
“Vivo intensamente, viajo mucho, pero también gozo estar en mi casa. Estar con mi esposa, con mis hijos y además con mis nietos. Eso es lo que llena mi corazón y lo que me permite sentir ese gozo y esa felicidad que me esfuerzo en dar a los demás. También veo televisión, voy al beisbol y juego ajedrez con mis amigos. Tomo el café con ellos, voy al rancho, veo los animales, leo, leo, leo y voy al cine”, asegura el escritor y periodista que llega a seis décadas de profesión.
Por José Luis Esquivel
Armando Fuentes Aguirre dio sus primeros pasos en el periodismo en septiembre de 1961 en El Sol del Norte, de Saltillo, donde fue bautizado como “Catón”. Y en noviembre de 1963 hizo una recopilación de las más famosas columnas y editó un libro de 213 páginas numeradas con el título De política y cosas peores.
Para unos, la vanidad lo había tocado; para otros, el ímpetu juvenil rompía el cascarón del atrevimiento y hacía cumplir al autor uno de sus tantos sueños de estudiante; para la mayoría, en cambio, era el paso seguro de un largo camino que, a fuerza de tanta insistencia, tenía que culminar en el retoque artístico de una obra acabada de periodismo cotidiano, con la elegancia que cautiva a los letrados y la novedad que ilustra a los más curiosos.
Se trata de la recopilación de 100 columnas, que ostenta en la portada solamente el título y el nombre del autor, no acredita alguna casa editorial pero sí un colofón que señala a Francisco Martínez Solís bajo la dirección técnica de Tipógrafo, colaborando como linotipistas Everardo Carrillo I., y como prensistas Javier y Jesús Valdés Rodríguez. La dedicatoria, en las primeras páginas, es muy simple: “A mis padres, naturalmente”.
El mérito de este libro, amén de los dos prólogos, es el testimonio contundente del estilo de un joven de entre 21 y 23 años, principiante en el periodismo, estilo al que ha sido fiel por más de medio siglo, y es también la evidencia irrefutable de su crítica mordaz sin tapujos como proclamación de su apego a la libertad de expresión, en aquella época en que a la gente del poder, en cualquier dimensión, no se le podía tocar ni con el pétalo de una rosa. Catón sí lo hacía, porque era un periodista independiente y con una clara vocación ética, según se desprende de cada uno de sus comentarios salpicados a veces con una dosis de su buen humor, pero sin dejar de atinar el dardo en el centro de la diana.
Aquí está la prueba de que sí ha existido la libertad de prensa en México en tiempos del omnipotente PRI; lo que hizo falta es quien la ejerciera al modo de Julio Scherer García y sus colegas de Excélsior también en la década de 1960, o como la han ejercido caricaturistas valientes como Rius y unos cuantos más. Catón sobresale en este rubro por tratarse de un periodista mal llamado “provinciano”, pues era costumbre inveterada en México que cobraran relevancia solamente los profesionales de los medios centralizados de la capital mexicana.
Por eso vale la pena dar un repaso a algunos puntos de vista de este ilustre columnista de Saltillo que inclusive se dio el lujo de dejar para la posteridad la claridad de su pensamiento en este libro, del que no tiene desperdicio, igualmente, el prólogo de Carlos Herrera Álvarez, director de El Sol del Norte, y de Cipriano Briones Puebla (“Tata Nicho”).
Inclusive este libro de noviembre de 1963 sirve como referencia para ubicar los inicios en el periodismo de Catón, pues el prologuista –su jefe en el diario saltillense- enfatiza que Fuentes Aguirre llegó a aquel órgano informativo cuando éste sufría una transformación en su estructura interna.
“En la Redacción de El Sol del Norte se estaban trazando planes, formulando proyectos y dando grata acogida a modernas ideas para transformar el aspecto tipográfico de la publicación.
“Contagiado del entusiasmo reinante, al joven Fuentes Aguirre –de reciente ingreso en el cuerpo de redactores- le fue encargada una tarea: escribir una columna diaria que fuera una interpretación sintética de alguna noticia de primera plana, o del suelto periodístico perdido en las páginas interiores, pero al que se le había encontrado un gran contenido humano”.
Después de dar a conocer cómo nació Entre Usted y Yo, además de dejar constancia del porqué del seudónimo de Catón, Carlos Herrera Álvarez subraya cómo “la columna fue más que eso, pues no se circunscribió a ser un almácigo de noticias; no se limitó a ser una recopilación de nombres y fechas, no. Fue y ha sido mucho más que eso: un mensaje y una esperanza renovada cada día en un periódico de provincia.
“Mas sobre todas las otras consideraciones, hay que decir que la columna de Fuentes Aguirre es una columna profundamente humana, pues su temática no encuentra más límites que los de la humanidad entera.
“Por ello, cuando su autor nos manifestó su deseo de dejar constancia impresa de algunas de sus columnas de Entre Usted y Yo, expresamos nuestra más franca simpatía a la realización del proyecto.
“Nosotros sabíamos que aquellos renglones que escribió, y sigue escribiendo diariamente para El Sol del Norte, los había redactado con amor, con pasión, con absoluto y total desinterés, pues las plumas de alto linaje no se subastan al mejor postor ni se guardan ociosas ante la amenaza solapada o la agresión abierta.
“Todo lo anterior justifica éstas nuestras modestas pero siempre sinceras líneas. Por ello, nuestro deseo de que Armando continúe incansable en sus afanes periodísticos con la misma prístina norma de conducta.
“Por eso nuestro aliento para que siga dedicando lo mejor de sus años y lo mejor de sus atributos a la dignificación de la más hermosa de todas las profesiones: ¡la profesión de periodista!”
Por su parte, Cipriano Briones Puebla (“Tata Nicho”), en el segundo prólogo del libro destaca de Catón el “ingenio abundante y selecto, amplísimo conocimiento y aplicación del pensamiento escrito, sátira cromada con la brillantez de la crítica certera, y una personalidad definida y muy norteña, vigorosa y a la vez romántica, de ésas que sólo de vez en cuando afloran en el surco intelectual de la amable provincia”.
A la vez que señala que las columnas de Fuentes Aguirre tienen “filo y punta” dice de él que es una columna en el columnismo cotidiano periodístico. “Adoptó el seudónimo de Catón y al vestir simbólicamente la toga del célebre censor romano, empuñó en una mano la balanza de la justicia y en la otra la flagelante pluma de la verdad cristalina, y del veredicto probo y sensato”.
“Este es su primer libro” –puntualiza el prologuista-. “(…) El temple con que fueron forjadas (las columnas) es precisamente del que no se dobla; y estoy seguro que no se doblegará jamás porque Armando Fuentes Aguirre, como el Catón romano y legendario, es de los que prefieren morir de pie antes que vivir de rodillas”.
Al repasar cada una de las 100 columnas publicadas, no puede uno menos que sorprenderse de la facilidad para escribir que muestra Catón, a sus apenas 21-23 años, así como de la valentía para criticar lo criticable o aplaudir lo aplaudible, obteniendo una merecida retroalimentación de su audiencia, según lo hace ver él mismo: “Algunos lectores de mi columna me favorecen no sólo con su atención, sino también manteniéndose en contacto conmigo por medio de cartas en las cuales me llaman la atención sobre mis errores que cometo, me orientan en cuestiones que desconozco, me sugieren temas de comentario y, ocasionalmente, me hacen objeto de merecidas menciones laudatorias”.
Para probar la acidez de sus juicios en torno a la clase política, basta con hojear algunos artículos que no han perdido actualidad y bien podrían reproducirse íntegramente hoy mismo, como el titulado La farsa se inicia. “Cesen las conversaciones. Apáguense los cigarrillos. Acomódense los espectadores en sus asientos. Silencio. Las luces del teatro disminuyen. El telón se ha abierto. ¡Atención! La farsa se inicia.
“Apareció ya el primer manifiesto. Las esquinas de las calles se convirtieron en involuntarios tinglados de la farándula política criolla. Se suspendió el cauteloso callar de meses. Se rasgó el velo del santa sanctorum. Se violó el misterio y el recto.
“(…) Por ahora no es sino un manifiesto. Mañana serán los boletines, las comunicaciones, las antesalas, los telegramas, los mítines, las asambleas, las convenciones, las encerronas, el vocerío general.
“Por eso cesen las conversaciones. Apáguense los cigarrillos. Acomódense los espectadores en sus asientos. Silencio. Las luces del teatro disminuyen. El telón se ha abierto.
“¡Atención! La farsa se inicia”.
El tema se repite a la vista de las inminentes elecciones de gobernador de Coahuila, y desde el entrecomillado en el verbo “elegir”, se manifiesta la ironía del escritor, quien concluye su columna así:
“Se está montando la tramoya. El tablado aún no está listo. Pero ya se conocen las exigencias de la tragicomedia que se va a representar.
Tragicomedia en que se une al dramático engaño a un pueblo que compra con su apatía la burla más soez, la comedia risible de una farsa electiva ridícula y procaz”.
Y ni qué decir de la reiterada apreciación del columnista en su artículo “Balidos y borregos” en que concluye duro y directo de esta forma: Se desvela el misterio. Sabemos por fin quién es el elegido por la omnipotencia esotérica de la democracia dirigida. El candidato ocupa la gubernativa.
Y luego, después de tantos afanes, de tantas inquietudes, de tan febril agitación, dejamos que el que llegó haga y deshaga a su antojo, dejamos que ejerza libremente su torpeza, que falte a sus deberes, que viole abiertamente las leyes y, como corderos temerosos, permitimos, sin siquiera emitir un balido de protesta, que nos lleve a la ruina”.
La sátira encuentra pleno cauce en mensajes dirigidos, por ejemplo, “a un gobernador bon viveur”, cuando comienza diciéndole: “Respetable señor General: En sus cinco años de gobierno ha asistido usted a un sinnúmero de banquetes y agasajos de todo tipo: almuerzos, desayunos, comidas, meriendas, cenas, bufetes, brindis, entremeses, cocktailes, vinos de honor.
“Tales ágapes han tenido los más variados motivos: tomas de posesión, recepciones, felicitaciones, adhesiones, despedidas, onomásticos, reconciliaciones, salutaciones, aniversarios”.
Y Catón concluye advirtiéndole: “Pues bien. Por su calidad de gastrónomo y de bon viveur, probablemente le interesará saber que los reos de la Penitenciaría del Estado hacen dos comidas al día, cada una de ellas con un valor de 20 centavos. Sus platillos son frijoles sin manteca, tortillas duras y café aguado. Y de eso usted es el responsable”.
Igualmente, en “Informe y Memoria”, hace de las suyas de una manera sarcástica: “Un inteligente lector señala una de mis frecuentes equivocaciones: No es Informe lo que el señor gobernador leerá el próximo noviembre, sino Memoria.
“(…) Digo que si no se le puede pedir al gobernador Informe, menos aún se le puede pedir memoria”.
Tales arrebatos le dan autoridad moral para reclamar a quienes niegan que exista libertad de prensa en Coahuila, enfrentándose a sus colegas quejosos: “Algunos periodiqueros del norte del Estado se han dedicado en las últimas ediciones de los miserables libelos que publican, a gritar que en Coahuila no existe la libertad de prensa.
“Ingenuo buzo del quehacer periodístico, desconozco la mar de fondo que haya en las plañideras manifestaciones de los improvisados denunciantes. Aunque no ignoro que, generalmente, cuando escritorcillos de esa calaña fustigan a alguna autoridad por falta de garantías para la expresión, es porque han ofrecido en venta su libertad sin encontrar comprador.
“(…) Óiganlo bien los que pretenden que en la calumnia como cotidiana actividad y en el falso testimonio como carrera se fundamenta la libertad de prensa: en ningún momento he sido amenazado o se ha atentado contra mi integridad personal o contra mi tarea. El más absoluto respeto ha garantizado mi labor. Dentro del periódico y fuera de él he encontrado esa libertad que los pasquineros niegan”.
FILÓSOFO DE LA VIDA Y AGUDO CRÍTICO
Armando Fuentes Aguirre “Catón” es más que un filósofo de la vida dotado de un don especial para impactar con sus chistes; es, igualmente, un periodista muy crítico, gran escritor, poeta y ávido lector; en síntesis es un culto hombre de letras. Por si fuera poco, su lucha social a favor de la justicia, la democracia, la familia, el bien común, el amor-caridad, y su combate a la corrupción y a los antivalores, siempre riéndose de ellos, obligan a tomarlo en cuenta como un ejemplo cívico.
Su burbujeante humorismo y su crítica aguda en la prensa no es única en el ambiente periodístico de México, cuyos orígenes se remontan a 1812, con “El Pensador Mexicano”, que es finalmente el seudónimo con que se identifica al también novelista José Joaquín Fernández de Lizardi, quien inclusive fue preso por el virrey Venegas, enfurecido por la sátira que le endilgó, al grado de revocar la Ley de la Libertad de Prensa en la Nueva España.
De Madrid nos llegó, igualmente, la forma de hacer periodismo de Mariano José de Larra, alias Fígaro, pero a nivel nacional tenemos a Jorge Ibargüengoitia y su omnipotente capacidad de burla gracias a su genio iconoclasta, burlesco y opuesto a toda exaltación sentimental. Y qué decir de Carlos Monsiváis, Marco Aurelio Almazán, Germán Dehesa, Marco Antonio Flota y Monseñor Joaquín Antonio Peñalosa, quienes también tienen un lugar digno en la controversia de los gustos y disgustos de la gente.
En Monterrey, ya don Hermenegildo L. Torres y su famoso “partido político” el PUP (Por la Unificación de los Pendejos), además del periodista Jorge Villegas, han calado hondo en el ánimo de los regiomontanos de 1950 en adelante, así como Armando Jiménez logró lo propio a nivel nacional con su destreza para hacer lo que hizo como recopilador de la Picardía Mexicana.
Obviamente la política no se salva en los comentarios del popular “Catón” de Saltillo, y no pocos le temen cuando este hombre moja en la tinta su bolígrafo para ser voz de los que no tienen voz en los medios y hacer llegar sus críticas a las más altas cumbres del poder.
“La política que por estos días priva en México bien se podría llamar ovina: el PRI nos considera borregos; López Obrador se presenta como ovejita blanca y en el PAN el ex Presidente Calderón quería imponer a un Cordero”, escribe.
Cada vez, en mayor medida, la sociedad civil muestra disgusto por el comportamiento de la clase política, movida únicamente por intereses partidistas y desligada del interés comunitario. Igual molestia causa a la ciudadanía el alto costo que tiene la política en este país de pueblo pobre y partidos políticos ricos.
“Yo propondría, si tal fuera posible, que hubiera menos políticos y más obreros, zapateros, carpinteros, alfareros, panaderos y libreros, entre otros oficios y quehaceres necesarios en una república bien concertada.
“La nuestra, sin embargo, es burocrática: aquí no hacemos nada, pero lo hacemos con 15 copias. De ahí esas aberraciones que en la ya tristemente célebre Estela de la Luz encuentran su símbolo perfecto: se ven mal y no sirven para nada. Mientras los ciudadanos hacemos de tripas corazón muchos políticos convierten su corazón en tripas; abdican de todo ideal y toda ideología y se vuelven personas que miran solamente a su interés. Menos política y más sociedad. He ahí el remedio que propongo con humildad mirando sólo al bien de la Nación”.
> ¿Y nunca le han causado persecución sus columnas, licenciado, o por su espíritu literario? –le pregunto al saltillense.
“Claro, claro”, admite, “en tiempos de Díaz Ordaz me insinuaron que no hablara del Ejército y una vez inclusive el gobernador de Coahuila quería ponerme guardaespaldas porque temía un atentado contra mí, pero no acepté. Sin embargo, fíjese usted que más que de persecución hablaríamos de molestia de las élites y de la Liga de la Decencia porque consideran muy fuertes mis señalamientos en el primer caso, o muy pelados algunos chistes en el segundo. Es natural”.
> ¿Cómo le fue con Martínez Domínguez cuando era gobernador de Nuevo León?
“Ah, don Alfonso era un personaje muy especial en los tiempos del poderoso PRI, y no le gustó un soneto festivo en que yo ridiculizaba al gobernador de Nuevo León por la ‘puntada’ de colocar una estatua del presidente José López Portillo, a caballo, en los límites de San Nicolás y Escobedo, además de dedicarles a los diputados tricolores una sarcástica parodia de la composición de Amado Nervo: “Vida, nada me debes, vida estamos en paz”.
> ¿Lo mandó llamar?
“Lo traté poco y por eso no puedo decir que haya él intentado coartar mi libertad de escribir. La única ocasión que estuvimos frente a frente fue durante la primera visita del Papa Juan Pablo II a Monterrey, a fines de enero de 1979. Me invitaron a formar parte de la comitiva de recepción y como me acababan de nombrar cronista de Saltillo, en diciembre de 1978, traté de hacer una broma preguntando a todos en voz alta si era muy importante ese nombramiento, y entonces yo le devolví la broma diciéndole: ´Solamente mi nombramiento y el del Papa son vitalicios… el de gobernador no, ése se acaba pronto´”.
Agudo observador de la vida nacional, Catón tiene una energía que lo hace ver incansable. Por eso le pregunto: -¿Qué hace usted cuando no trabaja, es decir cuando no escribe?
“Para mí escribir no es un trabajo, y espero que no se vayan a dar cuenta los directores de los periódicos donde aparecen mis columnas porque descubrirían que yo les debería de pagar a ellos por publicar lo que escribo, siendo al revés: que ellos me pagan”.
> ¿Escribe por vocación?
“Todo en la vida hay que hacerlo por vocación. Yo les tengo dicho a mis hijos que siempre busquen una actividad digna que les guste mucho y sepan hacer para vivir diariamente de ella, y entonces no tendrán que trabajar. Es decir, el trabajo no es una carga ni un castigo sino un regalo y una bendición cuando se tiene vocación para él”.
> ¿Qué hace aparte de escribir? ¿Qué es lo que más le gusta?
“Hago algunas cosas gozosas que ojalá los lectores imaginen con generosidad para mí porque después de escribir es lo que más gusta”, dice y suelta la carcajada.
“Vivo intensamente, viajo mucho, pero también gozo estar en mi casa. Estar con mi esposa, con mis hijos y además con mis nietos. Eso es lo que llena mi corazón y lo que me permite sentir ese gozo y esa felicidad que me esfuerzo en dar a los demás. También veo televisión, voy al beisbol y juego ajedrez con mis amigos. Tomo el café con ellos, voy al rancho, veo los animales, leo, leo, leo y voy al cine”.