En el punto más elevado de su poder creativo Quentin Tarantino conmociona al mundo con el western Django sin Cadenas, una joya visual en la que se conjugan grandes actuaciones con una historia escrita con maestría que, pese a partir de un lugar común, revoluciona la literatura cinematográfica del género.
El título inexplicablemente remite al clásico italiano Django (1966, Corbucci) estelarizado por Franco Nero, de la que no extrae ningún elemento que las asocie temáticamente. Mejor aún, es una pieza cinematográfica única que en su propia singularidad, paradójicamente le rinde tributo al spagetthi western.
Jamie Foxx no es Clint Esastwood, pero cumple con su papel del misterioso pistolero que emprende una misión de venganza brutal y despiadada con el propósito de rescatar a su esposa de un desalmado terrateniente, interpretado por el magnífico Leonardo DiCaprio, excelso en su plan de canalla.
Django sin Cadenas es una película que puede ser contemplada desde muchos ángulos, el principal de ellos es el de la dirección. Más allá de las impecables interpretaciones, Tarantino es la estrella mayor del film.
El genio de Tennessee se posiciona, con esta producción, en la órbita de los grandes del western. Durante toda su trayectoria ha pregonado la influencia de Leone y Sam Peckinpah. Aquí recurre a los dos santones para pedirles prestados algunos trucos. De Leone coge la figura mítica del gatillero sin nombre, un antihéroe implacable. De Peckinpa la violencia exacerbada, con baños de sangre que manchan la pantalla con un efecto visual tan estilizado que la muerte cruel se convierte en pura belleza plástica.
La historia ubicada en el salvaje oeste del siglo XIX, dos años antes de la Guerra Civil, presenta al esclavo que es convertido en un hombre libre por un simpático e implacable caza-recompensas, interpretado por el magnífico Christoph Waltz, que se cicla por momentos en el rol del nazi que le dio fama en Bastardos sin Gloria, otra pieza maestra de Tarantino.
Juntos emprenden una cacería sistemática de forajidos, hasta que urden un plan complejo para rescatar a la esposa de Django, que hace trabajo de esclava en casa de DiCaprio.
Hay un interés efectivo del asesino negro por conseguir de vuelta a su amada. Pero en ello no hay nada romántico. Prevalece el interés por conseguir el objetivo a cualquier costo.
Foxx hace un trabajo excepcional, como el bravucón presidiario liberado que en un impulso secretamente mesiánico, emprende una batalla para acabar con la maldad, en nombre del objetivo libertario de su mujer. No tiene contemplaciones el negro. Utiliza toda su furia en el manejo de la pistola, con rapidez y puntería insuperables.
Waltz y Foxx hacen una pareja letal, combinando habilidades, y convirtiéndose inesperadamente en cómplices y camaradas. Parece un milagro que dos tipos de crueldad probada y de desconfianza patológica, consigan confiar mutuamente, aliados en una empresa común que estrecha su amistad hasta la muerte.
Tarantino hace de Django sin Cadenas un derroche de poesía visual. En cada encuadre hay una búsqueda de la perfección, hasta convertir secuencias enteras en un lujo para la vista. En el evidente interés por superar a sus mentores, se esmera por hacer una cinta minuciosamente artística, con un preciso cuidado por los detalles.
Obsesivo fan de las cintas de artes marciales, el realizador emula algunas secuencias de películas orientales. Los acercamientos agresivos en close ups son un cliché que puede provocar risa. Pero a Tarantino le funcionan como un recurso reciclado. También se concentra en hacer dramáticas secuencias de profusión hemática para deleite de los fans y el suyo propio.
Aunque ya lo había hecho en ocasiones anteriores, encuentra aquí una oportunidad inigualable para emplear piezas musicales del siempre imitado e inigualable Ennio Morricone.
Django sin Cadenas es una extraña obra maestra del cine de vaqueros. Sus personajes son súper cool, en un extremo inverosímil, aunque, en verdad, nadie puede protestar por ello. Tarantino les da oportunidad de expresarse de una manera tan afilada, con sus diálogos geniales, que sólo queda verlos y disfrutar del grandioso espectáculo de verlos en una emocionante aventura, que no se parece a nada de lo que actualmente es presentado en el cine.