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‘Mi rostro era el de la muerte’

11 de agosto de 2014 por José Manuel Meza

:: Una de las chicas que buscó ayuda en este lugar.
:: Instalaciones del Centro de Rehabilitación en la ciudad de Reynosa.

En sus muñecas aún se observan las cicatrices de la contienda que libró aquella perturbadora mañana del 4 de abril de 2013, cuando en unos segundos de lucidez se vio “encerrada en un cuarto con las manos ensangrentadas”.

Después de una vida de excesos, Carmen Julia Hurtado Solís sabía que sus oportunidades se estaban agotando: Reaccionaba de una vez por todas o acabaría muerta por una sobredosis en uno de los moteles donde se prostituía.

Originaria de Miguel Alemán, Tamaulipas, esta mujer de 38 años no tuvo una infancia sencilla. Relata que su padre era alcohólico y su madre neurótica. Los problemas fueron parte de su vida cotidiana, mirando cómo su papá tomaba hasta el cansancio, pero menciona, ella veía los pleitos y las borracheras como algo normal.

Siendo todavía una adolescente decidió salirse de su casa para formar una familia, de la que le nacieron dos hijas. Señala que durante varios años las cosas transcurrieron sin complicaciones. Educaba a sus niñas y las llevaba a la escuela.

De pronto, como si fuera una maldición, comenzaron a repetirse en su casa los patrones del pasado, alcohol, discusiones y aún mucho peores, cuando le abrió la puerta a las adicciones.

Poco después, la mujer de morena piel y brillante cabello había sufrido uno de los sucesos más desafortunados, al haber perdido a su esposo, algo de lo que no se repuso.

“Hubo un momento en el que todo me dejó de importar y empecé a salir, a conocer gente, a respirar otros ambientes. Me casé muy chica, a los 16 años, por lo mismo que venía de una familia disfuncional.

“Él ya había muerto, quedé viuda y después de todo eso caí en depresión. Huí de mi realidad refugiándome en las drogas”, comenta.

Carmen Julia se relacionó con personas que le dieron acceso a un mundo peligroso y diferente. A partir de entonces su vida tomó un rumbo descontrolado. Jamás imaginó que sus episodios de éxtasis paulatinamente la llevarían a una prisión de amargura, soledad y dolor.

“Comencé a vender drogas y a consumir pastillas. Era farmacodependiente y al mismo tiempo, alcohólica. Me empastillaba y me alcoholizaba.

“Durante muchos años estuve drogándome y controlando las drogas, hasta que un día caí por seis meses enteros en la colonia Ribereña. Ahí fue donde me vine abajo y toqué fondo”, describe sin tapujos.

COCINABA LA COCAINA

Después de atender una llamada del Centro Asistencial de Recuperación Tamaulipas (CART), para el cual trabaja de manera voluntaria, Carmen Julia Hurtado Solís continúa la entrevista y confiesa que a causa de sus adicciones perdió su casa y todo lo que tenía.

“Yo consumía la ‘piedra’, que es cocaína cocinada. Me desligué por completo de mi familia. Ya no me importaron mis hijos ni nada.

“Primero inicié con la cocaína normal, pero luego que ya no me llenaba, le seguí con la ‘piedra’, me gustó el efecto y en Miguel Alemán por muchos años yo la consumía y la vendía”, recuerda.

Debido a su desenfrenado estilo de vida, aún cuando las niñas estaban chicas, sabía que las hacía sufrir. Por eso Carmen Julia optó por irse a vivir del lado americano, intentando alejarse de las drogas.

“Dejaba las drogas por un año o tres años y todo era que viniera para acá a México para volver a caer en la tentación, porque es muy fácil hallar lugares donde encontrarla.

“Está en todas partes y a precios muy accesibles. Para una mujer es muy fácil también meterse en el mundo de drogadicción. Aunque yo lo negaba de hecho yo me convertí en una prostituta, me acostaba con los que traían la droga y fui parte de los que la vendían”, revela.

Mirando el pasado a la distancia y, sentada tras el escritorio de su oficina, esta mujer refiere que era tanta la necesidad de drogarse que casi nunca estaba en sus cinco sentidos.

“Mi enfermedad me empujaba a eso. Es una ansiedad tan grande cuando pruebas la ‘piedra’, que no era igual como con el alcohol y las pastillas.

“Ya no me importó volver a la casa, me quedé en las calles de Reynosa viviendo prácticamente en un hotel de mala muerte durante casi seis meses. Pesaba 35 kilos”, pormenoriza.

Carmen Julia se adelgazó de manera dramática y se observaba por la carretera Ribereña completamente perdida. No era la misma madre de familia que salió de su casa en Miguel Alemán sin rumbo ni destino.

“La ‘piedra’ lo único que hace es que te quita el hambre, las ganas de vivir. Lo único que quieres es que no se te acabe lo que tienes, porque ya estás pensando en conseguir más dosis para poder estar bien.

“Yo me fumaba la cocaína en un bote o una pipa. Los efectos son ansiedad, delirio de persecución, pánico, miedo, frustración”, define.

DE LA OSCURIDAD A LA LUZ

Debido a su condición de alucinamiento y
desorientación, Carmen Julia se convirtió en una mujer endeble ante los intereses de extraños que se aprovecharon de ella, orillándola a hacer cosas que nunca pensó.

“Yo jamás en mi vida cuando estaba casada y cuando tenía una vida normal, entre comillas, imaginé que pudiera andar entre las calles caminando ahí, con otra igual que yo, buscando a un cliente, prácticamente se puede decir así, para ya sea robarlo, quitarle la piedra o conseguir dinero para comprarla.

“Es muy difícil salir de ahí. Yo llegué hasta intentar suicidarme, porque ya no podía parar. Buscaba la ayuda pero no sabía en dónde. Yo quería parar, pero no podía”, expresa categórica.

Sin embargo, tuvo que pasar tantas humillaciones e incluso, tocar a las puertas de la muerte para que pudiera aferrarse a una segunda oportunidad.

“De hecho mis hijos dejaron de buscarme, mi mamá dijo ‘pues déjenla, que se muera’. Ni modo, no quise entender hasta que un día Dios me iluminó, en una desesperación en la que me vi en el espejo toda cortada de las manos y parecía la muerte, así vi mi cara con las quijadas marcadas, una cosa fea, espantosa y entonces dije ‘esa no soy’.

“Me veía como una viejita. A mis 38 años, me considero que estoy bien al día de hoy a como entré al centro de rehabilitación, parecía una muerta caminando, de verdad”, testifica.

El 6 de abril del año 2013 Carmen Julia Hurtado Solís entró a un proceso de desintoxicación. Ella misma fue quien solicitó ayuda al gerente del hotel donde solía juntarse.

“Le decía, es que ya no me quiero seguir drogando. Se me quedaba viendo de manera incrédula y yo le decía que ya no quería. Al otro día fue cuando me hablaron del Centro Asistencial de Recuperación Tamaulipas, donde reencontré mi salud y ganas de vivir”, afirma.

En el CART se encontró con compañeras y compañeros en circunstancias parecidas. Todos ellos adictos.

“Se me dio la oportunidad de entrar voluntariamente. Yo aquí no tenía familia, prácticamente nada, porque después de tenerlo todo me quedé sola.

“El director, Gerardo Ureña, y todos, me dieron el apoyo. Me abrieron las puertas del lugar. Es un proceso. Cuando eres voluntario, al mes se te da la oportunidad de salir a colectar o a pasar el mensaje a otros compañeros que están sufriendo en el exterior, en las calles.

“Ya de ti depende si quieres salir. Es una oportunidad que se da. Si tú regresas al lugar es porque realmente quieres tu recuperación y si no, significa que te quieres seguir drogando. Yo me aferré de lo único que tenía, el CART”, subraya.

DROGADICCION EN
TODOS LOS AMBITOS

Carmen Julia reconoce que todavía hace 15 o 20 años la gente que consumía una clase de droga lo hacía de manera oculta para cuidar su imagen. Hoy se puede observar a personas de todo tipo, maestras, médicos, comerciantes, obreros, amas de casa y profesionistas que hacen fila en el “punto” para comprar una dosis.

“Ya es tan normal que cualquier persona use drogas, cuando antes la gente hasta se escondía. De hecho, cuando empecé mi drogadicción a los 19 años decía yo que podía controlarla. Miraba de todo igual, personas que ni te imaginas que fumen droga, yo estaba en ese mundo.

“Doctores, médicos, hasta hermanos de la religión fumando ‘piedra’ junto conmigo. Entonces yo decía, ‘¿qué onda?’, pero aún así lo hacíamos escondidos. Ahora no, a la luz del día no importa, es algo tan normal”, compara.

Alerta que en cualquier momento el autocontrol, del que ella mucho se jactó, se termina y todo se vuelve una locura.

“Porque hay un lapso en el que poco a poco va creciendo la enfermedad. Poco a poco mi mente se fue enfermando más, empecé más y más.

“La última vez fue un periodo de tiempo en el que ya no podía parar, día y noche, si al caso dormía un ratito y luego volvía otra vez. La zona de la Ribereña era un sector por el que anduve, ese era mi punto de actividad, todos esos moteles los conozco.

“Al principio pues sí, yo podía, pero ya después fue tanta mi adicción que ya no me importó nada de lo que estaba a mi alrededor, solamente estar consumiendo esa dosis, que no se me terminara”, relata.

Para esta mujer que salió de las adicciones para ayudar a quienes aún viven en ellas, absolutamente todas las drogas son envolventes,
pero el “foco te engancha”.

“Ese es mucho más fuerte, una vez que lo pruebas te atrapa. Es difícil que alguien diga ‘ay, yo puedo controlarlo’. No es cierto, a lo mejor cuando eres joven y empiezas en ese mundo puedes por un tiempo resistir, taparle el ojo al macho, pero llega el tiempo en el que tu adicción es tanta que no importa lo que tengas que hacer.

“A lo mejor si es preciso matar lo haces con tal de otra dosis. Con la heroína es igual, exactamente”, confiesa.

Para entender un poco la mentalidad de una persona que ha pasado por una circunstancia así, Carmen Julia Hurtado Solís explica que las mujeres y hombres que caen en las drogas la mayoría de las veces es porque lo hacen por mero gusto, no porque se les obligue o induzca.

“He visto muchos historiales y todos son por voluntad propia, a mí me gustó la drogadicción, me gustó ese ambiente de valemadrismo, sueños de poderío”, acepta.

SURGE EL CART FEMENIL

Ha transcurrido más de un año de que esta mujer tiene una vida diferente, una nueva vida. Ahora es ella la que se dedica a contar su historia y sale a las calles a recuperar a personas en prostitución y adicciones, porque no quiere que sigan sufriendo.

“Cuando estuve internada en el CART de hombres vi la necesidad que tenemos las mujeres de estar solas en un centro de rehabilitación. Aparte de eso por mi actividad que yo tenía cuando andaba de drogadicta en las calles, entonces, yo miraba que había mucha necesidad.

“Estuvimos platicando el director y decidimos que se separaran hombres y mujeres. Por eso es que se abrió aquí, ya tenemos casi seis meses y somos el primer centro de rehabilitación femenil en Reynosa”, destaca.

Ubicado sobre la calle poniente 2 y la Circunvalación 13 (por la parte trasera) en la colonia Las Cumbres 2 en Reynosa, este lugar funciona con aportaciones individuales y donativos.

“Aquí estamos de buena voluntad. Se cobra, es una organización civil, pero a los que no tienen también se les apoya con las terapias y se les deja venir. A parte salimos a las calles a buscar personas con ganas de salir adelante, para que puedan estar aquí.

“El costo es de mil 500 por mes y 200 por semana, de despensa. Para el mantenimiento tenemos actividades, salimos a hacer colecta a las calles. Casi por lo regular ahorita no hay muchas personas que pagan, casi todas las que están son voluntarias, entonces estamos dependiendo mucho de recaudar fondos.

“Salimos a ‘botear’ y a pasar el mensaje, esa es la actividad más que nada, pasar el mensaje, para que la mujer se dé cuenta que hay un lugar donde se le puede apoyar y aquí tiene casa, comida, terapia, medicamento y también una doctora que viene voluntariamente a apoyarnos”, manifiesta.

Uno de los puntos frecuentes donde el CART Femenil acude a realizar sus colectas es el cruce del boulevard Del Maestro con Las Cumbres. También en el sector de Periférico y la zona Centro de la ciudad. Contándose ella son 14 las mujeres que se encuentran internas en este sitio. A todas ellas les ha ido cambiando la vida.

“Tenemos siete personas que ya han salido, cumpliendo su proceso de tres meses. Se les da atención médica, viene la doctora Mónica Navarro, de Visión Cristiana, que nos está apoyando con revisión, análisis y todo para las compañeras. Primero se les hace su expediente médico, ya después se les empieza a dar terapia psicológica, ocupacional y espiritual”, agrega.

Cabe decir que el centro también depende de la ayuda en especie, alimentos, medicamentos y ropa, que le hace la misma sociedad.

UN DIA NORMAL

La directora de este albergue remarca las actividades que tienen las pacientes en este proceso de desintoxicación.

“En las mañanas es junta para darle gracias a Dios. Leemos la Biblia y en la tarde es junta de estudio de los 12 pasos de Alcohólicos Anónimos. Luego vienen las hermanas de Visión Cristiana a las cuatro de la tarde. Están con ellas, hacen actividades.

“Como a las cinco empiezan con la merienda y los servicios del centro de rehabilitación, lavan todo, limpian y a las seis es la junta de recuperación, es cuando empiezan a sacar todo lo que traen por dentro”, ilustra Carmen Julia Hurtado Solís.

Indica que los primeros días suelen ser los más difíciles, porque se sufre de ansiedad, por lo cual las pacientes pueden ponerse violentas y lastimar al mismo personal del centro.

“En un momento tan duro para ellas no saben lo que están haciendo y lo único que se hace es aislarlas. Lo que estamos solicitando es una camisa de fuerza, porque de hecho aquí no se amarra a nadie, todas andan en sus labores, en su servicio”, especifica.

Arguye que para dejar las drogas y la prostitución es fundamental el apoyo espiritual.

“Si no lo tienes jamás vas a poder tener nada. Aquí trabajamos con Alcohólicos Anónimos también. Cuando llegas aquí no crees en nada ni nadie, te sientes desechado por la sociedad, piensas que ya no sirves para nada, pero gracias a Dios que ilumina la mente de las personas y les da eso en el corazón, empiezas a llenar ese hueco que tienes dentro.

“A mí todo se me ha regresado gracias a él. No digo que tengo mucho, porque estoy al día con los gastos de aquí, hay gente. Ahorita anduvimos batallando para los gastos de la luz, pero cuando realmente encuentras esa semillita en tu corazón, empiezas a tener todo. Se te dice que creas en ese poder superior, en Dios. Sin él yo no fuera nada, de verdad lo reconozco”, sostiene.

Esta mujer que ha vivido en carne propia el terror de las drogas le pide a las madres de familia que se den una oportunidad para ver lo que están viendo sus hijas.

“Yo también soy madre de dos y también ellas las consumían. Gracias a Dios al día de hoy están bien. Aún así hay que poner más atención en las niñas.

“Aquí tengo muchas muchachas, una de 12 años, es la menor que tengo aquí. La mayor es una compañera mía, tengo una de 15, 18 años, muchachas que me han traído con uniforme.

“Es muy difícil porque ahorita hasta en las escuelas hay drogas, está en todas partes. Gente mala que está cazando a las jovencitas para aprovecharse de ellas, de verdad”, alerta.

Asimismo para las mujeres que están en la calle atestigua que existen otros riesgos, como el contagiarse de SIDA.

“Gracias a Dios en mi caso no pesqué ninguna enfermedad venérea, pero claro, yo conviví con muchas muchachas con VIH (Virus de Inmunodeficiencia Adquirida) y sífilis, y ese es un peligro constante para ellas y también para los hombres.

“Nos buscan por ser más fáciles y más baratas, que es lo que ellos dicen. Esta está bien loca, le doy una ‘piedrita’, y pues ya me voy con ella al hotel y tan tan…

“Muchas veces yo si doy de ejemplo que estuvieron conmigo hombres que no usaban preservativo, pero ésto es una bomba de tiempo”, advierte.

Debido a esta actividad, las personas que se prostituyen terminan en algunos casos abortando o regalando a sus criaturas.

Señala que en las campañas que realiza el CART con la comunidad se han hallado, inclusive, sexoservidoras embarazadas y las invitan al centro de rehabilitación, pero expresa que ésto es voluntario, que a nadie se le obliga.

“Así estaba una muchacha en El Centralito, que me traje de la calle igual que yo. También me encontré con una chica embarazada que era mi compañera en la Ribereña y le dije ‘vámonos’, y me dijo ‘no, tú te crees tocada por Dios y quieres componer a medio mundo’ y le dije ‘no, simplemente vamos a que descanses porque estás embarazada’ y no quiso”, menciona.

Al final, Carmen Julia Hurtado Solís reconoce que padeció mucho, por eso agradece la ayuda que encontró en el Centro Asistencial de Recuperación Tamaulipas.

“Yo al menos en mi caso personal sufrí de que la gente me señalara con el dedo. Sufres abandono, humillaciones, que a veces no tenía ni para pagar el hotel ni donde dormirme.

“Y andaba por las calles ya con ganas de dormir. Y con tal de no quedarme entre el basurero, debajo de un puente o algo así, seguía drogándome para aguantar más, porque no tenía donde dormir.

“La verdad sí se sufre, demasiado. Aparte hice sufrir a las personas que más amaba, a mi familia. Ahora lo que quiero es que muchas personas salgan adelante. La cuestión es que no sufran todo lo que yo viví, que se ahorren de 15 a 20 años de dolor y que vean que ésto es de prevención. 

“El lugar este es para que realmente se den el valor de mujeres que tenemos. No es justo que teniendo tantos valores los perdamos por la droga. De verdad, ésto es una oportunidad de vida, a mí se me dio esta oportunidad y yo me agarré de ella”, finaliza.

Así, Carmen Julia Hurtado Solís, es el fiel retrato de una mujer que prácticamente se levantó de la muerte, recuperó a su familia y vive para ayudar y tocar corazones. v

Entrevista Carmen Julia Hurtado Solís

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