En noviembre Iris, su esposa y compañera de vida, había fallecido y sabía que estaba disponible en su casa. Esa tarde fría del 21 de enero le hablé para visitarlo y platicar largo sin mirar el reloj, pero se me ocurrió hacerle una entrevista que se la había solicitado semanas antes.
Tuve suerte de hallarlo, porque a sus 76 años el profesor José Luis Esquivel es difícil detenerse en un mismo lugar por mucho tiempo; antes de la pandemia iba y venía a dar clases en licenciatura y maestría en la UANL; visitaba a sus hijos y nietos; acudía a la imprenta a revisar el proceso de su nuevo libro, y llevaba casi a diario a su esposa a tomar café al Toks de la avenida Ruiz Cortines.
A la fecha nada lo detiene, al contrario, quiere hacer más y más. Sentirse productivo como periodista, columnista y catedrático tras regresar a las aulas en la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Enfrenta horas y noches de soledad en su casa de Monterrey, pero tiene una filosofía de la vida: “No quiero que la depresión se me aparezca. He tenido tristezas, muchas lágrimas que son de desahogo y posiblemente silencios, pero no depresión”.
— Profesor Esquivel: gracias por recibir a Hora Cero y al Canal 28 en tu casa.
Muchísimas gracias a ustedes también que tienen la intención de tomarme en cuenta, eso es lo más importante para mí y lo valoro mucho.
—El periodismo de Nuevo León te debe mucho, porque has formado generaciones de periodistas que ejercieron o están ejerciendo.
No, yo soy el que le debo al periodismo porque por el periodismo conseguí mi auto realización que, en la vida de los seres humanos, significa la felicidad. Entonces, soy muy feliz todavía hoy precisamente por esa fuente de actividad mental, literaria, reporteril que me da el periodismo. Y en consecuencia, también la ocasión de conocer nuevas generaciones, enlazadas a las generaciones de 1980 que, entonces, cumplen también un papel muy importante en ese desarrollo humano de José Luis Esquivel.
—Como formador de periodistas…
Pues sí, pero también me voy formando. Es increíble lo que aprende uno de los jóvenes, es increíble lo que conecta uno con las nuevas tecnologías frente a ellos. Es increíble lo que desde su perspectiva te van enseñando sobre errores o mañas de los viejos.
— ¿Cómo te adaptaste a todo lo nuevo de la tecnología?
Gracias al periodismo, porque dentro de las virtudes que infunde en los que nos dedicamos a él, es enseñarnos a ser valientes, enseñarnos a enfrentar los retos porque ningún trabajo periodístico es igual de un día para otro, ni la misma persona que entrevistas se parece a la que ya has entrevistado. Entonces te tienes que ir adaptando y ser valiente.
— ¿Cómo superaste los miedos de un profesor de casi 76 años, de la burla de los alumnos que están conectados en otro mundo?
Hay una fórmula de doble cuerno: el primero es la humildad, que significa reconocer lo que puedes, sabes, lo que no puedes o no sabes. Y la otra es precisamente vencer el miedo porque si me quedo en el miedo es caer en las garras de la inactividad y no hacer aquello que quieres hacer, pero que no te atreves.
—Porque cuando inició este mundo de las nuevas tecnologías para dar clases hubo maestros que decidieron ya no continuar…
Sí, desde hace tiempo algunos compañeros se resistieron a aprender y se fueron en todas las universidades. Es bueno que te dé miedo porque te hace sacar lo que tienes para afrontar el reto y el conocimiento nuevo.
—Seguramente también eres un ejemplo para los estudiantes de cómo un profesor enfrentó esos miedos y lo superó…
Eso se los dicen los invitados que tenemos en relación precisamente a las nuevas tecnologías: cómo aquellos que logramos, de generaciones antiguas, hacer lo que hicimos sin tener lo que los jóvenes ahora tienen.
Por otro lado, también cómo nosotros hemos tenido que volver a estudiar aquello que ahora no encontramos en las aulas y está en las redes sociales e Internet y que los jóvenes conocen muy bien. Eso me lleva a recalcar algo muy importante que es la combinación de la experiencia con la juventud. Las nuevas generaciones que desprecian la experiencia, despreciando a las personas viejas están mal porque necesitan precisamente de la experiencia tanto en el periodismo como en cualquier actividad.
Uno se tiene que adaptar a su lenguaje, a su realidad, a su actualidad, pero sin descartar el concepto de experiencia que les pueda servir a ellos, sobre todo en el campo de ética, de los principios básicos del periodismo, cuya técnica es inamovible, porque el verdadero periodista es aquel que nació para buscar historias y saberlas contar.
—Quiénes no conocen al profesor Esquivel pueden pensar que exageré al presentarte y al decir que el periodismo de Nuevo León te debe mucho, pero tu historia dentro del periodismo viene desde mucho atrás de entrar a El Norte…
Yo debo la comunicación y el periodismo a mi formación desde niño. Estoy convencido de que estaba hecho por Dios, por la naturaleza para todo lo que es la comunicación porque yo traía mucha inquietud desde pequeño por leer periódicos. Con eso me nació la inquietud por escribir, a los 12 años yo ya tenía mucha literatura personal; desde niño me gustaba mucho la fotografía y fui uno de los primeros adolescentes en tener una cámara Kodak chiquita, que hoy me ha dado un archivo histórico.
También me gustaba mucho dibujar y tenía facilidad de palabra, o sea, sin saber ya estaba dentro de la comunicación.
—Quisiste ser sacerdote católico ¿verdad?
Exactamente. Brinqué de mi estudio elemental al área de una carrera riquísima en espiritualidad y en cultural que es ser seminarista.
Mis hijos y mis nietos me preguntan que si no me aburría de estar encerrado y les respondo que no, porque hacía tres cosas que eran fabulosas para mí: estudiar, jugar y rezar. Esas eran las tres actividades que llenaban el día, pero que nos dejaban satisfechos.
Estudiar las humanidades, el latín, aprender de los griegos, su literatura, su cultura, su idioma y aún me acuerdo.
— ¿Y cuándo te decides a ya no ser padre?
Te haré una confesión: yo no me quise retirar, estaba convencido, mis maestros me decían que tenía vocación sacerdotal. Estaba embelesado con un sueño, a pesar de ser muy pobre desde el punto de vista económico, pero quería estudiar en Roma, era mi sueño a los 14 años y estaba haciendo toda la lucha porque yo sabía que de vez en cuando mandaban estudiantes del Seminario para allá. Y justo cuando a mí me dicen que tendré la oportunidad de irme a Roma también me avisan que tengo que abandonar el Seminario porque mi madre se puso muy grave y que ya no tenía remedio. Para mí fue una noticia muy fuerte, me tuve que salir de ahí y ponerme a trabajar porque primero es la madre.
Me dolió en el alma porque era un ideal y aparte era el sueño de mi madre. Recuerdo que cuando llegué a casa y la vi en la cama me reclamó que por qué estaba ahí y me pidió que me regresara, que se iba a aliviar, pero no, le dije que me quedaría porque el reporte médico decía que ella ya no podía trabajar.
Era un joven de 18 o 19 años y empecé a trabajar como obrero, pero ya estaba marcado mi destino porque lo que te dice una bola de cristal no es cierto, pero sí lo que te dice la vocación y mi vocación era esa.
Un día en el Seminario el señor Augusto Cenizo Rojas me abordó y me mencionó que por su hijo sabía que era bueno para hablar en público y para escribir. Fui sincero y le respondí que era cierto. Después me preguntó que qué estaba haciendo actualmente y le dije que era obrero de Nylon-México. En ese momento me preguntó que si me gustaría trabajar en el Grupo Cervecería, en donde había una revista y podía escribir y hablar en eventos. Sabía que trabajar ahí garantizaba un futuro económico.
— ¿Y qué pasó?
Era un joven y estuve a punto de no entrar por una cuestión elitista. Ya tenía el visto bueno de Augusto y por error lo seguí hasta la oficina de su superior cuando ya iba a pedir autorización de mi ingreso. A la hora de la hora me di cuenta que tal vez había entendido mal y me quedo ahí afuera. En eso escucho que el jefe le dice que no me pueden admitir porque estaba muy morenito, mientras que Augusto lo trataba de convencer. Preferí ya no escuchar y regresarme al escritorio en donde estaba inicialmente. Cuando salió Augusto me comentó que las cosas tal vez iban a tardar, pero nunca me mencionó el motivo que yo ya sabía. Pensé que no me iban a contratar. A la semana me manda hablar y me pide que me vaya a hacer los exámenes médicos para entrar. Mi jefe dependía también del jefe que dijo que era morenito, pero de verdad lo recuerdo con un amor inmenso porque me hizo el periodista que hoy soy: Roberto González Acosta, amigo íntimo de Abelardo A. Leal júnior, director de El Norte.
—Una vez superada la discriminación empresarial hiciste una revista en Cervecería…
Era un aprendiz. Tenía 19 años y me mandaron a alternar también como profesor a cuarto año de primaria en el colegio de Cervecería.
— ¿Y cómo llegas a El Norte después de haber superado lo de Cervecería?
Este jefe mío, que aún quiero mucho y que en paz descanse, creo que en su momento lo dijo porque el cliché, se lo ordenaba por la sociedad en la que vivía, pero después no tomó en cuenta nada porque me fue ascendiendo y llegué a ser su brazo derecho, incluso cuando se fue de jubilado puso de condición: que yo fuera el director editorial de la revista interna Trabajo y Ahorro de la que fui director en 1983. Desde entonces la condición económica de mi casa fue mejorando, y gracias a él tuve esta casa en la que hoy estoy.
Este jefe le hablaba a Abelardo Leal de mí y me ayudó a publicar algunos artículos en El Norte. Con el paso del tiempo tuve que entrar al periodismo profesional de medios por no poder pagar la casa.
En 1970 me casé y mi esposa y yo teníamos lo suficiente para vivir, pero cuando se me atraviesa lo de la casa tuve que buscar otro trabajo y mi jefe me recomendó buscarlo en Tribuna, que en ese tiempo ese periódico dependía de Cervecería.
Entonces, entro como corrector de pruebas a Tribuna, en donde empiezo a ganar un dinero extra para poder pagar la casa. Empecé a moverme y me soltaron el área de deportes para colaborar y resulta que la hice.
En enero de 1973 ya estaba en deportes de Tribuna, pero no nada más hacía deportes, también tomaba accidentes de tránsito, a borrachitos que levantaban las patrullas; llevaba noticias en fotografía y en una de esas me llamaban del periódico Más Noticias, que era muy reconocido, y me ofrecieron estar ahí. Como ya tenía mi sueldo en Cervecería lo demás era extra y decidí aceptar porque podía vender publicidad, cosa que no se debe hacer en periodismo, pero yo no sabía.
En esas andaba cuando Ricardo Junco Garza, hermano de mi gran amigo el padre Carlos Junco, me dijo que me fuera a El Norte, que ya había hablado con el Licenciado Abelardo.
Llegué a El Norte y de inmediato me dieron el trabajo de reportero general, pero no estaba de planta porque seguía en Cervecería.
Duré dos meses y unos días de reportero general porque, en ese tiempo, descubrieron que el reportero de deportes no iba al estadio y me la dieron a mí.
—Entonces en El Norte te mandaron a la sección deportiva porque les podías garantizar que irías al estadio…
Exactamente, así de repente me dijeron. Llegué como reportero, pero como siempre lo he dicho, hay que dar más de lo que nos piden, porque si a mí me gustaba tomar fotos y sabía tomarlas, pues empecé a tomarlas, además de que iba a la cancha a levantar los datos de la crónica. Tomaba fotos que se publicaban y me las pagaban extra.
—Vamos a entrar a una anécdota de un viaje tuyo a Europa con el club Tigres, y quisiera que la gente la conociera…
Mi hermoso periodismo me tenía una sorpresa, y gracias a Dios se cumplió un sueño, aunque ya tarde, pero logré conocer Europa. Quería estudiar allá, no se dio, pero siempre le he tirado al cien.
Mi hijo menor, Jorge, nació en abril de 1979 y para esa fecha ya estaba muy protegido en Cervecería, me iba muy bien, había empezado como aprendiz, luego asistente de redacción, después jefe de redacción, luego jefe de información y finalmente director en 1983 de la revista, pero seguía ‘cascareando‘ en El Norte, que era un monstruo de periódico de 500 páginas.
Estar en El Norte era entrar a un espacio anhelado por aquellos que querían ejercer el periodismo de fuerza, de influencia, aunque no llegué por eso, llegué más por accidente.
En 1979 Abelardo A. Leal, con ese estilo seco y durísimo que tenía, me dice: “tenga listo su pasaporte y espero que tenga también visa para Estados Unidos”. Pero no me dijo más.
Al pasar los días Ramón Alberto Garza, a quien también le debo muchísimo, me dice que me voy a ir a Europa y que todos los reportajes que pueda encontrar van a valer la pena.
Hice muchos viajes a Europa, pagados por El Norte, sin ser una promoción original de El Norte. Por eso les digo a los alumnos que den más de lo que les piden en los trabajos. Después del 79 llevé a mi familia de vacaciones a Europa y antes de partir le pregunté a mis jefes que si querían que trajera algunos reportajes. Entonces llegué a traer trabajos que terminaban pagándome el viaje con todo y hospedaje mío y de mi familia.
En el 79 sí fui un enviado especial de El Norte, incluso fue una orden de El Norte, pero ocurrió una situación especial porque mi hijo había nacido un poco delicado. Le diagnosticaron un problema del corazón y entré en un conflicto en ir o no a Europa. Después de mucho analizarlo pensé mejor en renunciar, pero mi esposa me dijo que no, que me fuera, que ella veía cómo se las arreglaba porque no quería ser un obstáculo en mi sueño. Estando allá todos casi los días les hablaba a las 3:00 de la tarde de allá, las 8:00 de la mañana de Monterrey.
—Y fue aquel viaje con Tigres cuando hizo una gira a la ex Yugoslavia…
¡Exactamente!, fue una gira medio difícil porque no era en París como nos lo habían dicho. Fue un fraude de un promotor porque nadie nos esperaba en París, fue una noticia como quiera que sea. Y aquí tiene dos ángulos que vale la pena que lo sepa el auditorio, porque la UANL estaba arriesgando mucho dinero en áreas que no eran ni de docencia, ni de investigación, ni de cultura, ni nada, era de deportes. Llegamos y no había nada en París.
— ¿Y cómo lo resolvieron?
Lo primero fue hospedarnos en un hotel Holiday Inn. Era el único reportero, los demás iban a llegar después, pero como no sabían en donde andábamos, no llegaron.
— ¿Ese juego en la ex Yugoslavia ya estaba pactado o se organizó ahí?
No, se organizó en la Embajada. El que se movió para armarlo fue el ex rector Luis Todd, quien es un hombre maravilloso, con todo y sus polémicas es un hombre valiosísimo. Él tenía muchos contactos, sobre todo en las Embajadas. Entonces empezaron a moverse y en donde tuvimos oportunidad fue en Sarajevo, y teníamos que quitarnos esa vergüenza porque nos habían llevado con un fraude. Nos fuimos a Sarajevo. Fue una excelente experiencia como viaje. Al final Tigres jugó cuatro partidos en la antigua Yugoslavia.
—Después de eso pasan los años, sales de El Norte, te vas al ABC en donde te conviertes en director, pero en el plano del fútbol te vuelves vicepresidente de Tigres, y luego viene el descenso…
No, estuve en El Norte y después de que salí de Cervecería el año 1985 ya me quedé ahí de planta, así como en la UANL. Estando ahí nace el periódico ABC; conocía a uno de los hijos del dueño, a Alberto Estrada, por una entrevista que le fueron a hacer mis alumnos de la Facultad de Comunicación.
Entonces, el cambio desde el punto de vista periodístico pareció muy drástico, pero desde el económico fue mucho mejor porque finalmente uno vive de lo que tus servicios te dan, y claro que fue el doble, pude tener carro y otros beneficios.
El periódico empezaba y fue un gran reto. Tenía miedo, pero hay que saber enfrentarlo y no me quejo.
De ahí, en 1993, me llamó Jorge Villegas para vernos y me pidió que me fuera para el Diario de Monterrey (hoy Milenio)-Multimedios abarcando lo que se pudiera, y ahí fue cuando entré más en contacto con el deporte, aunque mi papel era ser el coordinador de información general. A la par, también cumplía lo que se necesitaba en deportes con mi cámara.
En 1994 me vuelven a hablar del ABC para ser el corresponsal del periódico y de Radio Alegría de Luis Donaldo Colosio, que también fue uno de los timbres en mi carrera periodística porque conocí al candidato y me tomé muchas fotos con él. Ya era casi presidente. Ahí conocí a los “viudos” de Colosio.
Yo jamás había conocido al doctor Manuel Silos (ex rector de la UANL), nunca lo entrevisté porque él era economista, además yo era crítico en mis columnas de algunas de las fallas de la Universidad y las señalaba.
De repente recibo una llamada en mi casa del doctor Manuel Silos, que en ese momento era el rector. Me pidió que lo viera al siguiente día en el octavo piso de Rectoría, en donde me propuso ser director de comunicación social de la Universidad, y le dije que no porque estaba en el periódico y se me hacía muy estimulante irme al otro lado del escritorio.
Pasa el tiempo, me vuelve a decir que si quiero colaborar porque el licenciado Sócrates Rizzo lo estaba presionando mucho para nombrar a un periodista, pero él quería que yo fuera. Lo consulté con Roberto Silva porque no estaba convencido. Además, estaba cubriendo la campaña de Colosio y no podía.
Llega la gran noticia de marzo de 1994 (el asesinato de Colosio) y a los días me vuelve a hablar y es cuando acepté. Estando ahí se viene una crisis en el Club Tigres, cuando el directivo era Héctor Paredes que era contador tanto de la UANL como del club y no tenía la experiencia del trato con los medios. Entonces me nombran jefe de prensa del Club Tigres para que le ayudara a Paredes y se arma el escándalo.
Se recrudece la crisis del club Tigres porque lo estaban tratando mal en la Federación Mexicana de Futbol y en Monterrey ya se estaban metiendo con la Universidad. Entonces se estaba tambaleando también el grupo porque (Jorge) Vieira, el entrenador, se había metido con Antonio Carlos Santos y Miguel España.
Me entregaron el nombramiento de vicepresidente ejecutivo del Club Tigres para que fuera a representarlos ante la FMF porque tenía facilidad de palabra, y porque conocía las entrañas del futbol, para que fuera con los directivos, para que nos dieran la mano.
— ¿Que nos den la mano qué significaba?
Hablar y defender. En ese tiempo me entero de que había un fraude en la Federación Mexicana de Futbol porque la Federación Española no les pagó 100 mil dólares que le debió haber pagado. Entonces algunos directivos se me acercaron como Fernando Arredondo, que me ayudó mucho, que, aunque primero veía por Rayados de Monterrey, también era universitario.
— ¿Arredondo te arropó también?
Claro que me arropó y me ayudó porque yo era nuevo. ¿Que tenía miedo?, claro que tenía miedo. Llegaban los otros directivos en carrazos y yo andaba a pie porque era un modesto profesor. Haber sido vice presidente de Tigres fue circunstancial y quiero que la gente lo tome muy en cuenta porque a veces creen que esas imágenes llevan a palacios y glamour. ¿Qué yo hice contrataciones? No, fueron solo para salir del paso. Estuve muy poco tiempo en el cargo. Cuando se fue Tigres a Segunda (División) ya no estaba. Y puede ser que sí haya tenido que ver porque sí estuve en ese período, pero no podía hacer nada porque ya estaba avanzado el mal. Ya era para terminar la temporada.
—Fue benéfico que la Universidad se desligara y que Sinergia tomara el control de Tigres…
Esa fue una de mis propuestas, incluso escribía antes de eso porque había muchos reclamos dentro del mismo seno del Consejo Universitario, había algunos que decían que se necesitaba presupuesto para infraestructura, investigación, sueldos, deporte, cultura y se iba mucho dinero al club. Nada más estuve como cuatro meses como parapeto porque necesitaba cumplir un papel para la Universidad.
—Aunque también hubo prensa hostil que prácticamente te colgó la medalla de que por tu culpa los Tigres se habían ido a Segunda División…
Pues no todo porque ya después lo que vino a opacar en ese proceso el ámbito noticioso fue todo lo que salió en un año de Guillermo Lara, lo cual nunca se dio en mi caso porque yo nunca hice nada.
—Y entonces los reporteros de El Norte como Ismael López ya le bajaron de decibeles, me imagino, ¿no?
Pues era nada más Ismael, porque Miguel Ángel Chávez era al revés. Nunca estuve en un campo de contratación de jugadores, ni de otra área. Lo que pasa es que quitaron la cara de Héctor Paredes ante la prensa y Federación para poner la de José Luis Esquivel ante sus amigos periodistas, y sobre todo Hernández junior y los directivos de la FMF.
Se acabó la temporada y hubo una reestructuración en la que llegó un “boom” noticioso que borró el nombre de José Luis Esquivel, que fueron Guillermo Lara y Sergio Oria, y ya no estuve para nada en Tigres.
— ¿Y volviste a lo que le apasiona que fue hacer periodismo?
La academia nunca la dejé. Seguí ahí como director de comunicación social sin ser directivo ni jefe de prensa de Tigres.
—En Nuevo León quién ha sido mejor periodista para usted: ¿Francisco Cerda, Jorge Villegas o Ramón Alberto Garza?
Yo daría la respuesta más larga todavía. Para mí son cinco: respetando el contexto de la época son Francisco Cerda y Jorge Villegas. Por otros aspectos que no se pueden comparar con los que para mí marcan un parámetro muy significativo de los cinco periodistas del área de Monterrey que no los cambio por nada y los voy a decir. El más grande periodista de todas las épocas es Ramón Alberto Garza. No hay nadie como él, con el olfato para la noticia, el reportero de 17 años que ya traía todo. Es para mí el más grande y todavía está en el medio.
Para mí el segundo más grande periodista en ese parámetro se llama Héctor Hugo Jiménez. Y deveras, yo para medir a alguien y llevarlo a ese nivel y todo es que ya traían en los genes, aunque no haya antecedentes en la familia, ya traían la virtud del periodista nato y que ha salido adelante.
El tercero es Agustín Serna Zamarrón, porque tú lo tratas y sabes que es un periodista de deveras porque están inundados haciendo un mar de noticias para tener el radar, para interpretarlas, para investigarlas. Eso no la tiene cualquiera.
Otra enorme para mí, en realidad son dos mujeres: Azucena Uresti, con sus inicios tambaleantes como redactora y ver cómo se ha llenado de contactos y cómo ha escalado porque aquí se hizo a la sombra de un gran periodista que también podríamos medir frente como el arquitecto Héctor Benavides.
Y también Olivia Martínez Valenzuela porque hay que conocerla para calificarla. Puede haber muchos más, y tal vez no los conozco, pero espero que haya muchos más y que superen a esos cinco que acabo de mencionar.
— Primero que nada, te agradezco que me tengas en esa lista. Y sé que lo dices no porque vine a hacerte la entrevista. Gracias profe por la opinión que tienes sobre tu alumno, sobre tu servidor…
No es más que el protocolo de aceptar ese gracias, porque te lo has ganado. Igual te podría decir no si fuera no, y tú lo sabes. Esa es mi valoración.
Algunas veces mis alumnos me preguntan que, si no tomo en cuenta a reporteros futboleros y les digo que sí, pero que tienen mucha imagen y a veces no es la imagen la que cuenta es la calidad de periodismo que hacen. Ese es mi parámetro y eso quiero que lo sepan.
—Quien no sepa, el maestro Esquivel perdió a la compañera de su vida hace pocas semanas; hace años murió tu hijo mayor y hace también más de un año murió alguien que tú apreciabas mucho como periodista: Francisco Salazar. La vida en los últimos años para ti ha sido muy difícil…
Sí, definitivamente desde ese punto de vista, pero igual los restos y los golpes sirven para reforzar esa vitalidad interior que uno debe de tener para seguir viviendo, para tirarle a más, hasta que Dios y la vida, como buenos árbitros, den el silbatazo final.
Y también agradecido con el recuerdo y la compañía que nos dieron. Mi esposa, principalmente, en 56 años juntos desde que la conocí. Mi hijo entrañable con todos sus sueños, y Paco Salazar que aún están sus últimos mensajes, correos y llamadas porque nadie lo esperaba.
—Te veo asimilado la pérdida de tu esposa, te veo bien, yo sé que te duele mucho. Me consta la compañía que fue para ti. Sé también que esta entrevista la van a apreciar muchos colegas que fueron tus alumnos. A lo mejor no te puedes imaginar cuántos ex alumnos tuyos van a ver la entrevista…
A ellos quiero decirles, y a los que me escuchen, algo que sea el colofón del encuentro nuestro: es que tenemos que ser fuertes porque tenemos una responsabilidad con nuestra propia vida. Nadie es más responsable de tu vida que tú mismo y tenemos una responsabilidad también con los que nos rodean. Yo tengo que ser fuerte y estar bien por mis dos hijos, por mis cuatro nietos, porque lo que me pase a mí les va a doler más todavía. Entonces, no quiero que les duela hasta que Dios y la vida digan, por eso tengo que estar bien por esa responsabilidad que tengo con la vida, con mis hijos y la sociedad. No quiero que la depresión se me aparezca. He tenido tristezas, muchas lágrimas que son de desahogo y posiblemente silencios, pero no depresión.
—He escuchado varias veces una recomendación que tú le haces a los estudiantes: que si se equivocaron de carrera que no estorben, que no se frustren. Esa es una recomendación que puede ir para todas las carreras…
Creo que hay que rescatar a los jóvenes desde la prepa y más en la carrera de una frustración profesional. Nada hay más desastroso en la vida como llegar a un punto de no retorno porque llegaste a una profesión por equivocación y no por vocación. La vocación es un llamado, es medir la aptitud frente a la actitud, el yo quiero frente al yo puedo y ayudar al alumno a definirse.
Lo vivo haciendo en cuanto a curso empiezo. Es convencerlos de que tienen que hacer un análisis introspectivo de qué esperan de estar en el aula sentados, pero no solo del aula, de estar en la vida, porque no creo que vinimos a vegetar, vinimos precisamente a vivir y vivir es construir una existencia llena de errores, llena de tropiezos, llena de amarguras, pero también de triunfos, de éxitos, de satisfacciones. Pero no van a llegar si no estás preparado en la aptitud frente a la actitud, y entonces esa derrota la empiezas a escribir desde ahora.
Así como conozco a muchos de los que reconozco, también tengo muchas interacciones directas con alumnos que me citan para decirme que no lograron nada de esa facultad y yo tengo que convencerlos de que se equivocaron en elegir. Hay que tomar decisiones y afrontar las consecuencias. A ellos les digo: “El primero que se equivocó fue el que elige la facultad, porque la facultad ya estaba ahí y no te lazó, no necesitaba tu presencia”.
Tomé muchas decisiones en la vida, por ejemplo, nadie se quería salir de Cervecería y yo dije: “Yo me salgo”. ¿Por qué?, porque había un buen cheque de indemnización después de 18 años y la promesa de un mes más. Nadie se quería salir de El Norte y yo me salí. Yo no quise ser director de la Facultad de Comunicación a pesar de que el rector me decía que me necesitaba, pero sí sabía que tenía que pagar las consecuencias y cuáles son esas consecuencias: nadie me gana a ser feliz.
Y por eso todavía sigo subiendo las escaleras en la facultad de Comunicación, con el gusto de siempre porque todavía tengo el ánimo de hacerlo.
Entonces, ahí está, hay que ayudarle a los jóvenes a definirse. Y pongo un ejemplo muy válido: les digo a los jóvenes díganme ustedes si van a San Nicolás y en el Obelisco de Juan I. Ramón se suben al autobús y ven que da vuelta rumbo a Constitución y pregunten: “¿A dónde va?”, y les responde que a Santa Catarina. ¿Qué hacen ustedes? Si son inteligentes se bajan porque no es su destino, pero si no eres inteligente le siguen y llegan a donde no quieren ir. Ya la regaste. El otro no, supo saber decidirse, se bajó, le costó regresarse, equivocarse, pero finalmente se sube al autobús o metro que va a San Nicolás porque es a dónde quiere llegar, es lo mismo la carrera, es lo mismo la vida. Decídanse a tiempo.
—Podríamos hablar del maestro José Luis Esquivel, amigo de Armando Fuentes Aguirre “Catón”; de José Luis Esquivel, autor de muchos libros; de José Luis Esquivel, catedrático activo de la Facultad de Comunicación, de la Maestría de Periodismo Deportivo de la Autónoma de Nuevo León, Doctorado, tantos y tantos años acumulados, pero yo espero que haya una segunda parte de la entrevista contigo profesor a quien estimo mucho, a quien fue mi maestro de la Facultad de Ciencias de la Comunicación.
Te aprecio mucho y sigues siendo un ejemplo para las nuevas generaciones que, aunque traen otro chip en la cabeza, sigan absorbiendo de ti eso que nunca va a terminar que es el periodismo…
Claro que sí. Por ese amor que le tenemos al periodismo, a lo que fue nuestro desde que lo conocimos y lo abrazamos. Me preguntaste en el primer cuestionamiento que desde cuándo me gustó el periodismo, y te respondí que desde que era niño. Había una revista en aquel tiempo, ya no existe, que me enseñó a leer, se llamaba Vidas Ejemplares. Eran semblanzas de personas que valían la pena.
—Gracias de corazón por recibirnos en tu casa…
Muchas gracias a ti.