En México existe mucha simpatía por la donación de órganos sin embargo, en la práctica, muy pocas personas aceptan realizarla llegado el momento. Nidya Ivett Segura Torres es un ejemplo viviente de que este sistema realmente salva vidas, pues ya ha recibido dos transplantes. Esta es su historia.
Nidya Ivett Segura Torres es un testimonio viviente de la importancia de la donación de órganos, pues durante sus 37 años de vida ha recibido dos trasplantes y ahora vive plenamente, de manera feliz y armoniosa.
Ella busca ser una voz que concientice a la sociedad mexicana de por qué esta práctica salva vidas sin tener que quitarlas.
A pesar de no considerarse una motivadora, su experiencia le ha permitido dar conferencias y exponer su caso a distintas audiencias, y en palabras de quienes la contactan, una historia digna de contar.
A pesar de haber enfrentado sucesos y adversidades en etapas determinantes de su vida, jamás se permitió caer. Por medio de su fe, valentía y fuerza de voluntad, demostró que la esperanza es lo último que muere.
– ¿Quién es Nidya Segura?- se le pregunta.
“Como comunicóloga mi nombre me define; breve y fuerte. La mayor entre mis dos hermanas, soy una persona fielmente creyente en Dios, no estaría aquí si no fuera por él y hasta la fecha lo compruebo. Me considero alguien optimista y que ama mucho; si yo amo algo o alguien voy a hacer lo que sea por ello.
“También me defino como una mujer que jamás ha dejado de amar a la vida. Así como mi apellido, si tú me ves haciendo algo es porque es seguro que lo quiero y que luché por estar ahí. Nidya Segura es como el nombre lo dice, después de Dios todo para mi es seguro”.
SU HISTORIA
Nidya Ivett asegura que su vida tuvo un “parteaguas”: su primer transplante, necesario debido a una enfermedad que ni siquiera contaba con un nombre definido, pero que le había dañado los riñones.
“Yo he nacido tres veces: el 3 de agosto de 1982 y en mis trasplantes del 15 de octubre de 1996 y el 19 de junio de 2016, respectivamente.
“Mi vida ha tenido sucesos numéricos. No creo en la numerología ni en nada de eso pero son coincidencias que se han dado raramente y las tengo bien presentes”, expresa entre risas al señalar la diferencia de 20 años entre sus operaciones.
Nidya Ivett narra que en noviembre de 1994 -cuando se enfermó por primera vez-, le detectaron algo llamado “síndrome nefrótico”. Los doctores no supieron decirle de dónde provino la enfermedad, pero si le confirmaron el daño que ya tenían sus riñones.
“La primera vez que me enfermé fue muy difícil, era una niña normal que estaba empezando la secundaria. A dos meses de haber entrado, un día de repente comencé a sentirme mal.
“Pase de un ojo a toda la cara hinchada en dos días, para el tercero era ya todo el cuerpo y al cuarto me aparecieron moretones por cuestiones de salud del riñón. Caer en eso me movió todo el mundo”, relata.
Nidya Ivett comenta que a partir del 21 de noviembre de 1994 –fecha en que fue internada-, le empezó a ir muy mal pues se volvió extremadamente miedosa y ansiosa.
“Si tú estás consciente y piensas que vas a salir de ahí, le vas a tirar a estar bien. Pero si no sientes un panorama favorable y piensas negativo, te vas a ir para abajo aún y con los mejores médicos”, reitera.
Por respeto a su madre, quien fue enfermera de la institución pública donde vivió su “calvario” no reveló el nombre de la clínica. Subraya que lo más difícil fue el proceso de hemodiálisis, el cual consiste en lavar la sangre con una máquina que hace la función del riñón.
“Los riñones no solamente sirven para que orinemos, como muchas personas creen. Son el filtro que lava la sangre y si estos no te funcionan, no puedes comer, respirar, hacer tus necesidades o tomar agua”, remarca.
Sandra Torres, madre de Nidya Ivett, hizo algo inédito por su hija: ser la donante. Antes, solo familiares podían serlo. Debido a las similitudes genéticas fue la candidata perfecta.
“Gracias a Dios todo salió bien. Mi madre estuvo ahí en todo momento y de no ser por sus palabras fuertes y directas respecto a mi salud, no me habría formado el carácter que poseo hoy en día.
“Queda más que implícito que ella es mi heroína. El sacrificio que hizo por mí lo reforzó más”, sostiene.
Sin embargo las cosas no salieron tan bien como esperaban, pues la joven fue víctima de una negligencia médica.
“En el trasplante se les olvidó dentro de mí un catéter doble J, el cual se tiene que usar solo durante la cirugía para drenar y se les quedó. Estaba haciendo la secundaria y había presentado el examen de selección para la preparatoria.
“En 1997 fuimos al hospital para un examen de chequeo rutinario. Mi mamá, por una corazonada, pidió que me hicieran una radiografía. En los resultados se encontró que me habían dejado este aparato por casi 7 o 9 meses. Pensé: no de nuevo, me quitaron mi vida otra vez”, explica.
Por este incidente obtuvo seguro de por vida por parte del ISSSTE. Además, compartió un suceso sobre el “doctor negligente” que atendió su caso.
“El mismo médico que tuvo ese descuido conmigo venía de un caso que fue muy hablado a nivel estatal. Fue responsable de la muerte de dos personas –padre e hijo– que se iban a realizar un trasplante entre sí. Dejaron sola a la mujer de la casa.
“No soy quien para juzgar, pero en el mundo de la medicina las equivocaciones y negligencias cuestan vidas humanas. Es un peso que cargará por el resto de su carrera”, comenta con una cara cabizbaja al recordar el suceso.
Tras el procedimiento la joven recuerda los cambios que sufrió su vida.
“Al salir de donación tuve que tomar varias precauciones. En primera no podía recibir visitas por un lapso entre dos y tres meses. La casa debía estar completamente en condiciones higiénicas para vivir y como costumbre se me quedó beber mínimo 8 litros de agua diarios.
“La donación de órganos significa un acto de amor total. Por el riñón de mi mamá pude vivir una vida normal. Termine la secundaria, preparatoria y universidad. Si nunca hubiera tenido esa donación, no habría llegado hasta donde estoy hoy.”, resalta.
Su pasión siempre ha sido la comunicación. Comenta que desde los 17 años incursionó como locutora de radio.
Egresada de la carrera de Comunicación Social por la Universidad Regiomontana (UR), Nidya Ivett aclara que haber estado en una institución privada no fue por su posición económica, sino gracias a su padre que le dio total libertad de elegir donde estudiar.
“Él sabía que me gustaba mucho estudiar. Leí los planes de estudio de las universidades de ese entonces y escogí la UR porque se enfoca en medios de comunicación. De regalo me pagó los estudios universitarios.
“Aprendí mucho, conocí cientos de personas y me dedico a lo que estudié, eso me deja llena y satisfecha respecto a mi decisión”, recalca.
En su trayectoria como comunicóloga tuvo la oportunidad de trabajar en Grupo Radio Alegría y Multimedios Radio, donde condujo programas, colaboró con cientos de expertos en comunicación y realizó múltiples spots publicitarios.
Otra de sus actividades favoritas son los deportes. Sus disciplinas favoritas son la gimnasia y el patinaje sobre hielo.
“Soy certificada en gimnasia aeróbica deportiva, como instructora de gimnasia y en patinaje artístico sobre hielo, de la cual gane una medalla de oro en el 2014”, agrega.
EL SEGUNDO TRANSPLANTE
“No te voy a mentir, fui culpable de que esto sucediera. De pronto olvidé tomar mis inmunosupresores (fármacos que reducen la actividad del sistema inmunológico), y tras 18 años de no utilizarlos, recaí”, reconoce Nidya Ivett al comenzar a contar la historia de su segundo trasplante.
Sucedió mientras se encontraba de viaje en la Ciudad de México, en una competencia nacional de patinaje sobre hielo en noviembre del 2014. Recuerda que comenzó a sentirse extraña, como si le faltara el aire.
“Me dio una crisis emocional en el avión de regreso a Monterrey. Me hiperventilé y comencé a patear el asiento delante mío, el cual afortunadamente no tenía a ningún pasajero.
“Fui al hospital y al checarme me dijeron que era del riñón. Mis niveles de creatinina –sustancia que mide el nivel de los riñones– estaban en niveles exagerados”, comenta.
Para el 2014 la medicina ya había avanzado y su padecimiento ya era identificado como “insuficiencia renal crónica”.
“Como era la segunda vez en una situación así, dominé el factor emocional. Ya conocía cómo era todo esto y me dije que no me iba a caer. Sabía que por Dios y mi voluntad iba a salir adelante y eso me tranquilizó”, asegura.
Su hermana más chica, Carolina, se ofreció a ser la donante. Gracias a su buen estado de salud, no hubo complicaciones en los exámenes médicos y fue apta para ser trasplantada.
Sin embargo, como si se tratara de un presentimiento, Nidya Ivett sintió que algo no se encontraba bien. Había algo que la hacía desconfiar.
“No acepte el trasplante, me rehusé. Como si se tratara de una corazonada o una visión de que algo malo iba a pasar, no quise seguir y me retiré.
“Mi hermana estaba llena de impotencia, me reclamó y se enojó como nunca antes. Tras calmarnos, le dije: mi amor por ti me hizo protegerte, había algo que me producía desconfianza, no iba a poner tu vida en manos de gente por la que jamás brincaría.
“A la larga, eso me costó un pésimo trato por parte de la institución y llegar a ser vetada. Luché como nunca antes lo había hecho y les interpuse una demanda”, aclara.
Después de recorrer varios hospitales en la zona metropolitana, encontró el Hospital Universitario, el cual poseía un alto índice de donantes. Recibió la atención merecida y a partir del 23 de septiembre del 2015, consiguió un nuevo lugar en cual confiar.
En la madrugada del 19 de junio del 2016 llegó la “llamada salvadora”, la cual le informó que ya contaban con el órgano. Ese mismo día, Nidya Ivett tuvo una nueva oportunidad de vivir.
A pesar de ser creyente de Dios, Nidya Ivett considera que el rechazo de algunos grupos religiosos tergiversa la verdadera intención de la donación de órganos, aunado a los mitos que se han propagado respecto al tema.
“Existe en nuestra cultura mexicana un mito de que Dios quiere que nos vayamos completos al cielo, cuando quien si se va es el alma y no el cuerpo. A pesar de que vamos avanzando, esta creencia tiene mucha fuerza, así que falta todo un camino por recorrer.
“Una de las aseveraciones más estúpidas respecto a la donación de órganos es que piensan que por que una persona pone en su licencia que es donador, creen que al llegar a un hospital no lo van a atender por esto.
“Para empezar, cuando una persona llega grave lo último que se ve es la cartera, son cosas personales que el personal médico no tiene permitido revisar. Ese mito de que te van a quitar los órganos porque llegas grave es ridículo. Sáquenselo de la cabeza”, afirma.
LUCHANDO POR LOS TRANSPLANTES
El 29 de septiembre la Secretaría de Salud del Estado realizó la caminata: “Por una esperanza de vida”, con el fin de apoyar a las mil 793 personas que esperan un trasplante. Nidya Ivett participó como conferencista.
“Los que dirigen estas caminatas son los médicos que han pasado por todos estos procesos, no está cualquier persona ahí. Está bien que se les dé un reconocimiento a quien ha hecho todo este esfuerzo”, recalca.
Admite que si la campaña hubiera invitado a la gente a ser donadores, el impacto habría sido más trascendental.
Anuncia que va a participar en una propuesta de gira nacional por parte del Hospital Ángeles Valle Oriente, donde su director, José Luquín, le propuso desarrollar la estrategia de comunicación de la iniciativa.
“La idea es realizar una campaña por el sur del país con el fin de concientizar respecto a la donación de órganos. La idea es mandar especialistas para explicar la contribución que deja la donación. Es un proyecto que ya cuenta con el permiso, solo falta conformar al equipo,” puntualiza.
La joven aprovechó la entrevista para enviar un mensaje a los donantes potenciales
“Soy una persona que pasó por eso y que le gustaría que la demás gente sepa que si yo pude, ustedes también pueden hacerlo, tanto ser salvados por un trasplante como donar órganos.
“Al estar abierto a la donación de órganos ustedes pueden salvar fácilmente 16 vidas por donante. Hoy en día ya no son solo estos, también se incluyen huesos y tejidos.
“La piel más que nunca es de mucha ayuda, hay demasiadas personas que son víctimas de quemaduras y que con esa contribución la vida les puede cambiar.
“Si mi testimonio sirve para dejar un mensaje y cambiar vidas, que así sea”, finaliza.