Bajo la dirección de J. J. Abrams, la franquicia de Star Trek ha conquistado nuevos horizontes y ha viajado más lejos que todos sus predecesores.
Star Trek: en la Oscuridad contiene todos los elementos de un gran espectáculo de ciencia ficción espacial, con el añadido de grandes actuaciones.
Abrams, que había dirigido ya la anterior aparición de Star Terek, en el 2009, convirtiendo en estrellas instantáneas a sus protagonistas Chris Pine y Zachary Quinto, ahora lo vuelve a hacer con una presentación más audaz y mucho más comprometida con los seguidores de la añeja serie.
Los trekers, como se les conoce a los fanáticos de la marca, encontrarán ahora, de nueva cuenta a toda la pandilla unida, con sus personalidades bien definidas y todos cohesionados en torno a la aventura y complementándose.
El capitán Kirk sigue siendo el intrépido y a veces irresponsable líder, Spock es el vulcano cerebral y honesto hasta la autodestrucción; Uhura, la intérprete; el doctor McCoy el médico pesimista; el profesor Sulu, siempre leal como timonel; y Scotty, como jefe de ingenieros y encargado de las teletransportaciones.
Todos conforman una gran familia que mantiene vivo a Kirk. Sin ellos, él no sería más que otro aventurero suicida.
Abrams le ha rodeado de un equipo muy capaz para conseguir que haya una nota de sencillez en las historias, mezclándola con animaciones digitales monumentales.
Se supone que por ser Abrams el director, tiene que haber imágenes hiperrealistas. No se habían visto escenas en el espacio tan impresionantes y espectaculares, como las de esta entrega de Star Trek.
Pero también tiene que haber catástrofes monumentales. En el espacio, las naves colisionan, se bombardean y, eventualmente, se desploman sobre alguna ciudad, con el respectivo saldo del tamaño de una hecatombe.
No hay sorpresas. Todas las películas de Abrams se parecen. Tiene un mismo formato y un diseño de arte idéntico. Pero todas también son emocionantes al mismo nivel de excelencia.
Abrams lo hace grande, pero también simple.
En esta historia hay un regreso inesperado. Un soldado resentido ataca a la flota terrestre, lo que desencadena una cacería interestelar. Su nombre es Khan, muy familiar para los trekers. Kirk, a bordo del Enterprise, contacta al criminal, pero después surgen numerosos imprevistos que vuelven la cacería en un astuto juego de apariencias en el que parece ser que el ganador no será quien derrote al adversario, sino el que resulte con menos pérdidas.
Con una manera de extraño humor, permanente en todas sus creaciones, Abram mezcla intensos elementos de violencia con pasajes de humor e ironía, que evitan angustia. Aunque los mundos choquen, siempre hay momento para una sonrisa.
Kirk y Spock obtienen aquí mayor intimidad afectiva. Son dos personajes opuestos pero que se atraen precisamente por sus personalidades diferentes y desarrolla un afecto fraternal irreductible, aún en los momentos de mayor peligro.
La química entre ellos es mucho más fuerte que la que hay entre Spock y su novia Uhura.
Afortunadamente, Pine y Quinto consiguen hacer sus propios personajes, alejándose de los originales, venerables y legendarios William Shatner y Leonard Nimoy, que seguramente observarán con aprobación a sus relevos.
Y es el personaje de Spock, interpretado por Quinto, el mejor de la serie.
Benedict Cumberbach es un gran antagonista. En esta que es su gran oportunidad, es un excelente villano de opereta, enfrentando con dolor su destino trágico, dispuesto a teñir su espada con sangre enemiga para saldar la afrenta y aliviar su espíritu lesionado por la amargura.
Por ahí aparece como una grata sorpresa, el casi desaparecido Peter Weller, que en sus tiempos obtuviera fama como el inmolado Murphy en Robocop. Ahora, lo resucitan en un papel del ambiguo capitán Marcus.
Star Trek: en la Oscuridad es entretenimiento puro.
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