
Después de amenizar fiestas de cuadra en cuadra, de barrio en barrio, su música llevó a Celso Piña de continente a continente a tocar en escenarios donde se mezclaban personas de todos los niveles sociales, quienes apreciaron por igual su música.
Después de andar por callejones empedrados en una colonia carente de servicios como la luz, agua y drenaje, Celso Piña llegó a varios países de Europa como parte de su gira musical y hasta tocó cumbia colombiana para gente de la más alta alcurnia, como lo fue el también fallecido escritor premio Nobel de literatura, Gabriel García Márquez.
La Campana, un barrio bravo de origen popular ubicado al sur de Monterrey, fue el terruño que vio nacer musicalmente a uno de los personajes más representativos del folclore regiomontano: Celso Piña Arvizu, mejor conocido como: “El Rebelde del Acordeón”.
El mote le fue dado por la forma autodidacta en que aprendió a tocar dicho instrumento, pues por su origen humilde no tuvo la oportunidad de aprender en una escuela o con algún maestro.
Sin embargo esa humildad económica no le impidió su despegue para surcar los cielos y esparcir su música por todo el mundo.
Celso Piña nació el 6 de abril de 1953 en Monterrey, Nuevo León, sus padres vivían en la colonia Nuevo Repueblo cuando Celso, como le puso su abuelo paterno, llegó a alegrar los corazones de la familia Piña Arvizu.
Tiempo después se mudaron al barrio Tampiquito en San Pedro Garza García y de ahí se fueron a La Boquilla, una colonia cercana a lo que posteriormente sería su hogar y el suelo que lo vería despegar como todo un músico del folclore Vallenato, La Campana.
Pero antes de que su carrera musical comenzara, Celso Piña vagó por las calles de la Loma Larga en la zona sur de Monterrey de un trabajo en otro.
De los que el músico regiomontano más recordaba y de los que no le daba pena hablar en las entrevistas, era cuando trabajaba con un tío en una tiendita o cuando ayudaba a repartir tortillas.
El último trabajo antes de comenzar su historia en la cumbia colombiana fue de auxiliar de intendencia en el Hospital Infantil, ubicado en al colonia Arturo B. De la Garza en Monterrey.
Y aunque en ese lugar contaba con todas las prestaciones con las que un empleado se podría conformar, Celso no se sentía a gusto y por eso pretendía buscar otra profesión que le alegrara el corazón y la vida.
Fue hasta que vivían en La Campana, después de una junta de mejoras de colonia, que Celso escuchó una cumbia del maestro Andrés Landeros, en ese momento el folclore Vallenato se metió en sus venas, el corazón y el cerebro, hasta que pudo llegar a ser un ícono de ese género en Monterrey.
Quedó maravillado desde la primera vez que escuchó el sonido de la acordeón de Landeros, por eso tiempo después buscó más discos de cumbia colombiana como los de Aniceto Molina, Diomedes Díaz y su ídolo Lisandro Meza para aprender a tocar el instrumento únicamente escuchando las canciones.
En el sótano de su vivienda ubicada en la novena avenida del Cero de la Campana, Celso ensayó horas y horas, meses y meses hasta que pudo tocar una canción completa. Después de eso recibiría el apoyo de su padre, Isaac Piña, para iniciar la aventura entre los tambores y los timbales.
Primero aprendió a tocar la guacharaca y formó parte de un conjunto tropical que no tuvo mucho tiempo de vida musical. Posteriormente formó La Ronda Bogotá con sus hermanos y amigos.
Don Isaac siempre lo apoyó y él mismo les fabricó instrumentos como Dios le dio a entender, como una conga que hizo con retazos de madera y un cuero de chivo, o como la guitarra que convirtió en bajo, acoplándole cuerdas de bajo sexto para que pudieran darle ritmo y sabor a las cumbias.
Pero los celos por parte de algunos integrantes -pues el nombre de Celso Piña cada vez pesaba más sobre el de Ronda Bogotá-, comenzaron a brotar y fue en ese momento cuando tres de ellos deciden formar su agrupación. Fue así como nació la Tropa Colombiana que lideraba Paco Silva.
Con el tiempo llegaron los éxitos y comenzó a ser reconocido en las colonias populares, mucho antes de grabar sus primeros discos.
Celso interpretó grandes temas como Gitana, La Cumbia de la Paz, La China y el Pelón o Crónica de una Muerte Anunciada y Macondo, estas dos últimas inspiradas en los libros del premio Nobel de literatura, Gabriel García Márquez.
Pero sin duda, lo que lo llevó a la fama internacional, fue el disco Barrio Bravo que grabó en colaboración de artistas como El Gran Silencio, Blanquito Man, Pato Machete y sonidero, donde resaltaron temas como Cumbia Poder, Cumbia Sobre el Rio y otros más.
Después de amenizar fiestas de cuadra en cuadra, de barrio en barrio, su música los llevó de continente a continente a tocar en escenarios frente a europeos o personas de un estatus social muy alto.
Celso Piña se atrevió a desafiar a los interpretes de música regional ganándose el repudio de muchos de esos artistas que cada vez que se lo topaban en bailes, le recriminaban el hecho de elegir la cumbia colombiana como su música.
Sin embargo también fue inspiración para muchos otros artistas que después escribieron su historia como Tony y Cano de El Gran Silencio; además de abrir brecha para que, después de más de 30 años, un sinfin de agrupaciones lograran llegar a escenarios en los que Celso tuvo complicaciones para presentarse.
Aunque muchas de esas bandas no lograron trascender a nivel internacional, Barrio Bravo le permitió a Celso Piña llegar a tocar en festivales de rock como el Vive Latino y presentarse en sitios como el Auditorio Nacional, además de viajar a países como Francia, Alemania, Italia y otros más del Viejo Continente.
Uno de los momentos más inolvidables fue cuando Celso Piña hizo bailar al escritor y periodista colombiano, Premio Novel de Literatura, Gabriel García Márquez, junto a toda la crema y nata de Nuevo León, como él mismo le llamaba a las personas de clase social alta.
“El Rebelde de la Acordeón” era regiomontano y mexicano de nacimiento y corazón, pero siempre estuvo agradecido con Colombia por la recompensas que le dio al interpretar la cumbia representativa de esa región.
Lo más curioso de todo, es que Celso Piña no conoció la tierra colombiana hasta el año 2010, cuando tuvo la oportunidad de viajar a Barranquilla, La Puerta de Oro de Colombia, para participar en un festival junto a Aníbal Velázquez y otros grandes del género Vallenato.
Fue así como Celso Piña escribió su historia y ahora ya acompaña a sus ídolos Lisandro Meza, Aniceto Molina, Andrés Landeros y Diomedes Díaz en el cielo junto a su inseparable acordeón Hohner Corona II.