por Víctor Gómez
Expresivo, de andar firme, de mirar osado y vivo, en su rostro se observa lo curtido por tantas horas de labor reporteril, en las aulas como formador de periodistas y como alumno en la escuela de la vida. Así es José Luis Esquivel Hernández.
Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, España, catedrático de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León, que por años ha sembrado la semilla del saber en diferentes instituciones.
Sin más pretensiones en la vida que defender sus ideales, este hombre de batalla de casi 65 años, se abrió brecha a pesar de las adversidades que se le presentaron, así ha demostrado de qué está hecho.
Reflexivo, insiste en que a pesar de que se aproxima su jubilación, no dejará las aulas, pues cuenta con una salud inquebrantable, además dice, es una forma de sentirse vivo.
Una infancia difícil
Insistente siempre en su quehacer diario y la buena formación de cada uno de sus discípulos, Esquivel Hernández recuerda su infancia como una vida de muchas privaciones debido a las escasas posibilidades económicas de sus padres.
“Fue una infancia bastante, yo así la califico, sacrificada, pero a la larga muy productiva, debido a la pobreza, de mis padres que jamás fueron a la escuela”, continuó.
“Mi padre era un tallador de lechuguilla prácticamente y no sacaba casi nada”, dijo mientras buscaba con la mirada el lugar de su compañera de vida en la sala de su casa.
Originario de Ramos Arizpe, Coahuila, llegó a monterrey a sus primeros años de vida, cuando la familia decidió emigrar para buscar mejores oportunidades, aunque ello implicara la pérdida de su padre, dejándolos en la orfandad.
“En 1949 mi papá dijo, vámonos a Monterrey, muérase quien se muera, pero esas palabras mi madre nunca las olvidó, porque se vino a morir él, falleció el 25 de octubre de 1951”, comentó con evidente nostalgia.
Coleccionista nato de cada uno de los momentos de su vida, guarda también ciertos instantes junto a su padre, quien hacía lo posible por sacar a flote a la familia recién llegada a la ciudad, como vendedor ambulante.
“Andaba en la calle vendiendo frutas, se instalaba en la calle de General Anaya y Alfonso Reyes, sobre Universidad para esperar la salida de los trabajadores de Cervecería. Yo recuerdo que estaba pequeño, cinco años tenía”, evocó.
Instalados en un modesto tejaban que rentaban en la colonia Bella Vista, a tan temprana edad se daba cuenta de su realidad. Años posteriores su madre le platicaría lo que su papá quería para el futuro de José Luis.
“Me llevaba al Mesón Estrella, me aventaba entre los melones y las sandías para irnos temprano, decía él, a hacerme hombre, cuenta mi mamá. Su mayor sueño era, le dijo a mi madre, que fuera un gran albañil”, mencionó.
“Fue su aspiración porque era su medio, y no es que los albañiles no tengan un empleo digno o no vivan bien, sino que es un contraste totalmente en lo que la vida me deparó”, comentó risueño el hombre de lentes y vestimenta formal.
A pesar de la situación tan complicada que se avecinó, su madre luchó contra todo para ofrecerles educación y el pan de cada día, dedicándose al trabajo doméstico, pero eso sí, siempre al pendiente de ellos para darles lo mejor.
Hombre de talento, desde muy chico acostumbró a capturar momentos con una cámara de rollo, junto a sus amigos y compañeros. Debido a su condición económica, siempre buscó conocidos para que le patrocinaran el revelado.
“Le decía a mi mamá, dígale a doña Chonita, una vecina, que si me quiere regalar algo, que revele mis rollos y, cuando iba con las fotografías estaba yo feliz. Algo me decía que yo iba a vivir de eso, pero yo ni presentía”, comentó el apasionado de la tinta.
De principio agresivo y rebelde, de una disciplina desastrosa, pues la situación de orfandad lo hacía estar siempre a la defensiva, sin embargo, hubo quienes se acercaron para ayudarlo a encontrar el camino.
Así, la vida no tardó en mostrarle su lugar, del que años después estaría agradecido con las maestras que tuvieron la paciencia de ayudarlo a enderezar el rumbo.
“Una de ellas, levantándome el autoestima a esa edad, me dice, tú puedes estudiar y ser algo, porque estás llamado a los libros, al dibujo. No desperdicies eso con tu modo de ser”, señaló pensativo el maestro.
“Me dijo que si quería que me ayudara. La ayuda consistió en que me iba a orientar para que yo entrara terminando la primaria al Seminario de Monterrey”, mencionó el hombre de pelo negro natural.
Una vida distinta en el Seminario de Monterrey. Precisamente, tomó la gran decisión, como ahora lo califica, de seguir el camino sacerdotal, donde además se inició en los idiomas como el latín y el griego, incluso como coleccionista de memorias y fotografías.
Lector voraz de periódicos y revistas, escritor de libros únicos, fotógrafo casero, desde muy chico supo aprovechar lo que la vida le ponía de frente para superarse.
“En las siestas de una hora, obligatorias, había que estar en el estudio, esas horas para mí eran de escribir a máquina, entonces, es increíble que yo tengo tres libros a los 14 años, me dan risa porque son un solo ejemplar y por lo tanto edición única”, continuó.
Sin embargo, el destino le dio un golpe muy fuerte en su preparación dentro del seminario. Su salida se hizo necesaria, pues tenía que estar al pendiente de su madre, quien había enfermado justo cuando estaba a punto de concluir tercero de filosofía.
“Otra paradoja, mientras elogiaban y apostaban inclusive en que yo iba a ser un gran sacerdote, que porque sabía hablar muy bien, decían, desde el pulpito. Escribía que qué bárbaro, que estaba destinado a seguir mis estudios en Roma”, comentó.
“Yo no me quería ir, pero mi mamá estaba muy malita, tuve que empezar a trabajar, hace 45 años. Yo estaba ya terminando tercero de filosofía, me sentía muy seguro”, dijo el cultivado hombre.
Así, inició una etapa en la que su mayor preocupación y esfuerzo tenían que concentrarse en buscar un trabajo para solventar los gastos familiares, dejando atrás su formación.
“Bueno, esa experiencia del seminario es totalmente gratificante para mí, realmente fue una vida muy intensa, muy hermosa y lo que hacía era lo que la vida precisamente me estaba pidiendo que hiciera para el futuro, estudiar mucho, leer mucho”, explicó Esquivel Hernández.
El rumbo se define
Primero como obrero en Nylon de México. Días después llegó la primera pista de sus dos grandes vocaciones, por parte del padre de uno de sus compañeros del seminario, en una de las empresas más importantes del noreste del país.
“Un señor me ofreció trabajo en la sociedad Cuauhtémoc y Famosa, porque su hijo le dijo que escribo muy bien y que hablaba muy bien en público, lo cual le agradezco a Dios y a la vida, eso fue mi referencia con este señor”, recordó con gesto humilde.
Y aunque en un principio la realidad le marcó un alto por las discriminaciones de uno de los directivos del gigante cervecero, pero con esfuerzo y dedicación logró ganarse a la gente de la revista interna Trabajo y Ahorro, que es editada desde 1921.
“Escuché. ‘Entiende Augusto, está muy morenito, no tiene presentación para el área de relaciones públicas’, el papá de mi compañero respondió, ‘es muy inteligente, un hombre muy preparado, habla dos idiomas y tiene facilidad de palabra’.
“‘Pero cómo lo vas a poner al frente de la gente, no tiene presentación, está muy morenito y tú conoces aquí”, continuó Esquivel Hernández, “esa fue la causa de mi rebeldía desde pequeño, las agresiones hacen defenderse.
“Yo me fui muy triste, y dije, pues bueno, yo sigo de obrero. Pero a la semana ya estaba prácticamente ahí. Cuando tienes hambre dices que sí, menos a lo deshonesto”, remató.
Siempre crítico ante las injusticias, rememora sus anécdotas frente a sus alumnos para sembrar más que conocimiento y así dejar un buen consejo que les ayude a crecer como persona.
“Así es la sociedad, a veces contratan objetos decorativos como secretarias o recepcionistas, aunque del coco… Yo le digo a mis alumnas, van a luchar contra eso”, dice categórico el catedrático.
Paradojas de la vida
Roberto González Acuña, hombre que en cierta ocasión se expresó mal de Esquivel Hernández, pues no lo consideró buen candidato para la revista interna de Cervecería, en un principio, por su aspecto físico.
Tiempo después, ni el mismo José Luis lo hubiera imaginado, fue su amigo, maestro y compañero. Se lo ganó y permaneció en contacto con el directivo hasta su muerte, a los 88 años.
“Cuando él se retira jubilado, después de que me da ascenso tras ascenso, me deja como director editorial de la Revista Trabajo y Ahorro. Era mucho merito en aquellos años, como para mí es mucho merito que la vida con mi presentación me dé tanto”, dijo satisfecho.
Situación similar se presentó cuando el rector Silos le ofreció el departamento de comunicación social de la Universidad Autónoma de Nuevo León, pues decían, el requisito indispensable para quien ocupa el cargo es la imagen; a pesar de ser un crítico implacable de la universidad y del sistema.
Mediante pretextos, de alguna u otra manera la libró, pero tiempo después, la insistente invitación llegó en el momento preciso.
“¿A qué se debe? A las trampas de la vida. La vida es juguetona. La vida es curiosa. Y luego, vicepresidente de Tigres, yo no me lo merecía, fueron las circunstancias de la vida”, reveló Esquivel Hernández.
Y entre tanto, enamorarse de Iris Imelda, su compañera de andanzas, fue una paradoja más. Al principio, casi un imposible, y a pesar de los obstáculos, logró su cometido.
La conoció gracias a su hermano menor, quien estudiaba en el Colegio de Enfermería donde José Luis fue fundador. Ahí enseñaba etimologías y sociología por parte del corporativo cervecero.
“Ahí conseguí el amor de mis amores. La vi y dije, ya no voy a quitar los ojos y la mente de aquí. Y entonces la lucha cuesta arriba, porque había tres calificativos para mí frente a ella; bonita, hermosa y además de familia evidentemente de rubios y ojos azules”. Mientras sonríe con ella, continúa.
“En el colegio amarré. Con el hermanito de nueve años enviaba cartas y poemas. Me costó como no tienes idea, por eso la quiero mucho”, comentó con evidente amor en su expresión.
José Luis observa sobre la pared de la sala de su casa, por momentos detiene la mirada sobre uno de los cuadros familiares y, añorando, habla sobre una de sus más grandes satisfacciones en su andar.
“Formar una familia ha sido para mí, verdaderamente, una decisión determinante en el éxito de la vida, no lo reflejo en el dinero, sino en la autorrealización y en la felicidad”, continuó.
“Y por eso, estos recuerdos nos llevan a ese momento en que decidimos hace 40 años y ocho meses formar este complejo hogareño”, comentó junto a su esposa.
Al llevar una vida muy ajetreada como periodista, su compañera y amiga sufrió las amenazas y las represalias en medio del clima hostil entre los grupos del poder político, momentos en que mostró su apoyo incondicional.
“Es más, debo decir que soy periodista con otra paradoja, a pesar de mi esposa, porque ella ha preferido al ejecutivo, al académico, al empleado. Pero lo mío, lo mío es el periodismo”, dijo satisfecho de lo que ha conseguido.
“Como quiera ella tiene un principio, y siempre me lo ha dicho. ‘Nunca me opondré a aquello que te haga feliz, porque eso te hace vivir y entonces vives para nosotros. Y esa es una buena fundamentación”, compartió con humildad.
La familia sorteó momentos difíciles cuando el profesor viajó a Madrid, España, para continuar con su preparación profesional. Y a pesar de eso, se mantuvieron unidos en la distancia.
“Estábamos unidos aunque él estuviera lejos, era cuestión de llevárnosla bien, me hablaba por teléfono todos los días, y nada más le daba una clave por si pasaba algo. Le decía ¡fíjate que! y ese ‘fíjate que’ le daba pie a que me volviera a marcar”.
“A mis hijos les hacía falta él, a mí también, pero me conformaba y me hacía fuerte porque lo quería apoyar. Se fue en el momento en que los hijos, jóvenes ya, extrañan al papá, ellos querían contarle sus cosas, lo que les sucedía”, platicó su esposa Iris Imelda.
Periodismo en la sangre
Relator de lo cotidiano por naturaleza, desde joven se formó en el periodismo casero como fotógrafo y escritor de su andar, que ahora tienen gran valor histórico en su colección personal.
Su incursión a los medios impresos se dio en 1972 por un acierto en la cobertura de un descarrilamiento de los vagones del tren en las periferias de la ciudad, mientras iba rumbo a su trabajo.
“Saqué mi cámara y me trepé a una torre de luz y desde ahí capté algunas imágenes que al día siguiente salieron a ocho columnas en Tribuna de Monterrey.
“Me dijeron, si quieres seguir tomando fotos, pues tráelas y las empezaron a publicar. Desde entonces empecé en el turno de madrugada en la sala de corrección”, dice el periodista de infaltables lentes.
Ya en Tribuna de Monterrey, se abrieron las puertas del diario local El Norte, para iniciar como reportero de asignaciones especiales después de que sacó a la luz pública la mal utilización de placas por parte de un tránsito.
“En una ocasión, estando en Zaragoza y Ocampo vi un agente de Tránsito que decía que iba a cuidar la circulación y yo dije que iba a morder. Estuve captando por ahí cerca, pero lo positivo para mí es que traía la placa delantera con un número y la trasera con otro diferente”, comentó con simpatía.
“Ricardo Junco, a quien había conocido en el seminario por su hermano Carlos, me dice, por qué no las llevas a El Norte. Como yo no tenía contrato en Tribuna, fui y efectivamente, se publicaron las fotos como es el estilo de El Norte, se hizo una secuela y el escándalo”, explicó el periodista.
Ocupado en distintos empleos a la vez, en 1979 llegó la oportunidad de cubrir el viaje de Tigres de la UANL por Europa, como uno de los primeros reporteros de provincia en llegar hasta ese continente.
“Estaba en Cervecería, me daban permiso de estar en El Norte y además acababa de llegar a la facultad. Esa fue la primera corresponsalía internacional del periódicote, imagínate cómo se siente uno”, continuó.
“No olvidemos que éramos provincianos, en esas fechas ir a esos viajes era casi imposible, los medios no tenían corresponsales. Entonces ahí tengo mis notas, y claro, todo guardó en la egoteca. No es para presumir, a quién le interesan cosas viejas, es para recrear y dejar testimonio entre las nuevas generaciones, como a mis nietos”, dijo con satisfacción.
Con la tenacidad que lo identifica, se fue perfilando a otros diarios locales de los más importantes en esos tiempos. Y paradójicamente el ABC de los Estrada.
Después de varias invitaciones de Alberto Estrada para que José Luis formara parte de su equipo de trabajo en Grupo Radio Alegría, cedió ante tantas ofertas.
“Me dieron oficinas a un lado de Carlos Saucedo Rubí y me presentaron. Pero espérate, yo saqué mis vacaciones en El Norte, no renuncié, y total estaba ahí para ver cómo me sentía, qué duro fue para mí, por eso te digo que soy de paradojas”, comentó sentado sobre su mecedora.
Un día de 1989, por invitación de Jorge Villegas ingresó a El Diario de Monterrey, hoy Milenio, siendo ese uno de los últimos trabajos en medios impresos locales, y regresó a la comunicación institucional.
“A quien también quiero con todo el alma (Villegas), se ocupó de mí profesionalmente como no tienes idea. Me dijo, ‘no me importa lo que ganes en el ABC, aquí tienes el doble’. Ahí paré, en ese año, en el Diario de Monterrey, luego la dirección de comunicación social de Tigres”.
Catedrático, uno
de pocos eslabones
Semillero de muchas generaciones de cominicologos, inició en 1965 en las aulas, como maestro de cuarto año de primaria. Incondicional a sus deberes y con la puntualidad siempre en su portafolio.
Motivador de futuros periodistas, siempre encamina a sus a alumnos a aceptar la realidad de la educación en el país, pues frente a la necesidad de prepararse profesionalmente, es un lujo ser estudiante universitario.
“Siempre empiezo mis clases convenciéndolos de una realidad, ‘ustedes son la élite de la educación en México’. Tener 2 millones 100 mil alumnos en una población de 106 millones, somos élite”, continuó.
“Estamos en la cúspide de la pirámide educacional, entonces no podemos ser apáticos”, dijo categórico, pues cada semestre se encuentra con estudiantes que se han equivocado de carrera.
“Hay una apatía tremenda, hay gente que no tiene conciencia de lo que es ser universitario, hay una vulgarización de la carrera de ciencias de la comunicación, una falta de orientación vocacional y entonces se llegan solamente para pasarla bien”.
Y es que, al hacer este proceso de depuración al inicio de cada curso, José Luis descubre quiénes son los que realmente se encuentran en la aulas por vocación. Para él, son quienes valen la pena.
“Ahora, no todos , si tú logras convencer a ese alumno y la necesidad que tiene de avanzar, si te exige, te exige llevando materiales, llevando novedades, tienes que estar actualizado”, sugirió.
Con el único fin de llevar a las aulas materiales de apoyo a sus discípulos, investigaciones e información actualizada del quehacer periodistico, suman ya 17 libros en su haber.
Periodismo preguntón en diez lecciones, Periodismo cultural, Didáctica de la entrevista de prensa, Los diez mandamientos del Periodismo, Los Siete Pecados Capitales del Periodismo, 25 Crónicas Profanas, Crónicas de fin de siglo, Historia de la prensa, La Prensa diaria de España, La Prensa de Estados Unidos, son tan sólo algunos títulos de su amplia producción.
Y es que, aunque él dice llamarles textos escolares, pues él mismo funge como corrector y editor, no lo hace con el fin de comercializar, a pesar de ser investigaciones realizadas en su doctorado, en Europa.
“Yo quisiera decir que más que libros, por si alguien tiene por ahí una crítica al formato o al atrevimiento, diría que son materiales para los alumnos, me contengo en llamarles libros y les digo textos escolares. Yo no la hago para ganarme un lugar en la historia de los escritores”, dijo con gesto sencillo.
Enamorado de la docencia, jamás olvidará a sus buenos alumnos, desde los primeros niños en su inicio y hasta los universitarios, de quienes ha obtenido grandes conocimientos, satisfacciones y gratos recuerdos.
“Yo nunca voy a olvidar la universidad, ni a mis alumnos de periodismo. Los conozco brevemente y me enamoro de ellos, porque quiero que ellos luchen y se impulsen, y en lo que yo pueda ayudarles a competir, para darle a la sociedad.
“No para ganar dinero, el dinero es consecuencia, es un medio, no un fin, y vendrá si la obra que haces vale la pena, pero a mis alumnos de periodismo mucho más, voy a seguir si todas las cosas se prestan”, dijo pensativo el periodista.
Reflexivo ante la evidente pérdidad que tendrán las universidades por el retiro de maestros de notable trayectoria, dijo, no es justo tirar a la basura ese cúmulo de conocimientos por una jubilación bien merecida
“Es bueno tener un maestro auxiliar, que esté aprendiendo. Por que todos empezamos desde cero y necesitamos a veces tene una orientación, alguien que ya haya recorrido el mismo camino”, continuó.
“Somos una cadena, un eslabón que no debe romperse. Si bien la experiencia no te dice nada por sí misma si no le das el toque de actualización. Si no estás tú también bebiendo permanentemente de las fuentes del conocimiento”, agregó.
A pesar de que las instituciones de formación profesional se proyecten al futuro, queriendo lograr una mejor calidad de formación para sus miembros, se olvidan completamente de los profesores que han impartido en sus aulas.
“Las universidades muy pragmáticamente piensan en el hoy y se olvidan del pasado, proyectan el futuro sin tomar en cuenta la experiencia. Y hablan de la universidad 2020, y a veces esa ciencia acumulada ahí en un biólogo, en un ingeniero, en un abogado, se desperdicia”, explicó Esquivel Hernández.
Así, este hombre de éxitos, paradojas e inquebrantable salud, continúa con las mismas pasiones que han marcado su vida. Como el reportero novato con la misma adrenalina por ir tras la nota.
Hombre de sueños, hijo valiente ante las adversidades, eterno enamorado de Iris Imelda, su esposa, padre ejemplar, maestro de corazón, periodista por vocacoión y luchador incansable de la vida, él es José Luis Esquivel Hernández.
Pasatiempos
En el interior de su casa hay pruebas claras en cada rincón de sus cuatro vicios a los que le ha apostado la vida y su dinero. Desde su biblioteca personal, una colección de discos LP y álbumes de fotos de viajes.
“El hobbie más grande han sido los libros, tener una biblioteca, leer todos los libros que he querido, ya sea que vaya e invierta, tengo aquel libro que me satisface y lo colecciono”, continuó.
“Para mí viajar es un impulso natural que me lleva por todos los rincones del mundo, y a veces irracionalmente se me va el dinero. Pero viajar es un placer de los más incomensurables que yo llevo en mi ser”, agregó.
Le he arrancado a la historia todas la imagene, todas la graficas que después se puedan volver trascendentes, y a la familia. Tengo fotografías desde que era niño, desde entonces era fotógrafo. Platicó.
“Yo no entiendo la vida sin la alegría, y no entiendo la alegría sin la música. A mí me gusta mucho, entonces compro discos. Tengo una colección de discos LP, de 78, de 33, de 45. De todos los autores de la época en que mi novia, hoy mi esposa andábamos ahí gastando lo poco que teníamos”, explicó.
Y se los voy a apostar verdaderamente, pero han hecho feliz, yo creo que por eso todavía tengo muchas ansias de prolongarme, hasta que dios quiera desde luego”, concluyó.