POR Mónica Saraí torres
Gracias a un amigo de barrio que lo invitó a colaborar en un periódico, Luciano Campos Garza entró de lleno al mundo del periodismo, donde encontró grandes satisfacciones personales y profesionales.
El corresponsal de la revista Proceso en Nuevo León, de 43 años de edad, recuerda con cariño sus inicios en la profesión, a la que dice, “entré por casualidad”.
“Todos tenemos un sensei, ¿sabes lo que es un sensei? Mi gran maestro, el que me enseñó a escribir fue Joel Sampayo”.
En 1987, un amigo del barrio le dijo que había oportunidad de trabajar en El Extra de la Tarde, del cual Sampayo era director.
“Yo, en mi vida había agarrado una máquina de escribir, la primera vez que tecleé algo fue una nota de espectáculos y me tardé como tres horas en escribir media cuartilla”, dice.
Hizo prácticas en El Extra de la Tarde sin tener nociones de periodismo, lo único que él sabía en ese entonces era que le gustaba escribir.
A los 18 años, el periodista empezó a trabajar como reportero de la sección de Espectáculos. Su primera entrevista fue a Daniela Romo, en el palenque de San Nicolás.
“No estaba estudiando nada, pero yo sabía que me gustaba mucho escribir, finalmente estudié hasta 1991. Hice la carrera en la Universidad México Americana del Norte, en Reynosa, Tamaulipas, de 1991 a 1993 y no me he titulado”.
Campos Garza menciona haber entrado a Espectáculos porque era la única plaza que estaba abierta.
Un año más tarde empezó a cubrir información de Deportes, para después subir al cargo de editor de esa sección.
Después pasó al Diario de Monterrey, en la misma sección, y finalmente se convirtió en reportero de Locales.
“Yo aprendí pegándomele a los reporteros, iba viendo y checando cómo era, después empecé a ascender, pero al principio no tenía ni idea”, expresa.
El periodista vivió en Reynosa, de 1991 a 1994, donde estudió y además trabajó en radio.
De 1995 a1996 residió en San Antonio, Texas, donde se hizo corresponsal de la revista Proceso.
Llegar a ese puesto fue prácticamente por obra de la casualidad: mientras Campos Garza vivía como indocumentado en Estados Unidos y trabajaba en una pizzería, Antonio Salas, su amigo, fue a hacer un reportaje para Proceso. En ese momento aprovechó para preguntar qué era lo que se necesitaba para integrarse al equipo de la revista.
“Recuerdo que me dijo: ‘Habla con (Carlos) Marín’, quien en ese entonces era director de Proceso, le marqué y le dije así nomas (sic) ‘soy Luciano Campos, he trabajado en estos medios, no sé si quiera que le mande información’.
“Me pidió que le mandara unas notas por fax, se las envié y quedó en llamarme. No me marcó, le hablé de nuevo, me pidió las notas y me dijo ‘sí, pero ni creas que vas a trabajar de a gratis, desde ya te vamos a pagar’.
“Me dio mucha risa pues me lo dijo como regañándome”.
Señala que en 1997 regresó a Monterrey y hasta 2002 fue corresponsal de la revista.
Del 2004 a 2006 trabajó en Milenio Monterrey. Y de 2006 a la fecha continúa en Proceso.
Aunque en general tiene buenos recuerdos de su carrera también ha tenido malos momentos como cuando era corresponsal de El Norte en Reynosa y fue despedido por haberse equivocado en una información.
“Se siente bien gacho ser despedido aunque me lo merecía, sí; lo vi como un fracaso, pero las personas que llegan a ser sumamente exitosas en la vida han tenido grandes fracasos.”
Para él no hay nota difícil ni dura, aunque admite que hay dos experiencias que no ha olvidado.
La nota más difícil que le tocó cubrir, recuerda con tristeza, es la de un muchacho de 20 años que perdió ambos brazos y ambas piernas, al caer de una estructura en la que trabajaba, en Reynosa.
“La situación más peligrosa, y que en ese instante yo no sabía que lo era, fue en la Sierra de Sinaloa. Fui a un lugar muy macabro, se llama el Triángulo Dorado. Subí a la sierra porque habían hecho una matanza de campesinos. Hasta que regresé me di cuenta de cuánto me había expuesto”.
El Triángulo Dorado es la región que comparten Chihuahua, Sinaloa y Durango, donde el cártel del capo Joaquín “El Chapo” Guzmán cultiva droga que trafica a Estados Unidos, de acuerdo con el Gobierno Federal.
Se le conoce así desde la década de 1970 porque los narcotraficantes aprovechan la accidentada geografía de la sierra para sembrar marihuana y amapola; ocultarse, y recientemente producir drogas sintéticas.
Al cuestionarle en qué sección se sentía más cómodo trabajando, menciona muy seguro que en Espectáculos.
“Soy muy frívolo, la verdad”.
Campos Garza menciona que si él se dedicara a hacer espectáculos, lo haría en tono serio, pues ahora sólo se enfocan en el tema de los chismes.
“Yo sería inmensamente feliz cubriendo esa sección”, expresa el comunicador.
Señala que no hay ninguna entrevista más importante que otra de las que ha realizado, aunque todas le dejaron una enseñanza.
“Puedo estar entrevistando a alguien sin saber del tema, pero la experiencia me dice que al final voy a obtener la información que quiero. ¿Cómo? No sé, a veces ni yo entiendo cómo obtengo la información, pero la consigo”.
Campos Garza admite no tener vergüenza al decirle a sus entrevistados cuando no conoce del tema, y tampoco tiene miedo a equivocarse.
“¡Para nada! Me equivocaría si dijera que lo sé todo; es cuestión de seguridad. Si yo me siento tan seguro frente a un entrevistado y no sé del tema pues le pregunto, yo no tengo por qué tener un doctorado en algo para entrevistar a alguien, pues por eso lo entrevisto, para saber del tema, él es el experto, por eso voy a él, yo no tengo ningún problema en decir ‘no sé´”.
Campos Garza disfruta tanto lo que hace, que nunca ha pasado por su mente dejar el Periodismo.
“Me da mucha risa y le digo a mi esposa: ‘tengo 43 años casi 44, soy un vejestorio y todavía estoy corriendo y dando maromas con la grabadora en la mano detrás de una persona, para sacarle una declaración, esta actitud sería más juvenil, ¿no?’”
“Pero me doy cuenta que adoro hacer esto, además no sé hacer nada más”.
Le gustaría dar clases de Periodismo, aunque no es algo que le emocione.
Sin embargo ya ha impartido clases de guión cinematográfico porque en esta faceta se siente más cómodo.
Sobre las nuevas generaciones de periodistas ve con buenos ojos a los jóvenes que están incursionando en la profesión
“Las fuerzas básicas están muy bien y los que no tienen ganas se van. Esto es como una carrera de obstáculos, los grupos se van depurando y terminan dos o tres, aunque ahorita veo chavos y chavas muy buenos, con entusiasmo y ganas de muchas cosas; si aguantan van a llegar muy lejos”.
Aunque nunca dejará de reconocer a Joel Sampayo como su gran maestro también ha tenido como modelo a seguir a otros periodistas como Héctor Hugo Jiménez.
“Es una persona muy extracta, pero es muy bueno”.
También admira a Marco Antonio Castillo, quien es editor de espectáculos de El Norte, a Salvador Corro, su editor en Proceso, y a Miguel Ángel Vargas, quien fue su director en Milenio.
Campos no ha tenido hasta el momento ningún problema con sus publicaciones, aunque admite ponerse nervioso y entrar en paranoia por una semana después de publicar información sobre narcotráfico ya que ha perdido amigos por esa situación y teme por la integridad de los suyos y la de él mismo. Sin embargo no piensa dejar esta carrera, la cual ama.
“Mi lugar en la vida, donde yo me siento más feliz, es frente a un teclado y una computadora; el momento en el que estoy escribiendo, es en el que más feliz me siento”, señaló el periodista.