
El deseo de conservar de manera permanente rostros, momentos y sitios, ha sido una preocupación constante en el ser humano, por lo que ha creado varias maneras para inmortalizar aquello que desea recordar.
La fotografía es uno de los métodos que ha cumplido con ese objetivo. Sin embargo, el fotógrafo y dibujante colombiano Óscar Muñoz, ha dedicado gran parte de su vida a cuestionar si realmente una imagen permanece fija e intacta para la posteridad.
Este artista, quien es considerado uno de los más importantes en Latinoamérica, visitó esta ciudad el pasado 27 de febrero para estar presente en la inauguración de su primera exposición individual que está instalada en la planta alta del Museo de Arte Contemporáneo.
A través de un proceso artesanal, Muñoz, quien nació en Popayán, Colombia hace 63 años, hace una serie de reflexiones en torno a lo efímero de la imagen y lo relativo de la memoria.
Gonzalo Ortega, curador de la muestra, destacó que el instalacionista inició su desarrollo artístico en Cali, donde concluyó sus estudios en Artes Visuales en la Escuela Departamental de Bellas Artes en 1971 y de inmediato llevó sus conocimientos a la práctica.
Durante la exposición que no está montada en orden cronológico, los visitantes encontrarán series como Narcisos, Cortinas de Baño, Aliento, Pixeles y Línea del Destino.
LA LIQUIDEZ DE LA IMAGEN
Como elemento común denominador en el trabajo de Muñoz está el agua, que permite la fluidez de la imagen en las diferentes instalaciones que integran la retrospectiva de Óscar Muñoz.
En el caso de Narcisos y Narcisos Secos, se puede observar un proceso que fue concebido por el artista como una metáfora sobre la vida misma.
“Cuando el polvo toca el agua y se vuelve imagen es como si fuera el nacimiento; luego la vida es el proceso de evaporación y finalmente la muerte cuando ya la imagen queda inmóvil en el fondo y ya no es un volumen, sino un vacío”, expresó .
Esto se logra con contenedores llenos de agua, donde algunos tienen papel en la superficie y otros sólo tiene el polvo de carbón que está suspendido en la superficie y que pasa la imagen a través de un tamiz.
“El polvo de carbón queda suspendido en la superficie del agua, nunca cae, sólo cuando el agua se evapora completamente. Si ustedes vienen mañana o pasado mañana el nivel del agua ya ha bajado y la imagen se ha transformado de alguna manera, hasta que finalmente en un mes y medio se seca y se convierte en una especie de icono”, indicó.
Más adelante, hay otro experimento en el que llega a la misma conclusión sobre la alteración que sufre la imagen con el agua, de tal manera que con ello demuestra que la imagen no es perenne.
“Aquí por ejemplo cae una gota de agua en el centro de la imagen cada 50 segundos y de esa manera compensa el efecto de la evaporación.
“En cambio, las gotas van destruyendo y lavando la imagen hasta que esta queda decolorada, blanca y difícilmente reconocible y en transformación constante.
En Aliento, Muñoz recurre nuevamente al vapor, al agua en el ejercicio interactivo de los espejos, en los que el espectador se acerca y al exhalar su aliento aparece la imagen de otra persona.
“Cuando el espectador deja su aliento encima del espejo aparece la imagen de otra persona, pero este diálogo no se puede mantener constante porque nosotros necesitamos aire para respirar, ya que en el momento que dejamos de hacerlo,
“Hay un dialogo ente la vida del uno y la vida del otro mirándose al espejo, digamos que es como un acto muy relacionado con la infancia a través de la respiración. Cabe mencionar que los personajes que están al otro lado del espejo ya han muerto.
“Son personajes de los obituarios. Son las fotos que de alguna manera los familiares publican para hacer visible un duelo. De alguna manera esto está relacionado con la memoria, con el pueblo.
“Sin embargo como es una cosa impresa con tinta sobre papel como un periódico que al otro día ya no existe, entonces me parece que hay un ejercicio un poquito inútil en ese acto”, consideró.
Otra de las piezas en las que demuestra el movimiento o modificación de la imagen es en la composición que hace con varias fotos que él mismo se tomó y luego recortó en pequeños cuadros para sobreponerlas como si fueran rompecabezas.
“Yo he tomado nueve fotos de mis pasaportes, de nueve momentos de mi vida durante 50 años y las he recortado en nueve partes para entrelazarlas de manera que no sea un instante lo que se muestra, sino una suma de varios instantes.
“Digamos que lo que buscaba era capturar un tiempo más amplio del retrato de una persona. Pienso que la fotografía que tiene ese carácter de memoria tampoco sirve para recordar, porque nosotros podemos ver estas imágenes y recordarlas”.
MONTERREY COMO CALI
Durante muchos años, Cali estuvo a merced de la delincuencia organizada, como también lo ha estado Monterrey en la última década, lo cual no podía pasar desapercibido para Óscar Muñoz.
Para adaptar “Ambulatorio”, la pieza consiste en un mapa de la ciudad que está colocado a manera de alfombra recubierta con vidrio y que también ha sido elaborado para exhibirlo en ciudades como la propia Cali y Belfast.
“Recuerdo que desde que llegué al aeropuerto el taxista me empezó a hablar de la cuestión del miedo que sentía la gente aquí y yo sentía que me estaba hablando también de mi ciudad y recordé que la gente hace un tiempo se iba a dormir muy temprano y no salía después de las 10”, relató Muñoz.
Mientras que Gonzalo Ortega refiere en el catálogo de la exposición que “Ambulatorio” se formó en un primer momento con una imagen aérea de Cali impresa en gran formato y acomodada en el piso de una sala de museo y la gran fotografía está encapsulada en vidrio templado de seguridad, estrellado.
“La intención de Muñoz era referirse a un espacio de conflicto, sí, pero percibido de muchas formas. La experiencia de visitar el lugar del estallido con regularidad le permitió atestiguar la manera en que la ciudad iba recuperándose paulatinamente y las cosas regresaban a la normalidad a pesar de la huella de la violencia”, señala Ortega en el capítulo “Memoria Petrificada” de la exposición.