
Las risas de los integrantes más pequeños de la casa, que juegan sobre un cuadrilátero, disfrazan el temor que viven decenas de familias por los hechos violentos que han cimbrado a su población, obligándolos a abandonar sus hogares como nunca antes había ocurrido.
La guerra contra la delincuencia en Ciudad Mier -un municipio catalogado desde el año 2007 como “Pueblo Mágico”-, ha ocasionado que sus tranquilas calles se vuelvan auténticos campos de batalla.
Según cuentan los más ancianos, ni en la época de la Revolución Mexicana se había vivido con tanto terror ni incertidumbre, que ha reducido a los habitantes de esta pequeña población a espectadores y víctimas de las hostilidades.
Algunos niños relatan que debieron arrojarse al suelo porque las balas entraban por las ventanas de las casas.
Fue debido a esta violencia que a mediados de 2010 comenzó un éxodo silencioso que, al llegar el mes de noviembre, se transformó en un traslado multitudinario hacia la localidad vecina de Miguel Alemán. A pesar del peligro, alrededor de 10 familias rehusaron a salir de sus casas.
Varios contingentes de vehículos aprovecharon la presencia de los militares para emprender el viaje de 15 kilómetros sobre camionetas pick up y autos ligeros hasta un lugar seguro. El presidente municipal José Iván Macías también tuvo que huir junto con su pueblo.
En un principio decenas de personas, principalmente mujeres, ancianos, jóvenes y niños, empezaron a quedarse a la intemperie sobre la vía pública de Miguel Alemán, hasta que el ayuntamiento improvisó un albergue en las instalaciones del Club de Leones, donde todavía unas 400 personas comparten un techo, comida, dos baños y una historia de desalojo y pavor.
Quienes pudieron sacaron de sus viviendas camas, estufas, refrigeradores, televisiones, tanques de gas, ropa y documentos. Lo más elemental para vivir en otra parte.
Hubo familias que encontraron casas en renta, pero a las más pobres sólo les alcanzó para acomodarse en un rincón del refugio. Sin trabajo y sin la certeza de no saber qué hacer, los ciudadanos de Mier han pasado incomodidades, aunque con mayor calma de la que tenían antes.
Los primeros días fueron los más complicados, porque escasearon alimentos, pero ahora, con más gente resguardada al interior de la enorme galera, los servicios están quedando cortos.
UN TRABAJO DE 24 HORAS
Los empleados del Sistema DIF (Desarrollo Integral de la Familia) de la administración pública municipal de Servando López Moreno han realizado esfuerzos mayúsculos para atender a la multitud, ya sea preparándoles comida, recaudando víveres y organizando actividades durante el día.
“Casi todo el pueblo está aquí dentro. Nos están tratando muy bien. Somos como quien dice de Mier porque tenemos 60 años viviendo ahí. No nos ha faltado nada gracias a Dios”, dice una de las albergadas.
Ante la pregunta obligada de saber cómo se sienten al haber abandonado sus viviendas los refugiados contestan que muy apesadumbrados.
“Tenemos dos semanas aquí sin saber nada de nuestras casas. Estamos tristes porque tuvimos que salirnos”, aseguran.
Sin embargo, hay quienes toman este problema con buen ánimo.
“Yo sé que todos son propósitos de Dios. Estamos viendo la mano poderosa de él porque no nos dejó en los nueve meses que estuvimos en Mier sufriendo, porque fue una cosa terrible, no esperábamos eso. Los soportamos porque confiamos en un Dios de poder, pero todo tiene un límite.
“Yo me siento tranquila porque veo la respuesta de Dios. Yo le agradezco a esta fundación de Miguel Alemán todo lo que está haciendo y hay muchas personas que vienen y donan ropa y donan comida. Y yo sé que algún día Mier va a ser como antes. La esperanza nunca la vamos a perder”, comenta un ama de casa.
A partir del 17 de noviembre se reportó que algunos de los habitantes desplazados por los tiroteos comenzaron a retornar a sus domicilios, pero en realidad han sido muy pocos. La gran parte aún se mantiene en Miguel Alemán, donde esperan a que todo vuelva a la calma.
“Sí queremos regresar, pero siempre y cuando haya una seguridad, no necesariamente de soldados ni marinos sino referente a la economía del pueblo, porque sucede que no tenemos trabajo y a cada rato se va el agua.
“Cuando ocurren las balaceras cortan la luz y la situación que estamos viviendo se complica; sin trabajo, sin luz, sin agua y sin doctor en la noche no puede uno salir. Si una ancianita de estas se enferma a medianoche a dónde vamos a llegar”, cuestiona otra de las personas que se encuentran en el Club de Leones.
DE LA DEBILIDAD
SACAN FUERZAS
Por su lado, la señora Juana Cobos, reconoció tener molestia, pero a la vez alegría por esta experiencia inédita de haber emigrado juntamente con su familia y vecinos.
Madre de compositores se animó a cantar el siguiente verso:
“Por esa avenida América, entre Abasolo y Guerrero, ahí verás a Juana Cobos y a su esposo Juan el Güero”.
Acompañada precisamente de su marido, quien al oírla platicar se comía un plato de frijoles con un guisado en salsa roja, esta anciana mujer ha sido de las beneficiadas del refugio, a pesar de que no se queda a pasar la noche.
“Unos familiares nos prestaron un cuartito acá en Miguel Alemán, pero venimos al albergue para acompañar a nuestras amistades, porque nos vemos como hermanos en Ciudad Mier. Aquí nos han dado comida; cobijas tenemos, aunque sí pedí shampoo y jabón para asearnos”, explica mientras el ruido de la multitud le aturde.
Aunque no sabe cuándo volverá a su domicilio, dijo sentirse satisfecha por la ayuda recibida. Agradeció a las personas que les han tendido la mano durante su estancia en Miguel Alemán.
“Esto ha permitido que seamos más unidos. Esperemos que pronto se mejore la cosa en nuestro pueblo”, agrega.
Al igual que esta señora, cientos reciben sus alimentos tres veces en el día; sin embargo, en las cocinas del recinto social no se alcanza a guisar la comida suficiente para alimentar a tantas personas. Es por eso que el apoyo también viene de fuera.
A lo largo del día puede observarse la llegada de unidades particulares y del gobierno municipal con refrigerios preparados, botellas de agua, papel sanitario, jabones; paquetes de frijol, arroz, tortillas y otros comestibles.
Un ejército de gente entra y sale del edificio que ha sido su casa durante más de dos semanas. Todo indica que se sienten muy familiares ahí dentro, pero a veces es inevitable sufrir el hacinamiento y compartir un baño para damas, otro para caballeros y dos regaderas.
Para una de las voluntarias la gran ventaja que tienen todas estas personas del asilo es que la época más calurosa del año ha pasado, lo que ayuda a combatir el calor.
Mientras tanto, a todas horas puede observarse gente durmiendo, sobre todo los de edad avanzada. Las amas de casa organizan grupos y realizan oraciones. Los niños aprovechan la ocasión para divertirse y los padres de familia salen en busca de trabajo.
“Nos contratamos en la obra o de lo que salga. Cualquier centavo que nos caiga es muy bueno. De todas maneras la cosa se pone difícil para los que estamos más viejos”, dice uno de los señores resguardados.
El DIF de Miguel Alemán ha tenido una función muy importante en brindarle cobijo a gran parte de los residentes de Ciudad Mier con alimentación, atención médica y hasta psicológica.
A pocos días de que concluya el presente trienio ésta se ha convertido en una de las obras sociales más importantes para el gobierno municipal que preside Servando López Moreno.
Por su parte la Cruz Roja de Ciudad Victoria anunció que mandará ayuda a los desplazados con una cantidad de 15 toneladas en víveres donados por organismos y la población civil. Los paquetes incluyen despensas y medicamentos.
Por lo pronto la carretera que une ambos municipios lleva poco tránsito vehicular y todavía se observan camiones de pasajeros. En el portal electrónico de youtube aún pueden verse los videos de la gente que abandonó sus casas en Mier, personas que en su mayoría se dedican a la agricultura y la ganadería.
Las autoridades federales y estatales han anunciado que enviarán más efectivos a la zona para restablecer el orden, pero las huellas del miedo y los daños emocionales ¿cómo podrán repararlos? v