villalobos por falta de pruebas.
El destino lleva al protagonista a encontrarse con el hermano gemelo de Villalobos, malvado capo traficante de alcohol y otras sustancias.
De pronto, Pedro descubre la ubicación de la bodega clandestina y, en compañía de Blue Titanic y del jefe de la policía, se enfrenta a la peligrosa banda.
En la refriega Pedro, nuevamente, está a punto de ser liquidado por el villano, pero literalmente, ayudado por la providencia, el Blue Titanic y su buena estrella, consigue capturar a la peligrosa banda de traficantes de alcohol adulterado.
El teatro de revista, la carpa, el sketch, la tanda, el astracán y muchos otros sub-géneros y formatos que se desarrollaron desde principios y durante la primera mitad del siglo XX en México, conforman un retrato no realista de nuestro perfil.
Aún ahora, en el siglo XXI, es inevitable recurrir a las imágenes, ya de carácter, de situaciones o lingüísticas, para referirse con precisión a quienes somos y a quienes hemos sido.