Camino del rancho El Chapote, noreste de Tamaulipas. Las serpientes de cascabel se asoman por las agrestes brechas que penetran la región de la Cuenca de Burgos. Aturdidas por el ardiente polvo sobre el cual se desplazan, se enroscan y dormitan a la orilla del sendero.
Con filosos machetes, los escasos campesinos del semidesértico poblado las atrapan para prepararlas fritas o en caldo. Dicen que su carne sabe a pollo.
Aquí, en medio de la nada, donde especies como los zopilotes y los coyotes no dejan hueso para la mañana y apenas se observan unas centenarias casas de lajilla –arruinadas por la dominante miseria y el abandono–, la gente ignora que debajo de sus parcelas, en el subsuelo, se encuentra una de las reservas de uranio más ricas de México.
Descubierto por el Instituto Nacional de Energía Nuclear (hoy ININ) en la década de los setentas, este elemento químico es capaz de proveer electricidad y beneficios incuantificables. En la actualidad algunos países desarrollados lo utilizan para alimentar sus reactores atómicos y suministrar hasta una tercera parte del fluido total que consumen.
De eso José Marín Reséndez, agricultor de la zona, no sabe mucho, tan sólo que hace casi 30 años hubo expediciones del gobierno en la inhóspita geografía virgen de la cercanía. Asegura que arribaron cuadrillas de trabajadores, estudiaron el área y se fueron cuando los trabajos estaban inconclusos, dejando de mostrar interés por las extensivas tierras de árida vegetación.
El hombre de norteño acento y de desgastadas vestiduras, confiesa que siempre ha sido pobre, al igual que las personas que habitan el rumbo. Subsisten, explica, de la domesticación de ganado y gallinas en cantidades menores; de la siembra de diversas legumbres y de la ocasional venta de reptiles ponzoñosos, liebres y correcaminos.
Su único medio de transporte es una desvencijada camioneta Ford 1984, con la que acarrean el agua y recogen leña para cocinar. A pesar de estar a unos 40 kilómetros del núcleo urbano de Reynosa, desde la carretera nacional hasta la ranchería, el sinuoso y a veces lodoso camino hace más intrincado el trayecto.
Irónicamente residen sobre dos de los campos energéticos más importantes de la nación, como lo son la reserva de gas no asociado de Burgos y las multimillonarias minas mexicanas de uranio, mas en su rural comunidad no existen siquiera servicios de salud ni tampoco fuentes de empleo. La gente joven emigra a las ciudades, mientras quienes se quedan a lidiar las culebras deben trasladarse hasta la frontera si son mordidos o dejarse morir si no hay quien los lleve.
En esta región y para estos habitantes todavía no se sabe cuando se traducirá en beneficios el hecho de tener un tesoro bajo las plantas de sus pies, bajo el suelo donde duermen. Pasarán quizá años para que el gobierno vuelva a voltear hacia la energía nuclear y reactivar la zona.
LA UBICACION
DEL TESORO
Para dar con los olvidados depósitos subterráneos y abundantes sedimentos de uranio, estudiados durante los años setenta y ochenta por especialistas nacionales, es necesario ingresar por una brecha hacia las estaciones de recolección de gas no asociado de Comitas y Orozco de Petróleos Mexicanos. El acceso se ubica en el kilómetro 170 en dirección a Reynosa.
Tras avanzar unos 20 minutos a mano izquierda se sitúan los ranchos El Puerto y El Chapote, los cuales al atravesarlos conectan con una de las minas que en el sexenio de Miguel De la Madrid fueron inexplicablemente abandonadas, pese a contener ricos yacimientos.
A casi 30 años de distancia todavía pueden observarse algunas cisternas metálicas de fluidos que se emplearon durante los experimentos de exploración. Carcomidas, los lugareños las utilizan para estancar el agua pluvial.
De aquellos trabajos también quedó un campamento de material “nuevecito” con una bodega y dormitorios, que inauguró el ex mandatario y que jamás ha vuelto a ser ocupado por el gobierno federal. Sus paredes envejecen con el corrosivo transcurso de las décadas, mientras hay quienes a varios cientos de metros subsisten en viviendas con podridos techos de lámina.
Durante el casi indescifrable trayecto –por la falta de circulación de vehículos– pueden divisarse también cabezas de ganado sin un sólo trozo de carne que yacen entre la hostil hierba y los densos matorrales de cardos y espinos. Las asustadizas liebres corren desbocadas y el inconfundible chirrido de los cascabeles surca el aire para indicar su territorio.
A medida de que prosigue la marcha, el terreno con tramos de rocas sólidas se torna más escabroso.
Descender del coche puede significar un error por el potencial ataque de un alacrán o de una culebra, pero mayor es el deseo de llegar al corazón de los bastimentos de uranio, ante los cuales se deben cruzar empinadas pendientes y parajes de mezquitales y nopaleras.
Los candentes neumáticos cada vez sufren más para avanzar y lo primero que hay en mente es no atascarse en la travesía, pero por desgracia esto mismo le sucede a la unidad de Hora Cero, a pocas horas de caer la noche y a varios kilómetros de la aldea más cercana.
Noventa minutos más tarde, luego de solicitar ayuda, es arrastrada con cadenas por el viejo vehículo de los labriegos del rancho, quienes acceden en encabezar la expedición hasta la cúspide del cerro donde se ubica la mina de uranio, un intento que en total se prolonga alrededor de tres horas. Al fin se alcanza el objetivo.
Rebanado por la mitad y con un precipicio de más de 80 metros de profundidad, este “pastel” de yacimiento infunde inmediatamente respeto. En el fondo los crecidos árboles poco a poco van llenando el gigante hueco que dejaron las pesadas máquinas de Uramex cuando desgajaron el subsuelo. En el talud aún es posible mirar la composición de las capas de tierra (en colores amarillos, cafés y grises) que se perforaron para llegar hasta el uranio.
Desde ese punto el silencio es casi absoluto, solamente interrumpido por potentes ráfagas de viento. Estar parado sobre uno de los sitios geológicamente más ricos de la nación hace que la experiencia haya valido la pena. Millones y quizá billones de dólares esperan ser extraídos de este lugar.
REFERENTE HISTORICO
Antonio Caballero Galván, ex empleado de la desaparecida empresa federal Uranio Mexicano (Uramex) que a comienzos de los años ochenta prometía grandes beneficios a la patria, la energía atómica en suelo nacional comenzó a ascender en 1968.
Tiempo atrás, en la época de Adolfo López Mateos y de Gustavo Díaz Ordaz, refirió el entrevistado, surgió un conflicto por unos misiles nucleares que los rusos le vendieron a Cuba para desestabilizar a Estados Unidos, en respuesta por su invasión a la Isla, finalizada la Revolución Cubana.
Pero México –en su rol de mediador– elaboró un tratado internacional vigente llamado “Tlatelolco” con el objeto de que la energía atómica y el uranio fueran utilizados con fines pacíficos, única y exclusivamente para generar luz o aplicaciones de medicina.
“Inicialmente nada más lo firmaron los países latinoamericanos y la Unión Americana lo hizo mucho después. En base a eso se empezaron a identificar cuáles eran las áreas energéticas que había en la República y el distinguido doctor Fernando Alba Andrade (ex compañero del Premio Nobel de Física, Albert Einstein) fue quien llevó la pauta para el uranio en nuestro territorio.
“De esta manera se creó el Instituto Nacional de Energía Nuclear con el propósito de examinar, hacer exploración y explotación del novedoso energético”, reseñó Caballero Galván.
El también biólogo por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), ex consejero del Banco Mundial (BM) y otrora empleado de la Secretaría de Pesca (Sagarpa), mencionó que el siguiente paso fue fundar un Centro de Investigación para ver cómo podía generarse electricidad en base a la energía atómica, como una opción para el país.
“En la actualidad el 33 por ciento de la luz eléctrica en el mundo depende de esta industria. Las naciones que más la emplean son Francia, Inglaterra y Estados Unidos”, destacó el especialista.
DESCUBRIMIENTO DEL URANIO EN MEXICO
Para localizar geográficamente el combustible metálico a mediados de los años setentas, se adquirieron varias aeronaves con tecnología de punta. Los antecedentes bélicos de Hiroshima y Nagasaki dejaron claramente definido el potencial de la energía atómica, aunque a decir de Caballero Galván, lo que se pretendía en México era darle un uso benéfico y responsable.
“De hecho la base fue Reynosa, aquí estuvo el ININ trabajando. Los aviones dotados con un mecanismo especial de detección sobrevolaron los Estados de Tamaulipas, Nuevo León y el país completo. Empezamos a localizar desde Camargo y Ciudad Mier, hasta llegar casi a Tampico”, especificó.
Acto seguido se compraron 20 rotarias (camiones con excavadoras) para perforar pozos y valorar los yacimientos. Dichas máquinas fueron ingresadas a las brechas y a los abruptos terrenos de los rancheros.
“Como el uranio no está a más de 120 metros de profundidad no se requería un equipo sofisticado ni de alta tecnología para agujerarlo. Se hicieron perforaciones desde Camargo, hasta el municipio de Cruillas y ahí nos quedamos en 1982. Fue la última fase del proyecto”, describió el ex empleado federal.
Este biólogo detalló que de todas las zonas geológicas revisadas a lo largo y ancho de la República, la mejor calidad de uranio se ubicó en el noreste. Técnicamente se midió en las .80 unidades, mientras que en otras latitudes los yacimientos oscilaron entre los .07 y .08 valores.
“Se perforaron alrededor de mil 200 pozos de un diámetro aproximado de 30 centímetros para detectar por abajo hacia donde iba la beta y se sacaron algunos núcleos para determinar qué tipo de uranio teníamos. Se llegó a la conclusión de que había tres mil 700 toneladas del energético en el subsuelo, cuando solamente un kilo es suficiente para suministrar de energía eléctrica a la Ciudad de México durante 10 años”, ilustró.
Caballero Galván indicó que este combustible sólido se compone por varios tipos de isótopos, como el 2.38, el 2.39 y el 2.35. Este último es extremadamente radiactivo; no obstante, en la atmósfera y en la superficie tamaulipeca sólo se halló el .7, cuyas radiaciones son similares a los que emite el sol o la computadora.
“Los campamentos más grandes se localizaron en los ranchos La Coma, Buenavista (rumbo a Camargo); la Osca y el Chapote. Esos son los cuatro yacimientos corroborados con la tecnología de esa época. Lo que ahí hicimos fue un tajo abierto, es decir que se pasó la máquina y se quitaron capas para ver el mineral hacia abajo. En realidad no sacamos ni un kilo ni ninguna tonelada, ahí se quedó y ahí está todavía”, reiteró el entrevistado.
Con las multimillonarias reservas energéticas ya ubicadas, la idea fue desarrollar una industria alterna a los hidrocarburos. La incalculable riqueza mineral de la nación la hicieron potencialmente rentable para este proyecto y el siguiente paso era comenzar a producir la electricidad.
EL DERRUMBE DE LA INDUSTRIA NUCLEAR
Las diferencias políticas entre el PRI y un creciente movimiento izquierdista del Sindicato Unico de Trabajadores de la Industria Nuclear (SUTIN), originó que el gobierno constituyera en el año 1978 Uramex, una empresa descentralizada semejante a Pemex, que estaría encargada de la exploración y explotación de los yacimientos.
A decir de Caballero Galván, la fabricación de la primera planta atómica en México resultó una grave equivocación, no tanto porque no se requiriera, sino porque para su funcionamiento se empleó un proceso innecesario y sumamente costoso. A la postre éste sería uno de varios errores que terminaron por minar la industria atómica del país y hacerla poco productiva.
“En Uramex teníamos prisa en explotar el uranio porque Laguna Verde se iba a echar a andar. Se estaba fabricando en los setentas y había que sacar el mineral; sin embargo, hubo un grave problema y fue que la planta, actualmente operada por la Comisión Federal de Electricidad (CFE), se hizo para recibir uranio enriquecido (depurado) y no empobrecido (en su estado natural).
“Es más sencillo tomar el energético ‘corriente’ y depositarlo como combustible en el reactor, que pasarlo por un procedimiento de purificación realizado en sólo cinco países del mundo, con un acelerador que separa el uranio para hacerlo de 2.35 unidades que es sumamente radiactivo. Estás hablando de un aparato que tiene dos kilómetros a la redonda, el cual de una tonelada extrae un kilo de uranio enriquecido, pero de todas formas la misma tonelada empobrecida te lleva al mismo lugar. En un auto austero llegas más tarde que en un deportivo, pero es exactamente lo mismo, de todas maneras llegas.
“Y el 2.35 se usa porque es el que a final de cuentas permite hacer una bomba atómica. Al final te queda plutonio como residuo después de usar el uranio como 2.35. Y ahora con las broncas de las guerras y todo lo demás, muchos países como Iraq, Irán y China llegaron al plutonio. No tendrán para cargar la bomba, pero sí tienen para hacerla, por medio de las plantas nucleares, que automáticamente a los 10 años dan plutonio”, insistió.
Cuando parecía que la República Mexicana se encaminaba al progreso de sus fuentes de abastecimiento de electricidad -a pesar del “error” de Laguna Verde-, surgió de pronto algo que cambió drásticamente la historia de la naciente industria nuclear: el boom petrolero, el cual se interpuso en su desarrollo como fuente de energía.
En ese entonces el ex presidente de Estados Unidos, George Bush (padre), propietario de poderosas compañías (como Zapata Petroleum Corporation), fue uno de los pioneros en prohibir el uso de la energía atómica para fines de electricidad al firmar un tratado que impidió la construcción de reactores. 460 gramos de uranio se cotizaron en siete dólares haciéndolo prácticamente incosteable.
“Estábamos muy bien hasta José López Portillo, pero llegaron los neoliberales entregados a Estados Unidos y dejaron de hacerse plantas nucleoeléctricas, porque los intereses del petróleo querían vender petróleo y eso hizo que Uramex decayera. Los trabajadores se fueron a huelga, algo que aprovechó el gobierno mexicano que requisó la empresa y automáticamente la liquidó.
“Por eso todos empezaron a edificar plantas de combustóleo, que son demasiado caras, como la que está en Río Bravo, dejando la energía nuclear de paso. Recientemente la polémica resurgió a causa de la crisis de los hidrocarburos y las mermadas reservas petroleras en México”, señaló.
EL URANIO, LA SOLUCION A LA CRISIS ENERGETICA
Caballero Galván explicó que países como Francia, China, Japón e Inglaterra, han construido plantas nucleares con todos sus riesgos.
“Y es que en el mundo ya se acabaron las cuencas hidroeléctricas, porque ya no hay donde ponerlas. Por otro lado el problema de las termoeléctricas es el efecto invernadero por el calentamiento global, ya que son muy contaminantes. Lo que ahora pasa es que están volteando de nuevo al uranio. En la actualidad a nivel mercado anda en 160 dólares (unos dos mil pesos). Ya volvió a subir su precio, porque ya vieron que no hay mejor fuente de energía.
“Y estoy de acuerdo de que tenemos la eólica y la solar, que son fuentes verdes y alternas, pero no han sido la solución en el mundo. España, que es el principal productor de la energía eólica está construyendo plantas nucleares, ¿por qué?, porque ésta no produce lo que se requiere para la población y es demasiado cara”, manifestó el ex trabajador de Uramex, quien tuvo como labor principal la revisión de registros de rayos gamma para la localización de las reservas de uranio en México.
Sobre la posibilidad de que vuelva a presentarse un accidente como el del reactor de Chernobyl, que en 1986 desparramó una ola radiactiva en el centro de Europa, Caballero Galván lo descartó en suelo mexicano.
“Yo soy biólogo ecologista y conozco del medio ambiente. Sé que no quisiéramos ver un desastre como el de Ucrania, pero Laguna Verde no ha tenido nunca problemas, jamás hemos escuchado que haya emitido radiaciones. A veces no entendemos cómo funcionan las plantas nucleares y nos falta información”, dijo.
En un plan más crítico este experto afirmó que: “México va a tener que volver a comprar uranio enriquecido para meterle a Laguna Verde, cuando lo tenemos ahí y no hemos hecho uso de él. Y todo se encuentra a 100 metros; nada más lo quitas como si fuera grava, pues no es una mina donde se hace un socavón ni hay que meter a la gente, sino que está en roca sedimentaria”.
El también máster en acuacultura expresó que urge un programa energético para la nación, en una época donde las fuentes nucleares parecen convertirse en la solución.
“Los yacimientos de uranio en México están cuantificados, sabemos donde están, a qué profundidad están y yo creo que conviene reactivarlos no para venderlos, sino para el beneficio del país. Por ejemplo, en la medicina nuclear estamos importando el cobalto y no desarrollamos la tecnología.
“Los únicos que le hicieron caso al uranio empobrecido fueron Canadá y Argentina y siguen haciendo plantas. En su estatus natural va directamente al reactor, ya es el combustible, has de cuenta que estás echándole gasolina. Entonces aquí de lo que se trata es que lo utilicemos en un estado en el que no te genera radiaciones y punto. Hay muchas cosas que la gente no conoce, pero se pueden pasear ahí por La Coma y tocar el uranio empobrecido y no pasa absolutamente nada”, subrayó.
INOPERABILIDAD
Y ENTREGUISMO
El 13 de abril de 2010, el presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, signó un convenio para disminuir el enriquecimiento nacional de uranio.
Para Caballero Galván la visita del presidente a Estados Unidos no fue con otro propósito más que para negociar los desechos de Laguna Verde que “México le regalará” al vecino país.
“Les estamos ahorrando la llegada del plutonio, porque los ‘gringos’ lo van a agarrar luego luego. Ya está transformado y yo creo que el año que entra o en dos años ya estará allá. Como nuestro país tiene firmado el tratado de no armas nucleares simplemente lo está transfiriendo, porque tampoco posee un lugar para depositarlo.
“Estamos hablando de millones de dólares y que la Unión Americana se está ahorrando un plutonio que no le costó 10 años tenerlo”, refutó el experto.
Sobre los yacimientos que en Tamaulipas y Nuevo León siguen abandonados, el ambientalista dijo que no es necesario esperar a que vengan extranjeros a explotarlos cuando los mexicanos lo pueden hacer.
“En otras palabras es más barato extraer el uranio que otro tipo de energías. La función elemental de los reactores es calentar el agua. El uranio es un generador de calor que permite que el agua hierva y haga que den vuelta a las turbinas, esa es una planta nuclear”, apuntó Caballero Galván.
Pero la tenencia de este energético no ha dejado de ser polémica a pesar de seguir inutilizado. El Partido de la Revolución Democrática (PRD) alertó sobre las pretensiones de las compañías transnacionales General Electric y Westinghouse –las cuales ejercen el monopolio mundial en la industria nuclear– de que se modifique el artículo 27 de la Constitución, que establece que “tratándose de minerales radiactivos no se otorgarán concesiones ni contratos ni subsistirán los que en su caso se hayan otorgado y la nación llevará a cabo la explotación de esos productos”.
El Sindicato Unico de Trabajadores de la Industria Nuclear, por su lado, ha pujado para la reapertura de Uramex, aunque sin suerte. El Sutin, que en abril de 2010 se fue a huelga, se ha opuesto abiertamente a que empresas extranjeras lleguen a explorar la industria atómica en México, como ha pasado con las reservas de gas natural no asociado en la Cuenca de Burgos.
En su portal electrónico, el gremio expone la situación de precariedad por la que atraviesa el Instituto: su secretario, Arturo Delfín Loya, reveló que el presupuesto que ejercita el Instituto Nacional de Energía Nuclear no alcanza ni para pagar la nómina de los trabajadores. El reconocido maestro de ingeniería atómica ha manifestado que por la carencia de recursos, existe un retraso de 25 años en este ramo energético, que va en picada. Aseguró que los laboratorios y equipos de medición son obsoletos y no cumplen con la normatividad.
De esta manera, mientras al gobierno parece no importarle los extensivos yacimientos de uranio de Tamaulipas y Nuevo León y a México le queda cada vez menos petróleo en ranchos como El Chapote, Buenavista, La Osca y La Coma, lo único que queda en la mente de sus depauperados pobladores es aceptar que se vive tan cerca del tesoro y, a la vez tan lejos, que ni aún teniendo el uranio en sus manos pueden sacarle algún provecho. v