El Conjuro es una extraña mezcla de sustos y entretenimiento en un nivel sobresaliente.
Las cintas de terror actuales, en su enorme mayoría, se concentran en los sobresaltos. Esta producción del género de terror sobrenatural, aportada por el maestro James Wan, se preocupa por generar una ambientación extremadamente tensa.
Hay sustos, por supuesto, y al por mayor. Pero el director consigue crispar la atmósfera con una efectiva manipulación de elementos para expresarse con un lenguaje cinematográfico lleno de efectos y adrenalina.
Wan, quien aportó las ya clásicas historias de horror de la serie Saw, recurre a los elementos clásicos del terror. Hay una casa solariega, un matrimonio joven, niños pequeños, adolescentes impresionables, una presencia sobrenatural, una maldición antigua y un matrimonio de investigadores paranormales dispuestos a arriesgar todo para eliminar la amenaza.
La anécdota, que es anunciada como un hecho que realmente ocurrió, se ubica en los 70. Patrick Wilson y Vera Farmiga son dos detectives de hechos relacionados con percances sobrenaturales y posesión satánica.
Él es un hombre de fe y ella una médium. Juntos deciden auxiliar a una familia que comienza a sufrir en su casa un acoso de fuerzas invisibles que les hacen suponer en asedio de demonios.
Los profesionales que primero se muestran escépticos, termina por convencerse de la presencia de entes malignos y emprenden una cruzada personal por exorcizar la casa y salvar a sus moradores de un inminente peligro mortal inducido por las almas del averno.
Todo en El Conjuro es atmósfera. La línea argumental es pequeña, pero hay un muy acertado manejo de recursos para generar crispación. Wan se esforzó un poco más en los creadores de otras películas de la misma línea, para manejar con maestría los silencios y los estruendos.
La historia es envolvente de inicio. Los cazafantasmas llegan a este caso después de haber tenido otros encuentros macabros. Pero se sienten atraídos por la casa embrujada primero, porque conjurar a los diablos que ahí habitan es un reto irresistible.
Pero después son puestos a prueba, porque deben superar sus propios temores para avanzar como profesionales. Y, finalmente, se involucran de manera personal en el denso drama que los afecta directamente.
La pareja que ocupa la casa embrujada está conformada por actores reconocidos como Ron Livingston y Lili Taylor. En ella recae, mayormente, la acción dramática en los momentos de trance infernal y lo hace de una manera que mueve a reflexionar sobre su calidad histriónica, aún en cintas como ésta, donde lo que predomina es el soundtrack, los sonidos de ambiente, la fotografía y la edición.
Por encima de los elementos técnicos, Taylor hace una aterradora interpretación de un ama de casa que enfrenta fuerzas desconocidas que ingresan a su casa y amenazan a su familia.
El Conjuro no se inscribe, de modo alguno, en la lista de los clásicos de terror, como El Exorcista o El Resplandor. Sin embargo, sorprende por su capacidad de provocar pavor, en una época donde todo es absolutamente predecible.
El equipo realizador aporta sobresaltos honestos. A diferencia de otras cintas de miedo, que provocan pánico con gritos repentinos y puertas que se cierran, aquí hay una justificación para desencadenar todo el juego macabro que guía hacia un desenlace completamente escalofriante.
El Conjuro no es una obra maestra, pero será recordada como una excelente cinta de esta época.
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