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Enciende en sus alumnos la luz del conocimiento

7 de mayo de 2009 por Irma Idalia Cerda

Es maestro desde los 15 años. El destino no tardó en mostrarle el camino que debía seguir y, aún siendo adolescente, ya estaba frente a un grupo de niños de cuarto año; los primeros de cientos de discípulos que tendría José Luis Esquivel Hernández, quien además de enseñar también ha dedicado su vida al periodismo.
El Seminario de Monterrey fue el lugar que sirvió al estudiante de Ramos Arizpe, Coahuila, a formarse con disciplina y empeño, valores que ha conservado desde entonces.
Según comenta, de niño ya mostraba una gran afición por la lectura, pese a que en su casa no tenían los recursos para comprar el periódico.
“Yo era un lector voraz de los periódicos que tiraban en la calle, porque eran ejemplares viejos, pero andaban volando con el aire y yo los recogía para leerlos porque mi mamá no tenía dinero para comprarlos”, recordó el catedrático de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC) de la UANL.
Celoso y orgulloso de su acervo personal, pues cuenta con un vasto archivo de periódicos, revistas, libros, fotografías e importantes documentos, el profesor Esquivel disfruta de incrementar cada día esta “colección” de instrumentos del saber que inició a temprana edad.
“Prácticamente, a los 13 o 14 años ya estaba incursionando en el periodismo, escribiendo solamente ideas de otros, porque reconozco que no eran de mi propiedad; pero eso me dio la seguridad de que me gustaba mucho escribir y tomar fotografías.
“Hoy, con los amigos que nos juntamos, se quedan admirados porque ellos en ese entonces no le daban la misma importancia, pues yo ya lo hacía con un fin de trascendencia. Ahora que saco los álbumes, curiosamente me dicen que era “riquillo” por tener cámara fotográfica y no es cierto, porque era una de las Kodak más baratas”, indicó.
Reconoció que todos los textos que recopilaba e ilustraba con dibujos que él mismo hacía, al igual que las fotos que tomaba, no eran con un propósito determinado, sino por el gusto de hacerlo.
“Tengo muchas fotografías que se volvieron históricas, porque no tenía idea de qué iba a pasar, pero sí tenía el gusto. Por ejemplo: la Huasteca que hoy luce muy diferente y a mí me gustaba ir ahí por el paisaje y los atardeceres”, expresó.
Las diferentes generaciones de alumnos de la FCC saben que el maestro Esquivel tiene por tradición fomentar en ellos el gusto por la fotografía periodística y artística, organizando algunos “tours” dentro y fuera de la ciudad, costumbre que inició hace más de 20 años.
“Así traje a mis hijos y a mi esposa para todos lados, cuando ni siquiera estaba fundada la colonia San Bernabé. Llegaba hasta una cerca de púas San Martín y yo llevaba a mis alumnos y a mi familia por los atardeceres con el sol de fondo y los cactus hermosísimos en contraluz”, aseveró secundado por su esposa Imelda Iris, fiel compañera y cómplice de las andanzas de su marido.

CAMBIO DE HÁBITO
Para Esquivel, sus días en el Seminario fueron felices y de gratos momentos, pero una noticia inesperada surgió y tuvo que abandonar el lugar que se había convertido en su segundo hogar.
Mencionó que al estar en una casa de campo en el periodo vacacional, fueron a buscarlo porque su mamá se había puesto grave de salud. No tuvo más remedio que acudir al llamado y renunciar a esta institución. También vio truncado sus sueños de irse a Roma, porque estaba tramitando una beca de estudios.
Gracias a que era un alumno destacado por sus buenas calificaciones, aquel adolescente fue invitado a la ceremonia de entrega de reconocimientos, pero como ya no formaba parte del plantel, atestiguó con cierta tristeza que otros de sus compañeros portaban las medallas que él hubiera obtenido.
“Cuando yo me salí faltaba como un mes para la ceremonia, y pude haberlas recibido -las medallas- pero como ya no pertenecía al grupo se las dieron a otros estudiantes. Mi mamá estaba muy molesta por ese motivo y yo me sentía incómodo, y por ello decidí salirme del salón de donde se llevaba a cabo el evento”, recordó.
Agregó que una vez fuera del lugar se percató que lo seguía el papá de un amigo de su clase, quien lo cuestionó acerca de su salida del seminario y, para su sorpresa, le ofrecería el primer empleo que tuvo que ver con sus dos pasiones: el periodismo y el magisterio.
“Me saludó el señor Augusto Cenizo y me preguntó qué estaba haciendo luego de mi salida del seminario. Le contesté que había entrado a trabajar de obrero en Nylon de México, lo que sorprendió mucho al papá de mi amigo. Entonces me propuso trabajar en Cervecería porque tenía buenas referencias mías”, explicó.
Dicha propuesta fue bien recibida por el joven amante de la literatura, ya que además el señor Cenizo pensaba colocarlo en la revista interna de la Sociedad Cuauhtémoc y Famosa y también como maestro de ceremonias, lo cual le venía como anillo al dedo.
Luego de algunos obstáculos menores, por cuestiones de discriminación (por su color de piel), se retrasó un poco el contrato para el puesto de redactor en Trabajo y Ahorro, la publicación del departamento de prensa y relaciones públicas. Mientras, le ofrecieron su primer trabajo como maestro de la escuela de educación básica de una de las principales empresas del noreste de México.
“Me mandaron inicialmente a dar clases en la escuela primaria de Cervecería, mientras yo colaboraba para la revista. Y así fue como empecé a dar clase a los niños de cuarto grado de primaria”, señaló el entrevistado.

NACE UN MAESTRO
Aunque siempre se sintió perfilado para el periodismo, el recién estrenado maestro supo que esta actividad no sería temporal, pues descubrió que era una vocación que necesitaba salir a flote y desde entonces combinó ambas profesiones.
“Desde que empecé a dar clases en esa primaria (Francisco G. Sada), supe que estaba hecho para esto. Yo era feliz con mis alumnos y también ellos me querían mucho, es más, por ahí tengo las fotos de estos niños”, expresó entusiasmado el periodista.
Al mismo tiempo, continuaba preparándose y alternaba su trabajo con sus estudios en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Información de la Universidad de Monterrey (UdeM), de donde años posteriores formaría parte del cuerpo de docentes.
“Cuando estaba terminando la carrera de Filosofía en la UdeM me mandaron a dar clases a la preparatoria de Cervecería, donde daba Introducción a la Filosofía y Psicología. Eran jóvenes casi de mi edad; les llevaba tres o cuatro años máximo y a la fecha me los encuentro en la calle y me saludan”, relató.
Así como los alumnos crecían, también las expectativas de Esquivel Hernández iban en acenso, quien veía con agrado que se sus actividades se multiplicaban , al mismo tiempo que su sueldo mejoraba, aspecto muy importante para él, pues durante su infancia tuvo carencias económicas.
“En 1967 me mandaron también a la Escuela de Enfermería de la Cruz Roja, de la cual me enorgullece decir que soy uno de sus fundadores. Daba clases de etimologías técnicas, porque hay que ver mucho del griego y del latín. En ese tiempo intercalaba los horarios que tenía ahí y en la preparatoria que también dependía de la Sociedad Cuauhtémoc y Famosa, sin descuidar la revista “, recordó.
Llegó un momento en que el destino lo llevaría a dar clases en la recién formada Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL a finales de los años setentas, por invitación del entonces director y actual maestro de la misma, Ernesto Rocha Ruiz.
“Entré de `chiripada´a la Facultad de Comunicación, y se lo debo enteramente a Ernesto Rocha Ruiz, pero sobre todo al doctor Alfredo Piñeyro López, exrector de la UANL, a quien aprecio mucho y seguimos en contacto hasta ahora.
“Entré a la facultad en 1979 a dar clases de audiovisuales, porque en esa época trabajaba con las transparencias de película fotográfica”, comentó.
Por otro lado, seis años antes, el nombre de José Luis Esquivel ya aparecía en el periódico El Norte, donde se forjó como reportero y fotógrafo de diferentes secciones, ampliando su experiencia dentro del ámbito de la comunicación, pero esta vez como parte de una redacción.
Ha publicado 18 libros relacionados con el oficio, entre los que figuran “Y Vasconcelos Tuvo Razón”, “Los Siete Pecados Capitales del Periodismo”, “Periodismo Noticioso en Diez Lecciones”, Periodismo Cultural” y el mas reciente “Periodismo Preguntón en Diez Lecciones”. v

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