“Yo primero, yo primero, yo quiero participar”, grita un pequeño al periodista Gerardo López Moya durante el tercer parlamento infantil. Apoyado por una cámara, un micrófono y mucho dinamismo el reportero interroga a los niños sobre aspectos básicos del estudio, en donde las risas y carcajadas son el ingrediente principal, ninguno de ellos se imagina que mientras se divierten también se están cultivando.
Y es que desde hace más de 24 años, la creatividad es la fórmula que López Moya ha inyectado a su más grande pasión: el periodismo cultural, un nicho cada vez más reducido en Monterrey, que el reportero se ha encargado de mantener vivo.
“Renovarse o morir” dicta una conocida frase y Gerardo ha optado por seguir lo primero. En una ciudad en donde hablar sobre el arte, en cualquiera de su expresión, es mucho más difícil que hace 20 años, el ingenio ha sacado a flote el trabajo del reportero.
“Hay que ingeniártelas y hacer trucos para atraer la atención que requieres también para que la gente voltee. Son condiciones de mercado. Hay que inventar productos más atractivos para el consumidor que es cada vez más exigente y voluble”, dijo.
“Hay poco que reseñar, si batalla el artista, el que lo reseña batalla más, por eso antes había críticos de teatro y de literatura en los periódicos. Antes los periódicos cubrían un 90 por ciento de lo que pasaba de eventos culturales en la ciudad y ahora ya no es necesario, ningún periódico se preocupa por eso, ninguno puede hacer y nadie lo reclama”, agregó.
Dar bocanadas de oxígeno a una rama del periodismo que agoniza no es tarea fácil, ya que vivir del arte y su análisis es complejo más no imposible, sólo basta con preguntárselo a Gerardo, quien ha sabido “jinetear” de frente la hostilidad cultural de la ciudad que lo vio nacer.
“Yo también soy regiomontano, aunque tengo la voz muy pillona, hablo como si estuviera enojado. En ese sentido, a mí me parece una regla sencilla: la manera más simple de explicar la cultura en Monterrey, según mi punto de vista, es hacerlo de una manera igual de salvaje y ranchera, llegar de una manera franca, antisolemne y sin tanto rollo”, aseguró.
El secreto para sazonar con cultura al regiomontano es buscar ser directo y a la vez divertido, pues se trata de un público complicado al que hay que sorprender, acorde a López Moya.
“Yo tengo algunas frases que recuerdo cuando traigo el micrófono que son ‘por si los marcianos nos escuchan en Monterrey somos así’, ‘lecciones de filosofía para kínder’ o ‘a la gente no le importa leer, ¿verdad que a usted no le gusta leer?’, eso es promover la cultura, ser sinceros”, señaló Gerardo.
Y es que la cultura no tiene que ser complicada, ya que todo en el entorno trata de ella, desde las telenovelas hasta la música. “La cultura podría ser como la cebolla en un platillo, sabemos que es nutritiva, pero no a todos gusta, entonces hay que cortarla muy finita y revolverla con lo demás”, señaló “a la gente le gusta el Poder del Norte y Pesado, eso es cultura y dentro de 10 años veremos como objetos culturales interesantísimos las telenovelas de ahora”.
Y como si se tratara de un chef, Gerardo ha aprendido a cocinar platillos para satisfacer todo paladar regiomontano ávido o no de cultura.
MONTERREY, TIERRA HOSTIL
“Este es el norte”, se escucha en la publicidad de una compañía cervecera que enaltece ciertos rasgos de la identidad norteña, sin embargo, dentro de ese orgullo no figura la cultura.
“En Monterrey, en este tierra se ven los temas culturales de una manera diferente o especial en relación a otras ciudades. Esta grandeza de la que se habla, este orgullo de ser la mejor afición, de ser la capital industrial de México, de que hay un desarrollo económico muy importante curiosamente en cultura no se comparte”, mencionó.
A diferencia de otras ciudades del país, en los regiomontanos el ocio no ha sido el caldo de cultivo para adentrar a la sociedad en las maravillas del arte, como sí sucede en Guadalajara o el Distrito Federal.
Y es que de acuerdo al periodista, en Monterrey, la gente está más enfocada al placer tangible no imaginario, a pesar de que cuenta con una de las mejores instituciones de promoción cultural a nivel nacional: Conarte.
“El regiomontano está más enfocado hacia cierta practicidad, el placer real no de imaginación, significa que es feliz el que tiene un buen carro, buena casa, patrimonio, comida, algo tangible, en Monterrey somos muy realistas y esto es heredado, se crea una forma de ser, una cultura y no se puede ser número uno en todos los terrenos”, comentó.
Acorde a López Moya, un ejemplo de la crisis por la que atraviesa la cultura en el estado se observa en que hace 20 años los departamentos municipales encargados de promoverla eran muy activos y hoy son casi inexistentes.
Lo anterior, aunado a la violencia e inseguridad por la que atraviesa Nuevo León han relegado al arte a un espacio casi olvidado por las autoridades y población. “Hay muy poco público en los teatros, museos o presentaciones de libros porque no se cultiva a la gente”, indicó.
La creencia de que la cultura es una cuestión de estatus social convierte aún más hostil el terreno infértil para el arte en la entidad, aunque ese pensamiento tenga algo de razón. De acuerdo a Gerardo, son las clases acomodadas las que cuentan con el tiempo de ocio necesario para ocuparlo en consumir teatro, musicales, exposiciones y demás expresiones artísticas.
“Exista la creencia de que la cultura es una cuestión de status, pero también es de alguna manera real. Los ricos, la gente que tiene ciertas comodidades, es la que tiene tiempo. Insisto en lo del tiempo: si no tienes tiempo para cubrir tus necesidades apremiantes, no tendrás tiempo para acercarte a un libro porque terminas tan cansado que tu necesidad es ver la telenovela o el futbol”, señaló.
Por tal razón, su mayor reto a nivel profesional ha sido acercar las expresiones artísticas a todo público con resultados favorables, aunque reconoce que le gustaría que sus ideas trascendieran más allá de Monterrey.
“Me parece que el arte y el pensamiento deberían de ser para todos y esa es mi vocación, yo me dedico a esto, me dedico a promover la idea de que el arte para observar, escuchar, leer es para todos, no es para superdotados y el público no se merece la telebasura que vemos, ni sólo futbol”, enfatizó.
La revista Taller Abierto, que dirige y sus espacios en prensa y televisión lo han consolidado como un referente del periodismo cultural en Nuevo León.
Egresado de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL, Gerardo inició su carrera profesional en la sección cultural del periódico El Porvenir. Desde siempre supo que el arte le regalaría las mejores historias, no por nada, a la par de comunicación, el periodista también estudió teatro, lo que convirtió más grande su vocación hacia los “temas extraños o pocos visitados”.
Admirador de Cristina Pacheco y Eduardo Alvarado Ginesi, López Moya está consciente de que si la cultura atraviesa por momentos complicados, el periodismo que habla de ella aún más.
La cancelación de programas en televisión y la reducción de espacios en prensa es la realidad de todos los días para quien ejerce el periodismo cultural, ya que son pocas las empresas que se interesan en ofrecer este producto a los consumidores, acorde al entrevistado.
“Como periodista, como observador durante estos 20 años, siento que Monterrey no es un terreno fácil para los que nos dedicamos al periodismo cultural. Antes había suplementos culturales por semana, ahora nadie los reclama, diferente a lo que pasa en México y Guadalajara en donde sigue existiendo”, expresó.
“El periodismo cultura en Monterrey tiene muy pocos espacios porque es como parte del imaginario colectivo. Por supuesto que hay gente que lee, por supuesto que hay gente dedicada y preocupada al arte, pero es casi como secreto, como clandestino”, añadió.
La vorágine del mercado y la presión de los anunciantes han orillado a la desaparición de espacios culturales para reporteros, pero también a la diversificación de éstos, como López Moya, quien de periodista también se convirtió en promotor.
A pesar de los contrastes profesionales en sus 24 años de carrera, Gerardo afirma que las satisfacciones pesan más, al grado de que ya no ve como trabajo dedicarse a promover la cultural.
“Desde hace mucho ya no lo veo como periodismo, es más dedicarme a la cultura ya sea como promotor o como animador. En el camino ha sido muy divertido, yo con toda alevosía me dediqué a esto porque sigue siendo escuela eternamente, siempre estás aprendiendo y no te pasa el tiempo, hasta te pagan por”, mencionó.
Por ahora su mayor gusto es encontrar gente a la que con su trabajo involucró en el mundo de la cultura o aquellos que le dicen que gracias a él estudiaron cierta carrera, sin embargo reconoce que aún le falta mucho por realizar.
“Me falta un ‘chorro’ por hacer. No me considero todavía como referencia de nada. Me gusta trabajar, hago un trabajo público, pero me falta todo, me gustaría que mis ideas trascendieran más allá de Monterrey, no como un intento.
¿Hasta cuándo se dedicará Gerardo a la cultura?, es la única interrogante que tiene respuesta actualmente: toda su vida. Los mecanismos de cómo llevarla a la gente aún los desconoce, pero sabe que aportando su granito de arena podrá ayudar a que en Monterrey se rompa ese estigma clasista que recae sobre el arte.
“A los niños, jóvenes, viejitos, no le tengan miedo a las preguntas que surge de manera natural, el análisis y la reflexión de su propia vida y de los demás, de eso se trata el arte”, puntualizó.