Cuando uno piensa en Valentina Alazraki lo primero que viene a la mente es su trabajo como corresponsal de Televisa en El Vaticano, una función que desempeña desde hace más de 30 años y que le ha permitido seguir muy de cerca los pontificados de Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora Francisco.
Siempre, ante las cámaras, mantiene una actitud seria, casi adusta. Y es que su trabajo así lo requiere, aunque de cuando en cuando deja escapar una que otra emoción. Sin embargo, en este encuentro, afloró la Valentina que, alejada de la presión periodística que le imponen sus labores, sabe hacer bromas, habla de su “oscuro pasado” como reportera de espectáculos, de sus coberturas en los festivales de Venecia, Cannes, su amor por los perros, los planes de vida de aquí a cinco años, cómo es vivir en Roma… ¡ah! y de su problema con Facebook.
Se le nota relajada y en pocos minutos entra en confianza e insiste en que se le hable de tú.
“Yo no voy a desayunar… solamente voy a tomar fruta y café”, dice.
Luego explica que así se usa en Italia: “Allá no se desayuna como en México, sólo se come fruta, pan y café; ya me acostumbré. Al rato se me va a antojar todo esto… dentro de dos horas voy a querer comer de todo lo que hay aquí”, explica mientras voltea a ver lo que incluye el bufet de desayuno de hotel donde se hospedó y donde se realizó el encuentro.
Pide un jugo de papaya, aunque le advierten que sólo hay de naranja con papaya, pero de cualquier forma lo acepta. Come pausadamente, pero lo que sí pide es café.
“Descafeinado para mí no. Es que si no, no me despierto”.
Valentina dice que estar en México la convierte en otra persona.
“Mi marido, que es italiano, es el primero que me lo dice: ´te transformas cuando tienes contacto con México´, y me doy cuenta que sí. Aquí la gente es muy cálida, muy abierta. En Italia es diferente, son muy fríos.
“Tengo años viviendo allá y no me acostumbro. Ni siquiera te hablan, si te encuentras a alguien en un elevador, si tiene educación te da los buenos días, pero a veces ni eso. Aunque de Milán para abajo son un poco más como en México… de Roma para arriba…”, expresa sin terminar la frase, pero haciendo un gesto de desagrado.
Sin embargo, no puede negar que durante tres décadas ha vivido feliz en Italia. Se casó, tuvo dos hijas y tiene un empleo que aunque a veces es estresante le ha dado muchas satisfacciones.
“Mi madre era italiana y por eso estudié allá. Hice una vida y formé una familia. No me resultó difícil criar a mis dos hijas porque instalé mi oficina en mi casa, así que por ese lado no ha habido problema. Ellas saben que su mamá trabaja, pero cuando la necesitan ahí está para llevarlas a la clase de natación o a la escuela”.
Sin planes…
Mientras da un sorbo a su café, el cual parece disfrutar y da muestras de que ya se rompió el hielo, Valentina dice que sus hijas están en un proceso difícil, por eso no puede hacer planes personales hasta dentro de cinco años, quizá.
“La mayor estudió en Madrid y ahora tiene una beca para Francia para estudiar francés, ya lo habla, pero le falta. La menor está loca por Justin Bieber, por One Direction”, comenta sonriendo. “De aquí a cinco años no puedo hacer ningún plan hasta no saber dónde van a quedar mis hijas y también ver qué pasará con mi futuro. Mi marido quiere vivir en Ixtapa, pero no sabemos todavía”.
Como parte de la familia, dice, tiene un perro que ya suma casi 12 años de vida, es un consentido.
“Me gustan mucho, en mi casa siempre ha habido perros”, revela.
“Oscuro” pasado
Valentina pide otro café. Los comensales de la mesa de al lado la reconocen y comentan su presencia, pero ella parece no percatarse.
Dice que no siempre se ha dedicado a la información relacionada con El Vaticano. Cuando se le pregunta si alguna vez pensó en cubrir otra fuente revela que en sus inicios, a finales de los años 70, cubrió farándula.
“Entrevisté a Marcello Mastroianni, a Monica Vitti, a Claudia Cardinale… también a (Federico) Fellini… a Bertolucci”, recuerda. “Cubrí… creo que dos festivales de Venecia… en el 78 o 79, ya no recuerdo, fui a Cannes, también. Ese es mi oscuro pasado”, dice mientras se ríe y sin dejar de acariciar su cabellera pelirroja.
El periodista
y la tecnología
Compara la época en la que tenía que estar pegada al teléfono para recibir instrucciones o para comunicarse a México, con la actualidad en la que un celular resuelve casi todo.
“(El celular) se convirtió en un arma muy importante para nosotros, los periodistas, puedes estar en cualquier lugar y te localizan. Por ejemplo yo elijo gimnasios en los que haya buena señal y me voy al área de pesas donde hay televisores con SKY y así tienes acceso a la información; si algo sucede, pues ahí tienes el teléfono a la mano. Me volvería loca nada más de pensar en que están tratando de localizarme y yo no contesto, aunque aquí sean las dos de la mañana y en Italia las 8 o 9.
“Cuando voy al cine me siento en la butaca de la orilla para poder moverme si me llaman… casi ni veo la película por estar pendiente del celular”.
No es una apasionada de las redes sociales, pero usa Twitter con regularidad más que nada para estar al pendiente de lo que sucede en el mundo.
“Leo los encabezados de diarios para darme una idea de qué está pasando. Es impresionante la rapidez con la que se da a conocer una noticia”, dice.
Facebook, añade, todavía no le convence del todo, más que nada porque no le agarra el pulso.
“Tengo mi cuenta, pero casi no lo uso… se me hace complicado, no le entiendo… siento que no es para mí”.
Sin embargo, promete que se aplicará para usar esta red social.
“Voy a tomar unas clases de Facebook”, comenta divertida, “van a ver que sí”.
Termina el desayuno y el capitán de meseros llega con un pastel de chocolate para Valentina.
“Para usted. Es un honor tenerla aquí”. Ella se sorprende y dice: “Ayúdenme ustedes, coman, por favor”.
Antes de ponerse de pie, nuevamente llega el capitán de meseros y le entrega una rosa.
Conmovida por el gesto, agradece el detalle, se levanta para atender a un reportero de Nuevo Laredo y dice que le gustaría compartir este momento con sus seguidores de Twitter.
“¡Ah! También con los de Facebook”.
‘Me ven como una reliquia’
Por años, como corresponsal de Televisa en El Vaticano, Valentina Alazraki se convirtió en los ojos de millones de mexicanos que sentían a Juan Pablo II como “suyo”, y aún hoy ven a la periodista como una mujer santa.
El adjetivo le da un poco de risa porque ha vivido toda clase de experiencias con el gremio católico, sin embargo, más que santa ella se definiría de una forma muy peculiar.
“Me ven como una pequeña reliquia ambulante porque muchas veces me quieren tocar y abrazar. Me dicen: ´¡ay, páseme un poco de todas las bendiciones que ha recibido!´ y ´¡ay, usted tocó a Juan Pablo!´. Es una parte bonita en el sentido de que la gente tuvo tanto cariño por Juan Pablo II que de alguna manera me lo transmiten, me lo dan”.
Indica que esta popularidad suya no está relacionada con la fama.
“No es que te pidan el autógrafo como a un artista, es realmente una relación sentimental, humana porque dicen ´ella es lo más cercano que conozco de Juan Pablo II”, explica Alazraki, “he gozado de todo ese cariño que va para él y de alguna manera me dan un pedacito”.
Señala que nunca ha sufrido del síndrome de la fama porque trabaja en televisión.
“Cualquiera que se pare en televisión puede ser famoso, entre comillas, y eso nunca ha sido el caso. Hay una parte, sobre todo humana, de la gente hacia mí”.
Alazraki realizó 100 de los 104 viajes de Juan Pablo II desde que asumió el pontificado y vivió toda clase de experiencias.
“Yo califico estas vivencias en dos aspectos, el profesional y el humano. El primero seguramente porque me tocó un pontificado impresionante que rompió muchos esquemas, fue revolucionario y sobre todo porque Juan Pablo II era un gran líder”, explica.
Así que su función como periodista asignada a El Vaticano no se reduce a cubrir la fuente religiosa, también la política y la diplomática.
“Cuando viajabas con él tenías la sensación, en algunos momentos, de vivir la historia. Cuando fue por primera vez a Polonia y empezó todo el movimiento del primer sindicato independiente, y luego, 10 años más tarde, cae el Muro de Berlín y (Juan Pablo II) tiene un encuentro con Gorbachov, tú tienes como reportera la sensación de estar viendo la historia.
“Como cuando llegué a La Habana y vi a Fidel Castro sin el uniforme militar que lo recibió (al Papa) en el aeropuerto, luego asistió en primera fila a la misa en la Plaza de la Revolución con (Gabriel) García Márquez. Dices: ´es historia´ porque poco tiempo antes habría parecido totalmente imposible ver a Juan Pablo II y a Fidel Castro juntos, y en una misa, menos”.
A nivel personal, revela Alazraki, fue como seguir una parábola humana.
“Porque ver cómo un hombre joven, apuesto, simpático, con don de gentes, que hablaba idiomas, con una relación muy directa con la prensa, se vuelve un inválido, porque aparentemente desaparecen todos los dones que tenía: la belleza, la sonrisa y constatar que seguía teniendo la misma fuerza o quizás más y que la gente quedara impactada frente a él.
“Esa fue una gran lección a nivel humano de que tú crees que el carisma se debe a dones exteriores y realmente, en este caso, era algo que él traía adentro. Era como una gran fuerza. Me marcó mucho ver ese sufrimiento de sus últimos días, ver cómo llevaba ese dolor, la entrega hasta dos o tres días antes de morir”.
Al pasar el tiempo descubrió que, sin proponérselo, se había convertido en una especie de puente entre México y Juan Pablo II.
“Nunca me lo imaginé ni me lo propuse. Sencillamente con el pasar de los años la gente me identificaba como algo muy relacionado con él y me daba las gracias porque, de alguna manera, lo llevabas hasta sus casas y le habías mostrado un rostro humano porque antes el Papa sólo era una institución lejana, pero Juan Pablo II entró en las familias y cuando murió en todo el mundo se tenía la sensación de que había muerto un abuelito, un tío, alguien cercano”.
La periodista revela que su trabajo no es miel sobre hojuelas porque muchas veces, quienes no conocen a fondo la función de un corresponsal en la Santa Sede piensan que es un vocero oficial de Su Santidad.
“Creen que estás ahí para dar a conocer sólo el aspecto positivo, que a lo mejor no te metes demasiado en escándalos, en aspectos negativos”, comentó, “quizá exista, a veces, esa sospecha de que no informas sobre lo malo.
“Yo lo he sentido, de parte de una minoría, y no ha sido muy gratificante, aunque en verdad nunca se escondió nada”.
La periodista viajera
Si Juan Pablo II fue llamado “El Papa Viajero” por sus más de 104 travesías por el mundo, seguramente Alazraki podría ser considerada la “periodista viajera” porque lo acompañó en 100 de ellos.
“Seguramente sí lo soy. Aparte me encanta (viajar), yo estaría siempre de avión en avión… aunque si fuera de vacaciones, mejor”.
Con los siguientes dos Papas, Benedicto XVI y recientemente con Francisco también tuvo oportunidad de recorrer el mundo.
“Obviamente cuando vas en una visita del Papa no conoces el país, ves muy poco. Fueron 120 naciones con Juan Pablo y cuando menos tengo una mínima idea de lo que es cada una porque no era visita turística, no había tiempo ni hay forma”.
Sus entrevistas soñadas
:: Como buena periodista Valentina Alazraki siempre tiene sed de indagar, conocer y, especialmente, de preguntar sobre todo a los dos más recientes Papas: Benedicto XVI y Francisco.
“Me gustaría entrevistar a Benedicto, preguntarle por qué renunció”, señaló, “sería interesante sobre todo por los momentos críticos que tuvo en su Pontificado. Sería interesante tratar de entender cómo vivió sobre todo el último escándalo de robo de documentos y saber si eso lo llevó también a tomar la decisión de renunciar”.
Al Papa Francisco no le gusta la prensa, señala Alazraki.
“Hizo una excepción en el vuelo de regreso, de Brasil a Italia porque me tocó darle la bienvenida… es que ya me volví la decana, ya no hay nadie del primer vuelo de Juan Pablo II a México.
“Yo creo que la entrevista con el Papa Francisco tendría que esperar un poco porque acaba de empezar, creo que me gustaría hacerla cuando él pueda tener unas ideas más clara también en cuanto a los cambios que quiere realizar”.