Esa noche Jonathan no salió a la pista, una cirugía dental se lo impidió. No se sintió en condiciones para bailar sensualmente y lucir sus atributos físicos a ritmo de “Loca”- canción de Alejandra Guzmán- que ya sonaba al interior del club. Desafortunadamente el “cash” no llegaría a su bolsillo.
Obtener ingresos cada noche que sale a la pista como stripper o como escort se ha convertido en el negocio de su vida desde hace siete años. En estos oficios encontró una forma rentable y cómoda para concluir su carrera y sobrevivir sin problemas económicos.
“Era la manera más práctica de pagar mis estudios, se me acomodaba con el horario, podía al mismo tiempo estudiar y trabajar y no estaba tan mal del físico como para desaprovecharlo. Claro, no empecé ganando mucho, pero sí lo suficiente para pagar la escuela en la que estudiaba”, expresó Jonathan.
Recuerda que tenía apenas 18 años cuando se adentró en ese mundo incierto pero que hasta ahora le ha permitido ganar como un alto ejecutivo o dueño de una constructora, sin serlo. Originario de Guadalajara, Jalisco, el joven concluyó sus estudios como arquitecto.
De ahí que empezara a construir no un edificio, sino su propio destino. En cuanto se graduó de la universidad buscó trabajo y fue en Monterrey que le salió una “buena oportunidad”.
Conforme pasaron los meses, descubrió que el salario era insuficiente para vivir en una ciudad como Monterrey y retomó su faceta como stripper.
“No ganaba lo que quería y como bailarín saco hasta 60 mil pesos por mes; estoy enamorado del dinero y lo busco en mujeres que lo tienen y son guapas”, expresó el treintañero.
Y qué mejor hacerlo de una manera fácil y sencilla, aunque no negó haber sentido pudor cuando recién se inicio en el baile erótico: “me daba pena bailarle a alguien y más encuerarme”, dijo.
“SACAR DINERO ES MI NEGOCIO”
Apoderarse de la pista o escenario a ritmo de “Loca”, ofrecer un privado, o acompañar a alguien es sencillo. Lo difícil, dijo Jonathan, “radica en saber elegir a la persona perfecta: con dinero y guapa”.
Esa, agregó, es la parte buena del trabajo. Sí, debes saber bailar e impactar a las mujeres con tus movimientos sensuales o tu atractivo físico, pero mi negocio crece más en un privado o como acompañante.
“Por una que suba la canasta, la llevan las demás porque tienen que igualar u ofertar más. Si antes aceptabas mil pesos y otra te da 2 mil: tomas la mayor cantidad”, comentó.
Puede ganar miles de pesos en un privado, pero obtiene más ingresos como acompañante. Ahí es por tiempo, evento y actividades a realizar: “mi ganancia va desde 2, 5, 10 o hasta 20 mil pesos”, dijo.
En cuanto al baile erótico, mencionó que las chicas pueden tocar pero dependerá de cada stripper establecer límites o incrementar tarifa.
“Como acompañante me dedico a ir con la cliente a sus eventos familiares, laborales o a donde me lo pidan. Cobro por acompañar, no por sexo, y además yo decido si hacerlo o no”, recalcó.
Pero algo paradójico existe en el mundo de los clubes de stripper o sobre la tendencia de la mujer a acudir a estos lugares, porque no los buscan para tener sexo como muchos piensan.
“A veces uno la hace hasta de psicólogo porque hay quienes pagan para que simplemente las escuches sobre sus problemas existenciales”, reveló.
En ese sentido, añadió, “también debiera cobrar por la terapia psicológica”. Uno se limita a oír y contestarles que tiene razón, o que sí o no está bien.
“Mientras me paguen, yo voy. Lo demás como quiera porque por fortuna uno tiene decisión de elegir con quién y hasta dónde llegar”, aclaró.
DE LOS MÁS COTIZADOS
En el ambiente en que se desenvuelve la competencia está fuerte. Hay tipos corpulentos y fornidos; güeros, morenos; altos, bajos: hay para todos los gustos y presupuestos.
Aunque Jonathan no se considera un tipo “mamado y guapísimo, confía en su sex appeal”. No siempre le va mejor al más carita.
“Es difícil cuando no confías en lo que eres. Yo no me baso en que si estoy más marcado que otro o no. Sí hago ejercicio, pero lo normal y no los envidio porque tengo lo mío y a mi manera obtengo el objetivo de atraer a las chicas y de dinero”, contó.
Cada noche que sale a la pista baila lo mejor que puede para llamar la atención de las féminas que asisten al club, ese que se ubica en la zona centro de la ciudad entre las calles Zaragoza y Tapia.
Reconoció que hay ocasiones en las que no a todo mundo le gusta su exhibición de baile erótico, les puede gustar más otro y ahí a lo mejor pierde un poco. “Por fortuna siempre me va bien”, agregó.
Y cuando las mujeres saturan las solicitudes para un privado o no deja de sonar su número particular para pedirle que las acompañe a algún sitio, no desaprovecha la oportunidad.
“Elijo lo que sé que me conviene, huelo el dinero y jamás cuido la cartera de las mujeres. Cuantas veces sea necesario diré que soy pobre y así ellas te dan más”, explicó.
La vida es cara y él ha aprendido a darse esos aires de grandeza con el negocio de su vida como bailarín y acompañante. “Te acostumbras a ese nivel y es difícil bajarte”, reiteró.
Su seguridad emocional al hacer su “trabajo” le ha dado la satisfacción de tener lujos porque se ha ganado a las mujeres que lo buscan y hasta le dan tarjetas de crédito.“
“HAY QUE PREPARARSE
E INVERTIR”
Para cotizarse entre mujeres de dinero, Jonathan ha descubierto que el físico no es lo único en que ellas se fijan para pagar elevadas cantidades.
“Buscan al atractivo, de buen cuerpo, pero sobre todo que tenga educación y algo de cultura porque insisto, no sólo buscan sexo. Para ellas es importante que sepas cómo comportarte ante la demás gente; habrá a quienes no pero como me gusta lo bueno, sé que sí”, mencionó.
Señaló que entre más se codea con chicas o señoras de lana, mejor le va. Una mujer invierte en uno conforme lo ve, entonces hay que cuidarse, ser educado y vestir bien.
Recordó que hace unas semanas unas chicas “equis” lo asediaron, pero se veía que no eran de lana, así que optó por seguir la búsqueda y aceptar la que subiera más la canasta.
“Pasa de todo pero uno se puede dar el lujo de elegir y obviamente las chicas perdieron la canasta. Y yo gané lo que quería”, dijo.
Y vaya que Jonathan sólo tiene entre 2 a 10 minutos sobre la pista para hacer de las suyas. Tan sólo baila dos canciones y ya salió del grupo de los novatos.
Si anda de acompañante, ha sido testigo de cómo las chicas o mujeres de edad dicen: “cómo lo llevo a él si no habla bien, no es educado y se viste mal”, expresó.
“Imagina que te inviten a una cena de gala, no sepas usar los cubiertos o vestir de smoking y que mucho menos puedas conversar de temas de interés actual; hasta para eso hay que tener inteligencia”, apuntó.
“Por eso digo que hay que saber de todo y ser bien portado para hacer un mejor trabajo aunque sea de stripper o acompañante”, manifestó.
Al interior del club, mientras narró su historia, otros strippers bailaban. Las asistentes observaban a detalle los movimientos de los hombres y se emocionaban. Sus rostros las delataban entre los destellos de luz de disco que se desprendían de las lámparas. La oscuridad ayudaba a mantenerlas ocultas entre la gente.
Eran casi las 00:00 horas. Jonathan no tenía pendiente por no haber trabajado un día. Sabe que se recuperará de salud y el dinero perdido en una noche.
Y con certeza, declaró: “mañana me irá bien y como si fuera el mejor”. Lo anterior podría asumirse como un hecho ya que él es el encargado de cerrar con broche de oro la ronde de canciones y exhibición sobre la pista.
ENAMORADO DEL DINERO…
PERO TAMBIÉN QUIERE TENER
SU ESPOSA Y FAMILIA
Dedicarse a esos oficios pareciera ser sinónimo de felicidad, alegría, fiesta, andar con muchas mujeres que, incluso, también son bailarinas o escort.
En el caso de Jonathan, él sí anhela casarse y formar una familia. Dice que no le gustan las bailarinas y evita a toda costa involucrarse sentimentalmente con sus clientes.
“Por ahora estoy enamorado del dinero, me gusta la barra libre, salir de compras, viajar, derrochar el dinero fruto de mi trabajo pero me gustaría tener mi mujer e hijos”, dijo.
Reconoce que su ambición lo ha llevado a hacer el amor a un lado y no lo cambia por nada. Disfruta de su auto último modelo, de su tiempo para él y su trabajo.
“Es un plan que puedo aplazar, aunque suene egoísta, pero sé que un día encontraré una mujer que me fascine y sea de familia, de casa; no me gustan las bailarinas: busco alguien bien”, reveló.
No busco chavas de mi mismo ambiente porque se considera un hombre demasiado celoso, no soportaría que asedien a su novia o esposa en una pista o en la calle.
Los años pasan y podrá seguir desarrollándose en sus facetas pese a la competencia, pero quizás cuando forme una familia se retire del medio.
“Es algo incierto pero sí respetaré a mi mujer, si me caso”, comentó.
Así como la necesidad lo obligó a encontrar un beneficio como stripper o acompañante, en algún momento se le presentarán situaciones que lo orillen a dejar este tipo de trabajo.
Su vida fuera de la pista o de citas con mujeres es como la de cualquier muchacho treintañero; duerme, sale de compras, toma su tiempo para los amigos y parrandas. Disfruta de comer, viajar y visitar a su familia en Guadalajara, así como de estar en su casa viendo televisión.
Viste con jeans y playera. En la calle jamás lo verás semidesnudo o sin ropa. “Si me ven por ahí, no piensas a qué me dedico”, comentó.
Eso sí, no deja de estar el pendiente de su teléfono. Las llamadas para requerir de su servicio están a la orden del día. Divide su tiempo libre entre su trabajo como escort y en las noches como stripper.
Aquel pudor con el que inicio en este mundo exótico ha quedado atrás.
La música seguramente sonó la siguiente noche y ese fue el indicio de su presentación mientras las chicas lo esperaban con ansias.
Él comenzó a bailar y al poco tiempo se despojó de sus prendas a la par de los movimientos sexys. La función terminó. El negocio del día se cerró.