Eran las 22:00 horas de aquel jueves de junio, cuando Juan se dispuso a salir de su jornada laboral en una empresa al centro de la ciudad, pero jamás pensó que un accidente hubiera podido termina con su vida.
El viento soplaba muy fuerte, la lluvia caía intensa y aceleradamente, pero ni así, el joven decidió esperar a que la tormenta pasara.
En cuanto salió, se percató que las calles estaban inundadas, el agua alcanzó hasta un metro y medio de altura y se arriesgó a cruzar la calle para acercarse a la parada del autobús.
Pero no llegó; al cruzar sintió la descarga eléctrica sobre su pie y cuerpo. “Quise regresarme pero como la misma corriente me envolvió, me dio un tirón que me caí de espaldas: no pude hacer nada”, expresó Juan.
“Cuando quise levantarme me fue imposible, quedé atrapado, me engarruñó y aunque traté de pedir auxilio, nadie puedo hacer nada por mí en ese momento”, recordó.
Los que estaban saliendo del trabajo y los vecinos de por ahí, “se quedaron traumados pero si me hubieran sacado así nomás, se hubieran electrocutado”, aseveró.
Narró que duró como unos 15 o 20 minutos atrapado sobre la corriente y comentó que se sentía muy débil, debido a la descarga de 5 mil voltios que cayó sobre su cuerpo -de acuerdo al informe médico-.
“No podía moverme, tenía el cuerpo adolorido y pesado, pero de pronto sentí que alguien me jaló. Cuando reaccioné ya estaba fuera del agua y en un carro; un compañero me sacó porque él traía protección para el agua”, explicó.
Por fortuna, señaló, “el chavo me ayudó, si no, no sé qué hubiera sido de mí porque la ambulancia tardó mucho tiempo en llegar al lugar”.
Las intensas lluvias de esa noche derribaron algunos árboles que provocaron la caída del cableado eléctrico sobre la corriente de agua donde el hombre quedó atrapado.
MUERTO EN VIDA
“La gente que me vio en medio del agua pensó que había muerto y hoy me atrevo a decir que sí; lo único que estaba alerta era mi mente”, comentó Juan.
El joven recordó que mientras estaba atrapado entre la corriente, se hizo algunos cuestionamientos y evocó a sus familiares.
“Estaba agonizando y lo primero en quienes pensé fue en mis hijos, mi esposa y padres. Fue como en las películas; empiezas a ver tu pasado”, expresó.
Manifestó que el miedo lo invadía, pero más que todo, proliferó el reclamo a Dios, por darle la posibilidad de morir en esa circunstancia tan trágica.
“Una y otra vez insistí en esa pregunta, porque fue muy desesperante no poder hacer nada de momento, hasta que apareció mi compañero”, dijo.
Explicó que su cuerpo se adormecía, situación que le impidió moverse para maniobrar o poder salir de ahí. “Era como si flotara en el agua”, agregó.
“De verdad pensé que me iba a morir, ya no había mucho por hacer porque sólo mi cerebro era lo único que estaba funcionando”, manifestó.
Sin embargo, dijo: “mi caso es un milagro de Dios, la libré y eso es para contarse en voz propia, no por ser presumido ni mucho menos pero porque el Señor me dio otra oportunidad”.
Pero aquella situación de peligro fue tan alarmante que no pasó desapercibida la tardía atención de las autoridades correspondientes ante el llamado de auxilio que se emitió para rescatarlo.
INDIFERENCIA MÉDICA DEL HOSPITAL METROPOLITANO
Juan dijo que durante su lucha entre la vida y la muerte, la ambulancia tardó mucho en llegar y cuando finalmente arribó al lugar la unidad médica, lo trasladaron al centro de salud más cercano, donde no le brindaron la atención adecuada porque no pudo pagar.
Él esperaba lo atendieran de inmediato por la gravedad de su caso, pero en cuanto lo dejaron en la sala de Urgencias, la primera que llegó fue la trabajadora social.
“Ella me empezó a preguntar mis datos, tomó nota, se fue, me dijo que esperara pero cuando volvió, me dijo que como tenía Seguro Social no me podían atender ahí si no pagaba”, expresó.
Hasta ahora él no puede creer la frialdad con la que lo trató la servidora pública, aún y cuando vio que su estado de salud no era tan favorable.
“Ya eran casi las 12 de la noche y la trabajadora social insistió que para que me atendieran tenía que pagar. Le dije que no traía ni un peso y me respondió que me daría el pase de salida”, detalló.
En vista de que no lo atendieron como debía y tan sólo le aplicaron un suero, le solicitó a la misma persona una ambulancia para acudir a otro centro de salud y ésta le dijo que también ese servicio tenía costo.
“Qué inhumana fue, así que le pedí a mi compañero que me ayudara a vestirme y a una enfermera le dije que me quitara el suero; me quería ir a casa”, declaró.
Tiene muy presente que apenas se podía levantar y caminar pero tuvo que hacerlo. Salieron rumbo al pasillo y en eso, otra enfermera lo alcanzó para cobrarle un estudio que le había realizado.
“Según esto, me hicieron un electrocardiograma y costaba 500 pesos. Me hicieron regresarme, dar vueltas y vueltas hasta que me dieron un descuento con tal de que pagara”, comentó.
Con dolor y malestar en su cuerpo, Juan hizo el trámite con apoyo de su compañero. La trabajadora social no hizo más que darle un descuento.
“Me dijo que con que pagara la mitad me daba la salida. Desde luego yo no sabía qué hacer porque no traía ni un peso”, reveló.
Juan tuvo que vender su celular. “A ruegos un señor me lo compró y con eso pagué el estudio, del que jamás recibí resultados; ya quería salirme de ahí”, reiteró.
Tras ese amargo suceso, aún con síntomas en su cuerpo, Juan salió del hospital cuando de pronto, a lo lejos, vio venir a su esposa.
“Mi compañero le había avisado. Toda preocupada se acercó, me abrazó, le explicamos lo que pasó y partimos a casa. Ya no quise ir al Seguro porque me sentía cansado; quería dormir”, dijo.
Aunque su mujer no aprobó lo anterior, se trasladaron a su hogar y muy temprano Juan acudió al Seguro, donde el médico lo regañó por lo ligero que tomó su caso.
NO SE EXPLICAN
CÓMO SOBREVIVIÓ
En cuanto pidió su turno y esperó, en breve lo atendieron. Recuerda que le hicieron preguntas sobre su estado de salud para anexarlas al expediente y para asegurarse de su condición médica; lo internaron.
“Me llevaron a la clínica 67 donde me internaron por cuatro días, tiempo en que me realizaron estudios para ver si no tenía secuelas por la descarga eléctrica”, expresó.
De acuerdo al primer diagnóstico médico que le dieron, se encuentra estable, situación que los médicos no comprenden del todo, debido a que la descarga de 5 mil voltios sobre su cuerpo pudo haber terminado con su vida.
“No se explican cómo salí vivo, pero lo bueno es que vivo para contarlo. Lo que sí, es que me suministraron unos medicamentos para limpiarme la sangre”, dijo.
El doctor le explicó que cuando se dan este tipo de accidentes, y a un voltaje tan fuerte, la sangre se carboniza pero por fortuna, en su caso, no fue así.
“Sigo en estudios y hasta la fecha no hay indicios de nada. Salgo bien pero me seguirán enviando a revisiones constantes para confirmar que todo esté bajo control”, manifestó Juan.
Luego de los cuatro días de hospitalización, Juan cumplió con su incapacidad laboral de días y hace tres semanas regresó a su trabajo.
“Yo esperaba que ahora que regresara a laborar me pasara algo, o no sé, pero hasta ahora no he tenido síntomas graves, de pronto me duele la cabeza pero nada más”, comentó.
Añadió que los primeros días de trabajo se sentía algo débil, pero conforme retomó la actividad laboral se sintió mejor.
AGRADECIDO POR VIVIR
Ante ese futuro que de pronto apareció incierto, hoy Juan no hace más que agradecer a Dios el haberle dado una segunda oportunidad de seguir en este mundo.
“Desde el momento en que llegué a casa aquella noche y pude dormir junta a mi esposa, así como ver a mis hijos, le ofrendé mis rezos”, dijo el sobreviviente.
Por ahora disfruta y valora cada minuto que pasa, tanto en su vida laboral como personal, aunque le falta ver a sus padres, quienes viven lejos.
“Quiero verlos, después del accidente me quedé con esa inquietud. Claro, siempre pienso en ellos y los extraño, pero esto me marcó”, comentó.
En ese sentido, Juan pedirá por adelantado sus vacaciones pero trabajara una buena temporada para sobreponerse económicamente, ya que con la incapacidad se redujo un poco su salario.
“Quiero irme a Ciudad Valles, San Luis Potosí, junto con mi esposa e hijos para visitar a mi madre y mi padre. Es tiempo de estar con ellos”, manifestó.
Con ese deseo de acudir a tierras potosinas, el joven de 35 años, trabajador y hombre de familia, puntualizó que no dejará de asistir a las revisiones médicas para confirmar que su estado de salud es adecuado.
Como cada día, Juan acude a laborar en el área de producción de una empresa que fabrica radiadores para automóviles.
Cubre su turno, ya sea en la mañana o tarde y regresa a su hogar, ubicado en el municipio de Pesquería, a convivir con su familia.
Se recupera de aquel accidente donde estuvo a punto de perder su vida, pero ahora la disfruta y toma precauciones en caso de que se presenten chubascos en la ciudad.
Las lluvias de ese jueves no sólo provocaron el accidente a Juan, hubo daños a inmuebles que quedaron atrapados entre el agua, debido a las inundaciones que ocasionaron caos vial en algunos puntos de la zona metropolitana de Monterrey.